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Economía ambiental y ecológica para no economistas

Mañana daré esta presentación a alumnos de biología de la Facultad de Ciencias de la UNAM.

¿Es o no es un rato hablar de economía ambiental y ecológica a no economistas? Mañana veremos...



Moraleja: Sobre lo sano de divulgar y hablar fuera de la zona de comfort...

10 meses a 10 años: La huelga del CGH en perspectiva


10 meses a 10 años: La huelga del CGH en perspectiva

Carlos A. López Morales

Más allá de afirmar que el evento que se conmemora es un capítulo más en el historial de movimientos estudiantiles en la Universidad, y más allá de atender o no a dicha conmemor

ación (cuya memorabilia incluirá está vez, de nuevo, marchas, mítines, festivales, o simples reuniones teñidas de nostalgia), conviene preguntarse si hay en ese movimiento lecciones que puedan resultar de utilidad para el presente y el futuro. Lecciones no sólo para aquellos interesados en participar en movimientos de esa naturaleza, sino para la comunidad universitaria en su conjunto. Este documento supone que es así: que en esa historia hay piedras con las que no habría que volver a tropezar, pero también procesos y enseñanzas que habría que valorar y promover; y ofrece una breve caracterización al respecto. La obra política del filósofo marxista español Manuel Sacristán opera ahora, como en ocasiones anteriores, como base de reflexión.

La perspectiva que da el tiempo

Si bien puede decirse que la comunidad universitaria, diversa como es, no recuerda la huelga de 99-00 de una forma homogénea, también se podría afirmar que acaso es mayoría la de aquellos que la recuerdan con hastío y desesperanza, ya porque representó, sin más, una irrecuperable pérdida de tiempo; ya por ser fuente de impotencia ante la degradación definitiva de la actividad política que ocurrió en el seno del movimiento con el paso de los meses. Para los "nuevos", los que ahora están en preparatorias, cecehaches y facultades, y que por entonces no formaban parte de la UNAM, la huelga de 99-00 puede no ser más que un capítulo del historial de movimientos estudiantiles, y tal vez uno que no tuvo ni tanta pena ni tanta gloria como otros que les puedan merecer más atención, como el del 29, como el del 68.

El balance ya comienza a ser negativo. Tal vez no puede ser de otra forma. Un movimiento de esa naturaleza, que paraliza por meses las labores sustantivas de una institución de esa envergadura, tiene que ser catársis, tiene en su naturaleza algo de catástrofe. Puede ser normal entonces que los recuerdos sean de trauma, cargados de negatividad, aún a pesar de que ya media una década entera. Pues bien, a pesar del balance que ya se antoja negativo, hay que poner los puntos sobre algunas íes; por lo menos sobre dos. La primera: la UNAM, gracias al movimiento, sigue siendo gratuita. La gratuidad equivale a una colegiatura de 20 centavos de peso al año. Es muy probable que la cantidad que se gasta cobrando esa cantidad (en salarios, en material, en oficinas) sea superior a la cantidad que nominalmente se reúne. Si no ocurre así, si la recaudación es mayor que los egresos para obtenerla, es probable que se deba al altruismo universitario, a que los estudiantes dan más que esos 20 centavos. Como sea, el movimiento del CGH tuvo éxito al derogar los cambios que el CU había hecho al RGP en aquella sesión de marzo en el Instituto de Cardiología. El movimiento surgió a favor de la gratuidad, y logró la gratuidad.

La segunda: si uno confía en los diferentes rankings que ahora son costumbre y que suelen guiar la opinión pública, se puede decir con cierta soltura que la UNAM goza de más prestigio hoy que antes de que estallara aquella huelga. Al margen de la poca o mucha veracidad de dichos rankings, la presencia en ellos es síntoma de que la Universidad está cumpliendo sus funciones sustantivas de buena forma, que hay en ella vida académica que trasciende los límites en ocasiones infranqueables que suponen los muros de las diversas facultades, y que por tanto llega a trastocar, más para bien que para mal, la vida cultural del resto de la sociedad. Esto muestra que muchos de los argumentos ofrecidos por quienes se oponían a la huelga y, sobre todo, por quienes apoyaban el establecimiento de las cuotas -en el sentido de que gratuidad y masa es sinónimo de baja calidad, cuando no de fracaso- estaban (y están) equivocados. El movimiento del CGH atizó entonces un debate que sigue vigente (tal vez lo esté mientras exista la universidad como ahora la conocemos): el de la provisión pública, subsidiada y masiva de la educación superior.

