por Mark Schoofs Dow Jones NewswiresSentido Común - Negocios, Economía, Mercados
Moscú, 20 de mayo – Al igual que los ciudadanos que emplean el transporte público, con frecuencia se ve a los perros callejeros de esta ciudad que viajan en el metro, esperan con paciencia a que llegue el tren y a que éste abra sus puertas.
Durante la era soviética, los perros estaban prohibidos en el metro moscovita. Sin embargo, hoy es tan común verlos ahí, acurrucados en los asientos vacíos, olfateando a sus vecinos y echados tranquilamente en las estaciones, que incluso existe una página electrónica dedicada a ellos: www.metrodog.ru.
Un pequeño grupo de zoólogos estudia a los perros callejeros de Moscú y cómo se adaptan a una ciudad que cambia de manera vertiginosa. Entre ellos está Alexei Vereshchagin, quien se dedicaba a estudiar lobos: “es una criatura tan romántica”, añade, pero cuando se desmoronó el financiamiento para las ciencias del gobierno soviético, ya no pudo hacerlo.
Por ello, Vereshchagin, un hombre de 31 años de barba rojiza, empezó a estudiar a los perros callejeros, y le encantó. “El comportamiento de los perros de la calle es como el teatro”, dijo.
En la medida que el número de los automóviles moscovitas crece de manera explosiva y que su velocidad aumenta con respecto a la de los vehículos viejos y anticuados de la era soviética, los perros callejeros aprenden a cruzar las calles con los peatones. También es posible verlos a veces mientras esperan la luz verde (los perros no distinguen los colores, por lo que los investigadores piensan que reconocen la forma o la posición del hombre que camina en los semáforos).
En la austera era soviética, los restaurantes y los ahora ubicuos kioscos de comida rápida eran escasos, por lo que era menos probable que los perros rogaran por comida y más probable que hurgaran en la basura, dicen los zoólogos. Los perros–pepenadores prosperaron más en las vastas zonas industriales de Moscú, donde llevaban una existencia semi-feral. Pero debido a que dependían sobre todo de que las personas tiraran comida a la basura, y menos de que se las dieran, se mantenían a cierta distancia de los seres humanos.
Ahora, las antiguas fábricas se transformaron en centros comerciales y bloques de departamentos, por los que los perros callejeros se han vuelto más habilidosos y codiciosos para pedir comida. Han desarrollado estrategias innovadoras, dicen los zoólogos, como la técnica de llegar por detrás por sorpresa: un perro se aproxima sigilosamente por detrás de una persona que come tranquilamente en la calle y de repente le ladra. Asustada, la persona deja caer la comida y el perro se la come.
En esto, la clave es la habilidad para determinar qué personas tienen mayor probabilidad de asustarse lo suficiente como para dejar caer su comida. Los canes callejeros se han vuelto maestros en psicología, dijo Andrei Poyarkov, de 54 años, decano de los investigadores de los perros callejeros de Moscú. “Conocen mejor a los moscovitas de los que los moscovitas conocen a los perros”.
De acuerdo con Vereshchagin, protégé de Poyarkov, tal vez el mayor cambio sea que, en la actualidad, los perros callejeros difícilmente necesitan hacer algo para obtener comida. Una de sus principales tácticas, que fue posible por lo cómodos que se sienten cada vez más entre las multitudes, es sencillamente echarse en un atestado corredor del metro, por donde pasan miles de personas, y esperar a que alguien les lance algo de comer. Son alimentados sin que ni siquiera tengan que molestarse en tener que olfatear la pierna de alguien.
Hoy, Moscú proporciona un entorno de “recursos ilimitados”, dijo Vereshchagin.
Caminando por un área de mercado, próxima a una estación del metro, señala que, aún cuando ahora hay más perros callejeros que nunca en Moscú, no están delgados y hambrientos. El líder de la jauría de esta zona, cuya piel blanca con manchas negras está sucia, se levanta de su siesta, se estira con pereza y se dirige a una carnicería. Permanece afuera por unos cuantos segundos, antes que le lancen un hueso con restos de carne a las patas. Se lo lleva, pero apenas y lo mordisquea.
De hecho, muchos perros ignoran los bocadillos descartados, ya que están tan ahítos que se pueden dar el lujo de ser exigentes, dijo Vereshchagin.
A diferencia de los perros callejeros a los que estudia, Vereshchagin no puede ser tan exigente. La ciudad apenas le ha proporcionado fondos para realizar censos esporádicos, el último en 2006, que calculó en cerca de 26,000 cabezas la población de perros callejeros. Por lo que Vereshchagin, quien aún tiene que terminar su tesis, complementa su presupuesto entrenando mascotas y trabajando como paramédico de tiempo parcial.
