Llega a la bandeja de entrada notificación del nuevo número de los de Sin Permiso.
De la selección de textos electrónicos con acceso gratuito que albergan en su portal, resalta éste de Antoni Domènech, en el que habla de la corrupción en España desde la ciencia política. Imposible no pensar en México, sobre todo cuando caracteriza a la sociedad rentista. Aquí un fragmento:
Bueno, el texto es muy recomendable. También, de la presentación editorial del número 5 impreso (que lástima que no tengamos acceso en estas tierras), sale lo siguiente
Me interesan mucho los "motivos de esceptiscismo ... ante los "brotes verdes" económicos que tantos se apresuran ahora a ver". Ya habíamos comentado en esta bitácora (aquí y aquí) algo respecto de las posiciones de Joan Martínez Alier. La cuestión del decrecimiento sostenible, por ejemplo, sigue de moda, y ahora organizan un Congreso allí en Barcelona para 2010. ¿Se referirá Domènech a eso? Ante esa posición, la del decrecimiento sostenible, hay muchas preguntas; saludables, diría, pero siempre escépticas, por decir lo menos; solo resta desear asistir al tal congreso y conocer Barcelona mientras tanto...
Lo que no me gusta del texto, y que recoge algún sentimiento que cunde en esta tradición peninsular, es su confianza (ahora escrita por Domènech con entusiasmo) aparentemente poco crítica hacia "el siempre incisivo Krugman", y mucho menos me gusta la frase "la estupefaciente poquedad del tipo de teoría económica dominante en la vida académica de estas 3 últimas décadas". Ya decíamos apenas en la entrada previa que la ciencia oscura estaba vivita. Muy vivita. Tal vez más que nunca. Resulta el de Domènech, en mi opinión, un diagnóstico muy desafortunado; algo complaciente con algunas izquierdas que no desconocemos en México. Ya los lectores y estudiantes de izquierda que lean la presentación al número 5 de Sin Permiso (en la península como fuera de ella) se desaniman (seguramente no se motivan) por ponerse a estudiar, por ejemplo, las herramientas de teoría de juegos, de información asimétrica, y del modelo agente-principal que el mismo Domènech utiliza en su análisis político de la corrupción española, pues provienen en buena parte de esa "verdadera edad oscura" en las últimas 3 décadas de la disciplina. Y bueno, Krugman mismo ya se revuelve viendo cómo le hace para no decir que tal vez se está equivocando -al menos para admitir la remotísima posibilidad de estarse equivocando, algo natural en cualquier ciencia- (diciendo, por ejemplo, que el repunte económico en EUA no es suficiente y que, pensándolo bien, de hecho no se ve como repunte). Krugman tampoco ha respondido, por lo que puedo ver, a Taylor, quien prueba con macro de manual introductorio que el tal repunte no se debe al estímulo fiscal -aunque también hay conjeturas que matizan el argumento de Taylor, sobre todo por el papel de las expectactivas en la aludida reducción de inventarios.) Como sea, esta tradición política (heredera directa o indirecta de la obra de M. Sacristán) parece apostarle las canicas a las interpretaciones de Krugman, que con frecuencia son políticamente densas -que atendien agendas que no necesariamente son las de la ciencia, por lo que no está clara en ellas la fertilidad analítica para explicarse el mundo de hoy...
"...el miedo a la verdad, a la manifestación de la realidad, es uno de los sentimientos más extendidos entre los sectarios, igual si son de derechas que si son de izquierdas..." Manuel Sacristán Luzón, 1978
Geoengineering: centralización vs democracia
En este artículo en su bitácora, Steven Levitt expone que hay 6 elementos de ciencia climática, 3 de economía, y 2 tecnológicos que residen en el núcleo de su argumento sobre cambio climático. Además, dicen que son elementos no disputables.
Los elementos científicos:
Los elementos científicos:
- La tierra se ha calentado en el último siglo
- Aún si se detuvieran las emisiones hoy, el CO2 que ya reside en el sistema calentará al planeta en las décadas por venir
- El dióxido de azufre expulsado por el Monte Pinatubo enfrío al planeta durante algunos años
- Pero los efectos se desvanecieron pronto
- Superficies oscuras absorben más luz que superficies claras
- Las nubes son más claras que la superficie de los oceános
Los elementos económicos
- Una catástrofe es indeseable
- Tiene sentido invertir hoy para evitar catástrofes
- Los costos de mitigación anuales están estimados en 1 trillón de dólares (numeración anglosajona: 1 billón: mil millones)
Los elementos tecnológicos
- Existe un diseño de ingeniería que emite dióxido de azufre en la estratósfera para enfríar al planeta
- Existe un diseño de ingeniería que crea nubes en los oceános
Levitt continúa:
¿De verdad? Si algo sale mal, ¿podemos apagar el interruptor y hacer como si nada hubiera pasado? ¿Las soluciones son completamente reversibles? ¿Estamos seguros que el sistema afectado se comportará como antes de la intervención? No me opongo de principio al geoengineering. Simplemente no confío 100% en los argumentos presentados a su favor... [Me pregunto por qué Levitt no menciona el secuestro de carbón, que es la opción más explorada en la ciencia climática -la que he visto yo, se entiende, por lo que hay problema de sesgo muestral-. De entrada, el secuestro parece menos invasivo en el sistema climático global].
