"...el miedo a la verdad, a la manifestación de la realidad, es uno de los sentimientos más extendidos entre los sectarios, igual si son de derechas que si son de izquierdas..." Manuel Sacristán Luzón, 1978
dos posiciones sobre el climagate
El clima-gate
- Uff. Esto se pone de a peso
- Un hacker se metió a los servidores de una U en RU y liberó cientos de mensajes privados
- Los mensajes apuntan a contubernio para exagerar la evidencia a favor de la hipótesis del origen antropogénico del cambio climático, y para esconder la evidencia en contra
- Aquí un resumen [vía Freakonomics]
Consideraciones de botepronto:
- El CC representa una industria
- Los académicos no son imparciales (menos en asuntos tan polémicos y con tanta plata en medio como el CC)
- Los mensajes no son evidencia científica en contra del origen antropogénico del CC
- Son evidencia, si acaso, de los pocos escrúpulos de los involucrados [aunque aún no conozco todo el contenido de los mensajes, algunos mensajes no se ven tan inescrupulosos...]
- ... y de los pocos escrúpulos del hacker y de los medios que se lanzan
- Parece que poca gente tiene escrúpulos
- No creo que esto tire el consenso fundamentado en el IPCC. Si fuera así, el IPCC sería uno de los mayores timos en la historia reciente.
- El número de científicos involucrados en los mensajes hackeados es pequeño. Ese número reducido hace posible el contubernio sin fugas de información etc. En el IPCC, un juego similar se antoja imposible.
Hagámonos pelotas de una vez por todas: sobre ciencia climática
Knorr, W. (2009), Is the airborne fraction of anthropogenic CO2 emissions increasing?, Geophys. Res. Lett., 36, L21710, doi:10.1029/2009GL040613.
que informa que la fracción entre el carbono transportado por el aire y el carbono almacenado en la atmósfera se mantiene constante (este artículito lo define así: "la fracción del carbono emitido que se queda en la atmósfera) . Es decir, si entiendo bien el asunto (y no estoy seguro que lo esté haciendo aún), mientras mandamos más carbono a la atmósfera, más carbono se almacena en los sumideros, de forma tal que la fracción se mantiene constante (???). Sin embargo, el artículito dice
Pongo, si me permiten, mi cara de "What?" Pues bueno, eso es lo que ha hecho Knorr, intentar entender como dicha fracción se ha comportado en respuesta a la historia de emisiones.
Knorr dice que dicha fracción (que se puede entender, como comentan en el blog World Climate Report, citado abajo, como la ratio partes por millón/emisiones), se ha comportado de manera constante en los últimos 150 años, es decir, que no ha respondido a la historia de emisiones. En el blog World Climate Report, en el que se da cuenta ya del debate entre posiciones encontradas, se dice que
time, increasing anthropogenic CO2 emissions must be countered by an
increasing CO2 sink."
lo que va en contra de cierto conocimiento generalizado de que las emisiones ya estarían saturando los sumideros de carbono, y que por tanto cabría esperar un efecto exponencial:
"It is not that the total atmospheric burden of CO2 has not been
increasing over time, but that of the total CO2 released into the
atmosphere each year by human activities, about 45% remains in the
atmosphere while the other 55% is taken up by various natural
processes—and these percentages have not changed during the past 150
years."
O sea que si emitimos una cubeta llena de CO2, poco menos de la mitad se queda en la atmósfera. Si mandamos 100, "sólo" 45 se quedan en la atmósfera. Suena a como si el sistema estuviera viendo cuánto echamos y dijera "una pa ti, una pa mi, una pa ti, dos pa mi" de suerte tal que 46% de lo que se emite se queda en la atmósfera y 55% se va a los sumideros, y estas fracciones no han cambiado a pesar de que los volúmenes han venido en aumento.
La imagen del artículo de Knorr es la siguiente:
Fuente: Knorr,
W. (2009), Is the airborne fraction of anthropogenic CO2 emissions
increasing?, Geophys. Res. Lett., 36, L21710, doi:10.1029/2009GL040613.
El "caption" que ofrece Knorr es:
measurements, taking the average of Mauna Loa (Hawaii) and the South
Pole (thin solid line), and two ice cores: Law Dome (dashed thin line)
and Siple (dotted thin line). This is compared to total anthropogenic
emissions (thick solid line) and 46% of total emissions (thick dashed
line)."
Lo que hay que ver es la línea delgada (que representa el incremento del CO2 atmosférico), que comienza después de 1950, y compararla con la línea sólida superior (total de emisiones antropogénicas de CO2). La tendencia es que dicha línea delgada, con sus altas y sus bajas, representa una fracción constante de la otra (46%, que está representada por la línea gruesa segmentada). Es decir que lo se acumula se mantiene como fracción constante de lo que se manda, independientemente, al parecer, del volumen mandado...
