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Ante la muerte de Francisco Fernández Buey...

...nos hemos quedado más desamparados.

Como si la ausencia de los imposibles textos de Manuel Sacristán sobre estos tiempos no fuera ya insoportable, ahora se suma la también temprana ausencia de los de Paco Fernández Buey.

El día de ayer falleció a los 69 años.



Actualización. Más notas.


Jordi Ortega

Francesc Arroyo

Vicenc Navarro

Cayo Lara

Victor Ríos

JJ. Moreso

Actualización II. Más y más notas.


Moraleja, a través de Salvador López Arnal: 
"Un amigo suyo [de FFB], otro gran gramsciano como él, describía así la tarea de aquella hora –también nuestra hora- en el primer número de mientras tanto, una de las revistas que también Paco más hizo suyas: 'la tarea –escribía Sacristán y compartían todos los editores- que habría que proponerse para que tras esta noche oscura de la crisis de una civilización despuntara una humanidad más justa en una Tierra habitable, en vez de un inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y radiactivo'. Paco Fernández Buey hizo mucho, muchísimo, todo lo que pudo y bastante más -con las consecuencias difíciles, duras y amargas en ocasiones (como las de su amigo Paco Téllez) que todos conocemos o podemos imaginar- para que despuntara esa humanidad justa en una Tierra habitable. ¿Y nosotros? ¿A qué estamos dispuestos?"


Entrevista a Mario Bunge sobre Manuel Sacristán

Dos titanes de la filosofía (política, de la ciencia,...) contemporánea. Catalán y Bonoarense.

De http://moreno-pestana.blogspot.com/2007/04/filosofa-poltica-intelectuales-mario.html


Filosofía, política, intelectuales: Mario Bunge sobre Manuel Sacristán


Salvador López me ha hecho llegar este magnífico documento. Seguro que a las personas que leen el blog les interesa tanto como a mí.


Entrevista con Mario Bunge por Carles Muntaner

Trascripción y notas: Salvador López Arnal

Carles Muntaner tuvo la gentileza y generosidad de entrevistar a Mario Bunge para los documentales sobre la vida y obra de Manuel Sacristán que ha dirigido Xavier Juncosa (“Integral Sacristán”, El Viejo Topo, Barcelona, 2006). Por razones fílmicas, estrictamente cinematográficas, ningún fragmento de la entrevista con Bunge pudo ser incluido en los documentales. Se presenta aquí la trascripción completa de la entrevista entre Muntaner y Bunge que fue realizada en 2004, antes de que se celebraran las elecciones presidenciales en Estados Unidos con triunfo del mayor responsable del ataque e invasión de Iraq.
La conversación filmada con el filósofo argentino, junto con el resto de las entrevistas realizadas para Integral Sacristán, serán depositadas en Reserva de la Universidad de Barcelona, fondo Sacristán, y en la Biblioteca de la Universidad Pompeu Fabra.
* * *

CM: Profesor Bunge, ¿cuándo y dónde conoció a Manuel Sacristán?

MB: Sí. En el año 66 le conocí en Barcelona. Más precisamente, en la nueva sede de la editorial Ariel. Nos presentó Alejandro Argullós, uno de los dos directores de Ariel , y por supuesto simpatizamos enseguida.
Retengo una imagen muy nítida de él. Era un hombre de estatura mediana, un poquito más baja que la mediana, con el cabello cortado a lo Umberto Fimo, cabello cepillo, y conversamos un poco, primero al aire libre y después nos sentamos.
Me contó algo de lo que hacía. Se ganaba la vida traduciendo, porque obviamente como antifranquista que era no podía enseñar. Entonces le pregunté si no le gustaría, si no le convendría, irse a fuera durante un par de años, en particular le dije que yo tenía muy buena relación con la fundación Alexander von Humboldt en Alemania, y que podía ayudarle a conseguir una beca . Me dijo: “No, gracias, mi puesto está aquí en España, tengo que seguir luchando contra el franquismo”. Yo nunca había oído a una persona decirme algo parecido porque evidentemente comportaba un sacrificio personal muy grande.
Era un hombre de grandes dotes intelectuales. Podría haber hecho muchísimo más si hubiera tenido tranquilidad y una fuente de ingresos que le hubiese permitido dedicarse exclusivamente a la investigación.
Después tuvimos una correspondencia cuando yo le dejé el original de mi libro, La investigación científica, que por cierto tradujo espléndidamente . Creo que de todos mis traductores ha sido el mejor. No era fácil porque empleo palabras tomadas de varias ciencias y en aquella época, prácticamente, no había filosofía de la ciencia en castellano , de modo que él tenia que introducir neologismos para poder hacer la traducción.
Y después lo perdí de vista, completamente, hasta que nos reencontramos muchos años después. Debe haber sido en el año 79, en México, con ocasión de un congreso iberoamericano de filosofía, o mexicano, no recuerdo . Quise tener interacción con él pero en ese momento él se enamoró súbitamente de una chica mexicana. La recuerdo muy bonita, de pelo corto y ya entrecano. Entonces se les veía desaparecer de las reuniones y no reaparecían. Era muy fugaz la presencia de Sacristán. Desgraciadamente pudimos intercambiar unas pocas frases.
Como le digo, se le veía entusiasmado, a los dos se les veía entusiasmados, el uno con el otro. Acababan de descubrirse me pareció.
Ese fue muy único contacto con Sacristán. Desgraciadamente. Nunca recibí escritos suyos. Nunca me los mandó él ni ninguno de sus socios o discípulos, cosa que lamento.

C. M. Muchas gracias. Usted ha escrito críticas muy conocidas respecto al concepto y programa dialécticos, ¿tiene alguna opinión sobre la posición de Sacristán en este punto? Sacristán también impartió varios seminarios sobre sus obras en la Facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona, sobre Epistemología , por ejemplo, publicado por Ariel, sobre Materialismo y ciencia, sobre Filosofía de la física. ¿Hay alguna razón en particular por la cual cree que Sacristán estuviera tan interesado en estos aspectos de su obra?

MB: Yo sabía que Sacristán era un marxismo crítico y puesto que había estudiado lógica moderna no me extraña para nada que Sacristán haya sido muy crítico de la dialéctica y que haya tenido entonces afinidad con mis escritos al respecto, pero no sabía, usted me lo informó, no sabía que hubiera dictado seminarios sobre esos libros míos que usted menciona. Me hubiera gustado mucho interactuar con él en su momento. Sobre todo porque luego yo he ido a España con bastante frecuencia aunque la verdad es que solamente tal vez después de su muerte. ¿Cuándo murió Sacristán?

CM: En el 85 fue.

MB: En el 85. Yo empecé a ir a España en los ochenta, en 1980, o algo así. Podríamos habernos encontrado pero he hecho no nos encontramos.

CM. Cuando recibió el Príncipe de Asturias, ¿verdad?

MB. Sí, en el 82. Pero he ido muchas veces a Barcelona, a Madrid, a Valencia, a Oviedo, y a otras ciudades españoles, pero por algún motivo, no sé por qué motivo, no nos encontramos.

CM: ¿Llegaron a cartearse alguna vez?

