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dos posiciones sobre el climagate




Qué barbaridad. Qué peligroso es que desde una columna muy leída por los lectores de ese diario la gente se ponga a hablar con pretendida autoridad (y pedantería) sobre algo de lo que no se sabe un cacahuate. Ya falta poco para que los preclaros iluminados que descifran con la brillantez de su intelecto los detalles del complot de dominación mundial (y que ofrecen desinteresadamente a sus lectores sendos reportes semanales) comiencen a decirle a la gente que deje de creer en la ciencia. Por lo menos Enrique Ganem no hace lo mismo. De lo que Ganem es escéptico es de la antropogenia del cambio climático (aunque me parece que ha malinterpretado los últimos reportes científicos, como sugerí aquí). Lo que Jalife dice es que el hackeo de correos prueba la maliciosa manipulación global sobre el calentamiento. Es decir que no hay calentamiento. No hay tal. Uff. La posición de Radford contrasta como luz en la oscuridad. Es fácil ver qué posición me gusta más...

El clima-gate

  • Uff. Esto se pone de a peso
  • Un hacker se metió a los servidores de una U en RU y liberó cientos de mensajes privados
  • Los mensajes apuntan a contubernio para exagerar la evidencia a favor de la hipótesis del origen antropogénico del cambio climático, y para esconder la evidencia en contra
  • Aquí un resumen [vía Freakonomics]



Consideraciones de botepronto:

  • El CC representa una industria
  • Los académicos no son imparciales (menos en asuntos tan polémicos y con tanta plata en medio como el CC)
  • Los mensajes no son evidencia científica en contra del origen antropogénico del CC
  • Son evidencia, si acaso, de los pocos escrúpulos de los involucrados [aunque aún no conozco todo el contenido de los mensajes, algunos mensajes no se ven tan inescrupulosos...]
  • ... y de los pocos escrúpulos del hacker y de los medios que se lanzan
  • Parece que poca gente tiene escrúpulos
  • No creo que esto tire el consenso fundamentado en el IPCC. Si fuera así, el IPCC sería uno de los mayores timos en la historia reciente.
  • El número de científicos involucrados en los mensajes hackeados es pequeño. Ese número reducido hace posible el contubernio sin fugas de información etc. En el IPCC, un juego similar se antoja imposible.

Hagámonos pelotas de una vez por todas: sobre ciencia climática

Vía El Explicador , un programa de radio que sigo desde que salía en Ondas del Lago (Tierra 21, o algo así, era otro progama sobre sustentabilidad que me gustaba mucho), y que ahora está diario a las 10am en MVS radio (y que todo el mundo debería oír, incluso por la red), me enteré de un estudio reciente sobre cambio climático sobre el que se empieza a hablar de a poco. Enrique Ganem y María de los Ángeles Aranda han mantenido una posición escéptica ante todo el rollo del cambio climático. A mi juicio, han estado desbalanceados a favor de los críticos, y no han dicho mucho (nada que yo recuerde) sobre el IPCC... No es que me moleste, pero se trataría de dar a los escuchas el otro lado de la historia (aunque ese es tal vez ya conocimiento común, y entonces el desbalanceo se entiende, y a la larga se agradece, ante la escasez de espacios). Pues bien, Ganem y Aranda se enteraron de este estudio

Knorr, W. (2009), Is the airborne fraction of anthropogenic CO2 emissions increasing?, Geophys. Res. Lett., 36, L21710, doi:10.1029/2009GL040613.

que informa que la fracción entre el carbono transportado por el aire y el carbono almacenado en la atmósfera se mantiene constante (este artículito lo define así: "la fracción del carbono emitido que se queda en la atmósfera) . Es decir, si entiendo bien el asunto (y no estoy seguro que lo esté haciendo aún), mientras mandamos más carbono a la atmósfera, más carbono se almacena en los sumideros, de forma tal que la fracción se mantiene constante (???). Sin embargo, el artículito dice

"A constant airborne fraction does not imply an absence of climate feedback on carbon uptake. In fact, we will show that the constant airborne fraction is not a fundamental property of the carbon cycle, but results from the particular time history of anthropogenic emissions. Understanding how the airborne fraction has behaved in response to the emissions history will allow better projections of it in a future, changing, climate."

Pongo, si me permiten, mi cara de "What?" Pues bueno, eso es lo que ha hecho Knorr, intentar entender como dicha fracción se ha comportado en respuesta a la historia de emisiones.

Knorr dice que dicha fracción (que se puede entender, como comentan en el blog World Climate Report, citado abajo, como la ratio partes por millón/emisiones), se ha comportado de manera constante en los últimos 150 años, es decir, que no ha respondido a la historia de emisiones. En el blog World Climate Report, en el que se da cuenta ya del debate entre posiciones encontradas, se dice que

"...in order to keep the airborne fraction of CO2 emissions constant over
time, increasing anthropogenic CO2 emissions must be countered by an
increasing CO2 sink."


lo que va en contra de cierto conocimiento generalizado de que las emisiones ya estarían saturando los sumideros de carbono, y que por tanto cabría esperar un efecto exponencial:

"It is not that the total atmospheric burden of CO2 has not been
increasing over time, but that of the total CO2 released into the
atmosphere each year by human activities, about 45% remains in the
atmosphere while the other 55% is taken up by various natural
processes—and these percentages have not changed during the past 150
years."


O sea que si emitimos una cubeta llena de CO2, poco menos de la mitad se queda en la atmósfera. Si mandamos 100, "sólo" 45 se quedan en la atmósfera. Suena a como si el sistema estuviera viendo cuánto echamos y dijera "una pa ti, una pa mi, una pa ti, dos pa mi" de suerte tal que 46% de lo que se emite se queda en la atmósfera y 55% se va a los sumideros, y estas fracciones no han cambiado a pesar de que los volúmenes han venido en aumento.

La imagen del artículo de Knorr es la siguiente:
Fuente: Knorr,
W. (2009), Is the airborne fraction of anthropogenic CO2 emissions
increasing?, Geophys. Res. Lett., 36, L21710, doi:10.1029/2009GL040613.

El "caption" que ofrece Knorr es:
"Observed atmospheric CO2 increase derived from direct
measurements, taking the average of Mauna Loa (Hawaii) and the South
Pole (thin solid line), and two ice cores: Law Dome (dashed thin line)
and Siple (dotted thin line). This is compared to total anthropogenic
emissions (thick solid line) and 46% of total emissions (thick dashed
line)."

Lo que hay que ver es la línea delgada (que representa el incremento del CO2 atmosférico), que comienza después de 1950, y compararla con la línea sólida superior (total de emisiones antropogénicas de CO2). La tendencia es que dicha línea delgada, con sus altas y sus bajas, representa una fracción constante de la otra (46%, que está representada por la línea gruesa segmentada). Es decir que lo se acumula se mantiene como fracción constante de lo que se manda, independientemente, al parecer, del volumen mandado...

Sí. Yo tampoco entiendo por qué. Pero una cosa es una cosa, y otra es otra: esto no quiere decir que la concentración en la atmósfera no haya venido aumentando! esa sí que lo ha hecho, y los efectos de dicha concentración sobre el clima están más que corroborados -por lo menos a decir del IPCC-, el asunto es que el clima a veces no cumple las expectativas de los modelos climáticos que rondan por allí. Como concluyen en el la bitácora de World Climate Report,

"the earth is responding to anthropogenic CO2 emissions in a different (and perhaps better) manner than we thought that it would."

Ojalá sea así. Que si la ciencia exagera, que sea por precavida...

Más sobre geoengineering

Lo dicho. Los promedios cambian. El geoengineering gana terreno en la discusión. Bien. Que se prueben sus virtudes o problemas, y que se comparen con la mitigación, pero que el asunto no se vaya sin discutir a fondo.


Aquí una gráfica interesante que compara efectividad, costo y seguridad de varias opciones de ingeniería agrupadas en el geoengineering...
Fuente: Aquí mero.

Las dos opciones citadas por Levitt/Dubner (aumentar el albedo por la cobertura de nubes en los oceános y, en especial, los aerosoles estratosféricos) quedan bien parados en costo (affordability, eje horizontal), tiempo de ejecución (el tamaño de la bolita) y en efectividad (eje vertical) con respecto a otras opciones. Lo malo es que se ganan un rojo en seguridad... Pequeño detalle...

Ya me cansé del anglicismo "geoengineering". Pero no se me ocurre una traducción convincente
  • "Ingeniería terrestre" llama a ingeniería de suelos
  • "Ingeniería global" se puede aplicar a otras cosas, como el Internet mismo, o a cuestiones financieras...
  • "Ingeniera planetaria" puede ser el más convincente... Una búsqueda en Google sugiere que sí.

