Agua en México: agotamiento, degradación y precios sombra imputados

El INEGI calcula el PINE, o producto interno neto ecológico y lo publica en el sistema de cuentas económicas y ambientales. El producto interno neto es el PIB menos la depreciación de los acervos de capital. En la literatura de economía ambiental y ecológica se piensa que el PIN debe también contabilizar la depreciación de los acervos de capital natural. De esta forma, el PINE, donde la "E"es por "ecológico", según la literatura, sería un indicador de la sustentabilidad de una economía (en el sentido, se pensaba, que el PINE sería el máximo nivel de consumo que podría ocurrir en un año sin que se agoten los acervos de capital, o "máximo consumo sustentable"). A
partir de un paper clásico de Weitzman se estableció, además, que el PINE equivalía a la función Hamiltoniana cuando se evaluaba en el óptimo. En una entrada nerd habíamos comentado que esta interpretación sólo se mantenía para funciones lineales de utilidad. Como sea, a pesar de que sea muy díficil víncular el PINE observado con economías que optimizan dinámicamente, es
posible usarlo como medida de bienestar en evaluaciones de política pública.

Así pues, viendo los datos del agua en el cálculo del PINE fue posible darse cuenta de dos cosas: 1) cuáles acervos se consideran para el agotamiento 2) los precios sombra imputados.

En lo que hace a lo primero, tenemos que hay dos acervos considerados únicamente: los acuíferos subterráneos y un acervo mucho más efímero que podríamos denominar "agua de calidad aceptable". Es fácil obtener los precios sombra imputados dado que INEGI da los datos en
metros cúbicos y en miles de pesos. Recuerden que el precio sombra es una evaluación del costo de oportunidad (en este caso, en unidades monetarias de ingreso) de una unidad adicional del acervo en cuestión. (Si están familiriazados con las técnicas de optimización, los precios sombra son los multiplicadores de Lagrange, en el caso estático, o las variables de coestado en específicos problemas de opt. dinámica)...

Así pues, tenemos el siguiente comportamiento para cada uno de estos acervos:

Agua subterránea
Fuente: elab. propia con datos del Sist. Nal. de Cuentas Eco y Eco.

Las barras indican volumen en m3. Las líneas punteadas son los precios sombra imputados. Hay un comportamiento esperado: a medida que se agota el acervo sube su valuación. En una economía a la Hotelling tendríamos que el precio de mercado sería igual al costo de producción más el precio sombra (también interpretado en este caso como la renta de escasez). Si asumimos que el "costo de producción" del agua (por infraestuctura, por escurrimiento, etc.) es constante, entonces el precio del agua debería estar subiendo paulatinamente.

Si asumimos que estos precios sombra son los adecuados, al compararlos con los precios que cobra la CNA vemos que hay una transferencia enorme de renta hacia los consumidores por cada metro cúbico. En el caso de lo agrícolas, la transferencia es total.

No obstante, el PINE construído con estos datos no está completo. No hay cálculo sobre el precio sombra imputable al agua superficial. Cada año el país tiene un acervo determinado de agua superficial que deriva de las precipitaciones. La ONU tiene porcentajes de uso "sustentables" de este flujo físico (pero que podría verse como un stock económico): sólo es posible usar alrededor de cierta fracción debido a que el resto se debe destinar a funciones ecológicas, etc. Así, el agua superficial (ríos, lagos, presas, etc.) se convierte en un acervo que bien podría tener un precio sombra positivo (representando escasez). Con todo, parece que es buena hora para cambiar la estructura de precios que se pagan por el agua.

Aquí hay un problema...¿o no?

El agua se nos está acabando...
Contra la intuición, el consumo domiciliar o municipal es mínimo... Incluso el industrial palidece al lado del consumo agrícola (solo irrigación...no se contabiliza el uso consuntivo en la agricultura de temporal...)
Pero como en México existen subsidios allí donde no debiera haberlos (recuerden aquellos que Conasupo daba al consumo urbano de maíz, creando una estructura regresiva a cargo de los productores y consumidores rurales...) la recaudación de la CNA no sólo no ha subido, sino que ha declinado un poco en 10 años. Ni siquiera el factor población hace crecer la recaudación, ni el crecimiento mismo...ni qué esperar que subiera por simple y terrenal escasez. Increíble...