Sí. Yo tampoco entiendo por qué. Pero una cosa es una cosa, y otra es otra: esto no quiere decir que la concentración en la atmósfera no haya venido aumentando! esa sí que lo ha hecho, y los efectos de dicha concentración sobre el clima están más que corroborados -por lo menos a decir del IPCC-, el asunto es que el clima a veces no cumple las expectativas de los modelos climáticos que rondan por allí. Como concluyen en el la bitácora de World Climate Report,
Más sobre geoengineering
- Los de Freakonomics (esta vez por Dubner) responden
- Un reporte sobre Copenhagen citado por Dubner. El capítulo 3 habla sobre geoengineering. De entrada, pone el asunto de la acidificación oceánica como un beneficio de la mitigación que el geoengineering no trae...
Aquí una gráfica interesante que compara efectividad, costo y seguridad de varias opciones de ingeniería agrupadas en el geoengineering...
Fuente: Aquí mero.
Las dos opciones citadas por Levitt/Dubner (aumentar el albedo por la cobertura de nubes en los oceános y, en especial, los aerosoles estratosféricos) quedan bien parados en costo (affordability, eje horizontal), tiempo de ejecución (el tamaño de la bolita) y en efectividad (eje vertical) con respecto a otras opciones. Lo malo es que se ganan un rojo en seguridad... Pequeño detalle...
Ya me cansé del anglicismo "geoengineering". Pero no se me ocurre una traducción convincente
- "Ingeniería terrestre" llama a ingeniería de suelos
- "Ingeniería global" se puede aplicar a otras cosas, como el Internet mismo, o a cuestiones financieras...
- "Ingeniera planetaria" puede ser el más convincente... Una búsqueda en Google sugiere que sí.
Geoengineering: centralización vs democracia
Los elementos científicos:
- La tierra se ha calentado en el último siglo
- Aún si se detuvieran las emisiones hoy, el CO2 que ya reside en el sistema calentará al planeta en las décadas por venir
- El dióxido de azufre expulsado por el Monte Pinatubo enfrío al planeta durante algunos años
- Pero los efectos se desvanecieron pronto
- Superficies oscuras absorben más luz que superficies claras
- Las nubes son más claras que la superficie de los oceános
- Una catástrofe es indeseable
- Tiene sentido invertir hoy para evitar catástrofes
- Los costos de mitigación anuales están estimados en 1 trillón de dólares (numeración anglosajona: 1 billón: mil millones)
- Existe un diseño de ingeniería que emite dióxido de azufre en la estratósfera para enfríar al planeta
- Existe un diseño de ingeniería que crea nubes en los oceános
Recordemos que la premisa de Levitt y Dubner en SuperFreakonomics (premisa que se ha colado en la discusión electrónica, y que ellos mismos hacen explícita en las entrevistas televisivas que han dado) es que los incentivos descentralizados (en su visión cruciales en todo lo demás) no funcionan en el caso del cambio climático. Ellos piensan que cambiar los incentivos de la sociedad global "is hard to achieve". No compro esta conclusión. Los incentivos globales cambian. Con respecto al cambio climático creo que están cambiando gradualmente, incluso sin política climática global. Otros ejemplos de cambio radical del comportamiento global son, ni más ni menos, las guerras mundiales. En ellas, declaración bélica de por medio, el esquema de prioridades sobre el que se organiza la sociedad es, de un momento a otro, uno diferente. Un tal cambio es el objetivo de la política climática.
Aún si se argumenta que el comportamiento global no ha cambiado -yo creo que sí lo ha hecho- se debe reconocer que la política climática internacional ha sido un relativo fracaso, y que se quiere redimir este diciembre, en Copenhagen. Me podría parecer que el mensaje de Levitt y Dubner es que, en este caso, la solución por incentivos resulta más costosa que el geoengineering. Esa es una idea bien distinta, y centra la discusión en otro terreno. Pero de momento, creo, eso no es claro. Han dicho que los incentivos son, en este caso, ineficientes... Pero el punto de este post es otro. Cuando Levitt dice "existe un diseño de ingeniería" quiere decir existe "Intellectual Ventures", una empresa de inovación (basada en Seattle).
Estamos, pues, en un guión de película de Hollywood: la sociedad global tiene una meta global (detener el calentamiento) por sentir que su civilización corre peligro. Los salvadores (Lora diría, "el muchacho chicho de la película gacha") no son Bruce Willis y sus petroleros sino una empresa poco convencional. Me recuerdo la película Contact, inspirada en un guión/novela de Carl Sagan, en la que un conglomerado internacional se daba a la tarea de construir la máquina de comunicación espacio/temporal. Un gigantismo que fracasa, en ese caso por el terrorismo. La corrupción y el subcontratismoal final termina rescatando la misión y mandando a la doctora Arroway (la bella Foster) por la tubería de gusanos... Levitt y Dubner favorecen al gigantismo empresarial de un proyecto de experimentación con la estratósfera y la atmósfera. Esta solución, cierto, evita el problema de la responsabilidad compartida (que tiene atorada la agenda de mitigación), pero asume tácitamente que el mundo estará muy contento (una vez que se haya logrado organizar) con que unos vaqueros con aspersores (ya en la estratósfera, ya en los oceános) solucionen el crucigrama climático. Un centralismo, en todo caso.