MB: Sí, me hizo alguna consulta sobre problemas de traducción, problemas que encontró al traducir mi libro. Pero eso es todo, nunca pasamos de eso.

CM: Eso pudo ser seguramente durante los setenta y ochenta.

MB: Debe haber sido en los años… Mi libro apareció en inglés en el 67 y en castellano en el 69 creo. Debe haber sido entre el 66 o antes. No, en el 66 cuando nos encontramos y el 69. En esos tres años.

CM: ¿Qué opinión le merece la actitud de Sacristán ante su carrera como filósofo, como intelectual, y el hecho de que se sacrificase para luchar contra el franquismo? ¿Cree que es una actitud única? ¿Es algo que tiene relación con lo que se espera de un intelectual? ¿Cree que es independiente de ello?

MB: Yo creo que es admirable y muy singular. Conozco muy, muy pocos casos de gente que se haya sacrificado, que haya sacrificado su carrera. Pocos casos se encuentran en movimientos de resistencia. Por ejemplo, en Francia, durante la ocupación alemana, son casos muy, muy contados, que yo creo admirables. Me parece que sí, que el intelectual tiene un deber para con su sociedad de dar ejemplo, no necesariamente en la lucha física, digamos, porque los intelectuales no estamos preparados para eso, pero sí, por lo menos, no ser cómplices con el régimen opresivo. Por lo menos.
Y a propósito de eso, yo me estoy quejando mucho de la actitud de los profesores de ciencias políticas en los Estados Unidos frente a las elecciones actuales. No he visto protestas de ninguno de ellos. Los críticos al gobierno de Bush son casi todos economistas o sociólogos. Y una de las raras excepciones es la American Sociological Association que acaba que publicar en la revista Contemporary Sociology su manifiesto sobre las elecciones [presidenciales en Estados Unidos, 2004], y hay cartas firmadas de profesores de sociología y uno de politicología. O sea, que es la primera vez que veo una cosa así. Los demás se han callado, no han denunciado, por ejemplo, las violaciones a las normas del derecho internacional, nadie ha protestado con esas dos guerras innecesarias .
Los intelectuales norteamericanos en general no se caracterizan por su combatividad y por su valentía. Cuando hace 30 años, en Argentina, renunciaron 1.000 profesores de distintas universidades por el golpe de Estado… En 1966, perdón, hace casi 40 años, por el golpe de Estado , renunciaron porque los militares se apoderaron de las Universidades. Cuando yo contaba eso a mis colegas norteamericanos se extrañaban. Pero, ¿y qué tiene que ver? ¿Por qué los científicos tienen que tomar partido, por qué no pueden seguir su trabajo? Yo les explicaba que era muy difícil seguir el trabajo normalmente si el gobierno intervenía en las facultades, si expulsaba a algunos de ellos y nombraba a sus propio serviles, etc, les extrañaba muchísimo, nunca habían visto cosas parecidas. Incluso cuando subió el nazismo la mayor parte de la gente que se fue, de los académicos que se fueron, se fueron no porque fueran antinazis meramente sino por ser judíos, sino porque temían que les expulsaran de todas maneras. Hubo muy pocos intelectuales, ha habido muy pocos intelectuales en el transcurso de la historia, muy pocos intelectuales que protestaron contra algo, contra las injusticias.
Durante la Primera Guerra Mundial hubo dos casos notables, bien conocidos. Ya a comienzos de la primera guerra mundial se opusieron a ella abiertamente Einstein, junto con otros dos científicos muy menores, y en Inglaterra Bertrand Russell. Nada más. Años después, en 1927, el escritor francés Julien Benda escribió todo un libro sobre la traición de los intelectuales. El libro se llamó La Trahison des Clercs, y tuvo oportunidad de ponerlo al día después de la segunda guerra mundial, cuando agregó una cantidad de intelectuales franceses y alemanes cómplices del fascismo.
Pero la denuncia de Julien Benda causó sensación. Yo me acuerdo de chico haber oído discutir ese libro en mi casa. Entre mis padres y sus amigos causó sensación. La gente tomaba partido. Era la primera vez que un intelectual acusaba a unos intelectuales de complicidad con lo que hoy en día se llama “las fuerzas del mal”.
En resumen, yo siempre he admirado a Sacristán desde el momento en que me lo presentaron por su actitud y, al mismo tiempo, lamento que no haya podido vivir más para producir más.

CM: Muchas gracias. Continuando con su observación ¿por qué cree usted que una figura como la de Manolo Sacristán es tan difícil de repetir, incluso en casos, aunque sean menos dramático, como el de Chomsky u otros intelectuales, que están al frente de la lucha contra lo que ellos consideran injusticia social, arriesgándose a manifestar públicamente sus opiniones? ¿Por qué cree usted que los intelectuales son tan reacios a arriesgarse o al menos así es como yo he entendido en general?

MB: Ante todo hay un motivo profesional digamos. El intelectual entregado realmente a su disciplina, para él, lo principal es su trabajo. Todo lo demás es accesorio, de modo que se entiende esta preferencia.
Lo que no se entiende es la insensibilidad moral, la insensibilidad social ante problemas tales como la guerra, la pobreza, etc. En particular, no se entiende cuando el intelectual es un científico social. Una cosa es un matemático, un físico, un químico, un biólogo, ellos no se ocupan de cuestiones sociales, pero que un sociólogo, un politólogo, economista se desentiendan de los gravísimos problemas de nuestro tiempo eso no tiene perdón. No tienen por qué rebelarse, no tienen por qué militar en ningún partido, pero por lo menos debieran estudiar esos problemas y vemos sin embargo que la mayoría de los economistas no se interesan por el problema de la desigualdad de ingresos, por el problema de la concentración enorme de acciones, por la concentración de capital, no se interesan por los problemas que causa la llamada globalización.
De hecho la globalización ha beneficiado solamente a los países del primer mundo. Como dijo Bill Gates, hace unos meses, por televisión, en su conversación con Bill Morris, el capitalismo ha sido una bendición para el primer mundo y una maldición para el tercer mundo, y en el tercer mundo viven cinco de cada seis personas. Ha sido un desastre. ¿Cuántos son los economistas capaces de tener el coraje de decir eso? Y Bill Gates, todos sabemos, no es pobretón ni tampoco es un santo, pero es una persona realista y además es un empresario con visión. Él querría que disminuyeran las desigualdades, porque él desearía que todos los habitantes del planeta comprasen una computadora, un PC. No es tonto. Él quisiera, por ejemplo, que 500 millones de chinos lo compraran. Pero cuando viajó a China hace algunos años y le preguntaron qué pensaba hacer en China, si pensaba difundir las maravillas de la computación, él dijo, no, ni siquiera voy a llevarme mi lector. La economía china, por lo menos en el interior del país, vive todavía en la Edad de Piedra. Necesitan arados antes que computadoras. Es realista. En fin, tiene defectos y tiene virtudes, pero creo que sus virtudes superan a sus defectos.

CM: Podemos decir que su oficio o su ocupación es hacerse rico, no justificar el sistema que les permite hacerse ricos. Eso es lo que hacen los profesores de política. Por eso se permite el lujo ser sincero. Es un caso un poco parecido al ilustrado George Soros. Se parecen. Sus ideas, paradójicamente, parecen críticas del sistema que les ha permitido ocupar un lugar único.

