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El abandono gubernamental de los compromisos ecológicos del Estado

Hace un par de meses escribí este textito sobre los días aciagos de la política ambiental mexicana. Aunque le hace falta una edición que lo aclare, lo pongo por aquí para que no se quede archivado sin ver siquiera la luz.
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El abandono gubernamental de los compromisos ecológicos del Estado

Carlos A. López Morales

Mayo 2022


En fecha reciente, titulares del poder ejecutivo federal, particularmente Presidencia y Semarnat, han usado los espacios públicos de difusión para señalar que las críticas al llamado “Tren Maya” carecen de validez porque quienes las elaboran son “pseudoambientalistas”, dando lo mismo si se trata de artistas pop, académiques con probadas carreras de investigación o colectivos de diversa escala y carácter en defensa del medio ambiente y del territorio. Lo que debe quedar claro es que el descrédito al interlocutor es una trampa para no hacerse cargo del contenido de la crítica, cuya validez depende del mérito propio, con independencia de quién la esgrime. Este infortunio solo empeora cuando se acompaña de la gastada frase con la que el oficialismo corriente intenta esquivar responsabilidades: el famoso “¿y dónde estaban cuando…?” A final de cuentas, detener el deterioro ecológico generalizado, incluyendo los impactos negativos en la salud y el bienestar de las familias mexicanas, es responsabilidad del gobierno, no del ambientalismo más consecuente o más oportunista, y es el gobierno, con su política ambiental, el que ha estado en falta.


Este episodio no resulta en sí mismo sorpresivo en tanto que es consistente con la manera en la que Presidencia atiende la urgencia de los asuntos públicos: esquivando, tergiversando, negando. La novedad, acaso, consiste en haber sumado a las instancias federales encargadas de la política ambiental para distraerse de sus responsabilidades sustantivas con ese jueguito de intrigas. Tal vez como premio, una mayoría morenista en el Congreso de la Unión impidió que la titular de medio ambiente compareciera ante esa tribuna a propósito de la destrucción que aquél “proyecto de desarrollo” puede implicar para los ecosistemas y las comunidades de la Península. En suma, este triste espectáculo es uno más con el que la presente administración profundiza en el abandono de los compromisos ecológicos del Estado mexicano. Dicho abandono es visible en la ocurrencia combinada de cuatro procesos: el declive de los presupuestos ambientales, el diseño inconsistente de política ambiental, el aumento del riesgo climático y ambiental y la ausente procuración de justicia ambiental, que debiera incluir no solo el castigo a la destrucción ecológica por parte del capital público o privado, que casi nunca ocurre, sino las diligencias para llevar justicia a activistas ambientales (y a sus familias y comunidades) que han sido asesinades por defender bosques, selvas y ríos, incluyendo los que han ocurrido en este sexenio y que se mantienen también en la impunidad. 

El compromiso ecológico del Estado no es un recurso retórico: está implicado en el Art. 4 de la Constitución, que establece los derechos de toda persona a un medio ambiente sano y al acceso al agua potable y al saneamiento. De ese documento se derivan tres leyes generales de materia ambiental promulgadas en diversos momentos: la del equilibrio ecológico y protección ambiental, promulgada en 1988, que busca la preservación y restauración de los ecosistemas mexicanos al tiempo de definir los principios rectores de la política ambiental, incluyendo la procuración de justicia; la del cambio climático, promulgada en 2012, que articula las acciones de mitigación y adaptación climáticas con dicha política; y la general de aguas nacionales, de 1992, que establece el marco legal e institucional de la administración de los recursos hídricos nacionales. En respuesta a esa legislación, la administración pública federal ha construído durante las últimas cuatro décadas un andamiaje legal e institucional de cierta complejidad y especialización que brinda al Estado herramientas y presupuestos para atender sus compromisos ecológicos establecidos en ella. Y mientras ese proceso ha traído cierto liderazgo internacional en la materia, ha sido claramente insuficiente a la luz del pésimo desempeño ambiental del capitalismo mexicano.

Pero la respuesta del gobierno corriente a dicha insuficiencia no ha sido el fortalecimiento de la política ambiental y de las instituciones que la implementan, sino su tránsito hacia la irrelevancia, cuando no su práctico desmantelamiento, operado tanto a nivel presupuestal como de diseño de política y enmarcado en la tergiversación discursiva característica de las narrativas oficialistas de este sexenio. La vertiente presupuestal de dicho abandono es muy visible en la Figura 1, que muestra el presupuesto ambiental federal durante las cuatro administraciones que son posteriores a las modificaciones de 1999 al Artículo 4 Constitucional. Como se ve, la clara tendencia creciente de los tres primeros lustros se rompe abruptamente en la segunda mitad del sexenio de Peña Nieto que, al finalizar, representó un retroceso presupuestal de una década. El sexenio de López Obrador no solo no ha significado la recuperación de los presupuestos ambientales, sino lo contrario: la pérdida adicional de casi una tercera parte respecto del último presupuesto ambiental peñanietista. Así, el presupuesto ambiental de 2021 (21 mmdp a precios de 2013) es el más bajo en dos décadas, y es apenas la tercera parte del presupuesto más elevado (63 mmdp, en 2014). 

Figura 1. Evolución del presupuesto ambiental federal 2000-2021
Nota: precios constantes de 2013.
Fuente: elaboración propia con datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.

