- Econ PhD. Una lista de documentos (la mayoría de literatura gris) abordando los temas siguientes. El enfoque es intermedio y avanzado:
Equilibrio general, consumidores y empresas
Teoría de juegos y diseño de mecanismos
Comercio internacional
Micro aplicada y computacional - Las presentaciones de clase de Jeff Ely, con el siguiente syllabus [vía cheap talk, vía algorithmic game theory]
Economía del bienestar
Utilitarismo
Teoría de juegos e incentivos - Un texto de Mankiw en defensa de su Club de Pigou. Da una idea platicada y resumida sobre la microeconomía
- El texto del colectivo editor de intervenciones sobre la enseñanza de la microeconomía en la FE-UNAM
- Wikipedia
- Presentación Power Point 1
- Presentación Power Point 2
- Vínculos a materiales de clase con los siguientes tópicos:
La economía de la competencia: una visión global
Lecturas de economía industrial
Teoría de la decisión bajo incertidumbre
Microeconomía para políticas públicas
Precios y mercados
El valor temporal del dinero
Análisis microeconómico
Materiales de la London School sobre gravamen al ingreso
"...el miedo a la verdad, a la manifestación de la realidad, es uno de los sentimientos más extendidos entre los sectarios, igual si son de derechas que si son de izquierdas..." Manuel Sacristán Luzón, 1978
Microeconomía: algunos recursos en la web I
Mercado de permisos de emisión (Cap-and-trade) vs impuesto pigouviano: "es la pendiente de las curvas marginales, estúpidos!"
¿Hay que preocuparse por el cambio climático? Parte 2...
- The impact of climate change is relatively small. The average impact on welfare is equivalent to losing a few per cent of income. That is, the impact of a century worth of climate change is comparable to the impact of one or two years of economic growth. [Excelente proposición. Sería interesante ver, puestos a hacer equivalencias, a cuántos cambios climáticos equivale la actual crisis y la pérdida de crecimiento de estos uno o dos años....Aunque claro: Tol hace caso omiso a los eventos catastróficos de baja probabilidad. Es decir, parece poner atención solamente al 95% del área de alguna curva de distribución de probabilidad -ej. la normal; mientras que hay excelente literatura sobre las consecuencias de tener "colas gordas" -fat tails- en las curvas de distribución de eventos catastróficos --ver aquí, aquí y aquí... tales colas gordas elevan la probabilidad de catástrofe y por tanto el costo estimado del cambio climático -ademas de generar casos en los que no hay política óptima posible para hacer frente a eso, como en el modelillo sencillo de Dasgupta... ]
- Although the impact of climate change may be small, it is real and it is negative. Climate change is likely to have a positive impact in the first half of the 21st century, and impacts turn negative later. The initial positive impacts are irrelevant for policy. The workings of the climate system are so slow that they cannot be avoided even if emissions were to fall to zero tomorrow. The part of climate change that can be influenced by climate change, has net negative impacts.
- Impacts are much more negative in poor countries than in rich ones. This is because poor countries tend to be in hotter places already, poor countries have a greater share of their economic activity in exposed sectors such as agriculture, and because poor countries have greater difficulty in successfully adapting to climate change.
- The social cost of carbon depends strongly on a number of ethical assumptions, particularly how much one cares about risk, about impact on other countries, and about the future. This is no surprise, as climate change is a long-term, global, and uncertain problem. However, decisions are made every day that reflect how much we care about the future, foreign lands, and risk. If one uses revealed preferences to set the value of these ethical assumptions, then one finds that the social cost of carbon is roughly equal to the current price of emission permits in the EU Emissions Trading Scheme. [Pero Dasgupta tiene una crítica a esto de andar importando parámetros de un estudio a otro...el vínculo anda por allí arriba...]
- Studies that have been subject to peer-review tend to be more optimistic about climate change than studies that have had noquality control. That is, a lot of the scaremongering is not based on sound science. The Stern Review is the best-known example of pseudo-scientific exaggeration (Yohe and Tol, 2007). [Tremendo. Pero es erróneo. El hecho de igualar estudios que no se han sometido a arbitraje con ciencia poco sólida puede ser peligroso. Tol se apoya en convenciones. Este hecho ("ciencia sólida"=estudios con arbitraje) tiene tantos contraejemplos... A manera de broma, Xavier Sala-i-Martin cuenta varias anécdotas. Además, cualquier estudio post-arbitraje -y por tanto, siguiendo la fórmula de Tol, cientificamante sólido, pasó por una etapa, el pre-arbitraje, en la que no estaba revisado por pares -y por tanto, no era ciencia sólida... El arbitraje no da la solidez científica. Sólo la rectifica, cuando la hay. El arbitraje es necesario, sin duda, pero no suficiente... El arbitraje está lleno de problemas...el paper de Einstein estuvo a punto de pasar desapercibido precisamente por los peligros del arbitraje... Hay demasiada estrategia en el arbitraje como para pensar que se guía estrictamente por meros preceptos científicos... hay ejemplos, también, en los que meras tomadas de pelo han sido publicadas en journals de prestigio a pesar del arbitraje... El punto que quiere hacer Tol (que la proposición "el cambio climático es costoso" se basa en pseudo ciencia) se tambalea por eso... Es cierto que los estudios arbitrados son, en promedio, de mejor calidad que los estudios no-arbitrados. Pero esa es una característica del agregado, de todo el conjunto, que no necesariamente se traslada a todos los individuos que lo integran. Tol opera con la ley de los grandes números y con el teorema del límite central, pero al revés ---equiparando la media poblacional a la media de cualquier muestra, por pequeña que sea...- Por todo esto, si bien es cierto que el Reporte Stern se fue sin arbitraje, decir que por eso es pseudo-ciencia es demasiado exagerado, es querer aparecer como los chicos cool en bata de laboratorio que descalifican el conocimiento convencional -tal vez sólo por que no los invitaron a ellos-. Si, es cierto, hay muchas cosas que andan por ahí sin arbitraje. Pero no es lo mismo la llamada "gray literature" (el conjunto de working papers y discussion papers, los reportes oficiales, etc) que los artículos de las revistas pseudo-científicas. Poner a todas las papas en el mismo saco es un error...]