Geoengineering: centralización vs democracia

En este artículo en su bitácora, Steven Levitt expone que hay 6 elementos de ciencia climática, 3 de economía, y 2 tecnológicos que residen en el núcleo de su argumento sobre cambio climático. Además, dicen que son elementos no disputables.
Los elementos científicos:
  1. La tierra se ha calentado en el último siglo
  2. Aún si se detuvieran las emisiones hoy, el CO2 que ya reside en el sistema calentará al planeta en las décadas por venir
  3. El dióxido de azufre expulsado por el Monte Pinatubo enfrío al planeta durante algunos años
  4. Pero los efectos se desvanecieron pronto
  5. Superficies oscuras absorben más luz que superficies claras
  6. Las nubes son más claras que la superficie de los oceános
Los elementos económicos
  1. Una catástrofe es indeseable
  2. Tiene sentido invertir hoy para evitar catástrofes
  3. Los costos de mitigación anuales están estimados en 1 trillón de dólares (numeración anglosajona: 1 billón: mil millones)
Los elementos tecnológicos
  1. Existe un diseño de ingeniería que emite dióxido de azufre en la estratósfera para enfríar al planeta
  2. Existe un diseño de ingeniería que crea nubes en los oceános
Levitt continúa:

¿De verdad? Si algo sale mal, ¿podemos apagar el interruptor y hacer como si nada hubiera pasado? ¿Las soluciones son completamente reversibles? ¿Estamos seguros que el sistema afectado se comportará como antes de la intervención? No me opongo de principio al geoengineering. Simplemente no confío 100% en los argumentos presentados a su favor... [Me pregunto por qué Levitt no menciona el secuestro de carbón, que es la opción más explorada en la ciencia climática -la que he visto yo, se entiende, por lo que hay problema de sesgo muestral-. De entrada, el secuestro parece menos invasivo en el sistema climático global].

Recordemos que la premisa de Levitt y Dubner en SuperFreakonomics (premisa que se ha colado en la discusión electrónica, y que ellos mismos hacen explícita en las entrevistas televisivas que han dado) es que los incentivos descentralizados (en su visión cruciales en todo lo demás) no funcionan en el caso del cambio climático. Ellos piensan que cambiar los incentivos de la sociedad global "is hard to achieve". No compro esta conclusión. Los incentivos globales cambian. Con respecto al cambio climático creo que están cambiando gradualmente, incluso sin política climática global. Otros ejemplos de cambio radical del comportamiento global son, ni más ni menos, las guerras mundiales. En ellas, declaración bélica de por medio, el esquema de prioridades sobre el que se organiza la sociedad es, de un momento a otro, uno diferente. Un tal cambio es el objetivo de la política climática.

Aún si se argumenta que el comportamiento global no ha cambiado -yo creo que sí lo ha hecho- se debe reconocer que la política climática internacional ha sido un relativo fracaso, y que se quiere redimir este diciembre, en Copenhagen. Me podría parecer que el mensaje de Levitt y Dubner es que, en este caso, la solución por incentivos resulta más costosa que el geoengineering. Esa es una idea bien distinta, y centra la discusión en otro terreno. Pero de momento, creo, eso no es claro. Han dicho que los incentivos son, en este caso, ineficientes... Pero el punto de este post es otro. Cuando Levitt dice "existe un diseño de ingeniería" quiere decir existe "Intellectual Ventures", una empresa de inovación (basada en Seattle).

Estamos, pues, en un guión de película de Hollywood: la sociedad global tiene una meta global (detener el calentamiento) por sentir que su civilización corre peligro. Los salvadores (Lora diría, "el muchacho chicho de la película gacha") no son Bruce Willis y sus petroleros sino una empresa poco convencional. Me recuerdo la película Contact, inspirada en un guión/novela de Carl Sagan, en la que un conglomerado internacional se daba a la tarea de construir la máquina de comunicación espacio/temporal. Un gigantismo que fracasa, en ese caso por el terrorismo. La corrupción y el subcontratismoal final termina rescatando la misión y mandando a la doctora Arroway (la bella Foster) por la tubería de gusanos... Levitt y Dubner favorecen al gigantismo empresarial de un proyecto de experimentación con la estratósfera y la atmósfera. Esta solución, cierto, evita el problema de la responsabilidad compartida (que tiene atorada la agenda de mitigación), pero asume tácitamente que el mundo estará muy contento (una vez que se haya logrado organizar) con que unos vaqueros con aspersores (ya en la estratósfera, ya en los oceános) solucionen el crucigrama climático. Un centralismo, en todo caso.

Manuel Sacristán se oponía a la energía nuclear no sólo por los riesgos (que incluso disminuidos por la tecnología, siguen siendo demasiados), sino por el centralismo organizacional que supone. Sacristán pensaba que soluciones tales, gigantismos tales, crean estructuras de dominio, crean hegemonía, y van contra la democracia, contra la facultad del colectivo por asumir las riendas de su destino... Esta dicotomía entre mitigación decentralizada (globalmente) basada en incentivos (de igual índole) y soluciones "Geoengineering" se asemeja mucho al debate político de la energía nuclear (ya que lo trajimos a colación, aquí un buen texto de Enric Tello).

Los críticos de Levitt y Dubner se los comen vivos por pensar que han entendido mal la ciencia y la economía. Tanta alharaca y tanto post aclaratorio por Levitt y Dubner evidencian que, si bien puede ser que no hayan malentendido la ciencia (natural y social) -hay que darles el beneficio de la duda-, sí hicieron un pésimo trabajo de explicarse en el tal capítulo. Si su punto fuera claro como el agua, no hubiera habido debate... Mejor dicho, el debate hubiera sido otro.

¿Cuál es el punto, pues, de Levitt y Dubner? Ellos se preguntan ¿qué solución es la más barata? Y asumiendo que jugar al titiretero con el planeta es solución (supuesto basado en argumentos que no me convencen), pues concluyen rápidamente que la mejor solución es el geoengineering famoso. Punto. Pero sigamos. Pensemos sin conceder que, en efecto, jugar al titiretero resulta lo más efectivo para enfríar al planeta. Pues todavía tendríamos que abordar la cuestión política del asunto, y preguntarnos si vale la pena crear un experimento gigante o si no conviene promover otras medidas... Como sea, en el post de Levitt que se comenta aquí aprendí que no son los únicos promoviendo el geoengineering:
Aquí la lista de políticas ganadoras del Copenhagen Consensus:

Levitt termina el post diciendo:

De acuerdo. Geoengineering merece un lugar en la mesa (lo que me recuerda lo de la hipótesis del promedio de una entrada previa). Pero hay que discutir el conjunto de soluciones hasta el final, incluyendo sus implicaciones sociales y políticas. Allí, por el simple hecho de ser soluciones descentralizadas, mi premisa es que la mitigación y la adaptación están mejor paradas... Pero ya estoy pensando en voz muy alta.

Let’s clean up the blogosphere (and the atmosphere too)

Probando probando...

Empecé a usar Google Reader para organizar los ya varios blogs de economía, ciencia y demás, que sigo. Antes los organizaba en iGoogle, pero se fue poniendo difícil la cosa. Google Reader tiene varias cosas útiles: te ordena los posts de los blogs que sigues cronológicamente, así que no tienes que ir uno por uno. O bien, puedes elegir el que quieras ver y te lo ordena de igual forma. Te ordena los posts por relevancia de acuerdo a los lectores (de acuerdo a los clicks en "Like" que dan), aunque estimo que el universo es aún pequeño (para algunos blogs, bastan dos o tres "likes" para que aparezca. Si se generaliza el uso, todos ganamos.)

Y lo mejor: te permite buscar!!!
Entonces si leíste un post interesante sobre algún tema en particular, pero olvidaste en cuál fue, lo buscas y Reader te selecciona todos los posts del universo que le des que hablan del tema. Sirve mucho para organizar la discusión sobre Freakonomics por ejemplo, pues durante varios días hubo muchos posts en muchos lados, y es difícil retomar la cronología. Ahora puedo buscar "freakonomics climate change" y zaz! todo aparece cronológicamente.

Como si fuera poco, te sugiere sitios de acuerdo a lo que ves. Te muestra lo que los usuarios estiman como popular, y te sugiere bitácoras y feeds de noticias que te pueden interesar de acuerdo a los temas que revisas. Es así que llegué al blog al que pertenece la entrada de abajo. Excelente. Si tienes amigos en google, puedes compartir tu selección de blogs, y compartir los posts que te gustan y demás.

La herramienta que pruebo ahora es la de re-postear algo en el blog de uno. El post de abajo habla de Freakonomics, pero habla de Krugman y refiere su artículo sobre la macroeconomía al que vínculamos hace algunos días. Es una de las cosas pendientes, por cierto. El vínculo de abajo vincula a su vez a dos textos que critican duro duro ese texto de Krugman, que fue relativamente celebrado. De esta suerte de intercambios uno aprende como es que la gente define la manera que tiene para proceder con todos (parafraseando a Pablito y su pobre cantor, hoy que lo recordé con nostalgia)...

Let’s clean up the blogosphere (and the atmosphere too): "It has come to my attention that the standards of intellectual discourse have been slipping. Fortunately, Paul Krugman has provided us with a set of ethical standards for blogging in a recent series of posts on global warming. In the first post he takes Levitt and Dubner to task for their counterintuitiveness on an important issue:
At first glance, [...]"

Superfriqueado

En una entrada previa vinculamos a una discusión electrónica sobre el capítulo de cambio climático de la nueva edición de Freakonomics, Superfreakonomics.

Brad DeLong posteó un scan pdf del tal capítulo, que por alguna razón no encuentro ahorita (actualizaré el vínculo cuando aparezca. Actualización: ya lo encontré). Para actualizarse en la discusión, recomendaría ir a la entrada previa e ir a los blogs para ver lo dicho desde entonces, que no es poco, ni poco relevante. A los incluidos allí, incluiría el excelente blog de Yoram Bauman, muy celebrado por sus 10 principios de economía.

El asunto de fondo entre los autores de Superfreakonomics y el resto es el tipo de solución propuesta ante el cambio climático. La convención hoy es mitigar y adaptar. Mitigar la emisión de gases y adaptarse al cambio.