La tergiversación de la política ambiental por diseño se refiere a la pretensión del gobierno actual de que su mayor compromiso ecológico se recoge en el programa Sembrando Vida, “el mayor programa de reforestación en el mundo”, como le gusta presumir. Sus presupuestos son considerables: para 2022 llegan a 30 mil millones de pesos (a precios corrientes), que son equivalentes a dos tercios de los del Ramo 16 (el de medio ambiente y recursos naturales) para ese mismo año. Existen al menos dos problemas centrales para considerar a este programa como parte de la política ambiental. Primero, es un programa de transferencias monetarias a poseedores de tierra con cierta vocación forestal que, sin embargo, no tiene los objetivos de conservación o restauración de vegetación primaria o secundaria, sino el de producción y valorización de sistemas agroforestales. A pesar de la epopéyica narrativa oficial, este no es el primer programa de reforestación masiva impulsado desde el gobierno federal, ahora con el concurso descentralizado de medio millón de beneficiarios en 20 estados de la república (en 2022), y la experiencia indica (pues muchos de los esfuerzos de reforestación en el pasado han fracasado) que existen varios retos de concepto e implementación, incluyendo la elección de árboles frutales y maderables y su sobrevivencia e impacto en socio-ecosistemas diversos, su pertinencia ecológica, la convergencia con la conservación de la biodiversidad, el carácter clientelar y la durabilidad de los apoyos, etc. 

El segundo problema consiste en que el programa Sembrando Vida no está sectorizado en medio ambiente, sino que está a cargo de la Secretaría del Bienestar. Una revisión a las reglas de operación para 2022 muestra que sus considerandos no están sujetos a los objetivos del plan sectorial de medio ambiente, y que apenas ofrecen un vínculo débil con los objetivos de desarrollo sustentable, sobre todo con los objetivos de desarrollo social, pero no con los de conservación o recuperación de ecosistemas. ¿Cómo es que este programa, que no está sujeto a los objetivos ni implementado por las instituciones del sector ambiental, dará los resultados que busca la política ambiental? Todo un misterio. Pero aun con todo ese misterio y opacidad, por lo demás característicos de los programas “bandera” de la administración obradorista, es posible ver que Sembrando Vida ha sido confuso desde el inicio, sobre todo para los potenciales beneficiarios. Aunque las magnitudes precisas están aun por determinarse, esa confusión provocó la destrucción de vegetación primaria o secundaria para poder destinar el suelo ahora descubierto a la producción forestal subsidiada. Es decir, en su premura, el programa ofreció incentivos perversos de inicio, y queda pendiente determinar si las correcciones posteriores, que ahora incluyen el requerimiento explícito de que no se aceptan parcelas con la práctica de quema, han sido capaces de restituir la cobertura forestal perdida, aunque el recambio de especies forestales pueda ser contraproducente para la conservación de la biodiversidad, al tiempo de ofrecer los incentivos adecuados para ya no deforestar coberturas primarias o secundarias.

Figura 2. Cambio de temperatura en México 1901-2021.
Fuente: elaboración propia.

Esta suerte de retirada del Estado respecto de sus responsabilidades ecológicas contrasta con las mayores anomalías de temperatura en México observadas en el último siglo (ver Figura 2). Las manifestaciones presentes del cambio climático en México ya incluyen mayor probabilidad de incendios forestales (como de hecho ha sucedido en los últimos cinco años), de sequías (ya se anuncia en el norte del país las dificultades que 2022 podrá traer en la disponibilidad de los recursos hídricos, y en Monterrey se anunció el “día cero” para Junio), y de otros fenómenos hidrometeorológicos. Tampoco se han revertido las tendencias de degradación de ecosistemas o agotamiento de recursos, cuyo costo económico supera con creces a los beneficios del crecimiento económico, según reporta la contabilidad ambiental mexicana. Ante todo ello, como se ve, la respuesta del gobierno consiste en menores recursos y menos herramientas, cuando no en un aumento directo de las cargas ambientales, como sucede con la deforestación ya comentada, o con los impactos del giro energético obradorista, que incluye mayor contaminación por el uso termoeléctrico del combustóleo o por el mantenimiento de históricos subsidios a las gasolinas. Ante este panorama, la política ambiental federal, lejos de fortalecerse y expandir sus ámbitos de acción, ha transitado en cuatro años prácticamente hacia la irrelevancia, lo que imposibilita no solo la obtención de resultados positivos en la conservación de los ecosistemas y su biodiversidad, sino en el cumplimiento de las responsabilidades constitucionales de garantizar a toda persona un medio ambiente sano. 

Las demandas ambientales tienen que formar parte de las demandas sociales

(15min)

Aquí una conversación con la Dra. Melanie Kolb, del Instituto de Geografía de la UNAM, a propósito de un diálogo que los amigos en Letras Libres publicaron aquí, recién en enero de este año.

¡Muchas gracias a Sandra Barba, a Eduardo Huchín y al resto del equipo por la invitación, la entrevista, y la edición!

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¿Cómo se relaciona el cambio climático global con los problemas ambientales de cada localidad? ¿Cómo entender las preocupaciones por el medio ambiente en relación con otras urgencias sociales, culturales, económicas? ¿Puede un mismo gobierno impulsar proyectos de desarrollo y ser lo suficientemente autocrítico para dar a conocer las posibles afectaciones? Desde una perspectiva científica, que no pierde en ningún momento su dimensión humana, dos expertos en el tema ambiental abordan en esta conversación los problemas, desafíos y oportunidades de la actual crisis, convencidos de que para afrontarla primero es necesario entenderla.

Melanie Kolb (MK): En septiembre de 2019, mientras nos enterábamos sobre el incendio del Amazonas, era común ver a gente que quería ir a salvar aquella selva, pero unos meses antes nadie sentía esta urgencia ante los incendios alrededor de la Ciudad de México. Eso nos habla de que, para el común de las personas, hay una desconexión entre lo que sucede en su entorno directo y lo que pasa en otros países del mundo. Casos como los del Amazonas pueden resultar atractivos porque, a fin de cuentas, te ofrecen buenas excusas para no entrar en acción. Para hacer algo contra el cambio climático, hace falta entender que la crisis ambiental –el llamado “cambio global” del cual forma parte el cambio climático, entre otros muchos problemas– no es algo abstracto sino que es afectado por y afecta a tu vida diaria.