- Estimates have become less pessimistic over time. [Eso depende del conjunto de la literatura que se mire...]
- Uncertainties are large and negative surprises are more likely than positive surprises. That is, the risk premium is a large share of the estimated social cost of carbon cited above.
Agua, economía y proyecciones globales.
A pesar de que la tendencia parece cumplirse hasta ahora cabe preguntarse si es posible que el servicio público llegue al 27% en detrimento del agua usada en irrigación. El pasaje sugiere básicamente que con el tiempo el agua se trasladará de la agricultura para usarse en las ciudades. Un supuesto implícito en esa sugerencia es que los precios (del agua, de la tierra, del trabajo, de los alimentos) se mantendrían constantes ¿Puede haber factores endógenos (esto es, no originados en políticas) que frenen esa tendencia?
Primero hay que hacer notar una obviedad: el crecimiento urbano del siglo XX ha sido posible debido a la existencia de incentivos que hacen atractiva la vida urbana sobre la rural. Parte de esos atractivos es la ausencia de señales que informen de la escasez relativa del agua, de la tierra, y la abundancia relativa del factor trabajo. Por decirlo de otro modo, la estructura de precios (incluidos los del agua, los salarios, los de la tierra, etc) era tal que promovía el crecimiento urbano mucho más allá del punto en que un análisis costo-beneficio que evaluara el saldo neto social podría aconsejar en contra. Varios de esos precios (precisamente los del agua, los salarios, la tierra) se encuentran regulados en todos lados. Las tendencias señaladas en el pasaje se podrían mantener si estos incentivos no se revierten. Pero podrían frenarse si los incentivos vuelven menos atractiva la vida urbana sobre la rural, como en muchos casos ya es. Para ello hay que hacer que los precios de la tierra y del agua reflejen su escasez relativa (los salarios no, pues en ocasiones son muy bajos, y si se ponen a reflejar la abundancia relativa es probable que caigan cerca de cero...).
Se estima que la población mundial llegará a los 9 mil millones de habitantes en una generación, y que el crecimiento económico de largo plazo modifique las dietas globales en favor de productos más intensivos en agua (cárnicos, sobre todo). Esto no es otra cosa más que un aumento de la demanda de alimentos, que se traduce en un aumento de la demanda intermedia por insumos (forraje, tierra y agua). En la medida en que esta presión sea mayor al crecimiento tendencial de la productividad que reduce costos es posible esperarse un aumento en el precio tanto de los alimentos como de los insumos (una probadita de eso fue el periodo de principios de 2007 en el que el precio de los alimentos dio un brinquito de aviso).
Los dos procesos combinados implican que el agua, la tierra, etc., tendrían un costo de oportunidad mucho mayor en el uso agrícola que en el uso urbano, y en la medida en que dicho costo de oportunidad se traslade a precios observables pues se podría frenar la tendencia. El pasaje afirma que el traslado de agua de la agricultura a la ciudad es "casi seguro," y que eso, obviamente, tiene repercusiones en la habilidad para satisfacer la demanda alimentaria. Me parece mas bien que la historia es al revés: que lo que suceda con dicha habilidad puede dejar de incentivar el crecimiento urbano y volver menos probable el mencionado cambio en la composición de los usos del agua. Es decir, si la sociedad cada vez se vuelve "menos hábil" para satisfacer la demanda alimentaria, entonces cabría observar un aumento muy considerable de los precios (tanto finales como intermedios) involucrados en la producción de alimentos. Dicho aumento podría significar tal cambio en la estructura relativa de precios que podría frenar la tendencia. Con todo, yo no diría "casi seguro", sino "probablemente". Además, el pasaje habla solamente de un intercambio entre agricultura y uso público, sin tocar el uso industrial. Yo no vería razones para que un cambio en el valor económico del agua (asociado a las modificaciones demográficas ya mencionadas) no afecte también el uso industrial....
Con todo, es urgente un cambio sustancial en la política pública respecto al agua (incluída, desde luego, la mexicana) que implique tanto modificaciones al precio del agua urbana como al precio del agua de irrigación e industrial. Habrá quien diga que esa modificación sería parte de la "enésima avalancha neoliberal-tecnocráta y malévola," habrá quien esté preocupado, con razón, de los efectos distributivos de cambiar la política de precios. Lo malo es que tal preocupación no se ocupa de ver los efectos distributivos de la actual política de precios (que regala el agua en irrigación), que pueden ser bastante regresivos...