SuperFreakonomics favorece explorar el conjunto de soluciones conocido como "geoengineering" desestimando explícitamente el poder de la modificación a los incentivos y a las soluciones descentralizadas sobre las cuales se fundamentan la mitigación y la adaptación. Desestima el poder de las señales de mercado que la economía estándar se ha encargado (exitosamente) de establecer. Desestima el poder de las preferencias (y el reconocimiento generalizado de que son dinámicas, que cambian) y, de a una, el poder del mercado, asignando la solución a uno o dos experimentos.

Pero los sistemas climáticos son complejos. Muy complejos. ¿A poco sabríamos las reacciones sistémicas que se producirían del geoengineering? Por ejemplo, uno de los mecanismos propuestos para evitar otro Katrina es el de establecer millares de tubos de plástico (como si fueran popotes, con el extremo superior del popote justo en la superficie del mar) en el Golfo de México para mandar el agua caliente de la superficie hacia el fondo. Menos temperatura en el agua superficial se traduce en huracanes con menos fuerza. ¿Pero a poco sabemos que con eso no se alterará el de por sí frágil sistema de corrientes que le da a Europa el clima que tiene? ¿Estamos seguros que conocemos el rango probabilístico de los estados posibles?

Ellos dicen que es muy costoso promover cambios en el comportamiento generalizado de suerte tal que se produzcan las magnitudes requeridas de mitigación para combatir el calentamiento. No me creo esta posición [y extraña un tanto, pues los autores vienen de Chicago!!]. Habría que informarles que el comportamiento de la gente ya está cambiando para adaptarse al cambio climático en muchos lados [aquí el abstract a un paper que documenta algunos ejemplos...]

Por otro lado, en un programa de televisión (disponible en capsulas a través de su blog) los autores dijeron que sus cálculos demostraban que varias medidas ahora populares para reducir la huella de carbón (como la de adquirir alimentos producidos localmente, en lugar de que vengan del otro lado del mundo) se basan en fundamentos falsos! Ellos dicen que ocurre lo contrario (!!!). Sobre eso no comento más, pues habrá que ver sus cálculos. Pero las reacciones, y el simple hecho de que son 2 economistas (por demás talentosos) que producen best-sellers discutiendo campos fuera de su especialidad que se enfrentan a centenares (millares???) de científicos que trabajan sobre el asunto, y que se lanzan a minar los 2 o 3 consensos que (tan costosa y tardíamente) se han producido, me hace más escéptico.

Pero en aquella cuestión me parece que están eligiendo el principio equivocado. Implica decir que las preferencias no cambian (como de hecho lo dicen en el programa de TV), implica decir que las soluciones centralizadas son en este caso menos costosas y más efectivas que las soluciones descentralizadas. No se trata de no explorar lo que la ciencia y la técnica puedan realizar (aunque los ejemplos que ellos dan en el programa de TV, como la victoria ante la polio, no me convencen), pero no se puede apostar todos los huevos a una canasta.

Tal vez eso es lo que están buscando: mayor atención a los proyectos de "geoengineering", y hacen el punto favoreciendo por completo esa opción por sobre la mitigación estandar. En un analogía numérica, puede ser como si estuvieran buscando un promedio tal que para alcanzarse tienen que añadir valores muy extremos...

Actualización: Steve Levitt es economista y Stephen Dubner es periodista. Asumí que los dos eran economistas cuando escribí la entrada.

Cap-and-trade y la política...

...en todos lados se cuecen habas y se manipula la posición política como veleta al viento...

Vía EconoSpeak, dándole crédito a Brian DeLong, un artículo de la Palin sobre el cap-and-trade... allí se lanza con todo contra el sistema, aprovechando para atacar a la admón Obama...

Pero como queda de manifiesto en este vínculo colgado allí en EconoSpeak, y discutido aquí, cuya captura está abajo, antes le echaban muchas flores al cap-and-trade...

Noten las palabras elegidas tanto en la defensa como en el ataque...

Pufff... Los políticos...

Mercado de permisos de emisión (Cap-and-trade) vs impuesto pigouviano: "es la pendiente de las curvas marginales, estúpidos!"


"Es la economía, estúpidos" La clintoniana frase para llamar la atención sobre el verdadero debate se hizo un
clásico. La tomamos prestada para llamar la atención sobre aspectos de un debate en economía del cambio climático sobre el que no se presta la suficiente atención. Hay debate en la literatura de economía ambiental y del cambio climático sobre qué preferir: un sistema de permisos (cap&trade) o un impuesto pigouviano. Como muchos (si no todos) los debates en economía, éste desata pasiones y, a veces (por fortuna no siempre), posiciones irreductibles.

Muestra del debate en línea:
El asunto, como veremos, no es ver cuál es mejor que otro: todo depende de la relación de los costos marginales de abatimiento y del daño marginal de las emisiones. Más precisamente, todo depende de la forma de las curvas que relacionan cómo cambian unos y otro a diferentes niveles de emisiones. Es decir, la cuestión depende de las pendientes de las curvas de daño marginal y de ahorro marginal (ahorro derivado de abatimiento evitado)... Veamos:

Hay una suerte de consenso aparente en el gremio que favorece la implantanción de un impuesto verde en lugar de la implantación de un sistema "cap&trade" para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. En dicho sistema, el gobierno define el volumen de emisiones que tolera (en toneladas o en partes por millón) y otorga un número determinado de permisos de emisión. Las empresas emisoras competirán por adquirir
tales permisos de acuerdo a un balance entre su disponibilidad a pagar y los costos de abatimiento ahorrados por emitir una unidad adicional de dichos gases. Se cree que un sistema tal ayuda a re-asignar el abatimiento de emisiones de acuerdo a un criterio de minimización de costos.

Un asunto adicional que suele preocupar se relaciona con la manera en la que las empresas adquieren los permisos la primera vez, cómo se fijan las dotaciones iniciales de permisos. Una opción es que el gobierno distribuya equitativamente y gratis los permisos entre las empresas que entrarán en el nuevo mercado, y luego ellas comercien entre sí (opción conocida como "grandfathering"). Otra opción es que el gobierno subaste los permisos, caso llamado cap-auction-trade y que permitiría capturar recursos que luego se podrían usar para promover programas públicos etc.

En lugar de un cap-action-trade, la opción es la implantación de un impuesto pigouviano a las emisiones
. Las emisiones, y en general el problema del cambio climático, son un problema de externalidades negativas, es decir, una situación en la que el costo marginal social de la última unidad (de cualquier bien en cuyo proceso se generen las emisiones) es mayor al costo marginal privado. Un impuesto que capture la diferencia (un impuesto pigouviano) hace que sea el costo marginal social, y no únicamente el privado, el que se tome en cuenta en el examen de costos-beneficios para determinal el nivel de producto. Por esa razón se dice que el impuesto "internaliza la externalidad".

El consenso aparente en el gremio es el de preferir el impuesto pigouviano sobre el cap-and-trade por potenciales pérdidas menores de eficiencia. Esa razón, entre otras, ha llevado a Mankiw a tener su "club de Pigou" y a llamar recientemente al cap-and-trade un sistema feo, bueno por lo menos el que se quiere aprobar en el Congreso de EUA. Lo cierto es que hay casos analíticos en los que un sistema cap-and-trade se prefiere a
un impuesto y casos en que ocurre lo contrario. El debate, parece, está lejos de aclararse, y el consenso, a final de cuentas, lejos de alcanzarse (por eso es aparente...)

Vayamos a ejemplificar la cosa. Primero veamos cómo funciona un cap-and-trade.

[La autoría de los ejemplos es de Dan Shawhan, de RPI. La traducción del enunciado y la explicación de la solución es de quien escribe esta entrada]

Hay dos firmas cada una emitiendo 20 unidades de un contaminante (que se combina uniformemente en el ambiente -por lo que las externalidades no están focalizadas, son para todos). El gobierno establece un límite de emisión de 20 unidades. Las funciones de costos de abatimiento (CTA, costos totales de abatimiento, A) son las siguientes:

CTA1=10+0.75(A1^2)
CTA2=5+0.5(A2^2)

Pregunta: Si el gobierno usa un sistema cap-and-trade (una unidad de emisión=un permiso), ¿cuántos permisos terminará teniendo cada firma? ¿Cuál es el precio de los permisos?

Para encontrar la respuesta, consideremos el caso hipotético en que una de las firmas, dígamos la 1, tiene todos los permisos de emisión. Dado que se requiere abatir 20 unidades, y hay equivalencia "una" emisión = un permiso, la firma 1 tiene 20 permisos. Así que todo el abatimiento tiene que lograrse por la firma 2 -que tendría que salirse del mercado, no producir, y así abatir sus 20 unidades de emisión. En la situación original A1=0 y A2=20, por lo que CTA2>CTA1. El costo marginal de abatimiento de cada firma es CMA1
=0; CMA2=20. Si el precio del permiso cayera en el intervalo (0,20), se dejan fuera los casos de indiferencia, la firma 2 estaría con seguridad dispuesta a pagar por él y a abatir una unidad. Recordemos que el CMA de la firma 2 para esa unidad es 20. Si paga, digamos, 15, entonces emite esa unidad y se ahorra 5. La firma 1 tiene originalmente CMA1=0, por lo que estaría dispuesta a vender un permiso de emisión y a emitir en consecuencia esa unidad. Si el precio fue 15, la firma uno gana esos 15, dado que su CMA es cero. La transacción se lleva a cabo y ambas firmas ganan. Una mejora de Pareto. Después de esta transacción, A1=1 y A2=19. Sigue ocurriendo que CMA2>CMA1, por lo que hay incentivos a seguir comerciando permisos a precios que caen en (1.5, 19). Siguiendo con la iteración, se puede ver que ésta termina cuando CMA2=CMA1=precio del permiso. Con sumitas y restitas se puede ver que A1=8, A2=12 y p=12.