Carlos A. López Morales (CALM): Me gustaría profundizar sobre la idea de que el cambio climático no es el único problema ambiental que existe, sino que forma parte de un fenómeno más grande que se expresa tanto de manera global como local. Las políticas internacionales y el debate internacional suelen centrarse en cómo mitigar los gases del efecto invernadero y, a la vez, cómo adaptarnos a sus impactos. Sin embargo, la crisis ambiental opera en muchas escalas. La pérdida de especies y de biodiversidad, por ejemplo, no necesariamente está contenida en los fenómenos del cambio climático. La concentración de gases de efecto invernadero está menos “localizada” que otro tipo de problemas ambientales. Da igual si se emite una tonelada de estos gases en México o en China. El gas se distribuye en toda la atmósfera. En contraste, hay otros fenómenos que sí tienen un código postal, por decirlo de alguna manera. La contaminación local, por ejemplo, en el área de la Ciudad de México no está asociada al cambio climático global. Pero es un tipo de problema en el que los habitantes de la zona necesitamos incidir.

MK: Esta desconexión entre la vida diaria y los problemas globales tiene que ver también con la falta de información y de entendimiento. Parece que seguimos en una discusión de alto nivel entre científicos y políticos, que no logra aterrizar en el nivel del público. Hace poco vi una caricatura en la que aparecía un científico con un rotafolio en el que había escrito con letras grandes: “Estamos destruyendo el planeta”. Y a un lado, un político le decía: “Oye, entonces ¿esto me lo puedes decir en palabras llanas?” Y no solo pasa con el público en general. Con los propios estudiantes que cursan carreras relacionadas con el medio ambiente es posible ver una falta de entendimiento de los procesos básicos. Los problemas educativos, sin duda, también influyen.

CALM: A pesar de que la crisis ambiental es ahora mucho más evidente y hay más información de la que había hace veinte años, la desconexión y la falta de interés de los propios estudiantes es muy grande. Se trata de uno de los grandes retos que los científicos tenemos: la comunicación con los políticos, pero también con el resto de la población. Por otra parte, hay que dar a entender que las distintas demandas sociales no son independientes de las preocupaciones ambientales. El origen de todos esos problemas es el mismo, es un modo de funcionar de la sociedad: un modo de producir, un modo de consumir, un modo de mover mercancías, un modo de organizarse. Es cierto que existe cierta noción –muy visible en el gobierno actual– de que las preocupaciones ambientales son un lujo, como si la única urgencia en estos días fuera la de resolver los problemas de desarrollo y sacar a la mayor cantidad de gente de la pobreza y, solo después de llegar a cierto estado de desarrollo, preocuparnos por un medio ambiente sano. Yo creo que esa idea, la que separa la noción tradicional de “desarrollo” de la conservación ecológica, está equivocada: hacer que la gente viva en un medio ambiente contaminado o sin alimentos de buena calidad es otra forma de empobrecerlos. Entonces las demandas ambientales tienen que formar parte de todas las demandas sociales. A mí me gusta pensar en un término que se llama ecología humana, que se relaciona con el lugar donde laboras y sus condiciones, con cómo te mueves de tu lugar de vivienda a tu lugar de trabajo y qué estás comiendo y cuál es la calidad del agua. Se trata de una misma cosa.

MK: En realidad no existen problemas sociales independientes de los problemas ambientales. El mismo interés que lleva a los humanos a explotar un ecosistema los lleva a explotar a otros seres humanos. En México parecemos empeñados en tener discusiones del siglo xx, cuando ya deberíamos pensar en construir un mundo para el siglo xxi. Los megaproyectos del actual gobierno son una buena muestra de ello: el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas están ubicados en zonas que van a sufrir consecuencias por el aumento en el nivel del mar. Y esto es innegable, porque las proyecciones de los científicos respecto al cambio climático se están cumpliendo antes de tiempo. Para decirlo de otro modo: si mañana empezamos a hacer bien todo, al 100%, en el mejor de los casos, en alrededor de ochenta años, el nivel del mar va a subir cincuenta centímetros en la península de Yucatán. Según los pronósticos, lugares como Ciudad del Carmen, en Campeche, van a estar cubiertos en su totalidad por agua. Déjate de la problemática ambiental: habrá que mover ciudades completas de un sitio a otro. En lugar de estar pensando cómo adaptarnos a esos desafíos, lo que estamos haciendo es poner Dos Bocas en una zona inundable, un lugar que –estamos 100% seguros– estará bajo el agua en unos sesenta años. Estamos haciendo una inversión en una tecnología inadecuada en un lugar inadecuado. Luis Zambrano, del Instituto de Biología de la unam, que ha colaborado en publicaciones sobre Dos Bocas y el Tren Maya, lo ha expresado muy bien: “Vamos a construir un Tren Maya para que vengan turistas a ver sargazo y una zona hotelera inundada.”

CALM: Si bien es verdad que algunos escenarios pesimistas están ocurriendo más pronto de lo esperado, también lo es que ahora mismo hay otros fenómenos igualmente preocupantes: en México, por ejemplo, los patrones de precipitación están cambiando. Este año fue uno de poca lluvia, y hay cierto debate acerca de qué tanto se debió a una variabilidad normal y qué tanto puede atribuirse al cambio climático. A pesar de ser materia de debate, la tendencia es clara. Eso también es importante entenderlo: el cambio climático no es un calentamiento global, en el que la temperatura de todo el planeta se eleve. Sube la temperatura promedio, pero los cambios son diferenciados. Hay zonas del país donde va a llover más en periodos más cortos de tiempo y hay zonas donde va a dejar de llover. Uno esperaría que, con los datos disponibles, se esté creando una política pública ante ese panorama y es muy frustrante ver que, en lugar de tener más presupuesto para entender esos fenómenos y saber qué hacer, el dinero destinado al sector sea cada vez menor.

MK: Creo que hay que dejar en claro que se pide más presupuesto no por el presupuesto en sí mismo, sino en la medida en que sirva para atender los problemas ambientales. Y no hay forma de solucionar un problema sin antes entenderlo. No estoy en contra de la austeridad: podemos ser más eficientes en el uso de los recursos, por supuesto. Hoy día, sin embargo, el recorte presupuestal parece un machetazo cuando lo que necesitamos es una cirugía cerebral. Tiene que haber una mejor planeación: saber en dónde es necesario ampliar el conocimiento, en dónde ampliar las capacidades de las instituciones y en dónde reducir gastos innecesarios o poco eficientes.