Los usuarios agrícolas no pagan...
Fuente: CNA. Programa Nal. Hídrico 07-12
Pero recuerden que las hectáreas de irrigación son las menos en el país....
Fuente: calculos propios con datos de Sagarpa.
Y que el 80% de los agricultores tienen propiedades menores a las 5 hectáreas...
Fuente: calculos propios con datos de Sagarpa.

¿No será que el subsidio agrícola al agua se distribuye regresivamente en la economía? ¿No sería mejor empezar a ponerle un precio al líquido y comenzar a fomentar su uso eficiente, no solo en la agricultura, pero específicamente en la agrícultura? ¿No sería ésta una política que ayude a redistribuir el ingreso un poco más equitativamente? Me parece que el asunto debe ser central en cualquier programa de acción y adaptación ante el cambio climático...Más cuando ya vemos que las bajas precipitaciones ya llegaron, provocando sequía y recortes al suministro en el DF...


Actualización: Las cuotas (CNA, Estadísticas del Agua en México 2008)


Juegos (in)creíbles...

Tal vez pocos ámbitos de la vida nacional son tan propensos al asunto de la credibilidad y la reputación como la administración de justicia en México.

Hace algunos días, un científico francés que venía de intercambio a México, a la UAM, fue asesinado por asaltantes que le quitaron alrededor de 80 mil pesos.

Días después, y ante la mirada atenta de la embajada francesa y la opinión internacional, el sistema de justicia atrapo a varios sospechosos.

Dado que en México uno es culpable hasta que se demuestre lo contrario, los tipos fueron derecho a prisión.

Ellos, claro, se decían inocentes. Posiblemente lo eran, y se trata de meros chivos expiatorios. Si no eran, saben que con decir eso podían ganar tiempo. Por mala fortuna no son pocos los casos en los que se encarcelan a los inocentes, por lo que la acusación tendría que ir muy bien sustentada, dándoles tiempo para preparar una mejor defensa, por ejemplo.

Ahora resulta que el principal sospechoso de haber disparado apareció muerto a golpes y por hipotermia en el Reno.  Ya no podrá reclamar su inocencia ni admitir su culpabilidad, según aplique.

Con todo, el caso apesta.

Para colmo, el mismo modo de operación fue visto de nuevo cuando un turista colombiano, llegandito del aeropuerto, fue despojado de varios miles de dólares... 





¿A quién le creemos?


Krugman vapuleado...

Imagen:http://www.nationmaster.com/wikimir/images/upload.wikimedia.org/wikipedia/en/thumb/3/38/Robert_barro.gif/180px-Robert_barro.gif

Aquí una entrevista a Robert Barro

Le da con todo:
Do you read Paul Krugman's blog?

Just when he writes nasty individual comments that people forward.

Oh, well he wrote a series of posts saying he thought the World War II spending evidence was not good, for a variety of reasons, but I guess...

He said elsewhere that it was good and that it was what got us out of the depression. He just says whatever is convenient for his political argument. He doesn't behave like an economist. And the guy has never done any work in Keynesian macroeconomics, which I actually did. He has never even done any work on that. His work is in trade stuff. He did excellent work, but it has nothing to do with what he's writing about.

I'm not in a position to...

No, of course not.

I'm not in a position to know things like the degree to which Paul Krugman counts as a relevant expert on new Keynesian economics.

He hasn't done any work on that. Greg Mankiw has worked in that area. 

Un (medio viejo) texto sobre economía del cambio climático y el Reporte Stern

Aquí un texto de hace más o menos un año que estaba destinado a al

guna publicación de divulgación. Es la primera de dos partes. La segunda parte sigue en el tintero. Pero se pone a disposición del respetable por si hubiere comentarios...


