Ecología y política en el centenario de Manuel Sacristán

 En este 2025 se cumple el centenario del natalicio de Manuel Sacristán. 

Para el día 5 de septiembre, el mero día, se publicaron una serie de videos y textos de reflexión sobre la vida y obra de Sacristán.

Como aquí le tenemos mucho aprecio, y le hemos dedicado algún trabajo a lo largo de los años (ver la etiqueta Sacristán de esta misma bitácora), preparamos video y texto, que se incluyen a continuación.



Ecología y política en el centenario de Manuel Sacristán

Carlos A. López Morales*

“¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI?” se preguntaba Manuel Sacristán en 1983, en el centenario de la muerte del autor alemán.1 En aquella breve exposición contempló algunas de las posibilidades y adelantó alguna lectura preferida: la de la perspectiva política ante las tensiones entre creación y destrucción del desarrollo capitalista y entre los aparatos culturales que lo acompañan. Dicha lectura, dice Sacristán, sería la más fiel al sistema de Marx “y a su estilo intelectual”, como gustaba llamarle, aunque alerta sobre una importante laguna: la resolución de dichas tensiones es asunto abierto y libre de cualquier determinismo que equipare realidad con racionalidad o se apegue a inevitables evoluciones de la historia. Como resultado de esa ausencia, la perspectiva política debe conformarse con la búsqueda constante del porqué y del cómo es que dichas tensiones dejarán de serlo “cuando se viva otra cosa”, para usar su bonita fórmula, lo que además se lleva bien con la praxeología como género literario.

Ya bien pasado un cuarto del dicho siglo podemos parafrasear la pregunta, ahora para el propio autor español, a propósito del centenario de su natalicio: ¿qué Sacristán se lee (y se leerá) en el siglo XXI? Esta breve intervención, claro está, no puede tener como objetivo brindar definitividad en ese sentido sobre la obra de Sacristán. Alcanza, más bien, para plantear la pregunta y dejarla abierta, al tiempo de sugerir un elemento sin el que cualquier reflexión al respecto quedaría muy incompleta, a saber: la identificación de “los atisbos político-ecológicos” de Marx (y de Engels).2 Reconstruir a Sacristán sin ecología no solamente deja sin reconocer la peligrosidad con la que el cruce ya mencionado entre creación y destrucción se manifiesta cuatro décadas después de publicados aquellos “atisbos…”, sino que sería mal reflejo de sus preocupaciones más sentidas, a decir de los diversos materiales que preparó a partir de la década de 1970.3 En éstos se puede ver que a Sacristán le preocupaba la problemática ecológica no solo por mera curiosidad intelectual o de cultura general, sino por representar crisis civilizatoria con implicaciones fundamentales para la tradición política inspirada en aquellos clásicos.

En tiempos en los que son evidentes las implicaciones geológicas de la “especie exagerada”, hay que decir que la lectura sacristaniana tiene la virtud de notar que las preocupaciones ecológicas de Marx y Engels van mucho más allá de ser algunos “atisbos” más bien sueltos, sino que integran una visión de sistema con implicaciones políticas profundas. Enunciamos tres elementos que acaso puedan bastar para ver esto último. Primero, las preocupaciones de Marx y Engels sobre las condiciones adversas de vivienda y de alimentación de la clase obrera inglesa integran lo que Sacristán llama “ecología humana en condiciones capitalistas tempranas”. Marx ha de ser el primer científico social, dice Sacristán, en analizar la alimentación a escala demográfica desde una perspectiva política (i.e., el proceso de abaratamiento de la fuerza de trabajo). Segundo, el hallazgo de Marx, auxiliado por la entonces incipiente agronomía, sobre el impacto combinado que la industrialización agrícola y las crecientes concentraciones urbanas tiene en el agotamiento de la fertilidad del suelo destinado a la producción de alimentos. Este hallazgo, dice Sacristán, obliga a Marx a tomar cautela respecto del “avance por el lado malo” del desarrollo histórico del modo de producción, dado que aquí se hace evidente que la explotación capitalista “dificulta el intercambio entre el ser humano y la naturaleza, [y] perturba la condición de una fecundidad duradera de la tierra”.4 Estas incursiones en la ecología humana y en la agronomía contextualizan la conclusión de Marx sobre que el capitalismo como sistema “no desarrolla la técnica y la combinación del proceso crucial de la producción más que minando al mismo tiempo las fuentes de las que mana toda riqueza, la tierra y el trabajador”.5 Las implicaciones sistémicas de esta destrucción se integran en el tercer elemento identificado por Sacristán: la hipótesis de Marx según la cual “el capitalismo no se extinguirá hasta haber destruido antes totalmente el metabolismo duradero entre la especie humana y la naturaleza”. Las implicaciones políticas de esta hipótesis son profundas, pues para “vivir otra cosa” se tendrá que reconstruir sistemáticamente dicho metabolismo, pues en ello se va la viabilidad ecológica de la especie. Hay otras exploraciones programáticas asociadas a este resultado que se pueden discutir más propiamente a la luz de su mérito argumentativo o de su factibilidad corriente, como aquellas especulaciones de Engels sobre que esa reconstitución pasa por la desaparición de las ciudades y la dispersión homogénea de la población en el territorio.6 Por ahora basta notar la relevancia del uso por Sacristán del concepto “metabolismo duradero” con el que denota a la “relación correcta” de la especie humana con el resto de la naturaleza, entendida como la adecuada para el sostenimiento de la especie. Con ello, Sacristán anticipa por casi dos décadas el descubrimiento más extendido de la ecología de Marx y que se agrupa ahora en la noción de la ruptura metabólica.7