CALM: Sin duda, hay que hacer un análisis funcional y ver en dónde se gasta, etcétera, pero cuando los presupuestos desaparecen también es muy problemático. Los presupuestos son la forma en que el Estado atiende sus compromisos. México fue uno de los primeros países que tuvo una ley general de equilibrio ecológico y un país pionero, a nivel internacional, en tener un sistema de cuentas ambientales. Los países de América Latina han venido a México a ver cómo se hacen las cosas. Llevamos un buen trecho recorrido en eso, pero ¿ha sido suficiente? No, porque la crisis ambiental es muy notoria y es ahí donde resulta importante fijarse en los presupuestos y en su evaluación. Para 2020 vamos a gastar casi la mitad del presupuesto que había en 2012 para el sector ambiental. Es muy grave, y la mayor parte de la reducción ha sido en la Comisión Nacional del Agua (Conagua) y en la Comisión Nacional Forestal (Conafor). Ya sabremos si el incremento en el número de incendios en 2019 se debió a la falta de brigadas en Conafor o a que fue un año de sequía, pero lo cierto es que no puedes disminuir brigadas en un año de sequía. Es este mismo aparato institucional el que sirve también para regular los nuevos proyectos de infraestructura. El presupuesto general para la oficina de política ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, encargada de las manifestaciones de impacto, se redujo en 70% de 2018 a 2019. ¡70%!

Hay un problema con que el gobierno sea el principal promotor de los megaproyectos y, al mismo tiempo, el responsable de que se cumpla la legislación ambiental: leí que se quería nombrar a Santa Lucía un proyecto de seguridad nacional para no someterlo a las regulaciones existentes. Con el Tren Maya se quiere hacer algo similar: manifestaciones de impacto ambiental locales para los diferentes tramos, cuando es evidente que necesita una manifestación de impacto ambiental del tipo regional, un requerimiento mucho más exigente. Como se trata de compromisos del presidente, el gobierno va a hacer todo lo posible para llevarlos a cabo a costa de lo que sea. Por lo tanto, hay riesgos de que den información incompleta y de hecho no existen todavía los proyectos ejecutivos. Hay que decir que no es una cosa de este gobierno: el tren a Toluca del gobierno anterior es una locura administrativa, e incluso a nivel internacional se trata de una práctica muy común. Si de verdad estuviéramos en sociedades democráticas, proyectos de esta naturaleza deberían tener procesos abiertos que sometan la información más completa posible al escrutinio y debate ciudadanos.

MK: Habrá que revisar las cifras, pero me parece que un estudio reveló que en México alrededor de un 25% de la población afirma que le preocupa el cambio climático. Para tener una idea, la gente que dice eso en Alemania ronda el 90%. Pero lo interesante es que en el momento en que preguntas “¿Y tú qué estás dispuesto a hacer al respecto?” las cosas cambian. Casi nadie quiere dejar su comodidad, sus compras de alimentos procesados y sus traslados en carro con aire acondicionado por razones ambientales. Por un lado, estamos en un nivel de gravedad tal, con tantos problemas interrelacionados, que es muy difícil saber por dónde empezar, y por el otro, no existe verdadera disponibilidad para cambiar la vida propia. Creo que estamos justamente en un momento en que tanto la sociedad como los gobiernos se resisten a aceptar este hecho: no hay manera de seguir con el estilo de vida que tenemos actualmente. En máximo veinte años, vamos a tener esas carencias, pero a la mala, según un análisis del ejército de Estados Unidos.

CALM: La Conferencia sobre el Clima –la cop25– se celebró a finales de 2019 en Madrid y lo más frustrante es que las discusiones son muy parecidas a las que se tenían hace veinticinco años. ¿Qué significa eso? Que los gobiernos siguen siendo reticentes al compromiso en la medida en que siempre se trata de una negociación política. Por ejemplo, la India no ve con buenos ojos que Europa o Estados Unidos le exijan que no queme carbón, si fue el carbón lo que los desarrolló a ellos. El gobierno indio va a oponer resistencia porque siente que tiene que sacar de la pobreza a millones de personas, del mismo modo en que Europa o Estados Unidos lo hicieron. Estados Unidos, a su vez, decidió en 2017 retirarse del Acuerdo de París, de 2015, con el pretexto de que China y la India no quieren cumplir su parte. De este modo tenemos un círculo vicioso, porque es muy difícil que todos estos intereses se coordinen. Y eso no es todo: en quince o veinte años la India va a sobrepasar a China en población, y si tanto China como la India quieren lograr un estándar de vida de clase media, no hay planeta que pueda proveer recursos en suficiencia y adecuación para sostenerlos. Sin embargo, cualquiera de esos países puede argumentar que Europa y Estados Unidos ocuparon por décadas todo el carbón que quisieron y que, por tanto, son los verdaderos causantes del desastre.

MK: En un principio las Conferencias sobre el Clima parecían una lucha entre países ricos contra países pobres, pero esa discusión ha cambiado de perspectiva: ni China ni la India son ahora comparables al tipo de país que eran hace veinticinco años. Por tanto, sus posiciones de negociación son muy diferentes. Además, en veinte años, la India y China lograron la misma cantidad de emisiones que Estados Unidos y Europa en doscientos años, pero no es la única manera de enfocar el problema. Si bien, en términos absolutos, China es actualmente el mayor emisor del mundo, si ves la emisión per cápita resulta que Estados Unidos es, por mucho, el emisor más grande. También es interesante si uno ve las cifras por compañías: las petroleras –como Exxon o Shell– son las que dominan el panorama, y es en ese rubro donde aparecen países que por lo general no tenías en la mira. Pemex es la novena empresa más contaminante a nivel mundial y México, por su culpa, está entre los quince países que más contaminan. Como se ve: las cosas ya no pueden reducirse a naciones ricas contra naciones pobres.

