Sobre el oportunismo anti-economía a raíz de la mini-protesta en Harvard

Realmente, el evento en el que 1 de cada 10 estudiantes del curso de Mankiw en Harvard hayan protestado saliéndose del curso es casi irrelevante sino fuera por que los que mantienen una posición de descalificación hacia la economía, muchas veces infundada y basada en desconocimientos, han hecho de eso un escándalo.

En la entrada previa están algunos vínculos al respecto, que son el trasfondo de esta reflexión. Solo se puede añadir esta breve entrevista de Mankiw en NPR en la que habla del asunto en cuestión.

http://www.npr.org/2011/11/03/141969009/economics-class-protests-perceived-bias

Sobre el evento en sí, valga solo leer primero la carta abierta de los que protestan y luego la respuesta estupenda que otro estudiante hace. Pone los argumentos en su lugar. Sin aceptar 100% lo que Jeremy Patashnik escribe, poco se puede añadir. Habla del curso, de los objetivos, de preguntas normativas y positivas, del papel de los libros de texto, tan odiados por quienes no los estudian. Vaya, no voy a repetir los argumentos.

Lo que motiva seguir poniéndole atención a un asunto que queda ya resuelto en sí mismo por los documentos ya vinculados es la algarabía que esto trae ante quienes mantienen una posición de descalificación de la economía contemporánea, una gran mayoría no-economistas, aunque también hay egresados de escuelas de economía (no necesariamente practicantes de la disciplina en sentido positivo). Es decir que no es el evento en sí, sino lo que los observadores hacen del evento en sí. Las descalificaciones a la economía contemporánea suelen ocurrir, desde el conjunto muestral que es mi propia experiencia, con amigos y conocidos, ya por mera pose de estar siempre en contra de algo, por corrección política o, los menos, por alguna fundamentación epistemológica (aunque, pienso yo, mal localizada). El primer y el segundo motivos caen por su peso, no vale la pena detenerse. Sólo decir que todos ellos tienen en este evento, que ocurre "en la tripa del imperio", "muy desde dentro", "incluso en Harvard hay tremenda indignación", un aliciente para posiciones que cumplen una agenda desconectada de lo ocurrido (y por tanto oportunistas). ¿Por qué es desconectada? Porque los argumentos de los que protestan son débiles, tanto que otro estudiante recién egresado o por egresar (no lo tengo claro) puede responder a ellos con soltura y precisión. Vale la pena tener en mente que la única vinculación de este acto de protesta con el movimiento de ocupas es el mero hecho de que los estudiantes que protestan así lo dicen. Pero para repetir esa sabiduría mexicana "así como dicen una cosa dicen la otra". No hay una transversalidad decidida centralmente entre las acciones de protesta, como es normal en un movimiento descordinado y descentralizado como éste. Si ante eso los críticos escuchan el tolón-tolón de las campanadas de la historia, pues allá ellos.

Lo anterior deja entonces para reflexión la crítica oportunista que se basa en algunas consideraciones epistemológicas que ya se tenían anteriormente, y que se relanzan con oportunidad ante el evento. Pues es un debate que hay que dar, pero no a propósito de lo ocurrido en el salón de Harvard, sino por mérito propio. Ante eso, pues, el hecho de que la descalificación metodológica de la economía (pongo metodológica para distinguirla de la descartada en el párrafo previo) tenga que recurrir a este evento, más bien débil metodológicamente, al punto tal de que el estudiante Jeremy les dice a los que protestan que simplemente no leen, habla mucho de la pobreza de argumentaciones precisas sobre la supuesta debilidad teórica de la economía contemporánea. Es decir, antes que un golazo de escándalo, es más un autogol. Suelen criticar los supuestos, los modelos, lo términos, sin hacer una valoración de su poder analítico, de teoría positiva, sin mostrar, por ejemplo, cómo las teorías alternativas que tanto defienden son mejores a la hora de rechazar o no rechazar hipótesis, digamos, sobre la detención de las hiperinflaciones, sobre las variables significativas en el crecimiento económico, o sobre la preferencia de un impuesto al CO2. La crítica se suele hacer en términos mucho más generales. Y está bien, sirve para depurar, pero no se meten al detalle del asunto, a criticar en el mismo terreno. Si lo hicieran se darían cuenta que la economía contemporánea no es un monolito, y que hay debates con alta precisión, numérica, matemática, entre diferentes escuelas. Se darían cuenta, vaya, que Mankiw, quien ahora aparece como el neoliberal, neoclásico, mainstream de mala calaña y demás adjetivos, está en verdad bastante inclinado al ala keynesiana, y que está mucho más cerca de a quien ponen como faro en la oscuridad, Krugman, a pesar del pleito cotidiano, que de otros académicos como Barro, Sargent, y anexas. Si lo hicieran, se darían cuenta que no están todos en el mismo saco, y acaso entenderían lo desubicado de la protesta de los estudiantes. Pero no lo hacen. Ni modo.

¿Habrá respuesta de los economistas que hacen economía positiva? No creo. Parte del asunto es que están en otra cancha, en otro estadio, luchando en su labor cotidiana contra las preguntas que motivan su investigación. Es decir, creo que con esto se hace evidente que la crítica que quiere ser metodológica no lo es por la simple razón de que están en canchas distintas, en terrenos distintos. Esto se explica por la reticencia de los críticos precisamente a practicar la disciplina, a en verdad mantener vivo el carácter positivo de la ciencia del que habla el estudiante Jeremy. Esa reticencia se expresa, no sólo pero sí decididamente, en su renuencia y descalificación a los libros de texto con los que se enseña economía en todo el mundo.

¿A quién prefiere? A un conjunto de herramientas teóricas que pasan cotidianamente por el escrutinio de cientos (miles?) de profesores y de miles (decenas de miles?) de estudiantes (que tal eso como arbitraje??), por tanto depurándose, o a un conjunto de argumentaciones que no se someten a escrutinio alguno en publicaciones o foros, pero que es bien políticamente correcto mantener, y que implican que la mayoría de los economistas viven (y también me toca, aunque hago economía ecológica, pero tal es el grosor de su coladera) en una suerte de delirio de masas. ¿Por qué los críticos se fascinan ante el hecho de que 70 estudiantes que más bien no han hecho su tarea protestan, y no se escandalizan ante el hecho que el 90% del curso se quedo en el auditorio para la clase? ¿Por qué no se escandalizan por las miles de ocasiones en que un acto de protesta así no ha ocurrido? Ḿi posición, creo yo, es clara.