Sacristán acompañó la identificación de “los atisbos…” y sus implicaciones políticas con exploraciones sobre su significado metodológico y disciplinario, sobre el que cabe enunciar tres elementos de mucho interés, aunque sea a modo de agenda para reflexiones venideras. Primero, su alerta para no caer en la condena irracional de la ciencia positiva que impida su valoración por su calidad epistemológica.8 Segundo, su insistencia en la no irreductibilidad de los procesos sociales a sus elementos estrictamente biofísicos (por ejemplo, a propósito de la sociobiología, que por entonces atraía su interés). Y, por último, su apreciación positiva sobre la teoría de sistemas por el valor de conocimiento en el ejercicio de integración de la dinámica ecológica planetaria a partir de elementos disciplinarios. Así pues, la lectura de un Sacristán tempranamente ecologista y redondamente marxista y radical (en el sentido de buscar la raíz de los problemas) no sólo se presenta como muy factible, sino que contiene lecciones de novedad y pertinencia por el enfoque multifacético y multidisciplinario para abordar problemáticas complejas y no menos urgentes.

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* Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales. El Colegio de México. calopez@colmex.mx.  El autor agradece a Hugo Contreras Sosa por la motivación y las sugerencias para elaborar esta nota.

1 Sacristán, M. (1983), “¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI? mientras tanto núm. doble (16/17), 127-132.

2 Sacristán, M. (1984), “Algunos atisbos político-ecológicos de Marx”, mientras tanto núm. 21, 39-49.


3 Las intervenciones ecológicas de Sacristán se materializan tanto en redacciones ex profeso como en transcripciones de pláticas o de conferencias variadas. La mayor parte de ellas se encuentra disponible en compilaciones publicadas en diversos momentos: Pacifismo, ecologismo y política alternativa(1987),

De la Primavera de Praga al marxismo ecologista (2004) y, más recientemente, Ecología y ciencia social.

Reflexiones sobre la crisis de la sociedad industrial (2021). 

4 Sacristán (1984), “Algunos atisbos…” (p. 45-46).

5 Sacristán (1984), “Algunos atisbos…” (p. 45-46).

6 Pues habrá que ver los requerimientos territoriales de dicha dispersión y su impacto en las coberturas forestales,

de por sí ya bastante degradadas, y sobre todo cuando la población de 8.2 mil millones en 2025 (5 veces más que

a finales del siglo XIX) es mayoritariamente urbana a escala global.

7 Dicho descubrimiento es ya muy visible a finales de la década de 1990, con Natural Causes de

James O’Connor (1997), Marx and Nature de Paul Burkett (1999), o Marx’s Ecologyde John Bellamy-Foster (2000).

8 Se trata de no confundir “los planos de la bondad o maldad práctica con la epistemológica”. Sacristán (1981), “La relación entre la sociedad y la naturaleza en la filosofía de las ciencias sociales”, mientras tanto núm. 10, 23-34

La huella hídrica del consumo de alimentos en la zona metropolitana de Ciudad de México

Salió publicado en Water Economics and Policy un número especial titulado Integrated Approaches for Water Management: Multisectoral Models and Applications. Ese título, en otras palabras, querría decir modelación con economía insumo-producto o con equilibrio general computable, pues practicamente son todas las aplicaciones multisectoriales de la modelación económica (podemos considerar en otra discusión qué sucede con los análisis de redes). Yo trabajo insumo-producto antes que CGEs, por varias razones que, también, podemos abordar en otro momento.