CALM: Hay otro factor sobre el que deberíamos estar hablando. Hacia 2050 vamos a ser cerca de diez mil millones de personas en el planeta: eso significa que por cada dos personas que veas en la calle, nacería una más. Es una locura. Y la gran parte de ese crecimiento poblacional está en la India, China, y luego África. Si tomamos en cuenta que se trata de países ya en condiciones económicas graves, ¿qué va a pasar con la población que se va a añadir? Si esas naciones van a adquirir un modelo de vida medianamente decente, el impacto de eso va a ser brutal.

MK: De hecho, no solo hay que pensar en que China y la India quieran tener un nivel de clase media; en realidad, el planeta probablemente no nos pueda dar recursos ni siquiera para que todos tengamos, por ejemplo, un refrigerador. Los recursos son cada vez más limitados mientras que la cantidad de personas va al alza. En los próximos años, dos mil millones de personas entrarán a la clase media. El problema es cómo vamos a repartir lo poco que tenemos. Ahora sabemos mucho mejor que en el pasado qué hace falta hacer, pero sigue faltando sobre todo voluntad política. Hay, sin duda, una mayor conciencia ambiental, pero estamos llegando muy tarde por no actuar hace veinticinco o treinta años. Quiero dejar en claro una cosa: aunque vamos tarde, eso para nada quiere decir que da igual dejar las cosas como están. Ahora es mucho más difícil lograr las soluciones que necesitamos, pero todavía tenemos mucho espacio para alcanzar algunas metas.

Voy a poner un ejemplo: he estado trabajando mucho en análisis de escenarios y la productividad primaria, una medida básica de qué tanto puede producir un ecosistema en términos de biomasa: más productividad significa más comida para nosotros, por ejemplo, más peces que pescar. Para la productividad primaria marina, todos los escenarios presentan una tendencia negativa, una pérdida en la productividad primaria. Sin embargo, entre todos esos malos escenarios hay una diferencia gigantesca: en uno perdemos 5% de la productividad primaria y en otro 35%. Ninguna de esas pérdidas es buena, pero no son lo mismo: perder 35% de nuestra productividad primaria significa un colapso de nuestra provisión de comida proveniente del mar. Entonces, si puedes escoger entre perder 5% o 35%, la diferencia es fundamental. Creo que eso hace falta en la comunicación de la crisis ambiental: estar conscientes de qué tanto queremos perder, qué tanto podemos atenuar algunas catástrofes. Si alguien dice que solo vamos a poder reducir el 5% de las emisiones, ese 5% resulta crucial porque cada céntimo de grado cuenta

No es la tenencia, Dr Molina, es la gasolina!


“Debe mantenerse cobro por el uso del automóvil”

Desaparecer tenencia traerá más tráfico: Mario Molina
ENTREVISTA. El doctor Mario Molina conversó con EL UNIVERSAL después de participar en el Congreso de Transporte Sustentable en el World Trade Center(Foto: RAÚL ESTRELLA EL UNIVERSAL )
Miércoles 05 de octubre de 2011Rafael Montes | El Universalrafael.montes@eluniversal.com.mx
Mario Molina, premio Nobel de Química, aseguró que no se deben eliminar los costos por el uso del automóvil en las ciudades mexicanas y que por el contrario, se deben utilizar esos recursos obtenidos para el financiamiento del transporte público y explicarlo así a quienes se oponen a ese cobro.
En entrevista con EL UNIVERSAL, después de su conferencia magistral en el Congreso de Transporte Sustentable, el doctor Mario Molina opinó que es por ignorancia que haya quienes aseguran que no se debe cobrar el uso del automóvil.
Opinó que si bien la tenencia, como impuesto surgido para financiar los Juegos Olímpicos de 1968 ya no es aplicable con ese fin, “lo que está muy claro es que tiene que haber un costo al uso del automóvil”.
Molina dijo que con la eliminación de la tenencia, el parque vehicular y los conflictos viales se acrecentarán.
“Si no se toman medidas adecuadas y si en lugar de poner restricciones al uso del automóvil, se toman medidas para facilitarlo, no se necesita ser muy listo para ver con claridad que cada vez va a haber más congestionamiento en la ciudad.
“Además, los automóviles son cada vez más baratos, entonces, ¿para dónde vamos?”, se cuestionó el investigador y nobel mexicano.
“Si la gente está dispuesta a vivir en el tráfico y comer y tener sus oficinas en el tráfico, si eso es lo que quieren pues está bien, pero no lo creo”, agregó.
Impuesto inequitativo
Consideró que, incluso, el no cobrar el impuesto de la tenencia es inequitativo en la sociedad. “El no cobrarlo es un subsidio y es un subsidio regresivo, le está quitando dinero a la gente con pocos recursos que ni siquiera pueden tener un automóvil para dárselo a la gente que tiene un automóvil”, afirmó.
“Es realmente tan racional que no se entiende cómo puede haber gente que diga que no es justo que se pague algo, así funciona la sociedad”, expresó.
Respecto al modelo ideal de financiamiento al transporte público en las grandes ciudades, como el DF, Mario Molina opinó que parte tendría que venir del cobro por el uso del auto y que el gobierno debe garantizar los recursos y analizar cuánto están disponibles para invertir.
“Es una inversión redituable, en la manera en que funcione eficientemente una ciudad, mejor le va a la economía.
“Esto hay que invertirlo, entonces, eso tiene que salir de algún lado y lo lógico es que una parte significativa salga del mismo costo de usar los automóviles, que es como funciona, o de la gasolina, en otras partes del mundo hay un impuesto a la gasolina muy significativo que no tenemos aquí”, aseguró.
Recursos para mejorar
El premio Nobel avaló la construcción de autopistas de peaje, pues es una manera de cobrar el uso del auto y “es lo que se está haciendo con vías de empresas privadas que cobran y parte de esos recursos se usan para mejorar el transporte público, todo va en la misma dirección”.
Además, el cobro por el uso del vehículo privado para financiar transporte público se refleja en una mejor calidad del aire, dijo el especialista.
“Sería mucho más eficiente tener más recursos para transporte público, porque en lugar de estar congestionado por horas en el tráfico, si organizáramos todo mejor y la gente pudiera llegar a su trabajo en menos tiempo, entonces tendríamos mejor calidad del aire”.
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Moraleja: Sí y no con Molina. No en su desacuerdo de quitar la tenencia. Está bien que ya la quiten, es un insulto seguir teniendo impuestos creados para los olímpicos del 68!!. Sí con su idea de cobrar por el uso del automóvil y de la infraestructura urbana. Pero no es con tenencias. Al tiempo de quitar la tenencia, que se quiten los subsidios a la gasolina que pueden ser más regresivos (en monto) que la tenencia. El resultado neto puede ser progresivo (en el sentido fiscal, claro está). También se puede cobrar por el uso de la infraestructura urbana (como el del post de ayer, que sugería $1.4 por km recorrido). De esta forma se transforma en variable (via precios de gasolina y via km recorridos) un costo que antes era fijo. Es más probable que se afecte la intensidad de uso del auto con costos que dependen de ella, en lugar de con costos que se incurren independientemente de su uso (tenencia).