Manuel Sacristán se oponía a la energía nuclear no sólo por los riesgos (que incluso disminuidos por la tecnología, siguen siendo demasiados), sino por el centralismo organizacional que supone. Sacristán pensaba que soluciones tales, gigantismos tales, crean estructuras de dominio, crean hegemonía, y van contra la democracia, contra la facultad del colectivo por asumir las riendas de su destino... Esta dicotomía entre mitigación decentralizada (globalmente) basada en incentivos (de igual índole) y soluciones "Geoengineering" se asemeja mucho al debate político de la energía nuclear (ya que lo trajimos a colación, aquí un buen texto de Enric Tello).
Los críticos de Levitt y Dubner se los comen vivos por pensar que han entendido mal la ciencia y la economía. Tanta alharaca y tanto post aclaratorio por Levitt y Dubner evidencian que, si bien puede ser que no hayan malentendido la ciencia (natural y social) -hay que darles el beneficio de la duda-, sí hicieron un pésimo trabajo de explicarse en el tal capítulo. Si su punto fuera claro como el agua, no hubiera habido debate... Mejor dicho, el debate hubiera sido otro.
¿Cuál es el punto, pues, de Levitt y Dubner? Ellos se preguntan ¿qué solución es la más barata? Y asumiendo que jugar al titiretero con el planeta es solución (supuesto basado en argumentos que no me convencen), pues concluyen rápidamente que la mejor solución es el geoengineering famoso. Punto. Pero sigamos. Pensemos sin conceder que, en efecto, jugar al titiretero resulta lo más efectivo para enfríar al planeta. Pues todavía tendríamos que abordar la cuestión política del asunto, y preguntarnos si vale la pena crear un experimento gigante o si no conviene promover otras medidas... Como sea, en el post de Levitt que se comenta aquí aprendí que no son los únicos promoviendo el geoengineering:
Aquí la lista de políticas ganadoras del Copenhagen Consensus:
Levitt termina el post diciendo:
Let’s clean up the blogosphere (and the atmosphere too)
Empecé a usar Google Reader para organizar los ya varios blogs de economía, ciencia y demás, que sigo. Antes los organizaba en iGoogle, pero se fue poniendo difícil la cosa. Google Reader tiene varias cosas útiles: te ordena los posts de los blogs que sigues cronológicamente, así que no tienes que ir uno por uno. O bien, puedes elegir el que quieras ver y te lo ordena de igual forma. Te ordena los posts por relevancia de acuerdo a los lectores (de acuerdo a los clicks en "Like" que dan), aunque estimo que el universo es aún pequeño (para algunos blogs, bastan dos o tres "likes" para que aparezca. Si se generaliza el uso, todos ganamos.)
Y lo mejor: te permite buscar!!!
Entonces si leíste un post interesante sobre algún tema en particular, pero olvidaste en cuál fue, lo buscas y Reader te selecciona todos los posts del universo que le des que hablan del tema. Sirve mucho para organizar la discusión sobre Freakonomics por ejemplo, pues durante varios días hubo muchos posts en muchos lados, y es difícil retomar la cronología. Ahora puedo buscar "freakonomics climate change" y zaz! todo aparece cronológicamente.
Como si fuera poco, te sugiere sitios de acuerdo a lo que ves. Te muestra lo que los usuarios estiman como popular, y te sugiere bitácoras y feeds de noticias que te pueden interesar de acuerdo a los temas que revisas. Es así que llegué al blog al que pertenece la entrada de abajo. Excelente. Si tienes amigos en google, puedes compartir tu selección de blogs, y compartir los posts que te gustan y demás.
La herramienta que pruebo ahora es la de re-postear algo en el blog de uno. El post de abajo habla de Freakonomics, pero habla de Krugman y refiere su artículo sobre la macroeconomía al que vínculamos hace algunos días. Es una de las cosas pendientes, por cierto. El vínculo de abajo vincula a su vez a dos textos que critican duro duro ese texto de Krugman, que fue relativamente celebrado. De esta suerte de intercambios uno aprende como es que la gente define la manera que tiene para proceder con todos (parafraseando a Pablito y su pobre cantor, hoy que lo recordé con nostalgia)...
Let’s clean up the blogosphere (and the atmosphere too): "It has come to my attention that the standards of intellectual discourse have been slipping. Fortunately, Paul Krugman has provided us with a set of ethical standards for blogging in a recent series of posts on global warming. In the first post he takes Levitt and Dubner to task for their counterintuitiveness on an important issue:
At first glance, [...]"
Superfriqueado
Actualización: Steve Levitt es economista y Stephen Dubner es periodista. Asumí que los dos eran economistas cuando escribí la entrada.