Puede haber muchas razones socio-políticas de interés a favor de ese tipo de provisión, pero aquí enunciamos una razón económica simple: toda educación trae consigo externalidades positivas (capital humano capacitado, elevación de la productividad agregada, cultura entendida ampliamente, etc.), que no son contabilizadas por los agentes individuales en el examen de costos y beneficios privados. Por esa razón, en una situación hipotética en la que el mercado privado fuese el único provisor de educación, éste "se quedaría corto," por así decir, respecto a lo que socialmente es deseable.1

Así que a pesar de los presagios oscuros que por entonces se avanzaban para oponerse al movimiento del CGH sobre la imposibilidad de la educación superior pública y gratuita, hoy contamos con una UNAM que sigue siendo gratuita (a decir de aquellos 0.20 pesos anuales de colegiatura) y que goza un prestigio tal vez nunca igualado en su historia cuatricentenaria. Mayor prestigio, no obstante, no es sinónimo de menos problemas. Dificultades y vicios los tiene la UNAM por racimos, y acaso en eso también vaya sin parangón entre sus pares.2

Con todo, al menos por estas dos razones (la gratuidad y la calidad), el "haber" del movimiento del CGH no se encuentra vacío. Eso no quiere decir, por mala fortuna, que el movimiento haya sido exitoso. A los movimientos sociales hay que contemplarlos a la luz de sus potencialidades, por la factibilidad del programa que orienta sus acciones. El CGH no se propuso el objetivo absurdo de destruir a la Universidad contemporánea (como se decía en los medios), sino el objetivo suscribible de su transformación democrática. Así pues, contemplado amplíamente, el movimiento estudiantil de 99-00 fue un fracaso cuya rotundidad comienza a ser visible con el paso del tiempo. Es un fracaso de la política. Un fracaso de una generación.


La Universidad en la sociedad capitalista

En contraposición a algunas visiones un tanto ilusas que querían ver a la Universidad (y a la detención de sus labores) como medio para comenzar un imposible levantamiento social de aspiraciones mucho más abarcantes, el fracaso del movimiento del CGH llama a recordar la función de la universidad en las sociedades contemporáneas, papel que la ubica por cierto muy lejos de aquellos cuerpos sociales cuyo papel auto asignado sería el de promover revoluciones. Para resolver la cuestión de la función de la universidad con frecuencia se suele recurrir a la visión liberal que la entiende como el lugar de la diversidad, de la libertad e integridad culturales. Pero esta visión, si bien acierta al reconocer el papel de la institución en las sociedades capitalistas contemporáneas, y que Manuel Sacristán identificara sin rodeos como el de creación de hegemonía, falla al desligar dicho papel de la realidad a la que atiende, de la descentralizada división del trabajo de las sociedades capitalistas modernas.3

El conjunto social ilustrado por el paso en las aulas tiene como misión el dominio de la técnica y, por tanto, tiene en germen la posibilidad de influir en los medios de producción. Pero la hegemonía no sólo termina por expresarse en el dominio de los oficios, según Sacristán, sino que influye en el resto de la sociedad determinando amplios aspectos de su cultura. El conjunto universitario, en tanto grupo social, contribuye por eso al sostenimiento y al perfeccionamiento de la división social del trabajo de las economías modernas. La visión liberal, que ve por misión de la Universidad la de "integrar lo que anda hecho pedazos por el mundo," como diría Ortega, pasa por alto el fin último de la Universidad, determinado y posibilitado por la disgregación productiva que es la organización capitalista.

Pero la relación de la Universidad con la división del trabajo no termina allí, en la instrucción particular y especializada del cuerpo social que ha de gestionar el proceso productivo, sino que la misma división del trabajo a la que responde tiene para ella una labor mucho más profunda. Labor que tiene que ver con el desarrollo y promoción de esa fuerza productiva que es la ciencia. La labor de creación de hegemonía cultural se acompaña en la universidad por la misión del desarrollo científico indispensable en el sistema productivo contemporáneo.

