Dani Rodrik
anunciaba hace 6 días que se requería que de una vez por todas el FMI asumiera su papel de prestamista incondicional de última instancia, pues las cosas peores vienen por el hemisferio sureño de la economía mundial. Un día después reconoció que
había señales esperanzadoras de que así iba a ser. La razón es que Rodrik pronóstica que el tipo de rescate público al sistema financiero que se ha visto con frecuencia en los países avanzados puede ser necesario en economías emergentes. Sin embargo, a diferencia de las de aquellos, éstas no cuentan con sistemas financieros fuertes ni con capacidad fiscal para hacerlo. Curiosamente (lo que muestra que Rodrik le dió al clavo), el nuevo producto del FMI recién anunciado se vende para dos cosas: aumentar las reservas de los países y su capacidad de apoyar a empresas con problemas de líquidez.
Ahora,
el gobierno mexicano ha anunciado que evalúa recibir no los 2 mil millones de dólares que Islandia necesitó (ZAZ!! 2,000 millones de dls para un país de 300 mil habitantes, más o menos los que hay en la Portales de la Benito Juárez en el DF), sino 23 mil millones de dls en un préstamo sin las famosas cartas de intención.
¿La razón? Pues bueno, por allí dicen que el FMI es como ave de mal agüero: se aparece cuando las cosas pueden ir mal, y en las economías emergentes pueden ir muy mal (Para el caso mexicano considere el siguiente cuadro: exportaciones que caen, precio de petróleo que cae, salida de capitales, pérdida de valor de la moneda, mayor costo de importaciones, presiones inflacionarias (y no posibilidad de política anti-cíclica por el lado monetario), aumento del riesgo relativo (es decir, en comparación de sistemas financieros mas fuertes y, ahora, nacionalizados) que modificará el flujo de recursos a la región, finanzas públicas petrolizadas y clase política que simple y llanamente anda en otra... no muy esperanzador)