MB. SÍ, sí, se parecen mucho. Pero justamente la mayor parte de los ricos no dan parte de su fortuna para buenas causas. Y tanto Soros como Gates dan gran parte de su fortuna para buenas causas.

CM. Sí, Gates ha contribuido a la salud pública. Lo mismo Soros. Soros tiene muchos programas incluso de salud pública que intentan paliar un poco la falta de estructura social de salud pública en Estados Unidos. Por ejemplo, contra problemas urbanos.
Respecto a Sacristán, algunos que hemos seguido su vida, hemos identificado un período en el que sentía una tensión entre su dedicación política y una cierta duda respecto al tiempo que le hubiera gustado dedicarse a la investigación filosófica. ¿Es algo que usted ha encontrado en otras personas? ¿Tiene alguna observación sobre esta tensión entre la obligación moral de tomar una actitud activa respecto a la injusticia del mundo y esta pasión por el trabajo y el aislamiento que tienen algunos, muchos científicos? ¿Cuál es la forma de superar este problema si existe alguna?

MB: Es muy difícil. En escala muy menor yo también he tenido ese conflicto y he hecho algo. Por ejemplo, siendo estudiante universitario fundé la Universidad Obrera, que dirigí durante sus seis años de existencia. Dedicaba muchas horas a la organización. Allí daba unos cursos no solamente de técnicas sino también cursos de economía, de historia, de legislación obrera, de historia de movimiento obrero, etc. Y durante algunos meses me dediqué a la política, luchando contra la candidatura de Perón. Por supuesto, fracasamos, y allí vi que no sirvo para la política. Pero ese tiempo lo dediqué con mucho gusto porque creía que era mi deber de ciudadano.
De vez en cuando encuentras intelectuales que dedican su vida a una causa política. Un ejemplo, muy importante para Argentina es el de Juan B[autista] Justo. Justo era neurocirujano, uno de los primerísimos neurocirujanos que produjo la Argentina a fines del siglo XIX. Fue fundador del Partido Socialista y luego fue legislador socialista durante muchos años. A él se deben no solamente el Partido Socialista, con su editorial, su diario La Vanguardia, sino también muchas iniciativas legislativas. Él lo empezó.
Sobre todo fue un maestro. Sus discípulos lo llamaban “el maestro Justo”. Entre ellos se encontraba mi padre. Mi padre era un intelectual que dedicó gran parte de su existencia a las causas de la justicia social. Fue legislador socialista durante 20 años, y él encontraba la manera de hacer tres cosas al mismo tiempo: diputado, estudioso de cuestiones sociales, fue el primer sociólogo empírico en Argentina, y además profesional para ganarse la vida, médico.
Como él hubo varios otros intelectuales. Uno de ellos fue quien los llevó a él, a mi padre, al Partido Socialista, José Ingenieros. Ingenieros fue también médico, psiquiatra. Se afiliaron los dos al partido Socialista en el año 1898 y José Ingenieros escribió mucho sobre muchísimos temas, también muy preocupado por la cuestión social. Pero no militó tan activamente como mi padre o Justo, o algunos otros.
Desgraciadamente, algunos de esos intelectuales que de joven se habían hecho socialistas, de viejos se hicieron conservadores. Entre ellos, estaba Federico Pinedo, economista, Antonio de Tomasso, abogado, fueron ministros de gobiernos archiconservadores. De modo que parecería que la política fue para ellos nada más que una herramienta para subir, para adquirir poder personal. Es decir, no sacrificaron nada.

CM. ¿Cree que esta evolución izquierda-derecha es algo que continúa hoy en día? ¿Hay menos casos, aunque antes haya habido muy pocos, parecidos a los de Sacristán, de una constancia y dedicación sin ningún aspecto oportunista políticamente? ¿Es algo que sigue observando? ¿Ve nuevas cohortes de estudiantes, dedicados a corregir desigualdades sociales que tengan una identificación y constancia en su esfuerzo para avanzar este cambio social a largo término? ¿O, en su opinión, es más bien un fenómeno de algunas décadas del siglo XX que ya no ocurre, como si hubiese habido una mayor derechización del estudiantado?

MB: Yo conozco algo acerca del estudiantado latinoamericano. Conozco las dos grandes erupciones estudiantiles. La de 1918, que empezó en Argentina, el movimiento “reforma universitaria”, que logró reformar algo, modernizar la universidad argentina. Fue un movimiento más bien de modernización de la Universidad que tenía muy poco que ver con la modernización de la sociedad.
Los partidos reformistas dentro de la política universitaria siguieron durante muchos años, pero cuando yo llegué a la cátedra los reformistas eran conservadores desde el punto de vista académico. Ellos creían que había que volver al 18. Yo en el 58, sostenía que había que vivir el 58, en lugar de volver al 18. Cuando yo proponía como miembro del consejo directivo de la Facultad de Filosofía reformas para mejorar los estudios, los estudiantes reformistas sistemáticamente se oponían a ello, estaban en contra de la ciencia oficial casi todos. Excepto en la Facultad de Ciencias. Los reformistas en la facultad de ciencias eran muy avanzados y ayudaron muchísimo a la reconstrucción de la Universidad después del desastroso período peronista. Y los estudiantes reformistas empezaron su lucha en los años cincuenta y la culminaron con la toma de la Universidades en el año 55 cuando contribuyeron a la caída del régimen peronista.
Hay cohortes, como usted decía, hay generaciones pasivas, como por ejemplo la actual en Norteamérica. Los estudiantes se preocupan principalmente por conseguir un título para después ejercer una profesión. No les interesan las cuestiones sociales. Hay alguna que otra excepción. Yo le puedo decir los nombres de las pocas excepciones entre mis estudiantes que sí tienen inquietudes y forman parte de organizaciones. Por ejemplo, los escépticos , pacifistas, antibélicos. Pero son muy pocos.
La tendencia hacia la derecha, la derechización incluso de los partidos socialistas, en particular, en Europa, se explica en parte creo porque las naciones de Europa occidental han conseguido muchas, han realizado muchas de las realizaciones de los partidos socialistas. Es decir, el estado del bienestar no es broma, es algo serio, existe, y hace que queden pocas reformas que los reformistas puedan exigir. Es decir, que el partido o el movimiento socialdemócrata se ha ido recluyendo a medida que ha ido venciendo. Su victoria ha coincidido… o mejor, su derrota ha coincidido con su victoria.

CM: Pero desde mediados de los setenta ha habido un retroceso en Europa aunque no tan acusado como los neoliberales hubiesen deseado respecto a los beneficios del estado del bienestar. Desde luego, en Estados Unidos la violencia en terminar con lo poco que hay o lo poco que había de estado de bienestar ha sido bastante exitosa. Por ejemplo, la reducción del Welfare que hubo en 96 bajo Clinton donde el derecho a recibir por los muy pobres una pequeñísima compensación les fue robada, reducida a cinco años bajo condiciones de trabajo casi inhumanas. ¿Usted cree que no va a haber un retroceso mayor en cuanto a las conquistas del siglo XX? ¿Cuál cree que puede ser el futuro inmediato para la estabilidad del Estado de bienestar?