La adaptación de los perros se añade al dramático cambio que ha sufrido la cultura canina. Rogar por comida es una actividad sumisa, por lo que hay menos guerras generalizadas en el grupo, que en ocasiones acostumbraban durar meses, de acuerdo con Poyarkov. En los grupos hay jerarquías sociales más estables, que permiten que todo el grupo prospere.
Por otra parte, también hay ocasionales ataques contra los seres humanos, como uno en abril pasado, en el que murió un hombre de 55 años, por un grupo de perros callejeros que vivían en un amplio y descuidado parque. Vereshchagin dijo no tener información de primera mano acerca de este ataque, pero dice que los perros que viven en zonas boscosas no están familiarizados con las personas y es más probable que defiendan su territorio con mayor agresividad.
Esa muerte reinició una controversia. Si bien la ciudad asignó el equivalente a 63 millones de dólares para construir refugios para estos animales y programas relacionados, algunas personas exigen el regreso a la práctica soviética de sacrificar a los perros callejeros.
Sin embargo, muchos moscovitas parecen disfrutar, o por lo menos tolerar, a la población canina. La gran mayoría de los perros callejeros se aleja para evitar antagonizar con las personas, dijo Vereshchagin. Incluso es raro que aparezcan en el metro, dice.
Muchos moscovitas alimentan a los perros callejeros y les construyen refugios invernales sencillos. En particular, en la nueva economía capitalista de Rusia, que en ocasiones puede ser implacable, los ancianos buscan compañía perruna.
Traducido por Luis Cedillo
Editado por Juan Carlos Jolly
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Fecha de publicación: 04/06/2008
"...el miedo a la verdad, a la manifestación de la realidad, es uno de los sentimientos más extendidos entre los sectarios, igual si son de derechas que si son de izquierdas..." Manuel Sacristán Luzón, 1978
Es una vida de perros, pero en Moscú no es tan mala
La economía fácil de Krugman para un mundo complejo...
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More on oil and speculation
One of the things I find puzzling about the whole oil market discussion is how complicated people seem to make it. They get all wrapped up in stuff about forward markets, hedge funds, etc., and lose sight of the fundamental fact that there are only two things you can do with the world’s oil production: consume it, or store it.
Here’s my picture:
If the price is above the level at which the demand from end-users is equal to production, there’s an excess supply — and that supply has to be going into inventories. End of story. If oil isn’t building up in inventories, there can’t be a bubble in the spot price.
Now it’s true that oil supply responds very little to price, and that empirical estimates of the short-run price elasticity of demand, like this one, suggest that it’s low — say -.06. But even so, the math of a sustained, large bubble quickly becomes daunting. Say the demand elasticity is -.06, and that you believe that the current price is 40% above the level at which end-use demand equals supply. Then you have to believe that 2 million barrels a day is disappearing into secret hoards somewhere — secret, because it’s not showing up in the OECD inventory data. That’s a lot of oil. And bear in mind that people have been claiming that there’s an oil bubble for years.
So my challenge to people who say there’s an oil bubble is this: let’s get physical. Tell me where you think the excess supply of crude is going.
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Buen modo de intervenir en la discusión (sencillo, y con un argumento analítico simple y que sirve como buen vehículo para llevar el mensaje). Si la hipótesis de Krugman tiene relevancia (la de la no-existencia de la burbuja petrolera) entonces el reto que lanza es díficil y, en efecto, tendría que ser atendido por los que sugieren que sí hay burbuja. Sin embargo, Krugman parece basar su argumento suponiendo que el precio "spot" del crudo depende únicamente de los fundamentales clásicos del mercado (es decir, precios y cantidades corrientes), sin abrir la posibilidad de que dicho precio pueda estar influído también por los futuros del mercado. Los comentaristas de la entrada de Krugman parecen argumentar este punto.
En su columna en El Universal se ofrece el argumento. Esta vez en español, y lo reproducimos aquí:
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| Mirada al mundo Paul Krugman 22 de mayo de 2008 |
“¿Está a punto de estallar la burbuja petrolera?” Este fue el encabezado de un reportaje de octubre de 2004 en la revista National Review, que sostenía que los precios del petróleo, entonces en 50 dólares el barril, pronto se derrumbarían
Diez meses después, el petróleo se cotizaba en 70 dólares el barril. “Es una enorme burbuja”, declaró Steve Forbes, el editor, que advirtió que el próximo hundimiento de los precios petroleros haría que el estallido de la burbuja tecnológica “parezca un día de campo”.
A lo largo de los cinco años que lleva el repunte petrolero, que ha llevado el precio de 25 a 125 dólares el barril la semana pasada, han surgido muchas voces que declaran que se trata de una burbuja sin respaldo en los fundamentos de la oferta y la demanda.
Ante esta posición existen dos preguntas: ¿son los especuladores los principales responsables de los precios del petróleo? Y si no es así, ¿por qué tantos comentaristas han insistido, año tras año, en que existe una burbuja petrolera?