La blogósfera y la economía del cambio cimático
- Climate Progress parece haber iniciado el asunto...
- Krugman también
- DeLong dice yo
- La unión de los científicos preocupados también se lanzó
- DeLong ventila correspondencia sobre un capítulo de un libro que no aún no sale.
- Los de Marginal Revolution también juegan
- Krugman, pa no variar, arremete
- Los autores del libro se defienden
- Mankiw ve los toros desde la barrera
- Krugman contextualiza
Este es tema que me interesa mucho. Tengo algún trabajo previo, que se incluyó en las minutas de esta conferencia.
Así que bueno. Ya ni qué decir sobre el tiempo para echarle un ojo a detalle al asunto y comentar por aquí. De mientras, allí los documentos.
Cap-and-trade y la política...
Mercado de permisos de emisión (Cap-and-trade) vs impuesto pigouviano: "es la pendiente de las curvas marginales, estúpidos!"
¿Hay que preocuparse por el cambio climático? Parte 2...
- The impact of climate change is relatively small. The average impact on welfare is equivalent to losing a few per cent of income. That is, the impact of a century worth of climate change is comparable to the impact of one or two years of economic growth. [Excelente proposición. Sería interesante ver, puestos a hacer equivalencias, a cuántos cambios climáticos equivale la actual crisis y la pérdida de crecimiento de estos uno o dos años....Aunque claro: Tol hace caso omiso a los eventos catastróficos de baja probabilidad. Es decir, parece poner atención solamente al 95% del área de alguna curva de distribución de probabilidad -ej. la normal; mientras que hay excelente literatura sobre las consecuencias de tener "colas gordas" -fat tails- en las curvas de distribución de eventos catastróficos --ver aquí, aquí y aquí... tales colas gordas elevan la probabilidad de catástrofe y por tanto el costo estimado del cambio climático -ademas de generar casos en los que no hay política óptima posible para hacer frente a eso, como en el modelillo sencillo de Dasgupta... ]
- Although the impact of climate change may be small, it is real and it is negative. Climate change is likely to have a positive impact in the first half of the 21st century, and impacts turn negative later. The initial positive impacts are irrelevant for policy. The workings of the climate system are so slow that they cannot be avoided even if emissions were to fall to zero tomorrow. The part of climate change that can be influenced by climate change, has net negative impacts.
- Impacts are much more negative in poor countries than in rich ones. This is because poor countries tend to be in hotter places already, poor countries have a greater share of their economic activity in exposed sectors such as agriculture, and because poor countries have greater difficulty in successfully adapting to climate change.
- The social cost of carbon depends strongly on a number of ethical assumptions, particularly how much one cares about risk, about impact on other countries, and about the future. This is no surprise, as climate change is a long-term, global, and uncertain problem. However, decisions are made every day that reflect how much we care about the future, foreign lands, and risk. If one uses revealed preferences to set the value of these ethical assumptions, then one finds that the social cost of carbon is roughly equal to the current price of emission permits in the EU Emissions Trading Scheme. [Pero Dasgupta tiene una crítica a esto de andar importando parámetros de un estudio a otro...el vínculo anda por allí arriba...]
- Studies that have been subject to peer-review tend to be more optimistic about climate change than studies that have had noquality control. That is, a lot of the scaremongering is not based on sound science. The Stern Review is the best-known example of pseudo-scientific exaggeration (Yohe and Tol, 2007). [Tremendo. Pero es erróneo. El hecho de igualar estudios que no se han sometido a arbitraje con ciencia poco sólida puede ser peligroso. Tol se apoya en convenciones. Este hecho ("ciencia sólida"=estudios con arbitraje) tiene tantos contraejemplos... A manera de broma, Xavier Sala-i-Martin cuenta varias anécdotas. Además, cualquier estudio post-arbitraje -y por tanto, siguiendo la fórmula de Tol, cientificamante sólido, pasó por una etapa, el pre-arbitraje, en la que no estaba revisado por pares -y por tanto, no era ciencia sólida... El arbitraje no da la solidez científica. Sólo la rectifica, cuando la hay. El arbitraje es necesario, sin duda, pero no suficiente... El arbitraje está lleno de problemas...el paper de Einstein estuvo a punto de pasar desapercibido precisamente por los peligros del arbitraje... Hay demasiada estrategia en el arbitraje como para pensar que se guía estrictamente por meros preceptos científicos... hay ejemplos, también, en los que meras tomadas de pelo han sido publicadas en journals de prestigio a pesar del arbitraje... El punto que quiere hacer Tol (que la proposición "el cambio climático es costoso" se basa en pseudo ciencia) se tambalea por eso... Es cierto que los estudios arbitrados son, en promedio, de mejor calidad que los estudios no-arbitrados. Pero esa es una característica del agregado, de todo el conjunto, que no necesariamente se traslada a todos los individuos que lo integran. Tol opera con la ley de los grandes números y con el teorema del límite central, pero al revés ---equiparando la media poblacional a la media de cualquier muestra, por pequeña que sea...- Por todo esto, si bien es cierto que el Reporte Stern se fue sin arbitraje, decir que por eso es pseudo-ciencia es demasiado exagerado, es querer aparecer como los chicos cool en bata de laboratorio que descalifican el conocimiento convencional -tal vez sólo por que no los invitaron a ellos-. Si, es cierto, hay muchas cosas que andan por ahí sin arbitraje. Pero no es lo mismo la llamada "gray literature" (el conjunto de working papers y discussion papers, los reportes oficiales, etc) que los artículos de las revistas pseudo-científicas. Poner a todas las papas en el mismo saco es un error...]