Respuesta: La firma 1 vendió 8 permisos de los 20 que tenía, por lo que se queda con 12, mientras que la firma 2 termina con los 8 que compró. El precio del permiso es 12.

[La misma solución se obtiene analíticamente resolviendo el sistema de ecuaciones que resulta de combinar las condiciones de primer orden del siguiente par de programas: min {CTAi-pAi}, para i=1,2, en el que p es el precio de los permisos, con la condición de factibilidad A1+A2=20.]

Si en lugar del cap-and-trade el gobierno buscara un impuesto que indujera el abatimiento buscado al menor costo posible, tendría que resolver min {CTA1+CTA2} sujeto a A1+A2=20.
Ocurre que el impuesto es igual el precio sombra del abatimiento requerido, es decir, el impuesto equivale al valor del multiplicador de lagrange en el óptimo. Ocurre, cosa interesante, que en el óptimo CMA1=CMA2, igual que en el sistema de permisos. El impuesto óptimo es igual a 12, equivalente al precio de equilibrio en el mercado de permisos y equivalente, como decíamos, al precio sombra de las emisiones --si el gobierno
modificara el objetivo en una unidad (dígamos a 19 o 21 unidades), el costo total (CTA1+CTA2) cambiaría en 12. [De allí la importancia en economía ambiental y ecológica de los precios sombra...]

¡¡Qué cosa!! ¡No hay diferencia entre un cap-and-trade y un impuesto! ¿Por qué, entonces, hay una aparente preferencia al impuesto? ¿Por qué Mankiw tiene su club de Pigou incluso cuando reconoce, en el documento al que se vincula más arriba, que el sistema cap&trade y el impuesto son equivalentes?

Una razón es que hemos estado hablando de situaciones de cierta forma idílicas. Los problemas aparecen cuando uno se separa de las situaciones idílicas. Cuando los permisos no se subastan sino que se transfieren sin costo a las empresas, se transfiere el poder de mercado existente en las industrias relevantes al mercado de permisos, lo que, además de operar en contra de la eficiencia social, hace que el gobierno renuncie al ingreso que podría obtener si ocurriera subasta, o que podría obtener en el caso del impuesto.
Este mismo problema ha sido señalado por Tol, en un documento que se discutió en la entrada previa a esta, al señalar que el sistema europeo de permisos se convirtió en un esquema de subsidios cruzados que redujo la eficiencia. Tol opta sin ambages por la implantación de un impuesto. Otra razón de Mankiw para preferir el impuesto al sistema de permisos es que con el impuesto se vuelve posible el doble-dividendo, es decir, una ganancia en eficiencia adicional a la internalización de externalidades originada en un potencial "reciclaje" de ingreso público. Este reciclaje no es otra cosa que la sustitución de impuestos distorsionadores por el impuesto pigouviano. El ingreso público se mantiene constante mientras las distorsiones se eliminan. Miel sobre hojuelas. (Una ganancia similar al doble dividendo sólo es posible cuando las dotaciones iniciales de los permisos se venden en una subasta...) Aunque bueno, estaríamos pensando también en el caso en el que todos los planificadores serían benevolentes, interesados por tanto en fijar impuestos que maximizen el bienestar social...

Pero Mankiw mismo reconoce que transmite lo que él entiende como el consenso en el gremio, y que él no es ningún experto en el tema. Cuando se mira más de cerca, el debate se complejiza al identificar casos en los que es preferible el cap-and-trade y casos en los que es preferible el impuesto. Casos en los que no hay equivalencia entre una y otra opciones (incluso asumiendo que los problemas que menciona Mankiw no existen), sino que sin ambigüedades se prefiere una o la otra. Veamos esto otra vez con ejemplos sencillos. [Los ejemplos siguen basados en Shawhan, y en Kolstad y Weitzman]

Consideremos para ello lo que ocurre con el daño marginal y el ahorro marginal asociados a las emisiones. El daño marginal estima monetariamente los daños totales que ocurren por la última unidad emitida. El ahorro marginal es lo que la industría deja de gastar en abatimiento por el hecho de emitir la última unidad. El daño marginal es creciente con la cantidad de emisiones, el ahorro marginal es decreciente, lo que se relaciona con el costo marginal del abatimiento creciente del ejemplo de arriba: el costo marginal crece conforme se abate más -se emite menos-. A poco abatimiento (=muchas emisiones) los costos son bajos, y el ahorro también.
A mucho abatimiento (= pocas emisiones) el costo es alto, y el ahorro también. Para ir al punto más rápido nos ahorramos el caso determinístico y consideramos el caso con incertidumbre y el caso en que la pendiente de la curva de daño marginal es menor -en valor absoluto- a la de ahorro marginal. Los resultados del asunto dependen, como veremos, de la incertidumbre y la relación entre las pendientes de ambas curvas. Supongamos que hay incertidumbre sobre el comportamiento de la función de ahorro de las industrias relevantes (tal vez porque la política se diseña para el futuro, o porque el regulador que formula la política no conoce las funciones de costo de las firmas). La figura de abajo recoje el caso inicial:
MD= daño marginal; E[MS]=ahorro marginal esperado. El monto óptimo de emisiones es q, mientras que la equivalencia con el impuesto ocurre cuando éste es igual a t. En el caso de certidumbre (como en el del ejemplo numérico de arriba), el cap&trade y el impuesto logran un resultado equivalente (haciendo caso omiso a los problemas señalados por Mankiw). Veamos sólo un caso. ¿Qué pasa cuando la verdadera curva
MS está a la derecha de la esperada? ¿Cuál esquema de política es mejor?
Si se implantó un cap&trade, las emisiones permitidas son q (que son las que el regulador determinó con base en la curva MS esperada). El precio que alcanzan los permisos es P* (pues las empresas intercambiarán permisos hasta que el precio sea equivalente a lo que podrían ahorrar por emitir y no abatir -como en el ejemplo numérico de arriba). No obstante, la situación primero-mejor es aquella en la que se cruzan MS
_H y MD. En las emisiones mas allá de q el ahorro marginal por no abatirlas es mayor al daño que provocan. Hay dinero sobre la mesa que no se reclama. El triángulo A es la pérdida social asociada a este caso.

¿Qué pasa si en lugar del cap&trade se hubiera elegido el impuesto?
El impuesto se hubiera fijado igual a t. Pero como MS_H resultó ser distinta a la esperada, las empresas, enfrentando ese impuesto, emiten hasta qfee, que es cuando se iguala el impuesto al ahorro marginal por abatir. De nueva cuenta, la solución primero mejor es la instersección de MS_H y MD. Se ve que se emite un poco más de lo que es óptimo, generando emisiones cuyo daño marginal es mayor al ahorro marginal. No obstante, la pérdida social es bastante menor que en el caso anterior. (No confundirse: las emisiones en exceso no son qfee-q*, sino las que hay entre qfee y las asociadas a la intersección entre MS_H y MD).

Jugando con los casos posibles (MS a la izquierda de la esperada, MD con mayor pendiente absoluta que MS) llegamos a la proposición de Weitzman, que se traduce libremente de la expuesta por Kolstad:

"Con incertidumbre sobre los costos marginales de las emisiones, las regulaciones sobre la cantidad son preferibles si la curva de daño marginal tiene pendiente más pronunciada que el ahorro marginal de emitir. En cambio, los impuestos a las emisiones se prefieren si ocurre lo contrario."

El ejemplo gráfico confirma el caso en el que el impuesto es preferible al sistema de permisos. Pero si cambiaramos la relación entre las pendientes, si la pendiente de la curva de daños fuera mayor -en valor absoluto- a la de ahorro marginal, entonces la pérdida social sería mayor con el impuesto que con el sistema de permisos. En ese caso, el cap&trade sería sin ambigüedades preferido. Mankiw y buena parte del gremio discuten sólo sobre el caso determinístico en el que los sistemas son idílicamente equivalentes.
Prefieren el impuesto por asuntos de economía política: el sistema de permisos importa poder de mercado existente en otros lados hacia el mercado de permisos, por lo que se pierde eficiencia. El impuesto no importa dicho poder, logra el mismo resultado, y posibilita el doble dividendeo. Todo eso es cierto mientras no nos movamos del caso determinístico, caso también idílico. En un ambiente con incertidumbre sobre la curva de costos de abatimiento, el asunto no es tan en automático. El debate, como se ve, debiera dedicarse a ver la relación entre dichas curvas marginales en casos e industrias específicas, y dejar de hacer nubes de polvo poniéndose a decidir, casi a priori, cual sistema es mejor...