Actualización: Gerardo Esquivel documenta que la tenencia no se puso por los olímpicos. Ok. Bien por la documentación. El argumento económico (costo fijo contra variable) se mantiene intacto. Mi posición es a favor del variable.

Enfriamento global, Cambio climático, y las narrativas de los medios

He encontrado el blog de David Stern, Stochastic Trend, ahora en Crawford School of Economics en ANU. David fue mi asesor doctoral durante mi primer año en RPI. Bajo su dirección hice las cosas sobre cambio climático que tengo. Fue bajo su motivación que me animé a mandar un trabajo a la conferencia de la sociedad estadounidense de economía ecológica en 2007, en NY, en la que me fue muy bien (recibiendo el premio a la mejor presentación estudiantil, e incluyeron el artículo como capítulo en el libro de las Proceedings, junto con sólo una docena de trabajos). Fue, a no dudar, una tremenda sacudida. No sé si me hubiera sentido tan seguro después participando en tanta conferencia de no haber sido por aquella experiencia. 

Revisando su blog encuentro este asunto sobre cambio climático

  • Hay una década (1998-2008) en la que el planeta no se calentó tanto
  • Los negacionistas la utilizan para negar (valga la redundancia), ya no digamos lo antropogénico, sino la existencia misma del asunto... En esta ola es muy triste ver que personajes culturales como Enrique Ganem cayeron en el pasado. Hace tiempo que no lo escucho, en parte, para qué negarlo, por los corajes que hacía al escucharlo equivocarse en sus interpretaciones de la literatura. (Y por los corajes de ver que, como en la canción, a todos les respondía sus correos, menos a mí).
  • Robert Kaufmann, a quien me parece haber conocido en algún seminario en RPI, es coautor de un nuevo estudio en el sugiere a) que dicha década sí presenta una disminución en la tendencia b) que los factores que la explican som tanto naturales (ciclo solar, el efecto de los infantes) pero, sobre todo, humanos (la emisión de partículas de azufre por las plantas de carbón en China están enfriando al planeta). Nada halagüeño, por lo demás.
  • El asunto es que el CC es tan apasionante que ya se están dando hasta con la cubeta, malinterpretando, tanto tirios como troyanos a decir de David, el trabajo de su profe.
  • Pero lo más lamentable y peligroso del asunto es la cobertura de medios, sobre todo de los mensos de Fox News, que dicen, tal cual, que el CO2 reduce el calentamiento global... Reímos todos? O lloramos todos??
  • En otras palabras ¿cómo vamos de aquí
  • ...a aquí?

Moraleja: It never ends! 

Las presas y las emisiones de GEIs

Hay alguna literatura sobre las emisiones de las presas vs las de carbón, pero un poco desorgazinada. En lo que armo algo un tanto más organizado, pero que puede tardar, pongo esta pieza, que resume bien el punto, y dos cuadros del reporte de la comisión mundial de presas. Resalto el párrafo que resume los resultados en los que me baso para criticar las presas tropicales.

http://www.newscientist.com/article/dn7046


Hydroelectric power's dirty secret revealed

Contrary to popular belief, hydroelectric power can seriously damage the climate. Proposed changes to the way countries' climate budgets are calculated aim to take greenhouse gas emissions from hydropower reservoirs into account, but some experts worry that they will not go far enough.
The green image of hydro power as a benign alternative to fossil fuels is false, says Éric Duchemin, a consultant for the Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC). "Everyone thinks hydro is very clean, but this is not the case," he says.
Hydroelectric dams produce significant amounts of carbon dioxide and methane, and in some cases produce more of these greenhouse gases than power plants running on fossil fuels. Carbon emissions vary from dam to dam, says Philip Fearnside from Brazil's National Institute for Research in the Amazon in Manaus. "But we do know that there are enough emissions to worry about."
In a study to be published in Mitigation and Adaptation Strategies for Global Change, Fearnside estimates that in 1990 the greenhouse effect of emissions from the Curuá-Una dam in Pará, Brazil, was more than three-and-a-half times what would have been produced by generating the same amount of electricity from oil.
This is because large amounts of carbon tied up in trees and other plants are released when the reservoir is initially flooded and the plants rot. Then after this first pulse of decay, plant matter settling on the reservoir's bottom decomposes without oxygen, resulting in a build-up of dissolved methane. This is released into the atmosphere when water passes through the dam's turbines.