Cambio climático y economía (I)

Carlos A. López Morales+

Este trabajo se divide en dos partes. La primera parte, que conforma esta entrega, expone elementos de la discusión académica reciente que señala problemas y virtudes del llamado “Reporte Stern” sobre la economía del cambio climático. La segunda parte, que se incluirá en una próxima entrega, expone algunos elementos técnicos de la modelación económica del cambio climático. El trabajo en su conjunto ofrece una exposición general de tal modelación e ilustra su relación con la utilizada exitosamente en otros campos de la economía, en particular el de la macroeconomía moderna. El tono general de las conclusiones a las que actualmente llega el debate académico a este respecto sugiere problemas metodológicos no triviales. Las últimas páginas del trabajo, a modo de conclusiones, exploran este punto.

El Reporte Stern: el contexto y sus críticas

La preocupación científica sobre los efectos de la actividad económica planetaria sobre el medio natural es demasiado reciente.[1] Apenas se pueden contar unas cuantas décadas desde que se empezaron a realizar estudios de conclusiones ecológicas globales. En lo que hace al cambio climático, el desarrollo científico en economía se encuentra cronológicamente en su infancia, aunque no por ello se debe concluir que el gremio no tiene nada maduro qué decir al respecto. En la segunda mitad de 2006 se publicó un reporte sobre la economía del cambio climático que ha causado cierto revuelo en los círculos académicos. Sir Nicholas Stern, economista inglés con destacada carrera académica y política, recibió en 2005 el encargo de la corona británica para aconsejarla sobre los asuntos del cambio climático. El “Reporte Stern”, como se le ha llamado al informe que coordinó, concluye que los beneficios de promover en el corto plazo políticas agresivas de abatimiento de emisiones de gases “invernadero” superan por mucho, y con algún grado de certeza, a los costos futuros de no hacerlo.

Lo anterior se deduce del escenario planteado en el informe en el que el valor presente del costo anual del cambio climático se estima equivalente a un 5% del producto interno bruto (pib)mundial (susceptible de ascender al 20% en los peores escenarios climáticos), mientras que el valor presente del costo global de la política inmediata de mitigación se estima equivalente, en contraste, al 1% de dicha cifra (Stern, 2006). La implicación de política se deriva inmediatamente: se exhorta a los gobiernos a invertir, desde ya, el 1% del pib mundial en la reducción de las emisiones de dichos gases y a evitar, con eso, las consecuencias futuras más graves derivadas de su acumulación atmosférica.[2]Estos resultados, que pueden ser muy bien recibidos por quienes desde el ecologismo, pero no sólo, mantienen activismo político, han ocasionado consenso entre los economistas que llevan una o dos décadas en el tema, pero no un consenso positivo, sino uno bastante crítico, al que vale la pena prestar atención pues ilustra muy bien algunos problemas metodológicos de la economía con la que se analiza el cambio climático. La crítica va en dos niveles. Una teórica, orientada a señalar las deficiencias en los métodos y en los procedimientos usados para la obtención de esas conclusiones, y una política, que señala la sociología del reporte, por decirlo así.

Asuntos teóricos

El consenso de los especialistas radica en señalar que se han hecho deliberadamente en el reporte los supuestos que resultan adecuados para obtener esas conclusiones. Pero la cuestión no es tan sencilla: no se trata del uso de meros métodos numéricos ad-hoc, sino de posicionamientos éticos respecto al trato que se da a las generaciones futuras en el modelo utilizado, a la sazón un problema en teoría económica aún sin solución desde que John Rae lo sugiriera, es decir, un problema de al menos 150 años de edad.[3] A propósito de este punto, Hal Varian, el autor del famoso libro de texto, resume muy bien las opiniones vertidas por William Nordhaus, sobre quien se puede decir que es el co-fundador de la economía del cambio climático,[4] y por Partha Dasgupta, también considerado pionero en la economía de los recursos naturales: “La elección de una política apropiada con respecto al cambio climático”, dice Varian, “depende mucho de cómo uno pondera los costos y los beneficios que éste genera entre diferentes generaciones. El Reporte Stern escoge una manera de hacerlo, pero se pueden examinar muchas otras. Es probable que la exploración de supuestos alternativos y de sus implicaciones lleve a mejores políticas que cualquier recomendación general. Al menos en nuestro estado de entendimiento, exploración mata exhortación.” (Varian, 2006). Así, de acuerdo con esta opinión, el Reporte Stern manifiesta una de las posiciones posibles (a través de la elección de ciertos valores paramétricos, llamados “supuestos” por Varian), y es, en este sentido, nada concluyente. Dasgupta lo dice aún más fuerte: “[n]o se sirve a la causa cuando se eligen los valores de los parámetros para obtener las respuestas deseadas.” (Dasgupta, 2007a).[5]