¿Hay que preocuparse sobre el cambio climático?
¿Qué tiene que decir sobre el Reporte Stern? (del que ya hemos dicho cosas...)
Tol: "Es el mejor ejemplo de exageración pseudo-científica."
Aquí el texto. Como diríamos domingueramente "tiene carnita"... así que ya volveremos a comentarlo...
Why Worry About Climate Change?
(en inglés)
Ecologismo igualitarista y decrecimiento sostenible: la economía ecológica de Martínez Alier
Esto es producto de la vocación multidisciplinaria que la caracteriza: fuera de la llamada visión pre-analítica dibujada por Georgescu-Roegen y Daly, fecunda a grado tal de hacer surgir campos de investigación por entero, no hay modelos estándar en economía ecológica (no hay un par, por ejemplo, del modelo intencional del homo economicus mainstream, sobre el que gravita el grueso de la investigación y docencia de la economía contemporánea).
Sin duda, JMA lleva razón cuando clama que él ha sido y es uno de los protagonistas de la historia de economía ecológica. Sus manuales de finales de los 80 y de los 90 son clásicos, por lo menos en lengua castellana. La economía ecológica de JMA, que comparte la visión general de la relación entre economía y medio ambiente dibujada por Daly, Georgescu y compañía, se separa rápido para comenzar a ser ecología política, lo que es en sí muy bueno, pues contribuye a la diversidad del campo ofreciendo una entrada a cuestiones que no necesariamente ocupan un lugar en el escritorio de los economistas ecológicos, ni qué decir de los economistas mainstream.
Pero la separación lleva riesgos. Algunos se hacen explícitos con el avance de la noción, por demás opinable, del decrecimiento sostenible. En este caso, los riesgos son los de la desinformación sobre lo que ocurre en el corazón de la teoría económica contemporánea en la actual crisis económica global. También los hay por la poca atención que se presta a la vinculación existente en la economía global como fruto de la famosa globalización. En una entrada anterior, habíamos reproducido y comentado un texto reciente de JMA sobre esa noción. La entrevista que se reproduce a continuación, y que se comenta más abajo, da más información sobre la trastienda de la visión política de la economía ecológica de JMA y contextualiza su apoyo al decrecimiento sostenible.
La entrevista se reproduce de rebelion.org,... se han corregido en esta reproducción muchos errores de dedo que desviaban la atención sobre los contenidos. La redacción original, no obstante, se mantiene intacta...
Entrevista a Joan Martínez Alier
Pregunta: Los discursos más avanzados de la izquierda social culpan al capitalismo de la situación en la que nos encontramos, una situación injusta desde el punto de vista socio-económico y ecológico, y señalan el socialismo como la alternativa para alcanzar una situación distinta. Sin embargo, los experimentos de carácter socialista llevados hasta ahora no se han caracterizado precisamente por su unión entre aspectos ambientales y sociales. ¿Qué cree Vd. que la izquierda está haciendo mal en este sentido? ¿En qué medida un ecosocialismo es posible en nuestra sociedad?
Respuesta: Me parece bien el ecosocialismo, y también el eco-feminismo, pero será un socialismo sin referencia alguna a los partidos leninistas del pasado. Me interesa más bien algo que se base en el gran movimiento por la justicia ambiental y social que hay en el mundo. El sistema de mercado no garantiza que la economía encaje en los ecosistemas, ya que los mercados no valoran las necesidades futuras ni los perjuicios externos a las transacciones mercantiles, como ya senaló Otto Neurath contra Von Mises y Hayek en el famoso debate sobre el cálculo económico en una economía socialista en la Viena de 1920. El conflicto entre economía y medio ambiente no puede solucionarse tampoco con jaculatorias tales como “desarrollo sostenible”, “eco-eficiencia” o “modernización ecológica”. Ahora bien, si el mercado daña a la naturaleza, ¿qué ocurrió en las economías planificadas? No sólo explotaron a los trabajadores en beneficio de una capa burocrática de la sociedad, sino que preconizaron el crecimiento económico a toda costa, y además les faltó la posibilidad, por ausencia de libertades, de tener grupos ecologistas que protestasen. Hay que inventar algo nuevo, pero eso no lo hará un partido, sino una suma de movimientos sociales.
P: ¿Cuáles son los momentos fundamentales que han influido sobre el desarrollo de esta posición, desde la perspectiva que nos ha expuesto, a lo largo de su rica experiencia intelectual y humana?
R: Desde mis estudios en economía en la Universidad de Barcelona y mi posterior especialización en economía agraria en Oxford, he ido madurando una cierta sensibilidad política en relación con la autonomía de las comunidades, un tipo de sensibilidad “populista” al estilo ruso, por decirlo de otra forma. Aunque al principio de los años 70 mis posiciones sobre la cuestión de las comunidades eran todavía las de un marxista abierto a las influencias de la antropología social y también sensible a las influencias del científico social Karl Polanyi, ya no estaba de acuerdo con la posición que defendía, por ejemplo, Hobsbawm en su libro Primitive Rebels (1959) según el cual los agricultores eran los rebeldes “primitivos” y la verdadera vanguardia sólo podía ser el proletariado industrial y el partido del proletariado. Digamos que en rigor no fui un anarquista, pero estaba muy influido por la historia de Cataluña, y también por los intelectuales antifranquistas y libertarios del Ruedo Ibérico, exiliados en Francia. Todas estas contaminaciones fueron determinantes a la hora de desarrollar esta sensibilidad anti-leninista. También tengo que subrayar la importancia que tuvo, en este sentido, mi experiencia andina donde trabajé no sólo la cuestión de la antropología ecológica, sino que también fui testigo de la resistencia “anti-moderna” de las comunidades indígenas, como en Ecuador, los huasipungueros, o en Perú, los huacchilleros, que vivían en haciendas: ellos no eran siervos a la manera feudal, sino campesinos que resistían a la “modernización” capitalista.