Así pues, continua Sacristán, quien escribía en España en situación de crisis universitaria, cuando la Universidad es masiva se corre el peligro de que la hegemonía cultural pierda justificación y sentido. Cuando el título universitario deja de asegurar movilidad social, cuando los espacios de la élite no se explican por el grado académico, por argumentos técnicos, sino por el ius primi occupantis, entonces se hace explícito el carácter jerárquico y elitizado de la división clasista del trabajo, carácter que Marx mismo, apunta Sacristán, pensaba en su tiempo que ya podía ser superado.

La Universidad es un lugar, entonces, en donde se instruye ciencia y donde se transmite cultura hegemónica, cultura de dominio. Pero es precisamente por eso que la convicción de su transformación democrática tiene la mayor de las relevancias. Se trata de anteponer a la elitización inherente que es la creación de hegemonía cultural el acceso masivo al conocimiento. "Los pueblos tienen que seguir llegando, acrecentadamente, a la enseñanza superior, y tienen que impedir que los fraccionen jerárquicamente en ella."4 El fin último de este programa, que acaso se imbrique con otros más generales, es, a decir del filósofo español, el de una "organización de la enseñanza del investigar y de las profesiones que rompa con la contaminación ideológica hegemonizadora de hombres y eternizadora de una división del trabajo ya innecesaria... ."

Es por eso que tenía y tiene sentido, en un primer momento, anteponer el acceso gratuito a la intención de cobrar colegiaturas.5 Es por eso, también, que el programa político que el CGH se fijó para guiar sus acciones, el de la transformación democrática de la Universidad, que si bien nunca estuvo plenamente definido, aunque contemplaba un mecanismo con reglas claras, el congreso, para implementarse, traspasaba por tanto el asunto de la gratuidad, e iba por un objetivo para el que la gratuidad era tan sólo requisito. Por ello el programa del movimiento adquirió profundidad y alcance, al tiempo de ser políticamente factible, aunque por un breve período de tiempo (que acaso pasó inadvertido).


El fracaso de la política

En la búsqueda de sus objetivos políticos (gratuidad y transformación), el CGH tuvo varias etapas en lo que hace a su organización política interna. Pensemos, a efectos de la exposición, en tres etapas fundamentales y consecutivas cronológicamente: la organización colectiva, el enfrentamiento de corrientes, y la degradación final. La primera es muestra del éxito (y constancia de los riesgos) que tiene la organización colectiva por medios asamblearios. La segunda es en parte consecuencia de esos riesgos y en parte respuesta ante la intrusión de agentes externos (partidos políticos, por ejemplo) en la dirección (aún atomizada) del movimiento. La tercera es, sin más, triste recuerdo del fracaso de la política colectiva y victoria rotunda del grupúsculo sectario poseedor de la última moralidad posible. Esta etapa, que acaso comenzara simbólicamente con los alambres de púas resguardando a los moderadores de interminables asambleas, llevó a lo que quedó del movimiento a su martirización, en esa suerte de "quedarse hasta el final, aunque no tenga ningún sentido," para acabar en prisiones después de la violación a la autonomía que fue la incursión policiaco-militar del 6 de Febrero.

La política interna del movimiento estudiantil es un fuerte claroscuro que muestra lo más brillante y lo más negro de la organización colectiva estudiantil, que es un tipo de organización no partidista. Ante la ilusión de que era posible, al fin, algún ejercicio de lo que Sacristán llamó alguna vez "vida política decente," en este caso alejada de los partidos políticos y de las organizaciones tradicionales -ilusión bien fundamentada, además, no en aspiraciones trasnochadas, sino en la experiencia de las primeras etapas organizacionales del CGH-, rápido se contrapuso la triste constatación de que incluso entre universitarios que quieren universidad democrática la política también va cargada de mentiras, de agendas externas, y de dobles discursos.

Los riesgos del asambleísmo que desconfía de sus integrantes, en combinación con una suerte de crisis de identidad generacional, constituyeron parcela fértil a los descalificativos mutuos que el movimiento importó del discurso mediático que le atacaba. Rápido, el CGH se convirtió en fauna con identidades políticas irreconciliables, al grado tal de no poderse explicar cómo grupos tan contrarios pudieron hacer algo juntos alguna vez, y de requerir ridículas taxonomías para poder diseccionar su composición grupuscular. La miopía del cuerpo estudiantil universitario, supuesto poseedor de métodos de discernimiento y capaz de imaginarse universidades democráticas, le impidió eludir el torito simplón de la división cultural que los medios y los partidos políticos, ambas instituciones de hegemonía cultural establecida, promovieron para controlarlo.

