El documento está fechado en el 2000. Ahora, de acuerdo a datos del Pacific Institute, en promedio 60% del agua que se retira del sistema hidrológico (lagos, ríos, presas, acuíferos, etc., también denominada "agua azul" para diferenciarse del agua contenida en la biomasa, denominada "agua verde") se utiliza en irrigación, 18% en industria y ya un 22% en servicio público.
A pesar de que la tendencia parece cumplirse hasta ahora cabe preguntarse si es posible que el servicio público llegue al 27% en detrimento del agua usada en irrigación. El pasaje sugiere básicamente que con el tiempo el agua se trasladará de la agricultura para usarse en las ciudades. Un supuesto implícito en esa sugerencia es que los precios (del agua, de la tierra, del trabajo, de los alimentos) se mantendrían constantes ¿Puede haber factores endógenos (esto es, no originados en políticas) que frenen esa tendencia?
Primero hay que hacer notar una obviedad: el crecimiento urbano del siglo XX ha sido posible debido a la existencia de incentivos que hacen atractiva la vida urbana sobre la rural. Parte de esos atractivos es la ausencia de señales que informen de la escasez relativa del agua, de la tierra, y la abundancia relativa del factor trabajo. Por decirlo de otro modo, la estructura de precios (incluidos los del agua, los salarios, los de la tierra, etc) era tal que promovía el crecimiento urbano mucho más allá del punto en que un análisis costo-beneficio que evaluara el saldo neto social podría aconsejar en contra. Varios de esos precios (precisamente los del agua, los salarios, la tierra) se encuentran regulados en todos lados. Las tendencias señaladas en el pasaje se podrían mantener si estos incentivos no se revierten. Pero podrían frenarse si los incentivos vuelven menos atractiva la vida urbana sobre la rural, como en muchos casos ya es. Para ello hay que hacer que los precios de la tierra y del agua reflejen su escasez relativa (los salarios no, pues en ocasiones son muy bajos, y si se ponen a reflejar la abundancia relativa es probable que caigan cerca de cero...).
Se estima que la población mundial llegará a los 9 mil millones de habitantes en una generación, y que el crecimiento económico de largo plazo modifique las dietas globales en favor de productos más intensivos en agua (cárnicos, sobre todo). Esto no es otra cosa más que un aumento de la demanda de alimentos, que se traduce en un aumento de la demanda intermedia por insumos (forraje, tierra y agua). En la medida en que esta presión sea mayor al crecimiento tendencial de la productividad que reduce costos es posible esperarse un aumento en el precio tanto de los alimentos como de los insumos (una probadita de eso fue el periodo de principios de 2007 en el que el precio de los alimentos dio un brinquito de aviso).
Los dos procesos combinados implican que el agua, la tierra, etc., tendrían un costo de oportunidad mucho mayor en el uso agrícola que en el uso urbano, y en la medida en que dicho costo de oportunidad se traslade a precios observables pues se podría frenar la tendencia. El pasaje afirma que el traslado de agua de la agricultura a la ciudad es "casi seguro," y que eso, obviamente, tiene repercusiones en la habilidad para satisfacer la demanda alimentaria. Me parece mas bien que la historia es al revés: que lo que suceda con dicha habilidad puede dejar de incentivar el crecimiento urbano y volver menos probable el mencionado cambio en la composición de los usos del agua. Es decir, si la sociedad cada vez se vuelve "menos hábil" para satisfacer la demanda alimentaria, entonces cabría observar un aumento muy considerable de los precios (tanto finales como intermedios) involucrados en la producción de alimentos. Dicho aumento podría significar tal cambio en la estructura relativa de precios que podría frenar la tendencia. Con todo, yo no diría "casi seguro", sino "probablemente". Además, el pasaje habla solamente de un intercambio entre agricultura y uso público, sin tocar el uso industrial. Yo no vería razones para que un cambio en el valor económico del agua (asociado a las modificaciones demográficas ya mencionadas) no afecte también el uso industrial....
Con todo, es urgente un cambio sustancial en la política pública respecto al agua (incluída, desde luego, la mexicana) que implique tanto modificaciones al precio del agua urbana como al precio del agua de irrigación e industrial. Habrá quien diga que esa modificación sería parte de la "enésima avalancha neoliberal-tecnocráta y malévola," habrá quien esté preocupado, con razón, de los efectos distributivos de cambiar la política de precios. Lo malo es que tal preocupación no se ocupa de ver los efectos distributivos de la actual política de precios (que regala el agua en irrigación), que pueden ser bastante regresivos...
A pesar de que la tendencia parece cumplirse hasta ahora cabe preguntarse si es posible que el servicio público llegue al 27% en detrimento del agua usada en irrigación. El pasaje sugiere básicamente que con el tiempo el agua se trasladará de la agricultura para usarse en las ciudades. Un supuesto implícito en esa sugerencia es que los precios (del agua, de la tierra, del trabajo, de los alimentos) se mantendrían constantes ¿Puede haber factores endógenos (esto es, no originados en políticas) que frenen esa tendencia?