Recordemos que la premisa de Levitt y Dubner en SuperFreakonomics (premisa que se ha colado en la discusión electrónica, y que ellos mismos hacen explícita en las entrevistas televisivas que han dado) es que los incentivos descentralizados (en su visión cruciales en todo lo demás) no funcionan en el caso del cambio climático. Ellos piensan que cambiar los incentivos de la sociedad global "is hard to achieve". No compro esta conclusión. Los incentivos globales cambian. Con respecto al cambio climático creo que están cambiando gradualmente, incluso sin política climática global. Otros ejemplos de cambio radical del comportamiento global son, ni más ni menos, las guerras mundiales. En ellas, declaración bélica de por medio, el esquema de prioridades sobre el que se organiza la sociedad es, de un momento a otro, uno diferente. Un tal cambio es el objetivo de la política climática.
Aún si se argumenta que el comportamiento global no ha cambiado -yo creo que sí lo ha hecho- se debe reconocer que la política climática internacional ha sido un relativo fracaso, y que se quiere redimir este diciembre, en Copenhagen. Me podría parecer que el mensaje de Levitt y Dubner es que, en este caso, la solución por incentivos resulta más costosa que el geoengineering. Esa es una idea bien distinta, y centra la discusión en otro terreno. Pero de momento, creo, eso no es claro. Han dicho que los incentivos son, en este caso, ineficientes... Pero el punto de este post es otro. Cuando Levitt dice "existe un diseño de ingeniería" quiere decir existe "Intellectual Ventures", una empresa de inovación (basada en Seattle).
Estamos, pues, en un guión de película de Hollywood: la sociedad global tiene una meta global (detener el calentamiento) por sentir que su civilización corre peligro. Los salvadores (Lora diría, "el muchacho chicho de la película gacha") no son Bruce Willis y sus petroleros sino una empresa poco convencional. Me recuerdo la película Contact, inspirada en un guión/novela de Carl Sagan, en la que un conglomerado internacional se daba a la tarea de construir la máquina de comunicación espacio/temporal. Un gigantismo que fracasa, en ese caso por el terrorismo. La corrupción y el subcontratismoal final termina rescatando la misión y mandando a la doctora Arroway (la bella Foster) por la tubería de gusanos... Levitt y Dubner favorecen al gigantismo empresarial de un proyecto de experimentación con la estratósfera y la atmósfera. Esta solución, cierto, evita el problema de la responsabilidad compartida (que tiene atorada la agenda de mitigación), pero asume tácitamente que el mundo estará muy contento (una vez que se haya logrado organizar) con que unos vaqueros con aspersores (ya en la estratósfera, ya en los oceános) solucionen el crucigrama climático. Un centralismo, en todo caso.
Manuel Sacristán se oponía a la energía nuclear no sólo por los riesgos (que incluso disminuidos por la tecnología, siguen siendo demasiados), sino por el centralismo organizacional que supone. Sacristán pensaba que soluciones tales, gigantismos tales, crean estructuras de dominio, crean hegemonía, y van contra la democracia, contra la facultad del colectivo por asumir las riendas de su destino... Esta dicotomía entre mitigación decentralizada (globalmente) basada en incentivos (de igual índole) y soluciones "Geoengineering" se asemeja mucho al debate político de la energía nuclear (ya que lo trajimos a colación, aquí un buen texto de Enric Tello).
Los críticos de Levitt y Dubner se los comen vivos por pensar que han entendido mal la ciencia y la economía. Tanta alharaca y tanto post aclaratorio por Levitt y Dubner evidencian que, si bien puede ser que no hayan malentendido la ciencia (natural y social) -hay que darles el beneficio de la duda-, sí hicieron un pésimo trabajo de explicarse en el tal capítulo. Si su punto fuera claro como el agua, no hubiera habido debate... Mejor dicho, el debate hubiera sido otro.
¿Cuál es el punto, pues, de Levitt y Dubner? Ellos se preguntan ¿qué solución es la más barata? Y asumiendo que jugar al titiretero con el planeta es solución (supuesto basado en argumentos que no me convencen), pues concluyen rápidamente que la mejor solución es el geoengineering famoso. Punto. Pero sigamos. Pensemos sin conceder que, en efecto, jugar al titiretero resulta lo más efectivo para enfríar al planeta. Pues todavía tendríamos que abordar la cuestión política del asunto, y preguntarnos si vale la pena crear un experimento gigante o si no conviene promover otras medidas... Como sea, en el post de Levitt que se comenta aquí aprendí que no son los únicos promoviendo el geoengineering:
Aquí la lista de políticas ganadoras del Copenhagen Consensus:
Recordemos que la premisa de Levitt y Dubner en SuperFreakonomics (premisa que se ha colado en la discusión electrónica, y que ellos mismos hacen explícita en las entrevistas televisivas que han dado) es que los incentivos descentralizados (en su visión cruciales en todo lo demás) no funcionan en el caso del cambio climático. Ellos piensan que cambiar los incentivos de la sociedad global "is hard to achieve". No compro esta conclusión. Los incentivos globales cambian. Con respecto al cambio climático creo que están cambiando gradualmente, incluso sin política climática global. Otros ejemplos de cambio radical del comportamiento global son, ni más ni menos, las guerras mundiales. En ellas, declaración bélica de por medio, el esquema de prioridades sobre el que se organiza la sociedad es, de un momento a otro, uno diferente. Un tal cambio es el objetivo de la política climática.