P: De esa manera, uno de sus temas principales de investigación y trabajo ha llegado a ser el así denominado ecologismo popular, la ecología de los pobres, especialmente en los países del Sur del mundo. Todo esto, siempre ha ido unido al afán de indagar la relación entre la economía y el medio ambiente no sólo en términos monetarios sino sobre todo en términos físicos, analizando las incertidumbres resultantes, los problemas de inconmensurabilidad de valores, el problema de los lenguajes de valoración, etc. llegando a ser uno de los pioneros en el campo de la economía ecológica. ¿Podría explicarnos estos dos diferentes planos de investigación y cómo se relacionan?
R: He sido, durante los últimos veinte años, uno de los principales actores en los demorados nacimientos de la economía ecológica y de la ecología política, así como en explicar cómo el enfrentamiento inevitable entre economía y medio ambiente (estudiado por la primera de las dos disciplinas) abría el espacio para el ecologismo de los pobres (estudiado por la segunda), potencialmente la corriente más fuerte del ecologismo. En este sentido, siempre he tenido la idea de que la economía ecológica tenía que servir principalmente de apoyo a los movimientos sociales en el sur del mundo que están luchando contra la degradación del medio ambiente, lo que me hace estar convencido de que el ecologismo igualitarista, y no el socialdarwinista,[1] enraizará sobre todo entre los desposeídos del mundo. Por ejemplo, los activistas de Vía Campesina que incorporan temas de economía ecológica, como la eficiencia energética, la pérdida de biodiversidad, la contaminación química, etc., aunque a veces sin conocer todos los supuestos teóricos de esta disciplina. Y también el fuerte papel de las mujeres, que están a menudo a la vanguardia de las luchas populares ecologistas. Es sobre todo la aparición de ese formidable grupo de ecologistas de carácter popular, así como la fuerza y potencialidad que reconozco en ellos lo que me mantiene activo políticamente, con una serie de viajes en América Latina, en la India, etc.
P: ¿Entonces se puede hablar de conciencia ecologista dentro de esos movimientos populares o sencillamente se trata de una lucha básica por la supervivencia?
R: Para entender el asunto, el libro de Ramachandra Guha, acerca del movimiento Chipko es muy importante. Él demuestra cómo un movimiento campesino, muy similar a otros movimientos de esta región del Himalaya, pero también de otras partes de la India, lucha contra la nacionalización de los bosques, ya iniciada por la administración colonial británica, con el pretexto de realizar una gestión racional. Obviamente, esto significaba que los pueblos indígenas perdían el acceso a los bosques, y de ahí las protestas. También hubo luchas contra un proyecto de plantaciones, porque la comunidad prefería el roble nativo en lugar de las plantaciones de árboles de crecimiento rápido como el pino, por ejemplo. Como se puede ver, estas luchas eran en realidad una forma de lucha por la biodiversidad, aunque se correspondían con los intereses de supervivencia de los que vivían allí. Pero, el movimiento Chipko, que comenzó en la década de 1970 constituye sólo un ejemplo típico de este tipo de movimientos. Algo muy similar pasa con el movimiento de Chico Mendes en Brasil: un sindicalista que había aprendido a leer con la ayuda de un superviviente de la guerrilla comunista refugiado en el Amazonas, en la frontera con Bolivia. Mendes comienza como un defensor de los seringueiros, los recolectores de caucho de la selva amazónica, y posteriormente se da cuenta de la importancia de reclamarse como ambientalista, ecologista, quizás como una forma de protección. Definitivamente, el ecologismo popular es un ecologismo que no sabe que es ecologista hasta la década de 1970 o 1980, es decir, cuando ya era complicado no darse cuenta.
P: Pero en muchos de los sectores más populares de los países del sur del mundo es innegable que existe una fuerte atracción y aspiración a copiar los modelos de consumo y los estilos de vida del norte, de la parte enriquecida del mundo desde un punto de vista monetario. Muchos de sus líderes no esconden una perspectiva muy modernizadora, que hablan de la ecología como de un lujo del mundo rico. También hay que reconocer que las sociedades pre-industriales o pre-capitalistas no siempre han protegido sus ecosistemas y sus servicios. Teniendo presente esto, ¿cuál cree Vd. que pueda ser la verdadera fuerza del ecologismo popular?