El fracaso del movimiento estudiantil en lograr su objetivo transformador es un fracaso mucho más amplio, que trasciende al mero grupo de individuos que lo componía: es el fracaso de la política que nace no partidista y que muere con los cuadros incorporados orgánicamente en el corazón de los partidos. Es el fracaso de la política que nace despersonalizada y desconfiada de los individuos, elevando lo colectivo a niveles pocas veces vistos, y que muere en la descalificación con nombre, apellido, pertenencia a grupo político y código postal. Es el fracaso, a final de cuentas, de un grupo social, el estudiantil universitario, al que la sociedad le otorgó la oportunidad de saber en dónde demonios estaba parado -pero que se negó a ver- para luego botar todo por la ventana imaginándose procesos imposibles, victorias inalcanzables y enemigos a modo. Las consecuencias culturales de semejante derrota son profundas y duraderas. La necesidad de enfrentarlas, y acaso superarlas, puede resultar imperiosa. Podríamos empezar por dejar de crearnos enemigos a modo y batallas morales que se ganan con goles de vestidor, y comenzar a estudiar con lo que la Universidad misma ofrece la sociedad cuya injusticia se pretende superar.

Al final del día, el fracaso del movimiento, de su política, que tiene por definición características de mecanismo de implementación, no implica fracaso del objetivo, de lo que se quería implementar. La misma regla que se aplica ahora a procesos mucho más amplios y profundos, aunque de igual forma dependientes de los movimientos sociales, tradicionales o no, y de su política, como es el caso del socialismo y de su tradición, se puede aplicar al movimiento estudiantil de hace una década: El fracaso del CGH no debe verse como el fracaso de la universidad democrática en tanto objetivo del movimiento universitario. Las lecciones están allí, en esa historia, para quien quiera revisarlas. Las labores pendientes también.

Notas

  1. Así pues, la intervención pública, aquí como en muchas otras áreas, está fundamentada analíticamente. Hay que reconocer que ésta es razón económica reconocida en el gremio (al punto de incluirse en los libros de texto de introducción a la economía). Milton Friedman mismo, por ejemplo, no sólo no atacaba, sino que promovía la provisión pública y subsidiada de este bien. Mecanismos de provisión y de subsidio los hay muchos, y allí está el detalle, pero esa es discusión de otro texto.

  2. Una muestra familiar en Economía es la rigidez colectiva que lleva a que en más de treinta años sólo se haya modificado el plan de estudios una vez, en 1994, y con muchos errores. Muestra de eso lo es también el arduo proceso político que ha representado la presente reforma académica (que se extiende ya por 4 o 5 años), y que debiera dejarnos con nuevo plan y con nueva cara.

  3. Las ideas que se exponen en los párrafos que siguen se basan muy de cerca en el texto "Sobre la Universidad y la división del trabajo" de Manuel Sacristán (ver nota al pie siguiente), y que fuera glosado en el segundo número de intervenciones:
    http://mx.geocities.com/intervenciones_economia/si.pdf

  4. Sacristán, Manuel, 1977, La Universidad y la División del Trabajo, Argumentos 6 (1). Texto basado en conferencias dictadas entre 1969 y 1970. Hay versión electrónica:

  5. En ocasiones se solía argumentar la necesidad de las cuotas citando cambios en la composición social del cuerpo estudiantil. Con el paso del tiempo, decía el argumento, más clase media que baja entraba a la Universidad, por lo que habría que aprovechar la mayor capacidad de pago para ayudar a su financiamiento. La aludida modificación en la composición social del cuerpo estudiantil no debe motivar cambios en la política de cuotas (que acaso terminen por volver definitiva esa composición), sino cambios en la política de acceso.


Más allá del absurdo...

Sobre el acto de conmemoración del aniversario de Karl Marx en la UNAM La Jornada publica la siguiente nota. Comentamos en rojo, pa no variar:

La Jornada, 8 de mayo 2008

Boicotean alumnos acto en la UNAM para conmemorar nacimiento de Carlos Marx

Nota de Laura Poy Solano. [vínculo]

Al conmemorar el 190 aniversario del nacimiento de Carlos Marx, catedráticos e investigadores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) destacaron que “hoy más que nunca es indispensable leer a los clásicos, y Marx es uno de ellos, al ser uno de los críticos más radicales de las injusticias sociales que genera el capitalismo salvaje, cuya única meta es la acumulación de riquezas y plusvalía, sin importar las consecuencias para los humanos”.