El asunto con el Reporte Stern es, pues, que los resultados numéricos de costos y beneficios del cambio climático dependen mucho de la ética asumida para el trato de las generaciones futuras. Se puede decir que la literatura apuesta ahora a comprender y a reducir la incertidumbre provocada por el tratamiento del futuro, pero no a eliminarla.[6] El trato del futuro no es el único de los problemas metodológicos que se han encontrado en el Reporte. Robert Mendelsohn, profesor de la Universidad de Yale, publicó en 2006 una crítica en la revista Regulation, editada por el Instituto Cato, en la que identifica que mientras los costos del cambio climático son descontados a una tasa de 1.4%, los costos de abatimiento no reciben descuento alguno. “Para ser consistente”, dice Mendelsohn, “el costo de oportunidad de la inversión en mitigación debe valuarse usando la misma tasa de descuento con la que se determina el costo del cambio climático. (…) Asumiendo que se usa la tasa histórica de retorno del 4%, el valor de $1 de abatimiento es $2.9 cuando se evalúa a una tasa de descuento de 1.4%. Los costos de mitigación reportados en el estudio necesitan multiplicarse por tres para ser consistentes con el cálculo de los daños” (Mendelsohn, 2006). Además, Mendelsohn remata la crítica señalando un supuesto que puede escandalizar a más de un “tecno-escéptico”, pues Stern parece suponer, sin dar fundamento alguno, que el desarrollo técnico de las 5 décadas por venir reducirá en un factor de seis el costo de mitigación.

Otro conjunto de críticas está compilado electrónicamente por el Centro para la Ciencia y la Política Pública, con sede en Washington, en un volumen titulado “Críticas tempranas al Reporte Stern”. De allí destaca la opinión de Richard Tol, prolífico econometrista holandés que lleva más de una década publicando contribuciones a los métodos y procedimientos pertinentes para la economía del cambio climático:[7] “[p]ara alguien familiarizado con la economía del cambio climático, o con la literatura del análisis costo-beneficio del cambio climático”, escribe Tol, “las conclusiones principales del Reporte Stern son una sorpresa: los estimados caen muy por fuera del rango convencional. (…) El Reporte Stern es una oportunidad fallida para ayudar a alinear la política británica de cambio climático con esta literatura”. Además, Tol afirma que “el Reporte Stern es muy selectivo en la literatura citada sobre el impacto del cambio climático. El sesgo en la selección no es aleatorio, sino que enfatiza los estudios más pesimistas. La tasa de descuento usada es, incluso, inferior a la recomendación oficial de la Tesorería de Su Majestad. Los resultados son a menudo malinterpretados. El Reporte asegura que se basa en un análisis costo-beneficio, pero no se realizó ninguno.” Y finaliza, con tono lapidario: “Por tanto, el Reporte Stern puede ser hecho a un lado por alarmista e incompetente” (Tol, 2006).