Primero hay que hacer notar una obviedad: el crecimiento urbano del siglo XX ha sido posible debido a la existencia de incentivos que hacen atractiva la vida urbana sobre la rural. Parte de esos atractivos es la ausencia de señales que informen de la escasez relativa del agua, de la tierra, y la abundancia relativa del factor trabajo. Por decirlo de otro modo, la estructura de precios (incluidos los del agua, los salarios, los de la tierra, etc) era tal que promovía el crecimiento urbano mucho más allá del punto en que un análisis costo-beneficio que evaluara el saldo neto social podría aconsejar en contra. Varios de esos precios (precisamente los del agua, los salarios, la tierra) se encuentran regulados en todos lados. Las tendencias señaladas en el pasaje se podrían mantener si estos incentivos no se revierten. Pero podrían frenarse si los incentivos vuelven menos atractiva la vida urbana sobre la rural, como en muchos casos ya es. Para ello hay que hacer que los precios de la tierra y del agua reflejen su escasez relativa (los salarios no, pues en ocasiones son muy bajos, y si se ponen a reflejar la abundancia relativa es probable que caigan cerca de cero...).
Se estima que la población mundial llegará a los 9 mil millones de habitantes en una generación, y que el crecimiento económico de largo plazo modifique las dietas globales en favor de productos más intensivos en agua (cárnicos, sobre todo). Esto no es otra cosa más que un aumento de la demanda de alimentos, que se traduce en un aumento de la demanda intermedia por insumos (forraje, tierra y agua). En la medida en que esta presión sea mayor al crecimiento tendencial de la productividad que reduce costos es posible esperarse un aumento en el precio tanto de los alimentos como de los insumos (una probadita de eso fue el periodo de principios de 2007 en el que el precio de los alimentos dio un brinquito de aviso).
Los dos procesos combinados implican que el agua, la tierra, etc., tendrían un costo de oportunidad mucho mayor en el uso agrícola que en el uso urbano, y en la medida en que dicho costo de oportunidad se traslade a precios observables pues se podría frenar la tendencia. El pasaje afirma que el traslado de agua de la agricultura a la ciudad es "casi seguro," y que eso, obviamente, tiene repercusiones en la habilidad para satisfacer la demanda alimentaria. Me parece mas bien que la historia es al revés: que lo que suceda con dicha habilidad puede dejar de incentivar el crecimiento urbano y volver menos probable el mencionado cambio en la composición de los usos del agua. Es decir, si la sociedad cada vez se vuelve "menos hábil" para satisfacer la demanda alimentaria, entonces cabría observar un aumento muy considerable de los precios (tanto finales como intermedios) involucrados en la producción de alimentos. Dicho aumento podría significar tal cambio en la estructura relativa de precios que podría frenar la tendencia. Con todo, yo no diría "casi seguro", sino "probablemente". Además, el pasaje habla solamente de un intercambio entre agricultura y uso público, sin tocar el uso industrial. Yo no vería razones para que un cambio en el valor económico del agua (asociado a las modificaciones demográficas ya mencionadas) no afecte también el uso industrial....
Con todo, es urgente un cambio sustancial en la política pública respecto al agua (incluída, desde luego, la mexicana) que implique tanto modificaciones al precio del agua urbana como al precio del agua de irrigación e industrial. Habrá quien diga que esa modificación sería parte de la "enésima avalancha neoliberal-tecnocráta y malévola," habrá quien esté preocupado, con razón, de los efectos distributivos de cambiar la política de precios. Lo malo es que tal preocupación no se ocupa de ver los efectos distributivos de la actual política de precios (que regala el agua en irrigación), que pueden ser bastante regresivos...
2 comentarios:
Me parece que el desperdicio de agua en a agricultura es tan alto y la reducción de costos de los alimentos por ese concepto es tan bajo, que el dia en que se quiera reducir su consumo se va a poder hacer facilmente y sin consecuencias en los precios.
El problema hasta ahora es que nadie quiere hacerlo y los conflictos campo-ciudad por el agua en buena parte no existen o se arreglan de alguna manera echandole los costos a alguien más.
El valor del agua para los citadinos es tan alto comparado con su costo de producción, que no veo problema para quitarselo al sector rural, si los politicos llegan a tener algun dia el incentivo para echarse la bronca.
Por otro lado, el reciclaje, tapar fugas, etc puede resolver mucho del problema a un costo bajisimo (no necesariamente mas bajo que quitarle a la agricultura) el dia que existan los incentivos a hacerlo.
Interesantes comentarios.
Ojalá lleves razón en lo de que la reducción del uso del agua se pueda hacer sin impacto en los precios. El asunto son las motivaciones que los agricultores tendrían para hacerlo.
Por su buena voluntad no ocurrirá. Entonces habría que aplicar o un precio al agua, o un sistema de permisos comerciables. Ambas medidas podrían trasladarse a los precios. Ahora, esto no quiere decir que un eventual incremento en los precios de los alimentos tenga que ser sustancial. Tampoco se puede asegurar lo contrario. Es, como es normal, tema de investigación.
El meollo es ese: liberar agua de la agricultura (sin menoscabo a la producción de alimentos) para su uso en otras cuestiones, como la industria y el abastecimiento público....
Gracias por el comentario...
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