MB: No soy profeta, no tengo dones proféticas pero se puede creo profetizar que si el Partido Republicano vuelve a ganar las elecciones este retroceso va a aumentar muchísimo. Van a tener tierra libre, luz verde, para destrozar lo poco que queda del Welfare State en los Estados Unidos.

Nota.
En su nota de “Agradecimientos” para la edición castellana de La investigación científica, escribía Bunge:
“[…] Ha sido un alto privilegio en que los ilustrados directores de Ariel, S.A. encomendaran la traducción de este libro al Profesor Manuel Sacristán. No escapará al lector que el traductor ha debido superar la dificultad que presenta la pobreza de nuestro vocabulario filosófico, dificultad que no hubiera podido encarar siquiera de no poseer una sólida versación y rica experiencia”


Mario Bunge es seguramente el filósofo de la ciencia de origen latinoamericano más importante del siglo XX. Gedisa ha anunciado la próxima publicación de su obra completa. Carles Muntaner es catedrático de Salud Pública y colabora actualmente con los programas de salud del gobierno venezolano. Salvador López Arnal es colaborador de El Viejo Topo.

Las batallas que aun estar por ganarse

Manuel Sacristán famosamente describe en el editorial al número 1 de mientras tanto que el objetivo de las tareas que el movimiento roji-verde-morado debe promover es el de...
"... que tras esta noche oscura de la crisis de una civilización despuntara una humanidad más justa en una Tierra habitable, en vez de un inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y radiactivo".

Dejamos para luego el examen sobre lo atontado del rebaño que formamos (ruidosos seguro ya lo somos). Lo que aquí les traigo es evidencia de que ya nadamos en el estercolero químico, farmaceútico y radiactivo:


Moraleja:  "...la risa viene luego, cuando se compara la tarea necesaria con las fuerzas disponibles..." MSL.

Artículo en Sociedad Latinoamericana

Los de la Revista Sociedad Latinoaméricana, editada por estudiantes de sociología de la FES-Aragón, pensaron que un artículo mío sobre ecología política y marxismo en la obra de Manuel Sacristán se vería bien en su número sobre medio ambiente. Al margen de la reproducción de dicho artículo, me parece estupendo el trabajo que hacen. Aquí los contenidos al número corriente:


Vol.1 No.3



Sobre el número 5 de Sin Permiso

Llega a la bandeja de entrada notificación del nuevo número de los de Sin Permiso.

De la selección de textos electrónicos con acceso gratuito que albergan en su portal, resalta éste de Antoni Domènech, en el que habla de la corrupción en España desde la ciencia política. Imposible no pensar en México, sobre todo cuando caracteriza a la sociedad rentista. Aquí un fragmento:

Bueno, el texto es muy recomendable. También, de la presentación editorial del número 5 impreso (que lástima que no tengamos acceso en estas tierras), sale lo siguiente

Me interesan mucho los "motivos de esceptiscismo ... ante los "brotes verdes" económicos que tantos se apresuran ahora a ver". Ya habíamos comentado en esta bitácora (aquí y aquí) algo respecto de las posiciones de Joan Martínez Alier. La cuestión del decrecimiento sostenible, por ejemplo, sigue de moda, y ahora organizan un Congreso allí en Barcelona para 2010. ¿Se referirá Domènech a eso? Ante esa posición, la del decrecimiento sostenible, hay muchas preguntas; saludables, diría, pero siempre escépticas, por decir lo menos; solo resta desear asistir al tal congreso y conocer Barcelona mientras tanto...

Lo que no me gusta del texto, y que recoge algún sentimiento que cunde en esta tradición peninsular, es su confianza (ahora escrita por Domènech con entusiasmo) aparentemente poco crítica hacia "el siempre incisivo Krugman", y mucho menos me gusta la frase "la estupefaciente poquedad del tipo de teoría económica dominante en la vida académica de estas 3 últimas décadas". Ya decíamos apenas en la entrada previa que la ciencia oscura estaba vivita. Muy vivita. Tal vez más que nunca. Resulta el de Domènech, en mi opinión, un diagnóstico muy desafortunado; algo complaciente con algunas izquierdas que no desconocemos en México. Ya los lectores y estudiantes de izquierda que lean la presentación al número 5 de Sin Permiso (en la península como fuera de ella) se desaniman (seguramente no se motivan) por ponerse a estudiar, por ejemplo, las herramientas de teoría de juegos, de información asimétrica, y del modelo agente-principal que el mismo Domènech utiliza en su análisis político de la corrupción española, pues provienen en buena parte de esa "verdadera edad oscura" en las últimas 3 décadas de la disciplina. Y bueno, Krugman mismo ya se revuelve viendo cómo le hace para no decir que tal vez se está equivocando -al menos para admitir la remotísima posibilidad de estarse equivocando, algo natural en cualquier ciencia- (diciendo, por ejemplo, que el repunte económico en EUA no es suficiente y que, pensándolo bien, de hecho no se ve como repunte). Krugman tampoco ha respondido, por lo que puedo ver, a Taylor, quien prueba con macro de manual introductorio que el tal repunte no se debe al estímulo fiscal -aunque también hay conjeturas que matizan el argumento de Taylor, sobre todo por el papel de las expectactivas en la aludida reducción de inventarios.) Como sea, esta tradición política (heredera directa o indirecta de la obra de M. Sacristán) parece apostarle las canicas a las interpretaciones de Krugman, que con frecuencia son políticamente densas -que atendien agendas que no necesariamente son las de la ciencia, por lo que no está clara en ellas la fertilidad analítica para explicarse el mundo de hoy...

10 meses a 10 años: La huelga del CGH en perspectiva


10 meses a 10 años: La huelga del CGH en perspectiva

Carlos A. López Morales

Más allá de afirmar que el evento que se conmemora es un capítulo más en el historial de movimientos estudiantiles en la Universidad, y más allá de atender o no a dicha conmemor

ación (cuya memorabilia incluirá está vez, de nuevo, marchas, mítines, festivales, o simples reuniones teñidas de nostalgia), conviene preguntarse si hay en ese movimiento lecciones que puedan resultar de utilidad para el presente y el futuro. Lecciones no sólo para aquellos interesados en participar en movimientos de esa naturaleza, sino para la comunidad universitaria en su conjunto. Este documento supone que es así: que en esa historia hay piedras con las que no habría que volver a tropezar, pero también procesos y enseñanzas que habría que valorar y promover; y ofrece una breve caracterización al respecto. La obra política del filósofo marxista español Manuel Sacristán opera ahora, como en ocasiones anteriores, como base de reflexión.

La perspectiva que da el tiempo

Si bien puede decirse que la comunidad universitaria, diversa como es, no recuerda la huelga de 99-00 de una forma homogénea, también se podría afirmar que acaso es mayoría la de aquellos que la recuerdan con hastío y desesperanza, ya porque representó, sin más, una irrecuperable pérdida de tiempo; ya por ser fuente de impotencia ante la degradación definitiva de la actividad política que ocurrió en el seno del movimiento con el paso de los meses. Para los "nuevos", los que ahora están en preparatorias, cecehaches y facultades, y que por entonces no formaban parte de la UNAM, la huelga de 99-00 puede no ser más que un capítulo del historial de movimientos estudiantiles, y tal vez uno que no tuvo ni tanta pena ni tanta gloria como otros que les puedan merecer más atención, como el del 29, como el del 68.