Las colegas a cargo del número especial me invitaron a participar. Yo atendí la invitación y aproveché para responder dos preguntas, pues les traía interés ya por algún tiempo. Una pregunta consistía en ver si era posible calcular la demanda nacional de agua asociada al consumo de alimentos en una zona metropolitana; la segunda era jugar con las nuevas bases de datos de matrices insumo-producto a nivel multi-estatal por INEGI.

El artículo está disponible oficialmente aquí, en la página de la revista, o aquí, con mi manuscrito en Research Gate.

La región metropolitana de Ciudad de México se define con la nueva clasificación de Sedatu (2023), con 75 municipios en Estado de México y Ciudad de México y con 21.4 millones de personas;


La demanda de alimentos se identifica en la clasificación SCIAN vigente, que resulta en 8 sectores a 3 dígitos, pues son los que tiene la matriz multi-estatal:


Una vez identificada la demanda de alimentos a nivel nacional con resolución estatal, era necesario "escalarla" al nivel metropolitano, cosa que se hace con las participaciones municipales de cada sector en las entidades federativas relevantes (CMX y MEX), con un procedimiento descrito en el artículo. La demanda resultante de alimentos queda como sigue:


La demanda de alimentos a nivel nacional queda en $2.1 billones de pesos (base 2013, semántica española), u 11% del PIB nacional. Como se ve en la tabla, más de la mitad (unos 6 puntos del PIB nacional) son alimentos procesados. El sector agropecuario (111 y 112) contribuye con otro tanto. La Zona Metropolitana de Ciudad de México (MCMA en la tabla) concentra 17% de dicha demanda nacional, o unos 2 puntos del PIB nacional. Destaca que la estructura metropolitana es más de servicios que la nacional, con mayor importancia en preparación de alimentos y bebidas y en comercio, lo que se lleva bien con su carácter urbano (noten que el sector agropecuario también es menos importante). 

Una vez hecho el cálculo insumo-producto y la correspondencia con el consumo de agua (ambos descritos en el artículo), podemos estimar la huella hídrica de los bienes y servicios de la cadena de suministro que satisface la demanda de alimentos en la MCMA. En total, la economía nacional consume 4.5 km3 de agua al año (calibrado al 2013) en dicha operación. Como contraste, la MCMA extrae alrededor de 2km3 de agua para satisfacer todos los usos de su demanda interna, lo que implica que la región metropolitana requiere el doble de agua en su consumo de alimentos. 

La matriz de colores muestra los flujos de agua (virtual) interestatales que son necesarios en el comercio inter-estatal asociado a la cadena de suministro de la demanda de alimentos en la MCMA. Si uno sumara todos los números que allí aparecen obtendríamos los 4.5km3 de la huella de agua. Cuando se lee horizontalmente, se calcula el volumen de agua usado localmente (en la región fila) en la producción de insumos vendidos a los clientes de alguna otra región (en la columna). Por esa razón, las columnas de CMX y de MEX son las que aparecen con los mayores influjos de volúmenes de agua (virtual). Ciudad de México recibe 0.6km3 y Estado de México recibe 1km3 de agua virtual neta en los insumos que requieren para satisfacer la demanda de alimentos que enfrentan.


Esta tabla resume el comportamiento de la matriz de colores. Solo 0.3km3 del agua requerida en la demanda de alimentos de la MCMA es extrae localmente en dicha zona. 1.6km3 se requieren para producir fuera de la MCMA los insumos que la MCMA requiere para satisfacer la demanda de alimentos, mientras que 2.5 km3 se extraen fuera de la MCMA para satisfacer la demanda de insumos que ocurre fuera de la MCMA, pero que son necesarios en la cadena de suministro bajo escrutinio.

Los estados que exportan más agua virtual para la demanda de alimentos en la zona metropolitana de Ciudad de México son Hidalgo (0.2km3), Michoacán y Sinaloa (0.17km3 cada uno), Tamaulipas, Guerrero y Guanajuato (0.11km3 cada uno), y Sonora (0.1km3).

Estas respuestas deben calificarse como sigue:

  • La resolución de la matriz multi-estatal es apenas suficiente para identificar lo sectores provisores de alimentos
  • La clasificación industrial de CONAGUA es diferente al SCIAN, por lo que hay que hacer un número importante de supuestos y correspondencias de fuerza bruta. El mundo sería un lugar más feliz (y miren que se necesita) si usaran la misma clasificación. 
  • Sería necesario identificar tecnologías (sobre todo agrícolas y de irrigación) para tener una idea más precisa.

Moraleja: ¿es aun tiempo de blogs?