Asuntos políticos

La segunda vertiente de crítica al Reporte Stern, la crítica sociológica, puede ser resumida en los siguientes pasajes que se leen en las críticas de Tol y de Nordhaus: El Reporte Stern, escribe el primero, “es un reporte al Primer Ministro y al Canciller de Hacienda del Reino Unido. Un grupo de 23 personas, coordinado por Sir Nicholas Stern y apoyado por muchos consultores, trabajaron poco más de un año para producir un reporte de algunas 700 páginas de economía de cambio climático.” (Tol, 2006). Nordhaus titubea aún menos, aunque en tono cómico: “Recuerdo un comentario de Mark Twain, quien dijo que él podía escribir dos páginas en 30 días o 30 páginas en dos días, pero que no podía escribir dos páginas en dos días. Sólo podemos desear que los autores del Reporte se hubieran tomado unos pocos meses más para escribir un tratado más conciso y consistente” (Nordhaus, 2007). Además, dice Nordhaus, el Reporte Stern “debe verse como un documento político… no un documento académico. Como todos los reportes al gobierno, el Reporte Stern se publica sin una revisión de métodos y supuestos experta e independiente. Pero incluso el análisis científico del Gobierno de Su Majestad necesita someterse al arbitraje experto” (Nordhaus, 2006). Mucho más aprensible, la crítica sociológica al Reporte lo deja igual que la técnica: bastante mal parado. No sólo los métodos usados para obtener conclusiones causan polémica, sino la manera misma en que están presentados, sin una auditoria técnica entre expertos sobre lo que allí se dice, como sí sucede con cualquier paper que se publica en las revistas especializadas en cualquier campo de investigación científica.

En el reporte existe, pues, una buena exposición de lo que hay que suponer para promover mayor abatimiento en el presente. Pero, como Mendelsohn apunta, “el análisis necesita fundamentarse en ciencia y en economía sólidas antes de que miles de millones de dólares anuales se inviertan en el abatimiento” y allí es donde comienzan algunas de las virtudes que se le pueden atribuir al reporte. John Quiggin, profesor de la australiana Universidad de Queensland, lo ejemplifica de la siguiente manera: “El reporte Stern cambió radicalmente los términos del debate presentando la problemática [del cambio climático] en términos económicos en lugar de en términos científicos” (Quiggin, 2006). Aquí no hay que detenerse en la desafortunada distinción entre lo “económico” y lo “científico”, pues se entiende que Quiggin discrimina entendiendo por “científico” todo aquello proveniente de las ciencias de la naturaleza. El hecho que aquí interesa es ese, pues: que el Reporte ha terminado con poner a la economía y a sus métodos en el centro de la cuestión del cambio climático, por lo menos cuando se evalúan políticas alternativas sobre agregados macroeconómicos, como lo es, claro está, el producto interno bruto mundial.

Nordhaus lo ha puesto del siguiente modo: “La revisión radical de la economía del cambio climático presentada en el Reporte no se origina en nueva ciencia, tampoco en nueva teoría económica ni en nueva modelación. Depende más bien de la elección de una tasa de descuento cercana a cero en combinación con una función de utilidad particular”, ambos elementos clave de la modelación macroeconómica moderna (Nordhaus, 2007). Dasgupta, por su parte, dice que “las conclusiones a las que Stern y su equipo llegan son implicaciones de su elección sobre un par de parámetros éticos, y no se derivan de los nuevos hechos climáticos” posiblemente derivados de nuevos modelos más refinados sobre el clima y la atmósfera planetarios (Dasgupta, 2007b). Como en muchos otros temas de interés público, la economía y sus métodos prueban su importancia también en el caso del cambio climático, pues de ellos se valen el análisis, el diseño y la implementación de políticas públicas con objetivos sociales determinados. Ya por un mero interés “de conocimiento”, ya por evaluar lo que está en juego, es conveniente dar una mirada, aunque sea breve, a las metodologías básicas de modelación de la economía del cambio climático. Se puede ver que son aplicación de modelaciones existentes (y exitosas) en la macroeconomía moderna (galardonadas más de una vez con el premio Nobel de Economía –la última, en 2006, a Edmund Phelps), y nos podemos preguntar si es posible heredar dicho éxito al campo climático.[8]Pareciera que la respuesta va adquiriendo poco a poco un tono negativo, por lo menos a partir de lo que se lee en las conclusiones de algunos de los participantes del debate académico corriente sobre este asunto, en particular las de Partha Dasgupta (2007b) y las de Martin Weitzman (2007). Pero ese tema se aborda en la segunda parte del presente trabajo.