R: La teoría del ecologismo popular no dice que todos los pobres del mundo son ecologistas porque, por supuesto, eso es falso. Lo que remarca, simplemente, es que en muchos conflictos ambientales, los pobres se alinean al lado de la preservación de los recursos naturales, no por ideología ecologista, sino en virtud de sus propias necesidades de supervivencia, de preservar los medios de vida, a veces expresadas en un idioma culturalmente específico, como la idea de la santidad de las fuerzas de la naturaleza de algunos grupos indígenas. Por el momento, en América Latina, Perú, Argentina, en particular, pero no sólo, hay decenas de conflictos en torno a la minería, por ejemplo, ahora mismo en Orissa (en India) por la minería de bauxita, enormes conflictos entre grupos indígenas como los Dongria Kondh que defienden la montaña sagrada de Niyamgiri y las empresas extranjeras del aluminio. En este enero del 2009 he estado allí unos días. Y habrá más y más conflictos, porque el metabolismo de nuestra sociedad, la cantidad de energía y materiales utilizados en el carrusel de la producción y el consumo, sigue aumentando más y más. No hay crecimiento económico desmaterializado y la idea de “crecimiento económico angelical”, como Herman Daly dijo irónicamente, es una utopía. Lo que sí es posible es que la intensidad material de la economía baje un poco en los países ricos, pero seguirá creciendo en términos absolutos. En Europa, por ejemplo, ya no producimos el aluminio y el acero, pero lo importamos, como el petróleo, el gas, etc. Las economías en apariencia más “limpias”, funcionan sobre la base de importaciones “baratas”, y son tan limpias porque trasladan hacia fuera el coste ambiental relacionado con la producción.
P: Hacemos un pequeno paréntesis justo en relación a la última idea que acaba de desarrollar. Cada vez más se escucha que hace falta un verdadero cambio del sistema, un cambio que muchos intelectuales cómo Vd., cómo Serge Latouche en Francia, llaman decrecimiento. ¿Cuáles son, entonces, los puntos que debería de incluir cualquier programa de decrecimiento?
R: El decrecimiento económico ya lo tenemos aquí, en la crisis del 2007-2008 del mundo rico. Este ano bajarán las emisiones de dióxido de carbono en España, en Estados Unidos, etc. Se juntó la crisis financiera (por el exceso de hipotecas y de la construcción de viviendas) con una crisis económica. Todo eso ayudado por el precio del petróleo (por el oligopolio de la OPEP, que se mantiene por la escasez de petróleo a la larga). El coste energético de conseguir energía está aumentando. Este decrecimiento económico debería ser socialmente sostenible, hacen falta nuevas instituciones, redistribuir la producción, redefinir el trabajo para incluir el trabajo del voluntariado, también el trabajo doméstico no remunerado, etc. Entender que estamos a un nivel muy alto de ingreso, y que si bajamos un poco no pasa nada. Instituir la renta básica. Evitar el racismo con los inmigrantes. Estamos viendo lo que yo llamo “la Segunda Muerte de Friedrich von Hayek”. Estos días vuelve Keynes, hasta los bancos piden que el Estado los nacionalice porque están temerosos de que los clientes pidan su dinero. Hace falta pues un cambio del sistema financiero. Así que este decrecimiento necesario hay que medirlo no tanto en términos de PIB, sino con indicadores físicos (menor uso de materiales, menor producción de gases con efecto invernadero, etc.) y aplicando el principio de precaución a las tecnologías. Mientras que en los países ricos debe ocurrir esto, en los países más pobres hay que aumentar el uso de energía porque todavía es muy bajo.
P: Acerca de ese nuevo juego de equilibrios entre Norte y Sur, Vd. en muchas ocasiones ha hablado también del problema de la “deuda ecológica”. ¿Qué consideraciones haría al respecto?
R: Hay una gran injusticia en el mundo, el Norte tiene una deuda ecológica hacía el Sur, existe una deuda de carbono, además de todas las deudas colonial y postcolonial que los europeos han contraído en el Tercer Mundo. Se deberá evaluar el importe de dichas deudas, que podría resolverse mediante la eliminación de la totalidad o parte de la deuda externa de los países del Sur, por ejemplo, y desarrollando mecanismos institucionales para garantizar la reinversión del dinero ahorrado en los programas contra la pobreza y la promoción de energías alternativas en el Sur.
P: Volviendo a sus investigaciones en el seno de la economía ecológica y de la relación con la economía crematística, la ortodoxia dominante dentro del mundo académico. En lo que se refiere a estas disciplinas, 'por qué y de dónde nace esta dicotomía, y cuáles son los autores que han sabido expresarla con mayor lucidez y rigor científico?
R: La diferencia entre economía y crematística fue explicada por Aristóteles en su libro Política. Digamos que la primera es el estudio del abastecimiento del oikos o de la polis, mientras que la segunda es el estudio de la formación de los precios en los mercados. La Economía Ecológica critica el “imperialismo” crematístico en dos casos: las extracciones de recursos energéticos y materiales agotables o lentamente renovables, y las inserciones en el medio ambiente. Y en este sentido la crítica ecológica va a tocar un tema ante el cual la ciencia económica no tiene ninguna respuesta convincente: la inconmensurabilidad de los elementos que componen la economía. La Economía Ecológica empieza, pues, poniendo en solfa con mucho gusto buena parte del instrumental de la economía ortodoxa, y a continuación trata de explicar el uso de energía y materiales en ecosistemas humanos. Este punto de vista ha existido por lo menos desde hace unos 120 anos (con Frederick Soddy, Patrick Geddes), pero pocos de los autores de la segunda mitad del siglo XX como Paul Ehrlich, Herman Daly, Barry Commoner, Howard y Eugene Odum, David Pimentel, René Passet, Kenneth Boulding o Nicholas Georgescu-Roegen, han conocido a sus predecesores, cuyas obras yo estudié en mi libro de 1987, Ecological Economics. En este libro expliqué que Podolinsky en 1880, según reconoce Vernadsky en 1925 en su libro Geoquímica, estudió la economía agraria como un sistema abierto a los flujos de energía. Y eso le hace un importante precursor de la Economía Ecológica.