[Karl. No Carlos. Si yo viajo a Alemania pediría que me llamaran Carlos, que es mi nombre, y no Karl. A los anglosajones les pediría que me llamaran Carlos, no Charles. Marx se llamó Karl, no Carlos]

Reunidos en el auditorio Antonio Caso de la máxima casa de estudios, Ambrosio Velasco Gómez, director de la Facultad de Filosofía y Letras; John Saxe Fernández, catedrático del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, y Enrique Dussel, filósofo e investigador de la UNAM, afirmaron que desde la lucha de clases y el análisis de los efectos del capitalismo podemos encontrar “las claves que desentrañan muchas de los efectos devastadores del capitalismo”.

Dussel destacó que Marx mostró por qué el obrero, “aun trabajando, es pobre. Señala que genera más de lo que recibe, y a eso le llamó plusvalor, pues toda la ganancia es proporcional a la pobreza, como establece en la ley de la acumulación. Se trata, pues, de un pensamiento científico, pero, al mismo tiempo ético, porque vio el sufrimiento de la gente y encontró una teoría que lo explicaba”.

Saxe Fernández destacó que ante un momento de inflexión como el actual, la reflexión histórica y geográfica, así como el análisis de clase que propone Marx, son “centrales”, pues aseguró que las categorías de neoliberal y neoporfirista “dejan muchas aristas fuera para entender lo que pasa entre las oligarquías, en este caso, de Estados Unidos y México, para explicar el motivo central de la actual propuesta de reforma energética planteada por el presidente Felipe Calderón”.

[Sólo puedo dar un comentario parcial, pues no estuve presente en el evento para escuchar en su totalidad los planteamientos expuestos y me tengo que conformar con la nota periodística, que puede dejar mucho fuera. Los comentarios parecen ir en tres sentidos: 1) destacar aspectos analíticos de la obra de Marx (reduciéndose a lo que hay en El Capital), como son la plusvalía y anexas. Una anotación sobre el carácter ético del asunto, que debería apuntar al hecho de que la totalidad del esfuerzo intelectual de Marx no es especialmente analítica, sino mucho más amplia, aunque también muy analítica. Luego hay asuntos más generales, como el asunto de la lucha de clases, y la necesidad de leer a los clásicos de las ciencias sociales. A mi parecer lo más relevante que se puede decir en un momento como ese, de conmemoración, con el objetivo de ser recogido en una nota de periódico como esta, es que más allá de los aspectos analíticos en la obra de Marx lo trascendental es su intención transformadora. Esa intención transformadora, de emancipación, tiene (o tuvo, por lo que se ve con muchas expresiones "de izquierda") una vocación científica muy clara, orientadora de todo lo demás. De allí viene la necesidad del carácter analítico. Enfocarse en los aspectos analíticos (conceptos como plusvalía, tasa de ganancia, etc.) o apuntar nomás en el carácter ético de su obra, reduce, a mi juicio, el alcance y la importancia del "pensamiento" de Marx, por decirlo de alguna forma, pues la unicidad de su esfuerzo intelectual es, de entrada, asunto de debate. Es mejor decir que la de Marx es una obra que tiene como objetivo central la transformación, y que tiene, para decirlo en la interpretación de Sacristán, tres elementos centrales: los filosóficos, los analíticos y los políticos. No es sólo la ética de la explotación, como lo expuso Dussel, a decir de la nota, sino la liberación, la emancipación.]

Por su parte, estudiantes de la Facultad de Economía (FE) impidieron la inauguración formal del encuentro, tras denunciar que autoridades de esa institución “pretenden borrar de la currícula el pensamiento marxista, y es una incongruencia que hoy pretendan hablar de su obra”, por lo que exigieron que José Antonio Ibarra Romero, secretario general de la FE, se retirara del lugar, lo que propició que la mesa inaugural concluyera de forma abrupta.