Bibliografía

Dasgupta, Partha (2007a)/ “Commentary: The Stern Review’s Economics of Climate Change”, National Institute Economic Review 199.

Dasgupta, Partha (2007b)/ “Discounting Climate Change”, mimeo, Octubre.

Frederick, Shane; George Loewenstein y Ted O’Donoghue (2002)/ “Time Discounting and Time Preference: A Critical Review”, Journal of Economic Literature 40 (2).

López Morales, Carlos A. (2007a)/ “Ecología política y tradición marxista: las consideraciones analíticas y programáticas de Manuel Sacristán”,Economía Informa 340, mayo-junio.

López Morales, Carlos A. (2007b)/ “Discounting the Future at a Decreasing Rate and the Marginal Damage Costs of co2 Emissions: Reducing the Uncertainty”, ponencia presentada en la Conferencia Bianual 2006 de la Sociedad Estadounidense de Economía Ecológica, Pace University, Nueva York, Junio.

Mendelsohn, Robert (2006)/ “A Critique of the Stern Report”,Regulation 29 (4).

Nordhaus, William (2006)/ “The Stern Review on the Economics of Climate Change”, mimeo, Noviembre.

Nordhaus, William (2007)/ “A Review on the Stern Review on the Economics of Climate Change”, Journal of Economic Literature 45 (3).

Quiggin, John (2006)/ “Stern and the Critics on Discounting”, mimeo, Diciembre.

Tol, Richard (2006)/ “The Stern Review of the Economics of Climate Change: A Comment”, en The Center for Science and Public Policy/ The Stern Report. Some Early Criticisms, Washington, Noviembre.

Stern, Nicholas (2006)/ The Economics of Climate Change: The Stern Review, Cambridge University Press, Cambridge.

Varian, Hal (2006)/ “Recalculating the Costs of Global Climate Change”,The New York Times, edición del 14 de diciembre.

Weitzman, Martin (2007)/ “A Review on the Stern Review of the Economics of Climate Change”, Journal of Economic Literature 45 (3).



+ Profesor de la Facultad de Economía. Miembro del Seminario de Credibilidad Macroeconómica. Estudiante del segundo año del programa doctoral en economía ecológica impartido en Rensselaer Polytechnic Institute, Estados Unidos. PARA CITAR ESTE ARTÍCULO SE SUGIERE: López Morales, Carlos A. (2008)/ "Cambio climático y economía (I)", mimeo. Borrador disponible enhttp://docs.google.com/Doc?id=df7hjm5w_3gzhhkxgp

[1] Se pueden rastrear, siguiendo a Joan Martínez Alier o a Manuel Sacristán, atisbos decimonónicos de planteamientos analíticos de la economía energética de la agricultura, por ejemplo, o reflexiones ecológicas con cierto grado de generalidad en los clásicos de la tradición marxista; pero la preocupación ecológica explícita de carácter global o planetaria volcada analíticamente es claramente perteneciente a la segunda mitad del siglo XX, tal vez sólo después del famoso informe coordinado por Donella Meadows que el Massachussets Institute of Technology presentó en los setenta al Club de Roma. Algunos comentarios sobre los aportes de esos autores españoles a la luz del desenvolvimiento de dicha preocupación se pueden encontrar en López (2007a).

[2] Para dar una imagen de magnitud de la cifra: El 1% del pib mundial asciende ahora a 570 mil millones de dólares, cifra que es equivalente, a su vez, al 1.8% del pib de los países ricos y que es 7 veces superior al presupuesto global de ayuda financiera al desarrollo (Dasgupta, 2007a). Esta imagen estadística señala por sí misma uno de los dos problemas principales de la economía del cambio climático (el otro es el trato de la incertidumbre): se pide por motivos de equidad que las generaciones presentes gasten “intergeneracionalmente” 7 veces el gasto que de por sí hacen “intrageneracionalmente”.