La cuestión también puede mejorar con la implantación de los sistemas híbridos (sistema de permisos e impuestos, al mismo tiempo), como veremos en una entrada posterior. También es interesante añadir incertidumbre en la curva de daño marginal, sobre la que la incertidumbre es más profunda de hecho que sobre la de costos. En la literatura de cambio climático se suele tratar a la incertidumbre sobre la curva de costos como mero asunto de ingenieria, de estimación y de cálculo (es decir, se sabe que se puede saber dicha estructura), mientras que la incertidumbre sobre los daños es estructural (se sabe que no se puede saber). Se puede hacer como si se supiera (así ha trabajado la economía del cambio climático a la Nordhaus hasta ahora). Pero la cosa se pone peluda cuando se ven casos en los que la incertidumbre no es sólo riesgo, sino desconocimiento (Dasgupta y Weitzman, de nuevo, son los que han avanzado esta noción). Así que, puestos a atar cabos, podría ser el caso que no se puede saber en abstracto qué sistema es mejor, y todo dependería
de la particularidad de los casos. La teoría general, abstracta, sería útil para transmitir el mensaje de su poca aplicabilidad...Pedir modelos que sean válidos en todos los casos equivaldría a pedir mapas de escala 1:1...


Actualización:
Aquí una imagen de lo que piensa el gremio. En su excelente blog "environmental economics", John Whitehead publicó un gráfico que muestra resultados de una encuesta con 203 observaciones (~20% en la tasa de respuesta).
Parece que hay evidencia de una preferencia del impuesto sobre el cap-and-trade.
Whinehead tiene varias entradas sobre el cap-and-trade y el impuesto [en una de ellas también menciona el paper de Weitzman...]

¿Hay que preocuparse por el cambio climático? Parte 2...


En una entrada previa habíamos puesto el vínculo a un texto de Richard Tol. Dijimos que valía la pena comentarse. Ahora comentamos. Reproducimos el texto con comentarios entremedio...

Richard S.J. Tol*
Economic and Social Research Institute, Dublin, Ireland
Vrije Universiteit, Amsterdam, The Netherlands

Ireland is subject to strict greenhouse gas emission reductions under EU climate policy. Part of the target will be met by buying offsets abroad, but the remainder will have to be realised domestically. The current economic crisis is reducing greenhouse gas emissions. This may get us close to compliance with our targets under the Kyoto Protocol. However, recession cannot be treated as a long-term answer to climate change problems.

[Visión muy distinta al cacareo ecologista asociado a la crisis. Por ejemplo Martínez Alier, aquí y aquí.]

Policies aimed at keeping the growth of greenhouse gas emissions in check are needed. Such policies mean higher taxes and more expensive energy, transport and food. How can this be justified? Carbon dioxide and methane are the two most important greenhouse gases, resulting from the burning of oil, coal and gas, and the
production of dairy and beef, respectively. Greenhouse gases change the energy balance of the atmosphere, trapping more energy on the planet, and heating up the atmosphere. This is elementary physics, established in the early 19th century by among others John Tyndall from Co. Carlow. Although there are still people who argue that there are other processes in the atmosphere that will cancel out the enhanced greenhouse effect, the science is well-established and future global warming is beyond reasonable doubt.
For some people, this is sufficient reason for action. The planet is warming. This is humankind’s fault. It has to stop. Such reasoning is wrong. Just because something is new and different does not make it wrong. Climate change will take us into uncharted territory, but so do many other things.

[Creo que tiene razón cuando dice que cuando algo es "nuevo y diferente" no implica que sea "malo". El cambio climático nos pone en condiciones distintas con el ambiente... como lo han hecho muchas cosas. Últimamente me ha cruzado por la mente que los ecologistas medio irracionales que andan por ahí
oponiéndose a todo -a la construcción de presas para aumentar la oferta de agua dulce, a los transgénicos, a cualquier obra de infraestructura, etc.- se hubieran opuesto al desarrollo mismo de la agricultura debido a los impactos ambientales potenciales que tenía -muchos de los cuales se acabaron cumpliendo, aunque varios miles de años después de su surgimiento... Como lo hemos mencionado antes, el ecologismo tiene que ser antropocéntrico para tener sentido, pues no hay razón alguna en ponerse a defender equilibrios ecosistémicos no sólo inexistentes sino imposibles..]

Other people emphasise the worst case scenario. That is just scaremongering. One can easily paint a dramatic picture of the impact of climate change. [...del mismo modo en que se podría pintar una imagen dramática, no menos cierta, del desarrollo de la agricultura...] Sea level rise is a good example (Tol et al., 2006). If
Greenland melts and West Antarctica slides, sea level would rise by 15 metres. All the deltas would go under, including the coastal plains of Bangladesh and the Netherlands. Hundreds of millions of people would have to flee. This is scary – until one realises that this would happen, if at all, over a time scale of 1,000 years. [primera exageración de Tol. Si no, que le pregunte a la gente de Madives Islands] The likely scenario for this century is a sea level rise of 50 cm – that is, half a centimetre per year. Coastal engineers should be able to keep up with that.

The solution to the climate problem is not costless (Tol et al., 2008). Climate policy will hurt the poor, it will hurt farmers, and it will hurt energy producers. [Sorprende un poco la certeza de las afirmaciones, como si fueran conocimiento establecido. Es cierto que eso es lo que informan varios modelos económicos de cambio climático. Pero también es cierto que esos resultados dependen mucho del espacio paramétrico, de los valores de parámetros éticos sobre los que no hay consenso... Aquí hemos dicho al respecto]Economists are
able to design policies that would minimise costs, and even turn a small benefit. Engineers are even more optimistic about the costs of greenhouse gas emission reduction, pointing to the potential for substantial gains in energy efficiency at low cost. Unfortunately, such proposals work under ideal circumstances only. Because of political constraints, actual policies are never as sophisticated and smart as academics would like – and the costs to society are invariably higher than necessary. [Cierto...Es interesante entonces que la teoría no haya empezado el análisis de las políticas segundo mejor, o tercero- o cuarto-mejor... al menos no con la frecuencia con la que sería deseable]

The costs of climate policy are real and immediate. The exchequer has reserved €270 million for the period 2008-12 to finance greenhouse gas emission reduction abroad.

[Footnote: Under the provisions of the Kyoto Protocol of the United Nations, countries are allowed to finance projects that reduce emissions in other countries and count these as their own emission reductions. In the Irish media, such payments are regularly portrayed as Kyoto fines. This is incorrect, first, because this is a normal market transaction and second, because there are no fines for non-compliance with targets of the Kyoto Protocol.]

The forced growth of wind power is driving up the price of electricity in Ireland. How do these costs compare to the benefits of climate policy? Can these benefits be measured? Can they be compared to the cost? Such
research has now been carried out for over 30 years, and the first robust insights are emerging.
Estimating the impact of climate change is a daunting task, first of all because climate has such a wide range of effects. Sea level rise is mentioned above, but climate change also affects the demand for winter heating, the demand for summer cooling, the supply of wind and water power, river floods, surface and groundwater resources, the demand for water, crop yields, agricultural pests and pathogens, farm animal welfare and productivity, and tourism flows. Climate change also affects human health, through heat and cold stress that enhance cardiovascular and respiratory problem, and through water-, food-, and vector-borne diseases such as salmonellosis and malaria. And climate change would have profound impacts on nature and biodiversity.
Estimating the impact of climate change is also difficult because climate change is so uncertain. The uncertainty begins with the future number of people, their wealth, their energy and their emissions, continues with the response of the atmosphere and oceans to greenhouse gas emissions, includes the vulnerability of future societies to climate change, and ends with the uncertainty about the impacts themselves. [Excelente
párrafo que resume décadas de trabajo en el área...]
The impacts of climate change are uncertain and vary between sectors, between countries, and over time. [Precisamente por eso extrañan las certezas de las afirmaciones de hace un párrafo...] Depending on the impact, place, time, and study, one can find large or small impacts, and positive or negative ones. In order to provide an overall estimate of the seriousness of climate change, economists have aggregated all impacts, using money as the numeraire. For some impacts, e.g., the cost of dyke building, money is the natural metric. For other impacts, e.g., the impact on human health, the methods of monetary valuation have to be used. This introduces additional uncertainty and even controversy into the analysis (Pearce et al., 1996).
The following insights emerge from the economic literature on the impact of climate change (Tol, 2009):
  1. The impact of climate change is relatively small. The average impact on welfare is equivalent to losing a few per cent of income. That is, the impact of a century worth of climate change is comparable to the impact of one or two years of economic growth. [Excelente proposición. Sería interesante ver, puestos a hacer equivalencias, a cuántos cambios climáticos equivale la actual crisis y la pérdida de crecimiento de estos uno o dos años....Aunque claro: Tol hace caso omiso a los eventos catastróficos de baja probabilidad. Es decir, parece poner atención solamente al 95% del área de alguna curva de distribución de probabilidad -ej. la normal; mientras que hay excelente literatura sobre las consecuencias de tener "colas gordas" -fat tails- en las curvas de distribución de eventos catastróficos --ver aquí, aquí y aquí... tales colas gordas elevan la probabilidad de catástrofe y por tanto el costo estimado del cambio climático -ademas de generar casos en los que no hay política óptima posible para hacer frente a eso, como en el modelillo sencillo de Dasgupta... ]
  2. Although the impact of climate change may be small, it is real and it is negative. Climate change is likely to have a positive impact in the first half of the 21st century, and impacts turn negative later. The initial positive impacts are irrelevant for policy. The workings of the climate system are so slow that they cannot be avoided even if emissions were to fall to zero tomorrow. The part of climate change that can be influenced by climate change, has net negative impacts.
  3. Impacts are much more negative in poor countries than in rich ones. This is because poor countries tend to be in hotter places already, poor countries have a greater share of their economic activity in exposed sectors such as agriculture, and because poor countries have greater difficulty in successfully adapting to climate change.
Figure 1 illustrates these points. It depicts the total economic impact of climate change. The impact on Ireland is small, but this hides large positive impacts on winter mortality and heating, and large negative impacts on summer cooling and biodiversity, particularly coastal wetlands. For Ireland, the turning point is around 2035 – that is, incremental impacts are negative. For the world average, incremental impacts turn negative by 2020 already, and total impacts are negative as of 2060. Note that impacts do not exceed 1.3 per cent of GDP in the 21st century. The world average hides large differences between countries.