El balance ya comienza a ser negativo. Tal vez no puede ser de otra forma. Un movimiento de esa naturaleza, que paraliza por meses las labores sustantivas de una institución de esa envergadura, tiene que ser catársis, tiene en su naturaleza algo de catástrofe. Puede ser normal entonces que los recuerdos sean de trauma, cargados de negatividad, aún a pesar de que ya media una década entera. Pues bien, a pesar del balance que ya se antoja negativo, hay que poner los puntos sobre algunas íes; por lo menos sobre dos. La primera: la UNAM, gracias al movimiento, sigue siendo gratuita. La gratuidad equivale a una colegiatura de 20 centavos de peso al año. Es muy probable que la cantidad que se gasta cobrando esa cantidad (en salarios, en material, en oficinas) sea superior a la cantidad que nominalmente se reúne. Si no ocurre así, si la recaudación es mayor que los egresos para obtenerla, es probable que se deba al altruismo universitario, a que los estudiantes dan más que esos 20 centavos. Como sea, el movimiento del CGH tuvo éxito al derogar los cambios que el CU había hecho al RGP en aquella sesión de marzo en el Instituto de Cardiología. El movimiento surgió a favor de la gratuidad, y logró la gratuidad.

La segunda: si uno confía en los diferentes rankings que ahora son costumbre y que suelen guiar la opinión pública, se puede decir con cierta soltura que la UNAM goza de más prestigio hoy que antes de que estallara aquella huelga. Al margen de la poca o mucha veracidad de dichos rankings, la presencia en ellos es síntoma de que la Universidad está cumpliendo sus funciones sustantivas de buena forma, que hay en ella vida académica que trasciende los límites en ocasiones infranqueables que suponen los muros de las diversas facultades, y que por tanto llega a trastocar, más para bien que para mal, la vida cultural del resto de la sociedad. Esto muestra que muchos de los argumentos ofrecidos por quienes se oponían a la huelga y, sobre todo, por quienes apoyaban el establecimiento de las cuotas -en el sentido de que gratuidad y masa es sinónimo de baja calidad, cuando no de fracaso- estaban (y están) equivocados. El movimiento del CGH atizó entonces un debate que sigue vigente (tal vez lo esté mientras exista la universidad como ahora la conocemos): el de la provisión pública, subsidiada y masiva de la educación superior.

Puede haber muchas razones socio-políticas de interés a favor de ese tipo de provisión, pero aquí enunciamos una razón económica simple: toda educación trae consigo externalidades positivas (capital humano capacitado, elevación de la productividad agregada, cultura entendida ampliamente, etc.), que no son contabilizadas por los agentes individuales en el examen de costos y beneficios privados. Por esa razón, en una situación hipotética en la que el mercado privado fuese el único provisor de educación, éste "se quedaría corto," por así decir, respecto a lo que socialmente es deseable.1

Así que a pesar de los presagios oscuros que por entonces se avanzaban para oponerse al movimiento del CGH sobre la imposibilidad de la educación superior pública y gratuita, hoy contamos con una UNAM que sigue siendo gratuita (a decir de aquellos 0.20 pesos anuales de colegiatura) y que goza un prestigio tal vez nunca igualado en su historia cuatricentenaria. Mayor prestigio, no obstante, no es sinónimo de menos problemas. Dificultades y vicios los tiene la UNAM por racimos, y acaso en eso también vaya sin parangón entre sus pares.2

Con todo, al menos por estas dos razones (la gratuidad y la calidad), el "haber" del movimiento del CGH no se encuentra vacío. Eso no quiere decir, por mala fortuna, que el movimiento haya sido exitoso. A los movimientos sociales hay que contemplarlos a la luz de sus potencialidades, por la factibilidad del programa que orienta sus acciones. El CGH no se propuso el objetivo absurdo de destruir a la Universidad contemporánea (como se decía en los medios), sino el objetivo suscribible de su transformación democrática. Así pues, contemplado amplíamente, el movimiento estudiantil de 99-00 fue un fracaso cuya rotundidad comienza a ser visible con el paso del tiempo. Es un fracaso de la política. Un fracaso de una generación.


La Universidad en la sociedad capitalista

En contraposición a algunas visiones un tanto ilusas que querían ver a la Universidad (y a la detención de sus labores) como medio para comenzar un imposible levantamiento social de aspiraciones mucho más abarcantes, el fracaso del movimiento del CGH llama a recordar la función de la universidad en las sociedades contemporáneas, papel que la ubica por cierto muy lejos de aquellos cuerpos sociales cuyo papel auto asignado sería el de promover revoluciones. Para resolver la cuestión de la función de la universidad con frecuencia se suele recurrir a la visión liberal que la entiende como el lugar de la diversidad, de la libertad e integridad culturales. Pero esta visión, si bien acierta al reconocer el papel de la institución en las sociedades capitalistas contemporáneas, y que Manuel Sacristán identificara sin rodeos como el de creación de hegemonía, falla al desligar dicho papel de la realidad a la que atiende, de la descentralizada división del trabajo de las sociedades capitalistas modernas.3

El conjunto social ilustrado por el paso en las aulas tiene como misión el dominio de la técnica y, por tanto, tiene en germen la posibilidad de influir en los medios de producción. Pero la hegemonía no sólo termina por expresarse en el dominio de los oficios, según Sacristán, sino que influye en el resto de la sociedad determinando amplios aspectos de su cultura. El conjunto universitario, en tanto grupo social, contribuye por eso al sostenimiento y al perfeccionamiento de la división social del trabajo de las economías modernas. La visión liberal, que ve por misión de la Universidad la de "integrar lo que anda hecho pedazos por el mundo," como diría Ortega, pasa por alto el fin último de la Universidad, determinado y posibilitado por la disgregación productiva que es la organización capitalista.

Pero la relación de la Universidad con la división del trabajo no termina allí, en la instrucción particular y especializada del cuerpo social que ha de gestionar el proceso productivo, sino que la misma división del trabajo a la que responde tiene para ella una labor mucho más profunda. Labor que tiene que ver con el desarrollo y promoción de esa fuerza productiva que es la ciencia. La labor de creación de hegemonía cultural se acompaña en la universidad por la misión del desarrollo científico indispensable en el sistema productivo contemporáneo.

Así pues, continua Sacristán, quien escribía en España en situación de crisis universitaria, cuando la Universidad es masiva se corre el peligro de que la hegemonía cultural pierda justificación y sentido. Cuando el título universitario deja de asegurar movilidad social, cuando los espacios de la élite no se explican por el grado académico, por argumentos técnicos, sino por el ius primi occupantis, entonces se hace explícito el carácter jerárquico y elitizado de la división clasista del trabajo, carácter que Marx mismo, apunta Sacristán, pensaba en su tiempo que ya podía ser superado.