[3] El problema del descuento del futuro ha ocupado a grandes economistas de los siglos xix y xx. Entre los decimonónicos se encuentran John Rae, Stanley Jevons y Böhm-Bawerk (Frederick, et.al., 2002). Ya en el siglo xx, Frank Ramsey y Paul Samuelson destacan desde su primera mitad. El primero proporcionó el esquema general de modelación; el segundo hizo una formulación técnica más explícita que se volvería convencional con el tiempo, a pesar de las advertencias metodológicas del propio Samuelson. La lista célebre para el resto del siglo xx y para lo que va del xxi continúa con Robert Solow, Roy Harrod, Tjalling Koopmans, Partha Dasgupta, Geoffrey Heal, Joseph Stiglitz, Nicholas Georgescu-Roegen, Thomas Schelling, Kenneth Arrow, William Baumol, Martin Weitzman y Robert Strotz, entre otros. Ya en este siglo, el asunto se comienza a analizar incluso por autores con formación en las ciencias de la naturaleza y que participan de programas de investigación de origen multidisciplinario, como el de la economía ecológica, síntoma de que el problema en cuestión, como muchos otros que están o estaban destinados exclusivamente a la economía, trasciende las tradicionales barreras disciplinarias. La ausencia de solución analítica (solución que respondería a la pregunta ¿qué tasa de descuento se debe usar en los problemas intertemporales de utilidad?) tal vez se deba al carácter ético del problema, terreno en el que a final de cuentas no se puede demostrar analíticamente nada.

[4] Otro co-fundador puede ser William Cline.

[5] Queda pendiente, sin embargo, la cuestión de qué tan metodológicamente abarcante es una exploración como la sugerida por Varian (es decir, paramétrica), pues al ser tal queda restringida al tipo particular de modelación usada convencionalmente en la economía del cambio climático, dejando fuera la posibilidad de explorar y evaluar políticas alternativas bajo algún otro tipo de modelación pertinente. Sobre esto se dirá algo al final de la segunda parte del presente trabajo.

[6] En López (2007b) se presentan metodologías que apuntan en ese sentido, aplicadas, no obstante, a problemas más particulares, menos sistémicos.

[7] Queda para otro momento la evaluación de si este centro de estudios tiene o no una agenda política por debajo de sus objetivos explícitos de “promover una examen justo y balanceado de la ciencia”, como lo estipula su sitio electrónico, pues la elección de los materiales que dicho centro reproduce motiva suspicacia, por decir lo menos. Richard Tol, no obstante, es un académico que merece atención, como muchos otros, independientemente de quién decida reproducir su trabajo.

[8] Por lo pronto, se especuló en el proceso Nobel de 2007 que William Nordhaus competía este año por el galardón junto a Eugene Fama, a Robert Barro y a Lena Edlund.


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Un fan de Dasgupta...

La economía no es una cosa fácil. Llevaba muchas horas tratando de sacarme algunas confusiones entre artefactos tan raros como el PNN (producto nacional neto), que es un observable en la economía, con conceptos más etéreos como el equivalente de consumo constante y el hamiltoniano (a valor corriente o presente, evaluado o no en las trayectorias óptimas)... y pues me había resignado a que la cosa era confusa nomás... Así que dí con Partha Dasgupta, uno de los autores que más disfruto leer. Pa que nos andamos con cosas. Dasgupta tira puras netas. Sus textos esclarecen muchos campos. Tiene netas en elección social, en la filosofía de la economía, es fundador de la economía de los recursos naturales, tiene documentos que esclarecen todo el rollo de la economía del cambio climático y el reporte Stern...Bueno, incluso tiene uno texto excelente sobre población...

Así que cuando vi que Sir Dasgupta tenia 1 y 2 documentos sobre el tema en que me ocupaba acudí presto a revisarlos. De entrada, me encuentro en el resumen con la siguiente frase:

Me cae que así debería ser la literatura económica: clara, al grano, no ambigüa...
Allí, en un par de frases, la confusión no lo es más...