Figure 1 also displays the impact on the best-off country (Canada) and the worst-off country (the Maldives in the first half of the century, and the Congo in the second half). The world average economic impact is positive at first because rich countries in the temperate zone dominate the world economy. The majority of the people on the planet are already negatively affected by climate change. Estimates of the total economic impact of climate change are interesting, but not particularly relevant. Climate change cannot be altogether avoided, so the benefits of climate policy are but a fraction of the impact of climate change. In fact, any policy decision has only a miniscule effect on climate change. Therefore, the marginal impact of emissions is a more appropriate indicator for policy evaluation. This is commonly referred to as the social cost of carbon. It equals the net present value of the incremental impacts caused by a small increase in emissions.
There are many estimates of the social cost of carbon in the economic literature. A number of insights emerge from this literature (Tol, 2005):

  • The social cost of carbon depends strongly on a number of ethical assumptions, particularly how much one cares about risk, about impact on other countries, and about the future. This is no surprise, as climate change is a long-term, global, and uncertain problem. However, decisions are made every day that reflect how much we care about the future, foreign lands, and risk. If one uses revealed preferences to set the value of these ethical assumptions, then one finds that the social cost of carbon is roughly equal to the current price of emission permits in the EU Emissions Trading Scheme. [Pero Dasgupta tiene una crítica a esto de andar importando parámetros de un estudio a otro...el vínculo anda por allí arriba...]
  • Studies that have been subject to peer-review tend to be more optimistic about climate change than studies that have had noquality control. That is, a lot of the scaremongering is not based on sound science. The Stern Review is the best-known example of pseudo-scientific exaggeration (Yohe and Tol, 2007). [Tremendo. Pero es erróneo. El hecho de igualar estudios que no se han sometido a arbitraje con ciencia poco sólida puede ser peligroso. Tol se apoya en convenciones. Este hecho ("ciencia sólida"=estudios con arbitraje) tiene tantos contraejemplos... A manera de broma, Xavier Sala-i-Martin cuenta varias anécdotas. Además, cualquier estudio post-arbitraje -y por tanto, siguiendo la fórmula de Tol, cientificamante sólido, pasó por una etapa, el pre-arbitraje, en la que no estaba revisado por pares -y por tanto, no era ciencia sólida... El arbitraje no da la solidez científica. Sólo la rectifica, cuando la hay. El arbitraje es necesario, sin duda, pero no suficiente... El arbitraje está lleno de problemas...el paper de Einstein estuvo a punto de pasar desapercibido precisamente por los peligros del arbitraje... Hay demasiada estrategia en el arbitraje como para pensar que se guía estrictamente por meros preceptos científicos... hay ejemplos, también, en los que meras tomadas de pelo han sido publicadas en journals de prestigio a pesar del arbitraje... El punto que quiere hacer Tol (que la proposición "el cambio climático es costoso" se basa en pseudo ciencia) se tambalea por eso... Es cierto que los estudios arbitrados son, en promedio, de mejor calidad que los estudios no-arbitrados. Pero esa es una característica del agregado, de todo el conjunto, que no necesariamente se traslada a todos los individuos que lo integran. Tol opera con la ley de los grandes números y con el teorema del límite central, pero al revés ---equiparando la media poblacional a la media de cualquier muestra, por pequeña que sea...- Por todo esto, si bien es cierto que el Reporte Stern se fue sin arbitraje, decir que por eso es pseudo-ciencia es demasiado exagerado, es querer aparecer como los chicos cool en bata de laboratorio que descalifican el conocimiento convencional -tal vez sólo por que no los invitaron a ellos-. Si, es cierto, hay muchas cosas que andan por ahí sin arbitraje. Pero no es lo mismo la llamada "gray literature" (el conjunto de working papers y discussion papers, los reportes oficiales, etc) que los artículos de las revistas pseudo-científicas. Poner a todas las papas en el mismo saco es un error...]
  • Estimates have become less pessimistic over time. [Eso depende del conjunto de la literatura que se mire...]
  • Uncertainties are large and negative surprises are more likely than positive surprises. That is, the risk premium is a large share of the estimated social cost of carbon cited above.

What does this all mean for Ireland? To date, Ireland’s climate policy was determined by the European Union. This was one of the “grand bargains” of Europe, in which countries like Germany and the Netherlands set the environmental policy for the whole union in return for funding the agricultural and regional policies. No longer. Unless the current recession is worse than feared, Ireland will become a net contributor to the European Union, and Ireland can and should demand a greater say in the decisions made in Brussels. The estimates of the social cost of carbon cited above suggest that actual European climate policy is roughly on the right track – but note that the rhetoric in Brussels calls for much more stringent action.

As argued above, Ireland has little to fear from climate change. Climate policy in Ireland can only be justified by the moral obligation not to harm others. At the same time, Ireland can contribute only very little to international climate policy. Our emissions are too small to register. It is unlikely that carbon-free electricity or transport will be invented or commercialised on Irish soil. That implies that we in Ireland should do our bit for climate policy. Not more, because that would hurt the competitiveness of our industry, and not less, because that would be immoral. [Es interesante que acabe situando el asunto de la política del cambio climático en una especie de capricho moral: no hay que hacer mucho porque sale demasiado caro. no hay que hacer poco porque nos veríamos muy mal. pero de cualquier forma, lo que hagamos no importará para evitar/modificar los patrones climáticos...]

“Doing our bit for climate” should be done in as simple, as cheap, and as effective a way as possible. This implies a carbon tax, and a carbon tax only. For as yet unregulated emissions, a carbon tax can be introduced in the next budget. It would bring welcome revenue. A carbon tax should not come on top of existing climate policy. A carbon tax should replace it. This would bring welcome savings in the government budget.

At the European level, Ireland should argue for a uniform carbon tax in all Member States. The success of this argument may be furthered by the double shock effect of Ireland taking the lead on climate policy, and Ireland proposing a harmonised tax. Eventually, a carbon tax should replace emissions trade. To date, emissions trade has been about hidden subsidies to selected companies rather than about emission reduction. The volatility of the permit price creates uncertainty and deters financiers from investing in research and development. A tax does not suffer that drawback.

Climate change is a real problem. The impact of climate change on Ireland is moderate. The effect of greenhouse gas emission reduction in Ireland on climate change is minor. Nonetheless, as a responsible nation, Ireland should make a constructive contribution to international climate policy. A carbon tax, and a carbon tax only, would be a simple, cheap and effective way to reduce emissions and demonstrate good will.

REFERENCES

PEARCE, D.W., A.N. ACHANTA, W.R. CLINE, S. FANKHAUSER, R. PACHAURI, R.S.J. TOL and P. VELLINGA,1995. “The Social Costs of Climate Change: Greenhouse Damage and the Benefits of Control” in J.P. Bruce, H. Lee, and E.F. Haites (eds.), Climate Change 1995: Economic and Social Dimensions of Climate Change – Contribution of Working Group III to the Second Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change, pp. 179-224 (Chapter 6), Cambridge: University Press Cambridge.

TOL, R.S.J., 2002a. “New Estimates of the Damage Costs of Climate Change, Part I: Benchmark Estimates”, Environmental and Resource Economics, Vol. 21, No. 1, pp. 47-73.

TOL, R.S.J., 2002b. “New Estimates of the Damage Costs of Climate Change, Part II: Dynamic Estimates”, Environmental and Resource Economics, Vol. 21, No. 1, pp. 135-160.

TOL, R.S.J., 2005. ‘The Marginal Damage Costs of Carbon Dioxide Emissions: An Assessment of the Uncertainties”, Energy Policy, Vol. 33, No. 16, pp. 2064-2074.

TOL, R.S.J. (forthcoming), “The Economic Impact of Climate Change”, Journal of Economic Perspectives.

TOL, R.S.J., M. BOHN, T.E. DOWNING, M.-L. GUILLERMINET, E. HIZSNYIK, R. KASPERSON, K. LONSDALE, C. MAYS, R.J. NICHOLLS, A.A. OLSTHOORN, G. PFEIFLE, M. POUMADERE, F.L. TOTH, A.T. VAFEIDIS, P.E. VAN DER WERFF and I.H. YETKINER, 2006. “Adaptation to Five Metres of Sea Level Rise”, Journal of Risk Research, Vol. 9, No. 5, pp. 467-482.

TOL, R.S.J., T. CALLAN, T. CONEFREY, J.D. FITZ GERALD, S. LYONS, L. MALAGUZZI VALERI and S. SCOTT, 2008. A Carbon Tax for Ireland, Working Paper 246, Dublin: Economic and Social Research Institute.

YOHE, G.W. and R.S.J. TOL, 2007. “The Stern Review: Implications for Climate Change”, Environment, Vol. 49, No. 2, pp. 36-42.

¿Hay que preocuparse sobre el cambio climático?

No, según Richard Tol, uno de los más prolíficos de la ciencia social del cambio climático...

¿Qué tiene que decir sobre el Reporte Stern? (del que ya hemos dicho cosas...)

Tol: "Es el mejor ejemplo de exageración pseudo-científica."

Aquí el texto. Como diríamos domingueramente "tiene carnita"... así que ya volveremos a comentarlo...

