Dicho eso, lo que allí queda es un régimen que ha sido abrazado por las izquierdas, sobre todo iberoaméricana, pero que a un paso acelerado por los gigabytes ve disminuidos los canales de confianza que gozó décadas atrás. Lo que allí queda es el grosero y cínico reconocimiento de que el bloqueo ha sido tanque de oxígeno de un régimen que se jacta de educar y sanar a su pueblo pero que no le da voz ni independencia. Del bloqueo es culpa la carencia material que se adueña de la isla (pero no de la desaparición del apoyo soviético ni, ¡qué blasfemia pensarlo! de la torpeza administrativa del gobierno cubano). Del bloqueo es culpa la primavera del 2003. El bloqueo genera metamorfósis tal que transforma máquinas de escribir y artefactos de opinión en armas de traición. La culpa de todo la tiene el bloqueo. Incluso de la muerte de Zapata. El bloqueo entonces es divisa que compra todo lo que haya que comprar para estar del lado de los buenos, y que aún alcanza para pagar el caro arancel que exige la muerte para llevarse a los que fueron inocentes comunes con voz propia, por ello criminalizados y presos también comúnmente por los creyentes de la versión única.
¿A qué más se atreverá el discurso oficial? ¿Qué otros cuentos se gestan en el palacio? ¿Cuánto más resistirán las izquierdas mexicana e iberoaméricana? ¿Qué tanto más están dispuestos a aceptar? El bloqueo es suficiente bloqueo ya, como para que impida todavía a quien tenga opinión decirla, como ahora le pasó a Sabina en su visita al DF.
La Madre Revolución a la que le canta Silvio, que espera primaveras llenas de libertad, se parece más bien a la madre aquella del muro de Pink Floyd, que acaso deja cantar, pero que no deja volar.
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