- Estimates have become less pessimistic over time. [Eso depende del conjunto de la literatura que se mire...]
- Uncertainties are large and negative surprises are more likely than positive surprises. That is, the risk premium is a large share of the estimated social cost of carbon cited above.
¿Hay que preocuparse sobre el cambio climático?
¿Qué tiene que decir sobre el Reporte Stern? (del que ya hemos dicho cosas...)
Tol: "Es el mejor ejemplo de exageración pseudo-científica."
Aquí el texto. Como diríamos domingueramente "tiene carnita"... así que ya volveremos a comentarlo...
Why Worry About Climate Change?
(en inglés)
Un (medio viejo) texto sobre economía del cambio climático y el Reporte Stern
Aquí un texto de hace más o menos un año que estaba destinado a al
guna publicación de divulgación. Es la primera de dos partes. La segunda parte sigue en el tintero. Pero se pone a disposición del respetable por si hubiere comentarios...
Cambio climático y economía (I)
Carlos A. López Morales+
Este trabajo se divide en dos partes. La primera parte, que conforma esta entrega, expone elementos de la discusión académica reciente que señala problemas y virtudes del llamado “Reporte Stern” sobre la economía del cambio climático. La segunda parte, que se incluirá en una próxima entrega, expone algunos elementos técnicos de la modelación económica del cambio climático. El trabajo en su conjunto ofrece una exposición general de tal modelación e ilustra su relación con la utilizada exitosamente en otros campos de la economía, en particular el de la macroeconomía moderna. El tono general de las conclusiones a las que actualmente llega el debate académico a este respecto sugiere problemas metodológicos no triviales. Las últimas páginas del trabajo, a modo de conclusiones, exploran este punto.
El Reporte Stern: el contexto y sus críticas
La preocupación científica sobre los efectos de la actividad económica planetaria sobre el medio natural es demasiado reciente.[1] Apenas se pueden contar unas cuantas décadas desde que se empezaron a realizar estudios de conclusiones ecológicas globales. En lo que hace al cambio climático, el desarrollo científico en economía se encuentra cronológicamente en su infancia, aunque no por ello se debe concluir que el gremio no tiene nada maduro qué decir al respecto. En la segunda mitad de 2006 se publicó un reporte sobre la economía del cambio climático que ha causado cierto revuelo en los círculos académicos. Sir Nicholas Stern, economista inglés con destacada carrera académica y política, recibió en 2005 el encargo de la corona británica para aconsejarla sobre los asuntos del cambio climático. El “Reporte Stern”, como se le ha llamado al informe que coordinó, concluye que los beneficios de promover en el corto plazo políticas agresivas de abatimiento de emisiones de gases “invernadero” superan por mucho, y con algún grado de certeza, a los costos futuros de no hacerlo.
Lo anterior se deduce del escenario planteado en el informe en el que el valor presente del costo anual del cambio climático se estima equivalente a un 5% del producto interno bruto (pib)mundial (susceptible de ascender al 20% en los peores escenarios climáticos), mientras que el valor presente del costo global de la política inmediata de mitigación se estima equivalente, en contraste, al 1% de dicha cifra (Stern, 2006). La implicación de política se deriva inmediatamente: se exhorta a los gobiernos a invertir, desde ya, el 1% del pib mundial en la reducción de las emisiones de dichos gases y a evitar, con eso, las consecuencias futuras más graves derivadas de su acumulación atmosférica.[2]Estos resultados, que pueden ser muy bien recibidos por quienes desde el ecologismo, pero no sólo, mantienen activismo político, han ocasionado consenso entre los economistas que llevan una o dos décadas en el tema, pero no un consenso positivo, sino uno bastante crítico, al que vale la pena prestar atención pues ilustra muy bien algunos problemas metodológicos de la economía con la que se analiza el cambio climático. La crítica va en dos niveles. Una teórica, orientada a señalar las deficiencias en los métodos y en los procedimientos usados para la obtención de esas conclusiones, y una política, que señala la sociología del reporte, por decirlo así.