P: Unos de los indiscutidos padres de la economía ecológica del siglo XX fue el ya citado Nicholas Georgescu-Roegen. ¿Cómo se acercó a él y qué obra destacaría del economista rumano?
R: Georgescu-Roegen es muy importante. En 1971 publicó su gran texto, La Ley de Entropía y el Proceso Económico, y uno de mis grandes amigos, José Manuel Naredo, un joven economista que trabajaba por aquel entonces en la OCDE en París, me lo senaló. Ya sabía un poco acerca de él, porque fue también un experto en economía agraria, y en 1960 había publicado un artículo sobre la economía campesina en Europa Oriental, donde todavía no explicita el análisis de la economía en términos del flujo metabólico de energía. Su libro de 1971 que, como un poco toda su obra, resulta bastante difícil de leer, representa un texto fundamental de la Economía Ecológica. El supo investigar de manera atrevida pero brillante sobre los asuntos de la bioeconomía, cómo la denomina él, sabiendo tender, gracias a su enfoque transdisciplinar, puentes fundamentales entre economía, termodinámica y ecología a la hora de explicar cómo el proceso económico se da dentro de un sistema abierto a la entrada de materia y energía y a la salida de residuos.
P: Las preocupaciones por tender puentes entre las ciencias de la naturaleza y la ciencia económica seguramente representan un aspecto fundamental para los economistas ecológicos, y en Georgescu todo esto estaba relacionado con la aplicación de la segunda ley de la termodinámica a la teoría de la producción. ¿Podría comentar algo más acerca de esta ley y su importancia dentro de la Economía Ecológica?
R: La teoría económica neoclásica describe la economía como un sistema cerrado en el que las mercancías se intercambian a través de un sistema de precios regulados por el mecanismo de la oferta y la demanda. Esto tiene alguna utilidad en la medida en que ha desarrollado una serie de ideas relativamente interesantes, pero en última instancia se trata de una visión ontológica equivocada, aún cuando puede ser metodológicamente aprovechable. En realidad, la economía es un sistema abierto que no puede funcionar sin los insumos de energía y materiales, comenzando con la energía del sol a través de la fotosíntesis, o el carbón y el petróleo, que son acumulados, almacenados gracias justo a la fotosíntesis. Pero este sistema produce también residuos. En volumen, el residuo más importante es el dióxido de carbono, pero también cadmio, residuos radiactivos, que son prácticamente imposibles de reciclar. Hay gráficos para ilustrar la naturaleza abierta de un sistema como el económico, como los publicados por René Passet, en su libro Principios de Bioeconomía (traducción al castellano de su obra L’économique et le vivant de 1979). Creo que Passet fue el primero en mostrar gráficamente la economía como un subsistema de un sistema más amplio. Así que en este sistema, no todo es reciclable. Esto es lo que la economía neoclásica denomina “externalidades”, y que pretende “internalizar” por medio del sistema de precios, como si fuera sólo una cuestión de detalle. En general, los economistas hablan de energía y materiales sin preocuparse por las leyes que gobiernan la “gestión” de esos recursos. En concreto, el economista rumano decía que las dos leyes eran la limitación física a la expansión del sistema económico, y que la nueva ciencia de la termodinámica representaba la física del valor económico.
P: Para concluir esta entrevista. Lo que se deduce de lo que ha mencionado anteriormente es que el tema de los flujos de materia y energía, así como la importancia de las leyes físicas en los procesos económicos, son cuestiones fundamentales en la reflexión que se está llevando desde hace algunas décadas a nivel académico. ¿Piensa Vd. que en algunos autores existe la clara intención de elaborar una teoría puramente energética del valor económico?
R: No, pienso que ya no hay tales autores. Yo creo que una teoría del valor energético es equivocada. La importancia del segundo principio de la termodinámica para la economía es que la energía no se puede reciclar. Quemamos petróleo, y se acabó, la energía se “disipa”, ya no sirve para mover el automóvil. Y el petróleo tiene un stock limitado, estamos llegando al pico de la curva de Hubbert. Y además al quemarlo, el petróleo produce dióxido de carbo- no y por tanto aumenta el efecto invernadero. Esos aspectos quedan ocultos en la economía convencional. Los precios están mal puestos. Pero no creo que podamos o debamos contar todo en unidades de energía con la intención de servir de guía para decisiones sociales.
[1] El socialdarwinismo es la creencia de que el concepto de selección natural entre las diferentes especies mediante la lucha por la existencia, y el consecuente triunfo de las más adaptadas, resulta también aplicable a distintos grupos humanos (J. Martínez Alier y K. Schlüpmann, La ecología y la economía, FCE, México, 1992, p. 25).