Es cierto que los especuladores en ocasiones empujan los precios de las materias primas muy por encima del nivel justificado por los fundamentos. Pero cuando eso sucede, existen indicios que simplemente no se ven en el mercado petrolero actual.
Imagine qué pasaría si el mercado petrolero registrara, con la oferta y la demanda en equilibrio, un precio de 25 dólares el barril y entonces un grupo de especuladores lo manipulara para llevar el precio a los 100 dólares.
Incluso si fuera una intervención puramente financiera de los especuladores, tendría serias consecuencias en el mundo material. Ante el alza de los precios, los conductores usarían menos el auto, los propietarios de casas le bajarían a su termostato, y los dueños de pozos casi agotados volverían a explotarlos.
Como resultado, el balance inicial entre oferta y demanda se desmoronaría y sería sustituido por una situación en la que la oferta rebasaría a la demanda. A su vez, este exceso de oferta empujaría los precios a la baja nuevamente, a menos que alguien estuviera dispuesto a comprar el exceso y sacarlo del mercado.
Por lo tanto, la única forma en que la especulación puede tener un efecto persistente sobre los precios petroleros es si provoca una acumulación física, esto es, un aumento en los inventarios privados de oro negro. Esto de hecho sucedió a finales de los 70, cuando los efectos de la interrupción del abastecimiento iraní fueron amplificados por la acumulación de reservas causada por el pánico.
Pero eso no ha sucedido esta vez: durante todo el periodo de la supuesta burbuja, los inventarios han permanecido más o menos en sus niveles normales. Esto nos dice que el alza de los precios petroleros no es resultado de una especulación desenfrenada, sino de la situación de los factores fundamentales, en especial la creciente dificultad para encontrar petróleo y el rápido crecimiento de economías emergentes como China. El aumento de los precios petroleros de los últimos años tenía que presentarse para evitar que el crecimiento de la demanda superara el aumento de la oferta.
Decir que los altos precios del petróleo no son una burbuja no implica que éstos nunca van a descender; no me sorprendería que un retroceso en la demanda, impulsado por los efectos retrasados de los altos precios, enviara los precios de regreso a un nivel inferior a los 100 dólares por un rato. Pero sí significa que los especuladores no son los únicos protagonistas de esta historia. ¿Por qué, entonces, seguimos escuchando declaraciones de que sí lo son?
Parte de la respuesta podría ser el incontrovertible hecho de que muchas personas están invirtiendo ahora en contratos a futuro de petróleo, lo cual alimenta la sospecha de que son especuladores los que deciden el rumbo de la situación, aun cuando no hay evidencia convincente de que los precios se han salido de control.
Pero también hay un componente político.
Tradicionalmente, las denuncias contra los especuladores proceden del lado izquierdo del espectro político.
En el caso de los precios del petróleo, empero, los más vociferantes promotores de la opinión de que todo es culpa de los especuladores han sido conservadores, gente de la que normalmente no se esperaría que lanzara advertencias sobre las funestas actividades de los bancos de inversión y fondos de cobertura.
La explicación de esta aparente paradoja es que los buenos deseos han destronado a la ideología de mercado.
Después de todo, una lectura realista de lo sucedido en los últimos años sugiere que nos dirigimos a una época de petróleo cada vez más costoso y escaso.
Las consecuencias de esa escasez probablemente no serán apocalípticas: Francia consume solamente la mitad de petróleo per cápita que Estados Unidos y sin embargo la última vez que estuve ahí París no era un yermo desolado.
Pero lo más probable es que en el futuro la conservación de energía sea cada vez más importante y mucha gente incluso utilice el transporte público para ir al trabajo.
Esta visión no me parece particularmente aborrecible, pero para mucha gente, especialmente de la derecha, sí lo es y por lo tanto quiere creer que si solamente Goldman Sachs abandonara esa actitud tan negativa, rápidamente volveríamos a los viejos y buenos días del petróleo abundante.
Nuevamente, no me sorprendería que los precios del petróleo bajaran en el futuro cercano, aunque tomo seriamente la reciente advertencia de Goldman de que el precio podría alcanzar los 200 dólares.
Pero hagamos a un lado esa idea de la burbuja petrolera. (Traducción: Gregorio Narváez)
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Lo que sugiere Krugman es que los precios elevados en el mercado petrolero no se deben a la especulación sobre los futuros, sino a desplazamientos convencionales de las curvas de oferta y de demanda: la de oferta al noroeste debido a la presumida escasez en las reservas (Cantarell, por ejemplo), la de demanda al sureste por el empuje chino... Mientras que poco se puede decir sobre si estos desplazamientos provocan una reducción o un aumento en la cantidad de equilibrio (pues eso dependerá de la magnitud de los desplazamientos), no hay lugar a la ambigüedad en cuanto al precio: éste subirá.