"Drawdown" regions

Seasonal changes in water depth mean there is a continuous supply of decaying material. In the dry season plants colonise the banks of the reservoir only to be engulfed when the water level rises. For shallow-shelving reservoirs these "drawdown" regions can account for several thousand square kilometres.
In effect man-made reservoirs convert carbon dioxide in the atmosphere into methane. This is significant because methane's effect on global warming is 21 times stronger than carbon dioxide's.
Claiming that hydro projects are net producers of greenhouse gases is not new (New Scientist print edition, 3 June 2000) but the issue now appears to be climbing up the political agenda. In the next round of IPCC discussions in 2006, the proposed National Greenhouse Gas Inventory Programme, which calculates each country's carbon budget, will include emissions from artificially flooded regions.
But these guidelines will only take account of the first 10 years of a dam's operation and only include surface emissions. Methane production will go unchecked because climate scientists cannot agree on how significant this is; it will also vary between dams. But if Fearnside gets his way these full emissions would be included.
With the proposed IPCC guidelines, tropical countries that rely heavily on hydroelectricity, such as Brazil, could see their national greenhouse emissions inventories increased by as much as 7% (see map). Colder countries are less affected, he says, because cold conditions will be less favourable for producing greenhouse gases.
Despite a decade of research documenting the carbon emissions from man-made reservoirs, hydroelectric power still has an undeserved reputation for mitigating global warming. "I think it is important these emissions are counted," says Fearnside.
Cuadro 1
Entre 1% y 28%. 
Cuadro 2
En los reportes estimados las emisiones de la presa Tucurui son al menos tan grandes como las de las plantas de gas de ciclo combinado. Fearnside las pone por arriba de todas.

Moraleja: Algunas presas no tienen un impacto en emisiones tan fuerte- Pero las brasileñas sí. Y las emisiones son sólo un aspecto. Hay más impactos económicos por daños ambientales no estimados...

Con estos amigos....



Pues que lo diga el ala conservadora del PAN, que lo diga los empresarios más míopes, que lo digan los negacionistas del cambio climático, o que lo digan los comentaristas de la cadena FOX, y los irresponsables. Pero ¿por qué lo dice la SEMARNAT? Caramba. Las cosas que hay que ver.



Como el resto del mundo explota carbón, pues ¿por qué nosotros no? Qué viva el comportamiento de manada!!

La sociedad científica: cambio climático

Leo este libro de Richard Feynman, uno de los divulgadores de ciencia más celebrados (soy fan de Sagan, Hawking, Penrose, y ahora de Bryson, aunque este último, a diferencia de los otros, no tiene carrera científica --no que yo sepa). Ese libro de Feynman tiene una pieza que se llama "la era a-científica". No se refiere a que no haya tecnología o a que la ciencia no se desarrolle ahora como nunca antes, pues ambas cosas son falsas. Se refiere más bien a lo poco que la ciencia permea en la cultura ampliamente entendida. 50 años después de dicha pieza, la noción tiene todo el sentido: hay fuerzas que, como pendulo, empujan a favor de la sociedad científica y fuerzas que operan en contra (Un ejemplo de la sociedad a-científica)

Aquí, una carta que opera a favor de la sociedad científica, con respecto al cambio climático.


Moraleja: La ciencia no es perfecta. Pero a diferencia de la religión o la metáfisica, tiene mecanismos de autocorrección que la hacen preferible como mecanismo de explicación del mundo. En la medida en que la sociedad contemporánea se vuelva "científica", en el sentido de acudir a esa fuerza social para informarse sobre cualquier proceso del mundo, mejorará la toma de decisiones. Y esto se aplica, claro está, tanto a la ciencia natural como a la social. (Un ejemplo de sociedad acientífica en el aspecto social es la ley anti-inmigrante en Arizona, basada en tan escaso conocimiento social --como el presupuesto de que hay una necesidad de "asegurar la frontera"... )

Cap and trade, de nuez

  1. 1. Acto I: James Hanses critica el sistema

    "Because cap and trade is enforced through the selling and trading of permits, it actually perpetuates the pollution it is supposed to eliminate. If every polluter’s emissions fell below the incrementally lowered cap, then the price of pollution credits would collapse and the economic rationale to keep reducing pollution would disappear."



    [Noten como Hansen piensa en términos de dualidad, de complementariedad. El razonamiento no es incorrecto, aunque se puede precisar. No se trata nada más de las emisiones de cada polluter, pero de la suma. Al regulador le importa un nivel agregado de emisiones. Si la suma agregada fuera menor al objetivo, entonces la restricción de emisiones no está activa, y el precio sombra de las emisiones (que sería equivalente al precio de los permisos) sería cero. Esto se aclara un poco más en el ejemplo numérico de esta entrada. Ahora, si bien el razonamiento no es incorrecto, no resulta plausible ¿Qué caso tiene un cap redundante?]

    Acto II: Krugman recrimina

Sobre la equivalencia del cap and trade y el tax, veáse la discusión de esa misma estrada. El mensaje es que, en efecto, hay situaciones en que ambos esquemas son equivalentes. Pero hay otras en que uno u otro son preferibles.

Luego dice,

"It will truly be a tragedy if people generalize from the financial crisis to block crucially needed environmental policy."

De acuerdo. Continúa:

"Things like this often happen when economists deal with physical scientists; the hard-science guys tend to assume that we’re witch doctors with nothing to tell them, so they can’t be bothered to listen at all to what the economists have to say, and the result is that they end up reinventing old errors in the belief that they’re deep insights."

Y se siente raro que Krugman defienda a la economía.



Acto III: Jim Roumasset responde
"James Hansen's op-ed attacking cap-and-trade is not quite as stupid as Krugman makes it out to be (Unhelpful Hansen). Krugman's graph is fine, but doesn't drive the point home. Non-economists who have heard about the polluter-pays-principle can be excused for not understanding that it's the price not the punishment which internalizes the externality. "

...

"As far as I know, the relevant uncertainty case, with uncertainty about both marginal abatement and damage costs, has not been analyzed in the literature"

Bueno, pues como se dijo en la ya multicitada entrada, claro que dicho caso se ha analizado, desde hace mucho. Un comentarista se lo hace saber a Roumasset, quien perfectamente reconoce.