Asuntos teóricos
El consenso de los especialistas radica en señalar que se han hecho deliberadamente en el reporte los supuestos que resultan adecuados para obtener esas conclusiones. Pero la cuestión no es tan sencilla: no se trata del uso de meros métodos numéricos ad-hoc, sino de posicionamientos éticos respecto al trato que se da a las generaciones futuras en el modelo utilizado, a la sazón un problema en teoría económica aún sin solución desde que John Rae lo sugiriera, es decir, un problema de al menos 150 años de edad.[3] A propósito de este punto, Hal Varian, el autor del famoso libro de texto, resume muy bien las opiniones vertidas por William Nordhaus, sobre quien se puede decir que es el co-fundador de la economía del cambio climático,[4] y por Partha Dasgupta, también considerado pionero en la economía de los recursos naturales: “La elección de una política apropiada con respecto al cambio climático”, dice Varian, “depende mucho de cómo uno pondera los costos y los beneficios que éste genera entre diferentes generaciones. El Reporte Stern escoge una manera de hacerlo, pero se pueden examinar muchas otras. Es probable que la exploración de supuestos alternativos y de sus implicaciones lleve a mejores políticas que cualquier recomendación general. Al menos en nuestro estado de entendimiento, exploración mata exhortación.” (Varian, 2006). Así, de acuerdo con esta opinión, el Reporte Stern manifiesta una de las posiciones posibles (a través de la elección de ciertos valores paramétricos, llamados “supuestos” por Varian), y es, en este sentido, nada concluyente. Dasgupta lo dice aún más fuerte: “[n]o se sirve a la causa cuando se eligen los valores de los parámetros para obtener las respuestas deseadas.” (Dasgupta, 2007a).[5]
El asunto con el Reporte Stern es, pues, que los resultados numéricos de costos y beneficios del cambio climático dependen mucho de la ética asumida para el trato de las generaciones futuras. Se puede decir que la literatura apuesta ahora a comprender y a reducir la incertidumbre provocada por el tratamiento del futuro, pero no a eliminarla.[6] El trato del futuro no es el único de los problemas metodológicos que se han encontrado en el Reporte. Robert Mendelsohn, profesor de la Universidad de Yale, publicó en 2006 una crítica en la revista Regulation, editada por el Instituto Cato, en la que identifica que mientras los costos del cambio climático son descontados a una tasa de 1.4%, los costos de abatimiento no reciben descuento alguno. “Para ser consistente”, dice Mendelsohn, “el costo de oportunidad de la inversión en mitigación debe valuarse usando la misma tasa de descuento con la que se determina el costo del cambio climático. (…) Asumiendo que se usa la tasa histórica de retorno del 4%, el valor de $1 de abatimiento es $2.9 cuando se evalúa a una tasa de descuento de 1.4%. Los costos de mitigación reportados en el estudio necesitan multiplicarse por tres para ser consistentes con el cálculo de los daños” (Mendelsohn, 2006). Además, Mendelsohn remata la crítica señalando un supuesto que puede escandalizar a más de un “tecno-escéptico”, pues Stern parece suponer, sin dar fundamento alguno, que el desarrollo técnico de las 5 décadas por venir reducirá en un factor de seis el costo de mitigación.
Otro conjunto de críticas está compilado electrónicamente por el Centro para la Ciencia y la Política Pública, con sede en Washington, en un volumen titulado “Críticas tempranas al Reporte Stern”. De allí destaca la opinión de Richard Tol, prolífico econometrista holandés que lleva más de una década publicando contribuciones a los métodos y procedimientos pertinentes para la economía del cambio climático:[7] “[p]ara alguien familiarizado con la economía del cambio climático, o con la literatura del análisis costo-beneficio del cambio climático”, escribe Tol, “las conclusiones principales del Reporte Stern son una sorpresa: los estimados caen muy por fuera del rango convencional. (…) El Reporte Stern es una oportunidad fallida para ayudar a alinear la política británica de cambio climático con esta literatura”. Además, Tol afirma que “el Reporte Stern es muy selectivo en la literatura citada sobre el impacto del cambio climático. El sesgo en la selección no es aleatorio, sino que enfatiza los estudios más pesimistas. La tasa de descuento usada es, incluso, inferior a la recomendación oficial de la Tesorería de Su Majestad. Los resultados son a menudo malinterpretados. El Reporte asegura que se basa en un análisis costo-beneficio, pero no se realizó ninguno.” Y finaliza, con tono lapidario: “Por tanto, el Reporte Stern puede ser hecho a un lado por alarmista e incompetente” (Tol, 2006).