Aún si se argumenta que el comportamiento global no ha cambiado -yo creo que sí lo ha hecho- se debe reconocer que la política climática internacional ha sido un relativo fracaso, y que se quiere redimir este diciembre, en Copenhagen. Me podría parecer que el mensaje de Levitt y Dubner es que, en este caso, la solución por incentivos resulta más costosa que el geoengineering. Esa es una idea bien distinta, y centra la discusión en otro terreno. Pero de momento, creo, eso no es claro. Han dicho que los incentivos son, en este caso, ineficientes... Pero el punto de este post es otro. Cuando Levitt dice "existe un diseño de ingeniería" quiere decir existe "Intellectual Ventures", una empresa de inovación (basada en Seattle).
Estamos, pues, en un guión de película de Hollywood: la sociedad global tiene una meta global (detener el calentamiento) por sentir que su civilización corre peligro. Los salvadores (Lora diría, "el muchacho chicho de la película gacha") no son Bruce Willis y sus petroleros sino una empresa poco convencional. Me recuerdo la película Contact, inspirada en un guión/novela de Carl Sagan, en la que un conglomerado internacional se daba a la tarea de construir la máquina de comunicación espacio/temporal. Un gigantismo que fracasa, en ese caso por el terrorismo. La corrupción y el subcontratismoal final termina rescatando la misión y mandando a la doctora Arroway (la bella Foster) por la tubería de gusanos... Levitt y Dubner favorecen al gigantismo empresarial de un proyecto de experimentación con la estratósfera y la atmósfera. Esta solución, cierto, evita el problema de la responsabilidad compartida (que tiene atorada la agenda de mitigación), pero asume tácitamente que el mundo estará muy contento (una vez que se haya logrado organizar) con que unos vaqueros con aspersores (ya en la estratósfera, ya en los oceános) solucionen el crucigrama climático. Un centralismo, en todo caso.
Manuel Sacristán se oponía a la energía nuclear no sólo por los riesgos (que incluso disminuidos por la tecnología, siguen siendo demasiados), sino por el centralismo organizacional que supone. Sacristán pensaba que soluciones tales, gigantismos tales, crean estructuras de dominio, crean hegemonía, y van contra la democracia, contra la facultad del colectivo por asumir las riendas de su destino... Esta dicotomía entre mitigación decentralizada (globalmente) basada en incentivos (de igual índole) y soluciones "Geoengineering" se asemeja mucho al debate político de la energía nuclear (ya que lo trajimos a colación, aquí un buen texto de Enric Tello).
Los críticos de Levitt y Dubner se los comen vivos por pensar que han entendido mal la ciencia y la economía. Tanta alharaca y tanto post aclaratorio por Levitt y Dubner evidencian que, si bien puede ser que no hayan malentendido la ciencia (natural y social) -hay que darles el beneficio de la duda-, sí hicieron un pésimo trabajo de explicarse en el tal capítulo. Si su punto fuera claro como el agua, no hubiera habido debate... Mejor dicho, el debate hubiera sido otro.
¿Cuál es el punto, pues, de Levitt y Dubner? Ellos se preguntan ¿qué solución es la más barata? Y asumiendo que jugar al titiretero con el planeta es solución (supuesto basado en argumentos que no me convencen), pues concluyen rápidamente que la mejor solución es el geoengineering famoso. Punto. Pero sigamos. Pensemos sin conceder que, en efecto, jugar al titiretero resulta lo más efectivo para enfríar al planeta. Pues todavía tendríamos que abordar la cuestión política del asunto, y preguntarnos si vale la pena crear un experimento gigante o si no conviene promover otras medidas... Como sea, en el post de Levitt que se comenta aquí aprendí que no son los únicos promoviendo el geoengineering:
Aquí la lista de políticas ganadoras del Copenhagen Consensus:
Levitt termina el post diciendo:
De acuerdo. Geoengineering merece un lugar en la mesa (lo que me recuerda lo de la hipótesis del promedio de una entrada previa). Pero hay que discutir el conjunto de soluciones hasta el final, incluyendo sus implicaciones sociales y políticas. Allí, por el simple hecho de ser soluciones descentralizadas, mi premisa es que la mitigación y la adaptación están mejor paradas... Pero ya estoy pensando en voz muy alta.
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