Tal vez pocos ámbitos de la vida nacional son tan propensos al asunto de la credibilidad y la reputación como la administración de justicia en México.
Hace algunos días, un científico francés que venía de intercambio a México, a la UAM, fue asesinado por asaltantes que le quitaron alrededor de 80 mil pesos.
Días después, y ante la mirada atenta de la embajada francesa y la opinión internacional, el sistema de justicia atrapo a varios sospechosos.
Dado que en México uno es culpable hasta que se demuestre lo contrario, los tipos fueron derecho a prisión.
Ellos, claro, se decían inocentes. Posiblemente lo eran, y se trata de meros chivos expiatorios. Si no eran, saben que con decir eso podían ganar tiempo. Por mala fortuna no son pocos los casos en los que se encarcelan a los inocentes, por lo que la acusación tendría que ir muy bien sustentada, dándoles tiempo para preparar una mejor defensa, por ejemplo.
Ahora resulta que el principal sospechoso de haber disparado apareció muerto a golpes y por hipotermia en el Reno. Ya no podrá reclamar su inocencia ni admitir su culpabilidad, según aplique.
Con todo, el caso apesta.
Para colmo, el mismo modo de operación fue visto de nuevo cuando un turista colombiano, llegandito del aeropuerto, fue despojado de varios miles de dólares...
¿A quién le creemos?
Actualización: El GDF dice que no. Que no está muerto. Que vive.