La Universidad es un lugar, entonces, en donde se instruye ciencia y donde se transmite cultura hegemónica, cultura de dominio. Pero es precisamente por eso que la convicción de su transformación democrática tiene la mayor de las relevancias. Se trata de anteponer a la elitización inherente que es la creación de hegemonía cultural el acceso masivo al conocimiento. "Los pueblos tienen que seguir llegando, acrecentadamente, a la enseñanza superior, y tienen que impedir que los fraccionen jerárquicamente en ella."4 El fin último de este programa, que acaso se imbrique con otros más generales, es, a decir del filósofo español, el de una "organización de la enseñanza del investigar y de las profesiones que rompa con la contaminación ideológica hegemonizadora de hombres y eternizadora de una división del trabajo ya innecesaria... ."

Es por eso que tenía y tiene sentido, en un primer momento, anteponer el acceso gratuito a la intención de cobrar colegiaturas.5 Es por eso, también, que el programa político que el CGH se fijó para guiar sus acciones, el de la transformación democrática de la Universidad, que si bien nunca estuvo plenamente definido, aunque contemplaba un mecanismo con reglas claras, el congreso, para implementarse, traspasaba por tanto el asunto de la gratuidad, e iba por un objetivo para el que la gratuidad era tan sólo requisito. Por ello el programa del movimiento adquirió profundidad y alcance, al tiempo de ser políticamente factible, aunque por un breve período de tiempo (que acaso pasó inadvertido).


El fracaso de la política

En la búsqueda de sus objetivos políticos (gratuidad y transformación), el CGH tuvo varias etapas en lo que hace a su organización política interna. Pensemos, a efectos de la exposición, en tres etapas fundamentales y consecutivas cronológicamente: la organización colectiva, el enfrentamiento de corrientes, y la degradación final. La primera es muestra del éxito (y constancia de los riesgos) que tiene la organización colectiva por medios asamblearios. La segunda es en parte consecuencia de esos riesgos y en parte respuesta ante la intrusión de agentes externos (partidos políticos, por ejemplo) en la dirección (aún atomizada) del movimiento. La tercera es, sin más, triste recuerdo del fracaso de la política colectiva y victoria rotunda del grupúsculo sectario poseedor de la última moralidad posible. Esta etapa, que acaso comenzara simbólicamente con los alambres de púas resguardando a los moderadores de interminables asambleas, llevó a lo que quedó del movimiento a su martirización, en esa suerte de "quedarse hasta el final, aunque no tenga ningún sentido," para acabar en prisiones después de la violación a la autonomía que fue la incursión policiaco-militar del 6 de Febrero.

La política interna del movimiento estudiantil es un fuerte claroscuro que muestra lo más brillante y lo más negro de la organización colectiva estudiantil, que es un tipo de organización no partidista. Ante la ilusión de que era posible, al fin, algún ejercicio de lo que Sacristán llamó alguna vez "vida política decente," en este caso alejada de los partidos políticos y de las organizaciones tradicionales -ilusión bien fundamentada, además, no en aspiraciones trasnochadas, sino en la experiencia de las primeras etapas organizacionales del CGH-, rápido se contrapuso la triste constatación de que incluso entre universitarios que quieren universidad democrática la política también va cargada de mentiras, de agendas externas, y de dobles discursos.

Los riesgos del asambleísmo que desconfía de sus integrantes, en combinación con una suerte de crisis de identidad generacional, constituyeron parcela fértil a los descalificativos mutuos que el movimiento importó del discurso mediático que le atacaba. Rápido, el CGH se convirtió en fauna con identidades políticas irreconciliables, al grado tal de no poderse explicar cómo grupos tan contrarios pudieron hacer algo juntos alguna vez, y de requerir ridículas taxonomías para poder diseccionar su composición grupuscular. La miopía del cuerpo estudiantil universitario, supuesto poseedor de métodos de discernimiento y capaz de imaginarse universidades democráticas, le impidió eludir el torito simplón de la división cultural que los medios y los partidos políticos, ambas instituciones de hegemonía cultural establecida, promovieron para controlarlo.

El fracaso del movimiento estudiantil en lograr su objetivo transformador es un fracaso mucho más amplio, que trasciende al mero grupo de individuos que lo componía: es el fracaso de la política que nace no partidista y que muere con los cuadros incorporados orgánicamente en el corazón de los partidos. Es el fracaso de la política que nace despersonalizada y desconfiada de los individuos, elevando lo colectivo a niveles pocas veces vistos, y que muere en la descalificación con nombre, apellido, pertenencia a grupo político y código postal. Es el fracaso, a final de cuentas, de un grupo social, el estudiantil universitario, al que la sociedad le otorgó la oportunidad de saber en dónde demonios estaba parado -pero que se negó a ver- para luego botar todo por la ventana imaginándose procesos imposibles, victorias inalcanzables y enemigos a modo. Las consecuencias culturales de semejante derrota son profundas y duraderas. La necesidad de enfrentarlas, y acaso superarlas, puede resultar imperiosa. Podríamos empezar por dejar de crearnos enemigos a modo y batallas morales que se ganan con goles de vestidor, y comenzar a estudiar con lo que la Universidad misma ofrece la sociedad cuya injusticia se pretende superar.

Al final del día, el fracaso del movimiento, de su política, que tiene por definición características de mecanismo de implementación, no implica fracaso del objetivo, de lo que se quería implementar. La misma regla que se aplica ahora a procesos mucho más amplios y profundos, aunque de igual forma dependientes de los movimientos sociales, tradicionales o no, y de su política, como es el caso del socialismo y de su tradición, se puede aplicar al movimiento estudiantil de hace una década: El fracaso del CGH no debe verse como el fracaso de la universidad democrática en tanto objetivo del movimiento universitario. Las lecciones están allí, en esa historia, para quien quiera revisarlas. Las labores pendientes también.

Notas

  1. Así pues, la intervención pública, aquí como en muchas otras áreas, está fundamentada analíticamente. Hay que reconocer que ésta es razón económica reconocida en el gremio (al punto de incluirse en los libros de texto de introducción a la economía). Milton Friedman mismo, por ejemplo, no sólo no atacaba, sino que promovía la provisión pública y subsidiada de este bien. Mecanismos de provisión y de subsidio los hay muchos, y allí está el detalle, pero esa es discusión de otro texto.

  2. Una muestra familiar en Economía es la rigidez colectiva que lleva a que en más de treinta años sólo se haya modificado el plan de estudios una vez, en 1994, y con muchos errores. Muestra de eso lo es también el arduo proceso político que ha representado la presente reforma académica (que se extiende ya por 4 o 5 años), y que debiera dejarnos con nuevo plan y con nueva cara.

