Para el debate sobre la Universidad pública (y subsidiada)...


Imagen tomada de aquí.








En una entrada reciente se reprodujo un artículo del Dr. Santos Mercado de la UAM-Azcapo. El artículo sugiere la pertinencia de la eliminación de los subsidios estatales a las universidades públicas. Comentamos aqui en puntos algunos detalles políticos, y luego nos referimos al aspecto social y económico con un poco de teoría básica.

  1. Los subsidios, dice el Dr. Mercado, son la fuente de los vicios que se obervan en las universidades públicas. En desacuerdo. Si bien hay subsidios en universidades públicas de otros países (y si bien hay ciertos vicios también en ellas) no quiere decir que en las privadas no haya vicios. Serán de otra índole, tal vez. Me parece que antes que el esquema de subsidios lo que determina los vicios es la estructura de incentivos (que no necesariamente se determina por dicho esquema) y, ni más ni menos, la cultura política de la comunidad involucrada. La teoría estándar prueba en sus modelos básicos que los subsidios son sinónimo de poca eficiencia económica en ambientes muy controlados. Sacar conclusiones de ese resultado y extrapolarlas al mundo real y político me parece aventurado. Resumiendo: no hay que asumir necesidad entre existencia de "vicios" y existencia de subsidios.
  2. Puede haber una asociación entre el subsidio y lo que él llama "riesgo-cero". De acuerdo. Puede haberla, pero no veo necesidad. Una cosa, para decirlo rápido, es el esquema de financiamiento (los subsidios) y otra el "esquema regulatorio" (las reglas del juego institucionales). Cuando algo trabaja bajo el riesgo-cero, dice Mercado, tiende a deteriorarse. Esto depende, insisto, en las reglas institucionales que fijen los incentivos que guían la acción individual y colectiva.
Ahora veámos el siguiente pasaje, para ver un argumento económico:
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"¿Por qué casi todos los países proveen educación gratuita?

"Todos los países industrializados proveen a sus ciudadanos educación pública gratuita hasta la preparatoria, y muchos subsidian la universidad y otras escuelas post-secundarias. ¿Por qué?

"Los estadounidenses están tan acostumbrados a la educación pública gratuita que esta pregunta puede sonar rara. Pero ¿por qué los gobiernos deben proveer educación gratuira cuando no provee gratuitamente, excepto para los más necesitados, otros bienes y servicios aún más esenciales, como alimentos o seguridad médica? Más aún, los servicios educativos pueden ser, como de hecho ocurre, proveídos y demandados en los mercados privados, sin la ayuda del gobierno.

"Un argumento importante para la educación gratuita, y al menos subsidiada, es que la curva de demanda privada por servicios educativos no incluye todos los beneficios sociales de la educación. (...Recordar que un mercado en equilibrio puede no explotar todas las ganancias alcanzables por la acción colectiva). Por ejemplo, el sistema político democrático se basa en una ciudadanía educada para poder operar efectivamente -lo que es un factor que un individuo que demanda servicios educativos no percibe necesariamente. Desde una perspectiva económica cuidadosa, se puede argumentar que los individuos no capturan la totalidad de los beneficios económicos que su educación provee. Por ejemplo, personas con alto capital humano, y por ende percepciones monetarias elevadas, pagan más impuestos -que constituyen fondos que pueden financiar servicios públicos y ayuda a los menos afortunados. Gracias al gravamen al ingreso, el beneficio privado de desarrollar capital humano es menor al beneficio social, por lo que la demanda por educación en el mercado privado es menos que óptima desde el punto de vista social. Similarmente, es más verosímil que las personas con educación contribuyan más al desarrollo tecnológico, y por tanto al crecimiento de la productividad general, lo que beneficia a mucha gente, además de a ellos mismos. Finalmente, otro argumento a favor del apoyo público a la educación es que la gente pobre que quiera invertir en capital humano no podría hacerlo de otro modo debido a ingresos insuficientes.

"El premio Nobel Milton Friedman, entre muchos otros, sugirieron que estos argumentos pueden justificar los fondos gubernamentales de apoyo a la educación, llamados vouchers educativos, para ayudar a los ciudadanos a comprar servicios educativos en el mercado privado, pero que no justifican la provisión directa por el gobierno, como ocurre en el sistema escolar público. Los defensores de la educación pública, por otro lado, argumentan que el gobierno debiera tener control directo de la educación de forma tal que sea capaz de fijar estándares y de monitorear la calidad. ¿Qué piensa?"
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Vemos que existen argumentos económicos para favorecer la acción pública en la provisión de los servicios educativos. La razón es simple: existen externalidades positivas en dicha provisión, y por tanto el mercado privado "se queda corto" con respecto a lo que se puede considerar como socialmente óptimo. Una vez justificado dicho punto, la discusión radica en la forma en que dicha intervención pública debe ocurrir. Los subsidios pueden no funcionar en otros mercados, pero el argumento de que no lo hagan en este caso no es necesario lógicamente.

Me parece que el hecho de que los subsidios a la universidad mexicana coexistan con los vicios no quiere decir necesariamente que unos son la causa de otros. Los vicios, me parece, se pueden explicar también culturalmente, por lo que la pregunta no es ¿subsidiar o dejar de subsidiar?, sino más bien ¿qué tipo de reglas del juego con qué tipo de incentivos pueden mejorar la situación presente en la interacción colectiva al interno de una universidad?

Por cierto, el texto reproducido aquí no proviene de ningún estudio sofisticado sobre el sistema educativo público, al menos no directamente. Está incluido en el excelente libro introductorio Principios de economía de Ben Bernanke y Robert Frank. Aquí la ficha,

Bernanke, B. y Robert Frank (2005), Principles of Economics, McGraw Hill, Nueva York. (Ejemplo 20.4, pp 525; Traducción mía.)