[Como dice un buen amigo mío, aquí es donde la puerca tuerce el rabo, pues esto es ni más ni menos que un absurdo. Un grupo de estudiantes impiden un evento que busca promover el cultivo de la obra de Marx. ¿Cuándo se ha visto? Pero el asunto es que el grupo de estudiantes no piensa que a Marx no hay que leerlo (que los hay), sino que son estudiantes que toman su obra como inspiración de su actitud política (y académica, pues en esa Facultad de Economía esa actitud puede ser el mejor pretexto para no ponerse a estudiar economía y matemáticas, pues son "neoliberal" una, y "burguesa" la otra...). Sobre semejante pretensión (la de borrar a Marx de la currícula) sólo puedo decir que esa es una percepción política (muy cómoda, por cierto, pues no hay mejor motivación para ejercer sus acciones, como la de impedir este evento) equívocada y no fundamentada objetivamente. Yo no puedo defender ni un momento la manera en que se enseña a Marx en la Facultad. Es urgente una transformación en la manera de leer a Marx. Pero ante cualquier señal de que se les quiere tocar "su quesito", se autonombran los herederos de esa tradición, se igualan con "el barbón", como le han dicho, y se ponen a clausurar eventos. La razón dada (de que es un "agravio" que las autoridades de la Fac. participen en el evento, lo que a mi juicio se me hace un acierto de esas autoridades) muestra una intolerancia que no debiera existir en la tradición de la que dicen participar, pues deja ver que ellos deciden quién sí y quién no puede hablar sobre Marx, en lugar de que lo vean como una excelente oportunidad de discutir con ellas "el campo teórico", como lo perciben, que ellos dicen dominar y defender... Y esos son los estudiantes que dicen tener la razón. Permítanme disentir fuertemente con ellos]

Afirmaron que el cuerpo directivo y los integrantes del consejo técnico de la facultad no han abierto un “espacio plural” para discutir un nuevo plan de estudios, por lo que continuarán demandando a las autoridades que cualquier reforma que se aplique sea integral e incluyente.

[Esa demanda del "espacio plural" es falaz. Me parece que los espacios institucionales están abiertos (tal vez como nunca en mucho tiempo). E incluso, si dichos espacios no estuvieran abiertos, ¿no es característica de la tradición de izquierda abrirse los espacios que requiere? Es un círculo vicioso el de ellos. Yo no les conozco ninguna posición académica sustantiva, ningún trabajo de investigación con el cual fundamentar sus posiciones. Les conozco, sí, cartas y "manifiestos" llenos de personalizaciones, insultos y mentiras. Por tal motivo no participan del debate sustantivo. Como no participan, pues no se sienten incluídos. Como no están incluidos entonces cualquier reforma no será "integral", a su juicio. Como no hay reforma "integral", pues entonces hay "resistir", como ellos dicen, y cerrar este tipo de eventos.]

En entrevista, Ibarra Romero, aseguró que “no se trata de una imposición vertical de nuevos contenidos; se han discutido y estamos abiertos al diálogo”, por lo que rechazó que con la creación de una nueva licenciatura de economía y negocios se pretenda borrar el pensamiento de Marx, “cuando ha sido uno de los pilares en la formación de nuestra facultad, pero eso no implica que dejemos a un lado nuevos conocimientos”.

[No sólo no lo implica, sino que lo ímpide, diría yo. La comprensión o la interpretación fructífera de la obra de Marx alienta la adquisición de esos nuevos conocimientos. Al entender la necesidad de actualizar la analítica de cualquier proyecto de transformación (la analítica de Marx es, ahora, más "hija de su tiempo". Muchos de sus conceptos analíticos están caducos, por decirlo así. Lo que no ofrece ningún problema en el esquema marxista. Los conceptos analíticos son caducos por definición, y ni qué decir sobre esa caducidad en ciencias sociales) los estudiantes que quieran abrazarse a uno deberían ser los primeros en las filas para inscribirse a los cursos de teoría economíca y matemáticas. También, ¿por qué no?, en los cursos de esa nueva carrera que tanta picazón en la conciencia les provoca.]

190 aniversario

Hay un ciclo de conferencias en la UNAM celebrando el 190 aniversario del nacimiento de...

imagen tomada de aqui


Independientemente de los participantes que vayan a la conferencia me parece excelente que haya un esfuerzo institucional por cultivar la obra de Marx. Es algo que hay que alentar...Mejor aún que se ofrece constancia curricular con el 80% de asistencia. Me parece un acierto. Un verdadero acierto. Habrá que ver, ahora, las cosas que se dicen.


Pero...


Hay quienes piensan diferente....