[Artículos principales vía Environmental Economics]



Dos piezas más sobre el climagate


  1. Un ensayo sobre el climagate.
  2. La temperatura de la ciencia

Un extracto del segundo:

"The important point is that nothing was found in the East Anglia e-mails altering the reality and magnitude of global warming in the instrumental record. The input data for global temperature analyses are widely available, on our web site and elsewhere. If those input data could be made to yield a significantly different global temperature change, contrarians ould certainly have done that – but they have not."

Por cierto, si hay alguien allí siguiendo la posición de Enrique Ganem en El Explicador (que ahora está de 8 a 9pm, tiempo de México DF, en MVS radio -googleen y seguro llegan en un tris-) me gustó mucho ver que ha matizado su posición bastante. Ayer, discutiendo este asunto del climagate, dijo que había evidencia sólida a favor de la visión antropogénica del cambio climático. También dijo que él prefería una visión escéptica porque no le gusta el comportamiento de manada. De acuerdo!! El comportamiento de manada muchas veces es irracional, no meditado. Hay que alejarse de tales comportamientos. Ahora, el asunto clave es ver si por no ir con la manada vamos a decir que "2+2=4" es falso...

El asunto del climagate es re interesante no sólo por su contenido meramente científico, sino (especialmente) por la sociología de la ciencia. A pesar de Jalife y de todos aquellos que declararon el fin del trabuco climático a raíz del climagate, se ve que la ciencia climática sigue pensando que sí, que el cambio climático 1) está ocurriendo, y 2) parece que es antropogénico. Ahora, entendámonos: No se trata de hacer esto un credo. La ciencia piensa ahora que la activididad humana calienta al planeta. Pero la ciencia se puede equivocar, como muchas veces en el pasado. Lo que pasa es que la fuerza del consenso es mucha, y fuera de los escépticos que buscan hacer olas de algo que no existe (evidencia concluyente de que la actividad humana no cambia al clima), aún no hay nadie que diga que ese rollo es falso. En otras palabras: La evidencia sugiere que el cc es antropogénico, pero puede ser no concluyente a la vista de muchos. Pero lo que hay que reconocer es que lo que no hay es evidencia concluyente de que no lo es. Pequeño detalle...


Actualización: Después de darle un par de vueltas a este asunto concluyo que este último razonamiento es impreciso. Es un asunto de lógica bien interesante. Lo que uno tiene que probar son existencias, no inexistencias. Por ejemplo, la carga de la prueba la llevan los que dicen "Dios existe", no los que dicen "Dios no existe". Como decía Einstein (y Sacristán gustaba citar) "No se puede demostrar que no hay que eliminar a la especie humana". Otro ejemplo más reducido: Muchos teoremas en economía (y en matemáticas) son de existencias (de equilibrios, principalmente, basados en los de punto fijo), no de inexistencias. Entonces no se trata de encontrar evidencia de que el CC no es antropogénico, pues esa evidencia tendría la misma calidad epistemológica que la "evidencia" de que "Saturno y los planetas no gobiernan mi vida". Esa evidencia, estirando las palabras, no se puede encontrar. Ahora, recuerdo papers de Weitzman y de Dasgupta en los que prueban una inexistencia, pero se puede tratar de un asunto de lenguaje [[[la inexistencia es la de una política óptima de mitigación de gases de efecto invernadero -ver proposición 4 del paper de Dasgupta:

Lo que sucede con esa proposición es que prueba que bajo algunas condiciones (la de que sigma satisfaga la desigualdad 14 del paper, que es la que aparece en la imagen) los factores que garantizan la existencia no sólo no se cumplen, sino que se puede saber que no hay política óptima. Esta proposición se puede entender como parte de una demostración por reducción al absurdo: pensemos que se quiere demostrar que, dada una política óptima, sigma es menor que la expresión a la derecha del signo (es decir, que (14) no se cumple, o que su negación se cumple). Entonces asumimos que existe política óptima y que sigma satisface dicha desigualdad, y vemos que esto implica que no hay política óptima. Zaz. Contradicción. Esta demostración estaría probando que en una política óptima sigma cumple la negación de (14). Este mismo razonamiento se sigue en las demostraciones de los teoremas del bienestar de economía: para probar que un equilibrio competitivo es Pareto-eficiente se parte de uno y se asume que no es Pareto-eficiente. Luego esto implica que no era equilibrio. Zaz. Contradicción. Entonces no es que uno pruebe inexistencias. Uno prueba la existencia y estudia las condiciones que la posibilitan.]]]


Ahora, tampoco se trata de que la ciencia genere un contraejemplo. Un contraejemplo es prueba suficiente de que una proposición que involucra algún cuantificador universal ("para todo x, y") es falsa (en este caso, "existe x tal que ~y"). En el caso del CC, podría pensar que habría evidencia que sugiere factores naturales. Sin duda los hay. Sin embargo, esto no echaría por tierra la frase "el CC es antropogénico" pues ésta es una hipótesis, no una proposición demostrable. Las hipótesis no se "validan". Uno dice que una hipótesis "no se puede rechazar" o "se rechaza", pero no "se valida". Así que tampoco se trata de encontrar contraejemplos. No por nada, las frases del IPCC sobre la antropogenia son estadísticas: "Hay un 95% de probabilidad de que el CC es antropogénico". Eso quiere decir que la hipótesis "El CC es antropogénico" no se puede rechazar en el 95% de los casos.

Con todo, si hay que estimar en positivo la evidencia a favor del cambio climático antopogénico no es por la ausencia de evidencia de que el cambio climático no es antropogénico. Esto no opera de esta forma. Esa evidencia no se puede juntar. No se puede encontrar. Si hay que estimarla en positivo es porque la evidencia corriente impide rechazar la hipótesis "El CC es antropogénico". Ahora, como en cualquier prueba de hipótesis, su rechazo o no rechazo depende del siempre cambiante proceso generador de datos del que se extraen las muestras estadísticas para hacer la prueba. En otras palabras, la conclusión (estadística) "el CC es antropogénico" no está escrita en piedra, como sí lo está la proposición "2+2=4".