Asuntos políticos
La segunda vertiente de crítica al Reporte Stern, la crítica sociológica, puede ser resumida en los siguientes pasajes que se leen en las críticas de Tol y de Nordhaus: El Reporte Stern, escribe el primero, “es un reporte al Primer Ministro y al Canciller de Hacienda del Reino Unido. Un grupo de 23 personas, coordinado por Sir Nicholas Stern y apoyado por muchos consultores, trabajaron poco más de un año para producir un reporte de algunas 700 páginas de economía de cambio climático.” (Tol, 2006). Nordhaus titubea aún menos, aunque en tono cómico: “Recuerdo un comentario de Mark Twain, quien dijo que él podía escribir dos páginas en 30 días o 30 páginas en dos días, pero que no podía escribir dos páginas en dos días. Sólo podemos desear que los autores del Reporte se hubieran tomado unos pocos meses más para escribir un tratado más conciso y consistente” (Nordhaus, 2007). Además, dice Nordhaus, el Reporte Stern “debe verse como un documento político… no un documento académico. Como todos los reportes al gobierno, el Reporte Stern se publica sin una revisión de métodos y supuestos experta e independiente. Pero incluso el análisis científico del Gobierno de Su Majestad necesita someterse al arbitraje experto” (Nordhaus, 2006). Mucho más aprensible, la crítica sociológica al Reporte lo deja igual que la técnica: bastante mal parado. No sólo los métodos usados para obtener conclusiones causan polémica, sino la manera misma en que están presentados, sin una auditoria técnica entre expertos sobre lo que allí se dice, como sí sucede con cualquier paper que se publica en las revistas especializadas en cualquier campo de investigación científica.
En el reporte existe, pues, una buena exposición de lo que hay que suponer para promover mayor abatimiento en el presente. Pero, como Mendelsohn apunta, “el análisis necesita fundamentarse en ciencia y en economía sólidas antes de que miles de millones de dólares anuales se inviertan en el abatimiento” y allí es donde comienzan algunas de las virtudes que se le pueden atribuir al reporte. John Quiggin, profesor de la australiana Universidad de Queensland, lo ejemplifica de la siguiente manera: “El reporte Stern cambió radicalmente los términos del debate presentando la problemática [del cambio climático] en términos económicos en lugar de en términos científicos” (Quiggin, 2006). Aquí no hay que detenerse en la desafortunada distinción entre lo “económico” y lo “científico”, pues se entiende que Quiggin discrimina entendiendo por “científico” todo aquello proveniente de las ciencias de la naturaleza. El hecho que aquí interesa es ese, pues: que el Reporte ha terminado con poner a la economía y a sus métodos en el centro de la cuestión del cambio climático, por lo menos cuando se evalúan políticas alternativas sobre agregados macroeconómicos, como lo es, claro está, el producto interno bruto mundial.
Nordhaus lo ha puesto del siguiente modo: “La revisión radical de la economía del cambio climático presentada en el Reporte no se origina en nueva ciencia, tampoco en nueva teoría económica ni en nueva modelación. Depende más bien de la elección de una tasa de descuento cercana a cero en combinación con una función de utilidad particular”, ambos elementos clave de la modelación macroeconómica moderna (Nordhaus, 2007). Dasgupta, por su parte, dice que “las conclusiones a las que Stern y su equipo llegan son implicaciones de su elección sobre un par de parámetros éticos, y no se derivan de los nuevos hechos climáticos” posiblemente derivados de nuevos modelos más refinados sobre el clima y la atmósfera planetarios (Dasgupta, 2007b). Como en muchos otros temas de interés público, la economía y sus métodos prueban su importancia también en el caso del cambio climático, pues de ellos se valen el análisis, el diseño y la implementación de políticas públicas con objetivos sociales determinados. Ya por un mero interés “de conocimiento”, ya por evaluar lo que está en juego, es conveniente dar una mirada, aunque sea breve, a las metodologías básicas de modelación de la economía del cambio climático. Se puede ver que son aplicación de modelaciones existentes (y exitosas) en la macroeconomía moderna (galardonadas más de una vez con el premio Nobel de Economía –la última, en 2006, a Edmund Phelps), y nos podemos preguntar si es posible heredar dicho éxito al campo climático.[8]Pareciera que la respuesta va adquiriendo poco a poco un tono negativo, por lo menos a partir de lo que se lee en las conclusiones de algunos de los participantes del debate académico corriente sobre este asunto, en particular las de Partha Dasgupta (2007b) y las de Martin Weitzman (2007). Pero ese tema se aborda en la segunda parte del presente trabajo.
Bibliografía
Dasgupta, Partha (2007a)/ “Commentary: The Stern Review’s Economics of Climate Change”, National Institute Economic Review 199.
Dasgupta, Partha (2007b)/ “Discounting Climate Change”, mimeo, Octubre.
Frederick, Shane; George Loewenstein y Ted O’Donoghue (2002)/ “Time Discounting and Time Preference: A Critical Review”, Journal of Economic Literature 40 (2).
López Morales, Carlos A. (2007a)/ “Ecología política y tradición marxista: las consideraciones analíticas y programáticas de Manuel Sacristán”,Economía Informa 340, mayo-junio.
López Morales, Carlos A. (2007b)/ “Discounting the Future at a Decreasing Rate and the Marginal Damage Costs of co2 Emissions: Reducing the Uncertainty”, ponencia presentada en la Conferencia Bianual 2006 de la Sociedad Estadounidense de Economía Ecológica, Pace University, Nueva York, Junio.