Why Worry About Climate Change?
(en inglés)

Un (medio viejo) texto sobre economía del cambio climático y el Reporte Stern

Aquí un texto de hace más o menos un año que estaba destinado a al

guna publicación de divulgación. Es la primera de dos partes. La segunda parte sigue en el tintero. Pero se pone a disposición del respetable por si hubiere comentarios...


Cambio climático y economía (I)

Carlos A. López Morales+

Este trabajo se divide en dos partes. La primera parte, que conforma esta entrega, expone elementos de la discusión académica reciente que señala problemas y virtudes del llamado “Reporte Stern” sobre la economía del cambio climático. La segunda parte, que se incluirá en una próxima entrega, expone algunos elementos técnicos de la modelación económica del cambio climático. El trabajo en su conjunto ofrece una exposición general de tal modelación e ilustra su relación con la utilizada exitosamente en otros campos de la economía, en particular el de la macroeconomía moderna. El tono general de las conclusiones a las que actualmente llega el debate académico a este respecto sugiere problemas metodológicos no triviales. Las últimas páginas del trabajo, a modo de conclusiones, exploran este punto.

El Reporte Stern: el contexto y sus críticas

La preocupación científica sobre los efectos de la actividad económica planetaria sobre el medio natural es demasiado reciente.[1] Apenas se pueden contar unas cuantas décadas desde que se empezaron a realizar estudios de conclusiones ecológicas globales. En lo que hace al cambio climático, el desarrollo científico en economía se encuentra cronológicamente en su infancia, aunque no por ello se debe concluir que el gremio no tiene nada maduro qué decir al respecto. En la segunda mitad de 2006 se publicó un reporte sobre la economía del cambio climático que ha causado cierto revuelo en los círculos académicos. Sir Nicholas Stern, economista inglés con destacada carrera académica y política, recibió en 2005 el encargo de la corona británica para aconsejarla sobre los asuntos del cambio climático. El “Reporte Stern”, como se le ha llamado al informe que coordinó, concluye que los beneficios de promover en el corto plazo políticas agresivas de abatimiento de emisiones de gases “invernadero” superan por mucho, y con algún grado de certeza, a los costos futuros de no hacerlo.

Lo anterior se deduce del escenario planteado en el informe en el que el valor presente del costo anual del cambio climático se estima equivalente a un 5% del producto interno bruto (pib)mundial (susceptible de ascender al 20% en los peores escenarios climáticos), mientras que el valor presente del costo global de la política inmediata de mitigación se estima equivalente, en contraste, al 1% de dicha cifra (Stern, 2006). La implicación de política se deriva inmediatamente: se exhorta a los gobiernos a invertir, desde ya, el 1% del pib mundial en la reducción de las emisiones de dichos gases y a evitar, con eso, las consecuencias futuras más graves derivadas de su acumulación atmosférica.[2]Estos resultados, que pueden ser muy bien recibidos por quienes desde el ecologismo, pero no sólo, mantienen activismo político, han ocasionado consenso entre los economistas que llevan una o dos décadas en el tema, pero no un consenso positivo, sino uno bastante crítico, al que vale la pena prestar atención pues ilustra muy bien algunos problemas metodológicos de la economía con la que se analiza el cambio climático. La crítica va en dos niveles. Una teórica, orientada a señalar las deficiencias en los métodos y en los procedimientos usados para la obtención de esas conclusiones, y una política, que señala la sociología del reporte, por decirlo así.

Asuntos teóricos

El consenso de los especialistas radica en señalar que se han hecho deliberadamente en el reporte los supuestos que resultan adecuados para obtener esas conclusiones. Pero la cuestión no es tan sencilla: no se trata del uso de meros métodos numéricos ad-hoc, sino de posicionamientos éticos respecto al trato que se da a las generaciones futuras en el modelo utilizado, a la sazón un problema en teoría económica aún sin solución desde que John Rae lo sugiriera, es decir, un problema de al menos 150 años de edad.[3] A propósito de este punto, Hal Varian, el autor del famoso libro de texto, resume muy bien las opiniones vertidas por William Nordhaus, sobre quien se puede decir que es el co-fundador de la economía del cambio climático,[4] y por Partha Dasgupta, también considerado pionero en la economía de los recursos naturales: “La elección de una política apropiada con respecto al cambio climático”, dice Varian, “depende mucho de cómo uno pondera los costos y los beneficios que éste genera entre diferentes generaciones. El Reporte Stern escoge una manera de hacerlo, pero se pueden examinar muchas otras. Es probable que la exploración de supuestos alternativos y de sus implicaciones lleve a mejores políticas que cualquier recomendación general. Al menos en nuestro estado de entendimiento, exploración mata exhortación.” (Varian, 2006). Así, de acuerdo con esta opinión, el Reporte Stern manifiesta una de las posiciones posibles (a través de la elección de ciertos valores paramétricos, llamados “supuestos” por Varian), y es, en este sentido, nada concluyente. Dasgupta lo dice aún más fuerte: “[n]o se sirve a la causa cuando se eligen los valores de los parámetros para obtener las respuestas deseadas.” (Dasgupta, 2007a).[5]

El asunto con el Reporte Stern es, pues, que los resultados numéricos de costos y beneficios del cambio climático dependen mucho de la ética asumida para el trato de las generaciones futuras. Se puede decir que la literatura apuesta ahora a comprender y a reducir la incertidumbre provocada por el tratamiento del futuro, pero no a eliminarla.[6] El trato del futuro no es el único de los problemas metodológicos que se han encontrado en el Reporte. Robert Mendelsohn, profesor de la Universidad de Yale, publicó en 2006 una crítica en la revista Regulation, editada por el Instituto Cato, en la que identifica que mientras los costos del cambio climático son descontados a una tasa de 1.4%, los costos de abatimiento no reciben descuento alguno. “Para ser consistente”, dice Mendelsohn, “el costo de oportunidad de la inversión en mitigación debe valuarse usando la misma tasa de descuento con la que se determina el costo del cambio climático. (…) Asumiendo que se usa la tasa histórica de retorno del 4%, el valor de $1 de abatimiento es $2.9 cuando se evalúa a una tasa de descuento de 1.4%. Los costos de mitigación reportados en el estudio necesitan multiplicarse por tres para ser consistentes con el cálculo de los daños” (Mendelsohn, 2006). Además, Mendelsohn remata la crítica señalando un supuesto que puede escandalizar a más de un “tecno-escéptico”, pues Stern parece suponer, sin dar fundamento alguno, que el desarrollo técnico de las 5 décadas por venir reducirá en un factor de seis el costo de mitigación.

Otro conjunto de críticas está compilado electrónicamente por el Centro para la Ciencia y la Política Pública, con sede en Washington, en un volumen titulado “Críticas tempranas al Reporte Stern”. De allí destaca la opinión de Richard Tol, prolífico econometrista holandés que lleva más de una década publicando contribuciones a los métodos y procedimientos pertinentes para la economía del cambio climático:[7] “[p]ara alguien familiarizado con la economía del cambio climático, o con la literatura del análisis costo-beneficio del cambio climático”, escribe Tol, “las conclusiones principales del Reporte Stern son una sorpresa: los estimados caen muy por fuera del rango convencional. (…) El Reporte Stern es una oportunidad fallida para ayudar a alinear la política británica de cambio climático con esta literatura”. Además, Tol afirma que “el Reporte Stern es muy selectivo en la literatura citada sobre el impacto del cambio climático. El sesgo en la selección no es aleatorio, sino que enfatiza los estudios más pesimistas. La tasa de descuento usada es, incluso, inferior a la recomendación oficial de la Tesorería de Su Majestad. Los resultados son a menudo malinterpretados. El Reporte asegura que se basa en un análisis costo-beneficio, pero no se realizó ninguno.” Y finaliza, con tono lapidario: “Por tanto, el Reporte Stern puede ser hecho a un lado por alarmista e incompetente” (Tol, 2006).

Asuntos políticos

La segunda vertiente de crítica al Reporte Stern, la crítica sociológica, puede ser resumida en los siguientes pasajes que se leen en las críticas de Tol y de Nordhaus: El Reporte Stern, escribe el primero, “es un reporte al Primer Ministro y al Canciller de Hacienda del Reino Unido. Un grupo de 23 personas, coordinado por Sir Nicholas Stern y apoyado por muchos consultores, trabajaron poco más de un año para producir un reporte de algunas 700 páginas de economía de cambio climático.” (Tol, 2006). Nordhaus titubea aún menos, aunque en tono cómico: “Recuerdo un comentario de Mark Twain, quien dijo que él podía escribir dos páginas en 30 días o 30 páginas en dos días, pero que no podía escribir dos páginas en dos días. Sólo podemos desear que los autores del Reporte se hubieran tomado unos pocos meses más para escribir un tratado más conciso y consistente” (Nordhaus, 2007). Además, dice Nordhaus, el Reporte Stern “debe verse como un documento político… no un documento académico. Como todos los reportes al gobierno, el Reporte Stern se publica sin una revisión de métodos y supuestos experta e independiente. Pero incluso el análisis científico del Gobierno de Su Majestad necesita someterse al arbitraje experto” (Nordhaus, 2006). Mucho más aprensible, la crítica sociológica al Reporte lo deja igual que la técnica: bastante mal parado. No sólo los métodos usados para obtener conclusiones causan polémica, sino la manera misma en que están presentados, sin una auditoria técnica entre expertos sobre lo que allí se dice, como sí sucede con cualquier paper que se publica en las revistas especializadas en cualquier campo de investigación científica.