Monica Di Donato es responsable del Área de Sostenibilidad del CIP-Ecosocial
------------------------------------------------------------------------------------------
- Sobre el ecologismo de los pobres: Con todo respeto, se me hace una actitud un tanto alzada hablar con tanta extrañeza de los "pobres." La ecuación grupos indígenas=pobreza que valida JMA no sólo es falsa (ahí están los seminoles), sino políticamente indeseable. JMA parece abrazar el papel del intelectual que desarrolla "teoría" que luego abrazan los pobres en sus luchas políticas "aunque no entiendan los principios teóricos." ¿Es ese el papel de los intelectuales? ¿Andar diciendole a la gente cómo vivir? Considero mejor la vocación de promover el acercamiento entre los movimientos sociales y el conocimiento científico (incluído, claro está el de las economías estándar y ecológica) y que sean ellos, y no los intelectuales, quienes enriquezcan con la ciencia su programa político. La economía ecológica, dice JMA, tiene que servir a los movimientos sociales. Bueno, obvio. Pero también la matemática, la ciencia política y, seguro, la economía estándar. Si no fuera así, ¿Qué hace tan especiales a los economistas ecológicos? ¿No se estarán subiendo a su ladrillito? El papel de la economía ecológica, aun siendo ecología política, para integrarse en programa político de movimientos sociales es no distinto ni más importante que el papel del resto de las disciplinas científicas. Para decirlo domingueramente, en lugar de decir "aquí esta la neta", me parece que cabría seguir explorando el terreno en común entre la vocación sistémica y multidisciplinaria de la economía ecológica y las tradiciones políticas de izquierda, incluyendo desde luego aquellas que tienen la posición, muy defendible, de que el sujeto "revolucionario", si es que sigue existiendo, ya no está en el proletariado industrial... Sin menospreciar un centímetro la excelente obra de fundación y divulgación de JMA, me parecen más fecundas las ideas a este respecto de Fco. Fernández Buey en "Nuestro Marx," aunque Fernández Buey no se haya puesto a hacer economía ecológica (no que sepamos).
- JMA dice que el sistema de mercado no hace que la economía encaje en los ecosistemas. Considero este un reclamo con cierta necedad: la sociedad humana misma no encaja en los ecosistemas. La tecnología humana no encaja en los ecosistemas. La ciencia humana no encaja en los ecosistemas. ¿Qué hay de extraño en que "el mercado" hace que la economía no encaje en los ecosistemas? La pregunta sería ¿qué hay en la sociedad humana que sí encaja?
- ¿Qué es un anarquista "en rigor"? No hay que olvidar que JMA defendió la posición anarquista en un famoso intercambio epistolar con Sacristán y Daniel Lacalle.
- Tengo la noción de que el ecologismo que JMA defiende, aquél que los pueblos pobres cultivan para defender sus propios medios de vida, se asocia con una situación (la de depender tan directamente del medio natural local, que a su vez se asocia en promedio con tener ingresos per capita muy bajos) que los pueblos mismos quisieran dejar atrás. Basta comparar la calidad de vida (con la medida convencional, es decir, la occidental) entre la vida urbana en general y la vida rural de los ecologistas pobres. A riesgo de ser grosero, me parece que el asunto no es ir a estudiar cómo es que dichos grupos se vuelven ecologistas "sin quererlo," o cómo pueden esgrimir tal o cual concepto que los intelectuales de la economía ecológica ahora ofrecen. El asunto es estudiar cómo es posible lograr, si acaso, que el sistema social asegure calidad de vida para todos, incluidos, claro está los 3 mil millones de personas que aún hacen falta antes que la población mundial se estabilice.
- La idea del decrecimiento sostenible ya la comentamos antes.
Escritores y gobiernos...
El gremio, a favor de los trabajadores...