Mendelsohn, Robert (2006)/ “A Critique of the Stern Report”,Regulation 29 (4).
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Weitzman, Martin (2007)/ “A Review on the Stern Review of the Economics of Climate Change”, Journal of Economic Literature 45 (3).
+ Profesor de la Facultad de Economía. Miembro del Seminario de Credibilidad Macroeconómica. Estudiante del segundo año del programa doctoral en economía ecológica impartido en Rensselaer Polytechnic Institute, Estados Unidos. PARA CITAR ESTE ARTÍCULO SE SUGIERE: López Morales, Carlos A. (2008)/ "Cambio climático y economía (I)", mimeo. Borrador disponible enhttp://docs.google.com/Doc?id=df7hjm5w_3gzhhkxgp
[1] Se pueden rastrear, siguiendo a Joan Martínez Alier o a Manuel Sacristán, atisbos decimonónicos de planteamientos analíticos de la economía energética de la agricultura, por ejemplo, o reflexiones ecológicas con cierto grado de generalidad en los clásicos de la tradición marxista; pero la preocupación ecológica explícita de carácter global o planetaria volcada analíticamente es claramente perteneciente a la segunda mitad del siglo XX, tal vez sólo después del famoso informe coordinado por Donella Meadows que el Massachussets Institute of Technology presentó en los setenta al Club de Roma. Algunos comentarios sobre los aportes de esos autores españoles a la luz del desenvolvimiento de dicha preocupación se pueden encontrar en López (2007a).
[2] Para dar una imagen de magnitud de la cifra: El 1% del pib mundial asciende ahora a 570 mil millones de dólares, cifra que es equivalente, a su vez, al 1.8% del pib de los países ricos y que es 7 veces superior al presupuesto global de ayuda financiera al desarrollo (Dasgupta, 2007a). Esta imagen estadística señala por sí misma uno de los dos problemas principales de la economía del cambio climático (el otro es el trato de la incertidumbre): se pide por motivos de equidad que las generaciones presentes gasten “intergeneracionalmente” 7 veces el gasto que de por sí hacen “intrageneracionalmente”.
[3] El problema del descuento del futuro ha ocupado a grandes economistas de los siglos xix y xx. Entre los decimonónicos se encuentran John Rae, Stanley Jevons y Böhm-Bawerk (Frederick, et.al., 2002). Ya en el siglo xx, Frank Ramsey y Paul Samuelson destacan desde su primera mitad. El primero proporcionó el esquema general de modelación; el segundo hizo una formulación técnica más explícita que se volvería convencional con el tiempo, a pesar de las advertencias metodológicas del propio Samuelson. La lista célebre para el resto del siglo xx y para lo que va del xxi continúa con Robert Solow, Roy Harrod, Tjalling Koopmans, Partha Dasgupta, Geoffrey Heal, Joseph Stiglitz, Nicholas Georgescu-Roegen, Thomas Schelling, Kenneth Arrow, William Baumol, Martin Weitzman y Robert Strotz, entre otros. Ya en este siglo, el asunto se comienza a analizar incluso por autores con formación en las ciencias de la naturaleza y que participan de programas de investigación de origen multidisciplinario, como el de la economía ecológica, síntoma de que el problema en cuestión, como muchos otros que están o estaban destinados exclusivamente a la economía, trasciende las tradicionales barreras disciplinarias. La ausencia de solución analítica (solución que respondería a la pregunta ¿qué tasa de descuento se debe usar en los problemas intertemporales de utilidad?) tal vez se deba al carácter ético del problema, terreno en el que a final de cuentas no se puede demostrar analíticamente nada.
[4] Otro co-fundador puede ser William Cline.
[5] Queda pendiente, sin embargo, la cuestión de qué tan metodológicamente abarcante es una exploración como la sugerida por Varian (es decir, paramétrica), pues al ser tal queda restringida al tipo particular de modelación usada convencionalmente en la economía del cambio climático, dejando fuera la posibilidad de explorar y evaluar políticas alternativas bajo algún otro tipo de modelación pertinente. Sobre esto se dirá algo al final de la segunda parte del presente trabajo.
[6] En López (2007b) se presentan metodologías que apuntan en ese sentido, aplicadas, no obstante, a problemas más particulares, menos sistémicos.
[7] Queda para otro momento la evaluación de si este centro de estudios tiene o no una agenda política por debajo de sus objetivos explícitos de “promover una examen justo y balanceado de la ciencia”, como lo estipula su sitio electrónico, pues la elección de los materiales que dicho centro reproduce motiva suspicacia, por decir lo menos. Richard Tol, no obstante, es un académico que merece atención, como muchos otros, independientemente de quién decida reproducir su trabajo.
[8] Por lo pronto, se especuló en el proceso Nobel de 2007 que William Nordhaus competía este año por el galardón junto a Eugene Fama, a Robert Barro y a Lena Edlund.
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