  3. Las ideas que se exponen en los párrafos que siguen se basan muy de cerca en el texto "Sobre la Universidad y la división del trabajo" de Manuel Sacristán (ver nota al pie siguiente), y que fuera glosado en el segundo número de intervenciones:
    http://mx.geocities.com/intervenciones_economia/si.pdf

  4. Sacristán, Manuel, 1977, La Universidad y la División del Trabajo, Argumentos 6 (1). Texto basado en conferencias dictadas entre 1969 y 1970. Hay versión electrónica:

  5. En ocasiones se solía argumentar la necesidad de las cuotas citando cambios en la composición social del cuerpo estudiantil. Con el paso del tiempo, decía el argumento, más clase media que baja entraba a la Universidad, por lo que habría que aprovechar la mayor capacidad de pago para ayudar a su financiamiento. La aludida modificación en la composición social del cuerpo estudiantil no debe motivar cambios en la política de cuotas (que acaso terminen por volver definitiva esa composición), sino cambios en la política de acceso.


Sobre el uso del agua, la ecología política y el antropocentrismo

Este párrafo extraído de

http://fiesta.bren.ucsb.edu/~alloret/waterstuff/Global%20Water%20shortages%20BARKER.pdf
es muy revelador:

(BCM parece querer decir miles de millones de metros cúbicos)

El punto se relaciona con la sentencia sacristaniana de que los asuntos de ecología política son por definición antropocéntricos. La preocupación por demás justificada de los impactos ambientales de las grandes presas debe sopesarse, o contrastarse, con la situación de los recursos hídricos en general. Mientras el agua superficial es, para decirlo rápido, renovable -aunque dependiente del ciclo hidrológico, que ahora parece modificarse debido al cambio climático, el agua subterránea, muchas veces recurso fósil, no lo es (sobre todo cerca de las costas, debido a la intrusión salina). Por el aumento de la población, por el crecimiento económico, por el cambio en las dietas (que cuando se sale de la pobreza se componen de más carne, por tanto de más tierra y de más agua por proteína consumida), la demanda creciente del agua requiere cada vez más la extracción de los mantos freáticos.
Por tanto, para resolver el problema humano de alimentar a los 9 mil millones que seremos tal vez se requiera dejar el agua subterránea en niveles sustentables (extracción = recarga), o en veda (extracción=0), como de hecho ya ocurre con varios acuíferos en México, y aumentar el aprovechamiento del agua superficial, aún a pesar de los gritos de ambientalistas nostálgicos de equilibrios ecosistémicos imposibles; pero asumiendo entonces los costos asociados, incluídos, claro está, los ambientales. Pero el punto es que no hay que decir "¡no más presas!" sino "más agua para alimentar a todos los que vienen," y acompañar todo el asunto con oposición ante el absurdo en que se convierten las dietas en el mundo (incluída, ya se ve, la de centenares de millones que en China ya reclaman su ración de carne roja). Un cambio en las dietas, pues, a fin de volverlas ya no "sustentables" o "amigables con el ambiente," sino meramente factibles.

Sobre el decrecimiento sostenible de Martínez Alier


Martínez Alier, aunque catalán, es uno de los fundadores y divulgadores en lengua castellana más importantes de la economía ecológica. Además, tiene participación en las izquierdas españolas y catalanas...De allí resalta un intercambio epistolar sobre anarquismo que mantuviera con Manuel Sacristán y que fuera publicado en el número 8 de Materiales. No cuento con ningún enlace a alguna versión electrónica a dicho intercambio. Pero aquí Fco. Fernández Buey discute un poco sobre eso.

Pues bien, ahora, en el año 2009, Martínez Alier disctute un poco sobre la crisis, el keynesianismo como moda renovada, y sobre ese artefacto llamado decrecimiento sostenible...

Aquí reproducimos el artículo, que se comenta brevemente más abajo...

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Decrecimiento sostenible
Joan Martínez Alier · · · · ·
22/02/09

La crisis económica actual ha puesto a John Maynard Keynes de moda porque existe capacidad industrial en las economías occidentales que no se aprovecha. Ante el aumento del desempleo, la receta adecuada es un mayor gasto público. Así habrá dinero para cambiar de automóvil y comprar el exceso de viviendas que deprime la industria de la construcción en Estados Unidos, en Reino Unido y en España. Keynes quería que la economía saliera de la crisis de 1929. Dijo explícitamente que lo que ocurriera a largo plazo, una vez la economía se recuperara de las dificultades, no le importaba. Fueron economistas posteriores como Harrod y Domar los que convirtieron el keynesianismo en una doctrina de crecimiento económico a largo plazo. Más tarde llegaron o resucitaron los neoliberales como Hayek, quienes aseguraron que el mercado sabía mucho más que el Estado. Ahora estamos escuchando a banqueros que piden que nacionalicen sus bancos, por favor. Estamos viendo la resurrección de Keynes (o su reencarnación en Krugman y Stiglitz). Pero podemos preguntarnos, ¿un Keynes de corto plazo, para salir de la crisis, o un Keynes también de largo plazo para seguir una senda virtuosa de crecimiento económico?

Es ahí donde entra la actual crítica de la Economía Ecológica. El crecimiento económico se ha basado en la energía del carbón, el petróleo y el gas natural. Parece aconsejable un keynesianismo verde que aumente la inversión pública en conservación de energía, en instalaciones fotovoltaicas, en transporte público urbano y rehabilitación de viviendas, en agricultura orgánica. Pero no lo parece continuar en la fe del crecimiento económico. En los países ricos debe darse un ligero decrecimiento económico que sea socialmente sostenible. Debemos entrar en una transición socio-ecológica. La economía ha de decrecer en términos de materiales y de consumo energético. Existe ya un acuerdo social en Europa para que las emisiones de dióxido de carbono se recorten un 20% con respecto a las de 1990, pero lo que no se había previsto es que, de hecho, al decrecer el PIB esas emisiones ya están disminuyendo.

Pero no sólo hay razones ecológicas para el decrecimiento. Hay psicólogos que han averiguado que la felicidad no aumenta con el aumento del PIB per cápita. Mejor dicho, sí que aumenta a niveles muy bajos, pero no después. Ahora bien, el decrecimiento económico provoca dificultades sociales que hemos de afrontar para que la propuesta antes citada pueda ser socialmente aceptada. Si la productividad del trabajo (por ejemplo, el número de automóviles que un trabajador produce al año) crece el 2% anualmente pero la economía no hace lo propio, eso llevará a un aumento del desempleo. La respuesta ha de ser doble. Los aumentos de productividad no están bien medidos. Si hay sustitución de energía humana por energía de máquinas, ¿los precios de esta energía tienen en cuenta el agotamiento de recursos, las externalidades negativas? Sabemos que no es así. Además, hay que separar el derecho a recibir una remuneración del hecho de tener empleo asalariado. Esa separación ya existe en muchos casos (niños y jóvenes, pensionistas, personas que perciben el seguro de desempleo), pero debe ampliarse más. Hay que redefinir el significado de 'empleo' -teniendo en cuenta los servicios domésticos no remunerados y el sector del voluntariado- y hay que introducir o ampliar la cobertura de la Renta de Ciudadano o Renta Básica.

Cabe plantear otra objeción. ¿Quién pagará la montaña de créditos, las hipotecas y la deuda pública si la economía no crece? La respuesta debe ser que nadie. No podemos forzar a la economía a crecer al ritmo del interés compuesto con que se acumulan las deudas. El sistema financiero debe tener reglas distintas de las actuales. En Europa y Estados Unidos lo que es nuevo no es, pues, el keynesianismo, ni tan sólo el keynesianismo verde. Lo nuevo es el movimiento social por el decrecimiento sostenible. La crisis abre expectativas para nuevas instituciones y hábitos sociales. El objetivo en los países ricos debe ser vivir de forma óptima dejando de lado el imperativo del crecimiento económico.