La sociedad abierta y sus enemigos en España


La sociedad abierta y sus enemigos en España

[Cambien nombres y se está hablando de México.]


¿Por qué la oligarquía socialista no quiere una sociedad abierta como la esbozada por Popper y otros muchos pensadores demócratas?

Pedro de Tena


Sociedad abierta es aquella que no gusta absolutamente nada a la oligarquía socialista porque en ella triunfa la competencia personal y social, las libertades civiles, la solidaridad libre y voluntaria y la división de poderes, la misma que defendiera Montesquieu cuya muerte intelectual y política anunció Alfonso Guerra.
Aquella famosa profecía, afortunadamente, tuvo como resultado inmediato la caída del muro de Berlín, el ensanchamiento del espacio de las democracias liberales en el mundo y su propio batacazo desde el sillón de la vicepresidencia del Gobierno. Falta le hubiera hecho dentro del PSOE una instancia, diferente al poder de la ejecutiva de su partido e independiente a la manera del sagaz e inteligente Montesquieu, que lo defendiera de manera noble y justa del acoso de su ya no amigo González, que lo trituró de manera inmisericorde y minuciosa.
¿Por qué la oligarquía socialista no quiere una sociedad abierta como la esbozada por Popper y otros muchos pensadores demócratas? Por muchas razones. Sobre todo por una. La oligarquía socialista está íntimamente convencida de su superioridad intelectual, ética e histórica sobre el resto de los mortales. Lejos de reconocer la imposibilidad de un conocimiento exacto de las leyes de la historia, de la sociedad y de la convivencia, esta oligarquía está segura de poseer la clave "científica" de la realidad, incluso del universo (hay que recordar el famoso libro de Engels Dialéctica de la Naturaleza, que sus antaño adoradores hoy hacen desaparecer por pudor de todas las bibliotecas).
Este convencimiento dogmático deviene en práctica totalitaria en cuanto se trata, para esta oligarquía, de regir los destinos de un mundo que sólo ellos conocen "científicamente". La libertad no es buena para ese propósito, ni la economía libre, ni una justicia independiente, ni una prensa digna y rebelde ni instituciones neutrales. Y así, descendiendo, ni unas oposiciones libres y abiertas al mérito y la capacidad, ni una enseñanza crítica antes que sectaria. Todo debe estar contagiado del sectarismo ideológico que propugnan. Es en eso, justamente en eso, en lo que coinciden con el nacionalismo hoy galopante en esta España de principios del siglo XXI. Por eso son socios.
Frente a esto, hay que proponerse una actitud más crítica, racional y libre. Aquí se exponen reunidos los elementos críticos de un racionalismo democrático, esbozados por Popper:
Nuestro saber conjetural objetivo va siempre más lejos del que una persona puede dominar. Por eso no hay ninguna autoridad. Esto rige también dentro de las especialidades.
Es imposible evitar todo error o incluso tan sólo todo error en sí evitable. Los errores son continuamente cometidos por todos los científicos. La vieja idea de que se pueden evitar los errores, y de que por eso se está obligado a evitarlos, debe ser revisada: ella misma es errónea.
Naturalmente sigue siendo tarea nuestra evitar errores en lo posible. Pero precisamente, para evitarlos, debemos ante todo tener bien claro cuán difícil es evitarlos y que nadie lo consigue completamente. Tampoco lo consiguen los científicos creadores, los cuales se dejan llevar de su intuición: la intuición también nos puede conducir al error.
También en nuestras teorías mejor corroboradas pueden ocultarse errores, y es tarea específica de los científicos el buscarlos. La constatación de que una teoría bien corroborada o un proceder práctico muy empleado es falible puede ser un importante descubrimiento.
Debemos, por tanto, modificar nuestra posición ante nuestros errores. Es aquí donde debe comenzar nuestra reforma ético-práctica. Pues la vieja posición ético-profesional lleva a encubrir nuestros errores, a ocultarlos y, así, a olvidarlos tan rápidamente como sea posible.
El nuevo principio fundamental es que nosotros, para aprender a evitar en lo posible errores, debemos precisamente aprender de nuestros errores. Encubrir errores es, por tanto, el mayor pecado intelectual.
Debemos, por eso, esperar siempre ansiosamente nuestros errores. Si los encontramos debemos grabarlos en la memoria: analizarlos por todos lados para llegar a su causa.
La postura autocrítica y la sinceridad se tornan, en esta medida, deber.
Porque debemos aprender de nuestros errores, por eso debemos también aprender a aceptar agradecidos el que otros nos hagan conscientes de ellos. Si hacemos conscientes a los otros de sus errores, entonces debemos acordarnos siempre de que nosotros mismos hemos cometido, como ellos, errores parecidos. Y debemos acordarnos de que los más grandes científicos han cometido errores. Con toda seguridad no afirmo que nuestros errores sean habitualmente perdonables: no debemos disminuir nuestra atención. Pero es humanamente inevitable cometer siempre errores.
Debemos tener bien claro que necesitamos a otras personas para el descubrimiento y corrección de errores (y ellas a nosotros); especialmente personas que han crecido con otras ideas en otra atmósfera. También esto conduce a la tolerancia.
Debemos aprender que la autocrítica es la mejor crítica; pero que la crítica por medio de otros es una necesidad. Es casi tan buena como la autocrítica.
La crítica racional debe ser siempre específica: debe ofrecer fundamentos específicos de por qué parecen ser falsas afirmaciones específicas, hipótesis específicas o argumentos específicos no válidos. Debe ser guiada por la idea de acercarse en lo posible a la verdad objetiva. Debe, en este sentido, ser impersonal.
Pero, claro, creer que Zapatero y sus secuaces serán capaces de entender algo de esto es mucho creer.