En el reporte existe, pues, una buena exposición de lo que hay que suponer para promover mayor abatimiento en el presente. Pero, como Mendelsohn apunta, “el análisis necesita fundamentarse en ciencia y en economía sólidas antes de que miles de millones de dólares anuales se inviertan en el abatimiento” y allí es donde comienzan algunas de las virtudes que se le pueden atribuir al reporte. John Quiggin, profesor de la australiana Universidad de Queensland, lo ejemplifica de la siguiente manera: “El reporte Stern cambió radicalmente los términos del debate presentando la problemática [del cambio climático] en términos económicos en lugar de en términos científicos” (Quiggin, 2006). Aquí no hay que detenerse en la desafortunada distinción entre lo “económico” y lo “científico”, pues se entiende que Quiggin discrimina entendiendo por “científico” todo aquello proveniente de las ciencias de la naturaleza. El hecho que aquí interesa es ese, pues: que el Reporte ha terminado con poner a la economía y a sus métodos en el centro de la cuestión del cambio climático, por lo menos cuando se evalúan políticas alternativas sobre agregados macroeconómicos, como lo es, claro está, el producto interno bruto mundial.

Nordhaus lo ha puesto del siguiente modo: “La revisión radical de la economía del cambio climático presentada en el Reporte no se origina en nueva ciencia, tampoco en nueva teoría económica ni en nueva modelación. Depende más bien de la elección de una tasa de descuento cercana a cero en combinación con una función de utilidad particular”, ambos elementos clave de la modelación macroeconómica moderna (Nordhaus, 2007). Dasgupta, por su parte, dice que “las conclusiones a las que Stern y su equipo llegan son implicaciones de su elección sobre un par de parámetros éticos, y no se derivan de los nuevos hechos climáticos” posiblemente derivados de nuevos modelos más refinados sobre el clima y la atmósfera planetarios (Dasgupta, 2007b). Como en muchos otros temas de interés público, la economía y sus métodos prueban su importancia también en el caso del cambio climático, pues de ellos se valen el análisis, el diseño y la implementación de políticas públicas con objetivos sociales determinados. Ya por un mero interés “de conocimiento”, ya por evaluar lo que está en juego, es conveniente dar una mirada, aunque sea breve, a las metodologías básicas de modelación de la economía del cambio climático. Se puede ver que son aplicación de modelaciones existentes (y exitosas) en la macroeconomía moderna (galardonadas más de una vez con el premio Nobel de Economía –la última, en 2006, a Edmund Phelps), y nos podemos preguntar si es posible heredar dicho éxito al campo climático.[8]Pareciera que la respuesta va adquiriendo poco a poco un tono negativo, por lo menos a partir de lo que se lee en las conclusiones de algunos de los participantes del debate académico corriente sobre este asunto, en particular las de Partha Dasgupta (2007b) y las de Martin Weitzman (2007). Pero ese tema se aborda en la segunda parte del presente trabajo.

Bibliografía

Dasgupta, Partha (2007a)/ “Commentary: The Stern Review’s Economics of Climate Change”, National Institute Economic Review 199.

Dasgupta, Partha (2007b)/ “Discounting Climate Change”, mimeo, Octubre.

Frederick, Shane; George Loewenstein y Ted O’Donoghue (2002)/ “Time Discounting and Time Preference: A Critical Review”, Journal of Economic Literature 40 (2).

López Morales, Carlos A. (2007a)/ “Ecología política y tradición marxista: las consideraciones analíticas y programáticas de Manuel Sacristán”,Economía Informa 340, mayo-junio.

López Morales, Carlos A. (2007b)/ “Discounting the Future at a Decreasing Rate and the Marginal Damage Costs of co2 Emissions: Reducing the Uncertainty”, ponencia presentada en la Conferencia Bianual 2006 de la Sociedad Estadounidense de Economía Ecológica, Pace University, Nueva York, Junio.

Mendelsohn, Robert (2006)/ “A Critique of the Stern Report”,Regulation 29 (4).

Nordhaus, William (2006)/ “The Stern Review on the Economics of Climate Change”, mimeo, Noviembre.

Nordhaus, William (2007)/ “A Review on the Stern Review on the Economics of Climate Change”, Journal of Economic Literature 45 (3).

Quiggin, John (2006)/ “Stern and the Critics on Discounting”, mimeo, Diciembre.

Tol, Richard (2006)/ “The Stern Review of the Economics of Climate Change: A Comment”, en The Center for Science and Public Policy/ The Stern Report. Some Early Criticisms, Washington, Noviembre.

Stern, Nicholas (2006)/ The Economics of Climate Change: The Stern Review, Cambridge University Press, Cambridge.

Varian, Hal (2006)/ “Recalculating the Costs of Global Climate Change”,The New York Times, edición del 14 de diciembre.

Weitzman, Martin (2007)/ “A Review on the Stern Review of the Economics of Climate Change”, Journal of Economic Literature 45 (3).



+ Profesor de la Facultad de Economía. Miembro del Seminario de Credibilidad Macroeconómica. Estudiante del segundo año del programa doctoral en economía ecológica impartido en Rensselaer Polytechnic Institute, Estados Unidos. PARA CITAR ESTE ARTÍCULO SE SUGIERE: López Morales, Carlos A. (2008)/ "Cambio climático y economía (I)", mimeo. Borrador disponible enhttp://docs.google.com/Doc?id=df7hjm5w_3gzhhkxgp

[1] Se pueden rastrear, siguiendo a Joan Martínez Alier o a Manuel Sacristán, atisbos decimonónicos de planteamientos analíticos de la economía energética de la agricultura, por ejemplo, o reflexiones ecológicas con cierto grado de generalidad en los clásicos de la tradición marxista; pero la preocupación ecológica explícita de carácter global o planetaria volcada analíticamente es claramente perteneciente a la segunda mitad del siglo XX, tal vez sólo después del famoso informe coordinado por Donella Meadows que el Massachussets Institute of Technology presentó en los setenta al Club de Roma. Algunos comentarios sobre los aportes de esos autores españoles a la luz del desenvolvimiento de dicha preocupación se pueden encontrar en López (2007a).

[2] Para dar una imagen de magnitud de la cifra: El 1% del pib mundial asciende ahora a 570 mil millones de dólares, cifra que es equivalente, a su vez, al 1.8% del pib de los países ricos y que es 7 veces superior al presupuesto global de ayuda financiera al desarrollo (Dasgupta, 2007a). Esta imagen estadística señala por sí misma uno de los dos problemas principales de la economía del cambio climático (el otro es el trato de la incertidumbre): se pide por motivos de equidad que las generaciones presentes gasten “intergeneracionalmente” 7 veces el gasto que de por sí hacen “intrageneracionalmente”.

[3] El problema del descuento del futuro ha ocupado a grandes economistas de los siglos xix y xx. Entre los decimonónicos se encuentran John Rae, Stanley Jevons y Böhm-Bawerk (Frederick, et.al., 2002). Ya en el siglo xx, Frank Ramsey y Paul Samuelson destacan desde su primera mitad. El primero proporcionó el esquema general de modelación; el segundo hizo una formulación técnica más explícita que se volvería convencional con el tiempo, a pesar de las advertencias metodológicas del propio Samuelson. La lista célebre para el resto del siglo xx y para lo que va del xxi continúa con Robert Solow, Roy Harrod, Tjalling Koopmans, Partha Dasgupta, Geoffrey Heal, Joseph Stiglitz, Nicholas Georgescu-Roegen, Thomas Schelling, Kenneth Arrow, William Baumol, Martin Weitzman y Robert Strotz, entre otros. Ya en este siglo, el asunto se comienza a analizar incluso por autores con formación en las ciencias de la naturaleza y que participan de programas de investigación de origen multidisciplinario, como el de la economía ecológica, síntoma de que el problema en cuestión, como muchos otros que están o estaban destinados exclusivamente a la economía, trasciende las tradicionales barreras disciplinarias. La ausencia de solución analítica (solución que respondería a la pregunta ¿qué tasa de descuento se debe usar en los problemas intertemporales de utilidad?) tal vez se deba al carácter ético del problema, terreno en el que a final de cuentas no se puede demostrar analíticamente nada.

[4] Otro co-fundador puede ser William Cline.

[5] Queda pendiente, sin embargo, la cuestión de qué tan metodológicamente abarcante es una exploración como la sugerida por Varian (es decir, paramétrica), pues al ser tal queda restringida al tipo particular de modelación usada convencionalmente en la economía del cambio climático, dejando fuera la posibilidad de explorar y evaluar políticas alternativas bajo algún otro tipo de modelación pertinente. Sobre esto se dirá algo al final de la segunda parte del presente trabajo.

[6] En López (2007b) se presentan metodologías que apuntan en ese sentido, aplicadas, no obstante, a problemas más particulares, menos sistémicos.

[7] Queda para otro momento la evaluación de si este centro de estudios tiene o no una agenda política por debajo de sus objetivos explícitos de “promover una examen justo y balanceado de la ciencia”, como lo estipula su sitio electrónico, pues la elección de los materiales que dicho centro reproduce motiva suspicacia, por decir lo menos. Richard Tol, no obstante, es un académico que merece atención, como muchos otros, independientemente de quién decida reproducir su trabajo.

[8] Por lo pronto, se especuló en el proceso Nobel de 2007 que William Nordhaus competía este año por el galardón junto a Eugene Fama, a Robert Barro y a Lena Edlund.


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