"Nos va a matar de hambre el gobierno..." Sobre paternalismo y descentralización

"No hubo trabajo, estuvo cabrón..."
Esta nota 
contrasta en tono y contenido con esta otra

En una se critica la labor del gobierno para hacer frente a la crítica situación
En otra se premia la labor del gobierno para hacer frente a la crítica situación...¿Cuál es cuál?

Yo pensé en aprovechar en esta entrada el comentario del pescador yucateco para lanzar una crítica al paternalismo mexicano. Me parece que México es una sociedad acostumbrada a que papá gobierno le resuelva sus problemas. No somos una sociedad acostumbrada a tomar las riendas de la cosa, capaz de auto-organizarse de forma paralela al gobierno (las excepciones son demasiado pocas). Somos una sociedad que pide su independencia del gobierno en lo que le conviene (pagar impuestos y otras libertades) pero que no se quiere separar en otras (papá gobierno debe proveer, papá gobierno debe fijar los precios de mis mercancías, papá gobierno debe hacerme competitivo). Nos gustan las soluciones centralizadas en unas cosas y las descentralizadas en otras. No nos aventamos a la descentralización. No damos ese paso. Es posible pensar que ese paternalismo no nos ayuda en nada. 

Pero al ver la nota me dí cuenta que lo que dice el pescador tiene sentido desde su punto de vista. Trabajar todos los días por el equivalente a 5 o 6 dólares hace que cualquier turbulencia vuelva cualquier situación precaria en una de emergencia. Lo único que le diría al pescador, con riesgo altísimo de caer en clichés baratos, es que no es papá gobierno el responsable de mejorar su situación, sino la sociedad toda, incluyendolo a él. Y dejen decirlo con los conceptos que los economistas (tan odiados) tienen: su situación mejora no si el impuesto al diésel se va pa allá o pa acá. Si situación mejora cuando el costo de oportunidad de su tiempo se eleva sustancialmente. Una manera de elevar el valor de dicho costo es elevando la productividad general en la economía, lo que implica no sólo disponibilidad de capital y recursos (algunos, tal vez, provenientes del gobierno en forma de infraestuctura, por ejemplo), sino una reforma sustancial del tejido social (que incluya, sí o sí, una reforma educativa de fondo. La riqueza del país no está en el subsuelo marino ni en Pemex, sino en sus aulas.) Para ello, las relaciones sociales deben dejar de estar mediadas por ese paternalismo central y comenzar a resolverse más por sí mismas, de forma descentralizada...

El debate sobre el estímulo fiscal.

Parece que el debate sobre la crisis financiera, que ahora ha tomado al estímulo fiscal como objeto central, se dirime no en la investigación económica de frontera, sino en sus cuestiones elementales. Muchos, como Krugman, argumentan que ya no hay modo de sacar política monetaria. La razón? Le economía de EEUU está en la trampa de líquidez, de forma tal que no hay modo de sacarse una expansión monetaria de la manga. Otros, como Lucas, argumentan que sí, que aún hay modo utilizando a la política monetaria. Y más aún: que ese, el monetario, es el único modo. 

El debate, pa decirlo pronto, se pone bueno. 


MV=PY

  • Y con esa ecuación, Brad DeLong, de la UC en Berkeley, se desespera por lo que, en su juicio, es un error garrafal de John Cochrane, ni más ni menos. DeLong dice que es un error básico, de aquellos que cometen los estudiantes introductorios. Aquí, Cochrane dice que una vez que no hay política monetaria, y si Y=C+I+G, cualquier incremento en G lleva a disminiciones de C o I. Hay crowding-out uno a uno. Por eso, dice Cochrane, el estímulo fiscal es mala idea. Pero, como se ve, eso sólo se sostiene si uno ha supuesto que V es constante junto con M y P. Y ese, dice Delong, es un supuesto heroico. Aquí, Delong da un breve ejemplo de cómo V puede cambiar. 

  • Aquí, Mario Rizzo documenta alguna incredulidad del mismo Keynes respecto la pertinencia de la expansión en el gasto público.