Joan Martínez Alier es catedrático del Departamento de Economía e Historia Económica de la Universidad Autónoma de Barcelona


Las provincias, 21 febrero 2009
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Me parece que no es el primero en señalar las "virtudes" ecológicas de cualquier crisis [las emisiones caen al caer la actividad económica]- En mi opinión, esta cuestión de cantidades no tiene importancia práctica: sin transición tecnológica, las emisiones regresarán a su nivel y tendencia [alcista, por cierto] una vez la actividad económica retome el dinamismo. Si es que ocurre, habremos retrasado con eso algun tiempito la catástrofe climática, para lo que eso sirva. ¿Por qué no cacareamos? Martínez acierta al tocar el punto de las posibilidades de cambio tecnológico como parte del estimulo [lo que llama "keynesianismo verde"]. Para desgracia de esta posición, la cuestión de costos relativos y de oportunidades de sustitución efectiva no siguen las necesidades de los burócratas que asignarían el presupuesto a cuestiones "verdes"... A pesar de todo lo que se habla al respecto, me parece que no hay mucha perspectiva de un estímulo verde de verdad...Mucho menos cuando es prioridad del equipo de Obama quemar el carbón que existe en el territorio estadounidense.

Pero este asunto queda disminuido cuando se toma en cuenta la verdadera tesis que avanza Martínez. Un decrecimiento sostenible en los países ricos. Sin duda, una tesis interesante, aunque en mi opinión ha dejado fuera un par de consideraciones que pueden matizar cualquier apoyo a dicha idea. Sin duda, habrá quienes desde un ecologismo entusiasta apoyen esta noción, y hagan por tanto activismo político. Esto es positivo al tener el efecto de cuestionar los impactos indirectos del consumismo occidental en los países ricos... No obstante, esta crítica estaría mal orientada, sobre todo cuando buena parte del crecimiento económico planetario no ocurre en los países ricos, sino en las naciones que se desarrollan, en particular India y China. No se trata de que los estadounidenses, los ingleses o los españoles no cambien el auto cada año, o no se compren el tercer ipod, sino de que los chinos, los indúes, los latinoamericanos (y mas tarde los africanos) querrán participar de ese "consumismo irracional". Para ser sostenible, cualquier decrecimiento tendría que enfocarse en las clases medias de las economías en desarrollo. Pero las implicaciones éticas de esto no son tan sencillas como las implicadas en pedirle a los ricos que ya no consuman tanto...o peor aún: imagínense al primer mundo, tan ostentoso como es, diciéndole a los que se desarrollan que ellos ya no pueden aspirar al desarrollo, y que tendrán que conformarse con un menor consumo... Estas consideraciones internacionales, a mi juicio, restan relevancia a esta noción del "decrecimiento" sostenible en los países ricos...

Otra cuestión que no se toca en la idea de Martínez: gran parte de los productos de exportación de los países en desarrollo se venden en los mercados de los países ricos. Un decrecimiento en estos mercados tendrá el efecto de reducciones en el empleo en los países periféricos. Martínez no dice nada sobre cómo resolver esta cuestión.

Por último, viene la cuestión poblacional. Enfocarse en el crecimiento económico muchas veces lleva a olvidar el asunto demográfico. España misma tiene ahora una política que incentiva el incremento demográfico. Gran parte de Europa se encuentra en esa situación. Habrá crecimiento económico, aunque no quieran, por esta razón. Es mucho más sostenible apoyar políticas poblacionales que decir "no hay que consumir tanto"... Ahora somos sólo dos tercios los que seremos en una generación adelante. El tercer tercio que hace falta nacerá en Asia, América Latina y Africa, allí donde el crecimiento económico, antes de ser sostenible o no, es una necesidad por ser la diferencia entre la vida y la muerte para mucha gente. Considerando esto último, pedir un "decrecimiento sostenible" en los paises ricos nada más parece muy cómodo. Mejor sería pedir que una mayor parte del crecimiento económico en el mundo desarrollado se aplique como asistencia al desarrollo. Luego, sí, podemos hablar sobre un cambio en los patrones de consumo en el mundo rico, y sus posibilidades en el mundo desarrollado... Pero no creo que sea adecuado avanzar la noción de que no hay que crecer cuando una fracción sustancial de la población mundial no tiene agua potable, muere de enfermedades curables, no tiene accesso a la educación, etc., etc.

Dossier sobre MSL. Parte III

Aquí la tercera parte de la "reproducción" del dossier que Canarias Semanal tiene colgado en su red. Ahora toca un texto de Antoni Domènech, de quien he revisado un par de libros. He regresado con más frecuencia ahora a revisar los textos que tengo aquí de MSL. Leeré como por quinta vez la entrevista a Dialéctica. Cada lectura ofrece algo nuevo. Tal vez porque uno va buscando diferentes cosas...

RECUERDO DE MANUEL SACRISTÁN, VEINTE AÑOS DESPUÉS

Y aún otra entrada sobre MSL

Navegando me encontré con este excelente texto de Vera Sacristán, la hija de MSL. Fue escrito en el 2005 para un número especial de El Viejo Topo sobre Sacristán, y La Insignia lo tiene colgado en su red. Es un texto muy recomendable. Da una idea muy íntima y familiar sobre el carácter de MSL. Ofrece una visión que no es indispensable, aceptemos, para conocer su obra intelectual, pero que ayuda para profundizar, para los que quieran, en la persona que fue Sacristán, en tanto "ciudadano de a pie", por llamarle de algún modo... No forma parte del Dossier que se reproduce en otras entradas, pero se ofrece por igual para los 4 lectores de este blog (Catón dixit)...


«Nosotros también somos del rebaño de Epicuro»

Vera Sacristán Adinolfi

Dossier sobre MSL. Parte II

Foto: Extraído de Canarias Semanal. Vínculo.

En entradas anteriores se han publicado diversos artículos y materiales sobre el filósofo español. Esta es la segunda parte (de muchas) del dossier que reproducimos y que el semanario "Canarias Semanal" tiene colgado en su sitio electrónico



Francisco Fernández Buey (Entrevista)
Tiza blanca en pizarra negra

Dossier sobre Manuel Sacristán, parte 1

Imagen tomada de aquí.

En una entrada anterior se incluyen vínculos a textos sobre Sacristán del Seminario de Credibilidad Macroeconómica, del que los miembros del colectivo editor de Intervenciones/Otros artificios formamos parte. Ahora se iran incluyendo los vínculos a los textos que el semanario Canarias-semanal publicó como dossier de homenaje al filósofo español.
Aquí el vínculo a la página del dossier.

¿Por qué leer a Manuel Sacristán?
Cristóbal García vera

Inauguramos esta bitácora...




"...el miedo a la verdad, a la manifestación de la realidad, es uno de los sentimientos más extendidos entre los sectarios, igual si son de derechas que si son de izquierdas. "



Manuel Sacristán Luzón, 1978