40 destacados economistas norteamericanos firman una declaración a favor de la resindicalización de la vida económica |
Kenneth Arrow · Dean Baker · Joseph Stiglitz · Robert M. Solow · et alteri · |
24/05/09 |
Premios Nobel como Arrow, Sollow y Stiglitz, y otros 37 científicos sociales norteamericanos de primer nivel, como Dean Baker, James Galbraith, Brad De Long, Robert Frank, Richard Freeman, Frank Levy, Lawrence Michel y Robert Pollin, en apoyo de los sindicatos, de los trabajadores y de una nueva legislación que democratice la vida laboral en los EEUU. Aunque su colapso ha dominado la reciente cobertura de noticias por parte de los medios de comunicación, el sector financiero no es el único segmento de la economía estadounidense que atraviesa graves dificultades. Las instituciones que gobiernan el mercado de trabajo han fracasado también, generando la insólita e insana situación actual, en la que la remuneración horaria de los trabajadores norteamericanos se ha estancado, a pesar del incremento de su productividad. En efecto: entre 2000 y 2007, el ingreso del hogar mediano en edad laboral cayó en 2.000 dólares, un desplome sin precedentes. En ese tiempo, prácticamente todo el crecimiento económico de la nación fue a parar a un reducido número de norteamericanos ricos. Una de las razones de peso que explican este paso que va de una prosperidad ampliamente compartida a una creciente desigualdad es la erosión de la capacidad de los trabajadores para organizarse sindicalmente y negociar colectivamente. Una respuesta natural de los trabajadores incapaces de mejorar su situación económica es organizarse sindicalmente para negociar una participación más equitativa en los resultados de la economía, y ese deseo queda bien reflejado en encuestas recientes. Millones de trabajadores norteamericanos –más de la mitad de los que no tienen cargos ejecutivos— han dicho que desean la presencia de sindicatos en su puesto de trabajo. Sin embargo, sólo el 7,5% de los trabajadores del sector privado están ahora mismo representados por una organización sindical. Y en todo 2007, menos de 60.000 trabajadores lograron una posición sindical mediante elecciones sancionadas por el gobierno. ¿Qué es lo que explica tamaño hiato? El problema es que el proceso electoral supervisado por el Comité Nacional de Relaciones Laborales ha degenerado y se ha vuelto hostil, con feroces campañas de la patronal para prevenir la sindicalización, a veces hasta el punto de incurrir en flagrante violación de la legislación laboral. Los simpatizantes de los sindicatos son rutinariamente amenazados y aun despedidos, y tienen pocos recursos efectivos para defenderse legalmente. Y aun cuando los trabajadores logren superar esa presión y votar por la presencia sindical en sus puestos de trabajo, dada la resistencia de la patronal, una de cada tres veces son incapaces de lograr contratos. Para remediar esa situación, el Congreso está reflexionando sobre la oportunidad de la Ley de Libertad de Elección de los Empleados (EFCA, por sus siglas en inglés). Esa ley cumpliría tres propósitos: en primer lugar, daría a los trabajadores o la oportunidad de usar un mecanismo de firmas mayoritarias –instituyendo un procedimiento sencillo para que los trabajadores pudieran indicar, con sólo estampar una firma, su apoyo a la presencia sindical en el puesto de trabajo—, o la puesta en marcha de unas elecciones supervisadas por el Comité Nacional de Relaciones Laborales; en segundo lugar, triplicaría el castigo para los empresarios que despiden a sindicalistas o violan otras leyes laborales; y en tercer lugar, crearía un proceso capaz de garantizar que se dé a los empleados recién sindicalizados una oportunidad justa para obtener un primer contrato, pudiendo acudir a un arbitraje tras 120 días de negociaciones infructuosas. La EFCA reflejará mejor los deseos de los trabajadores que la actual “guerra en torno a la representación”. La Ley rebajará también los niveles de acrimonia y desconfianza que acompañan ahora a menudo las elecciones sindicales bajo el presente sistema. Una marea creciente sólo levanta todos los botes cuando el trabajo y la patronal negocian en condiciones de relativa igualdad. En las últimas décadas, el grueso del poder negociador ha estado del lado de la patronal. La actual recesión seguirá debilitando la capacidad de los trabajadores para negociar individualmente. Más que nunca, los trabajadores necesitan actuar colectivamente. La EFCA no es una panacea, pero restauraría cierto equilibrio en nuestros mercados laborales. Como economistas, creemos que es de vital importancia avanzar en la reconstrucción de nuestra vida económica y robustecer nuestra democracia fortaleciendo la voz del pueblo trabajador en el puesto de trabajo. Firman esta declaración: Henry J. Aaron, Brookings Institution; Katharine Abraham, University of Maryland; Philippe Aghion, Massachusetts Institute of Technology; Eileen Appelbaum, Rutgers University; Kenneth Arrow, Stanford University; Dean Baker, Center for Economic and Policy Research; Jagdish Bhagwati, Columbia University; Rebecca Blank, Brookings Institution; Joseph Blasi, Rutgers University; Alan S. Blinder, Princeton University; William A. Darity, Duke University; Brad DeLong, University of California/Berkeley; John DiNardo, University of Michigan; Henry Farber, Princeton University; Robert H. Frank, Cornell University; Richard Freeman, Harvard University; James K. Galbraith, University of Texas; Robert J. Gordon, Northwestern University; Heidi Hartmann, Institute for Women’s Policy Research; Lawrence Katz, Harvard University; Robert Lawrence, Harvard University; David Lee, Princeton University; Frank Levy, Massachusetts Institute of Technology; Lisa Lynch, Brandeis University; Ray Marshall, University of Texas; Lawrence Mishel, Economic Policy Institute; Robert Pollin, University of Massachusetts; William Rodgers, Rutgers University; Dani Rodrik, Harvard University; Jeffrey D. Sachs, Columbia University; Robert M. Solow, Massachusetts Institute of Technology; William Spriggs, Howard University; Joseph E. Stiglitz, Columbia University; Peter Temin, Massachusetts Institute of Technology; Mark Thoma, University of Oregon; Lester C. Thurow, Massachusetts Institute of Technology; Laura Tyson, University of California/Berkeley; Paula B. Voos, Rutgers University; David Weil, Boston University; Edward Wolff, New York University. Traducción para www.sinpermiso.info: Ricardo Timón sinpermiso electrónico se ofrece semanalmente de forma gratuita. No recibe ningún tipo de subvención pública ni privada, y su existencia sólo es posible gracias al trabajo voluntario de sus colaboradores y a las donaciones altruistas de sus lectores. Si le ha interesado este artículo, considere la posibilidad de contribuir al desarrollo de este proyecto político-cultural realizando una DONACIÓN o haciendo una SUSCRIPCIÓN a la REVISTA SEMESTRAL impresa. |