La Jornada le apuesta a Obama...

(Imagen obtenida en la Internet. Vínculo del sitio original)


Aquí reproducimos la editorial del día de hoy de La Jornada. La tesis central: La ventaja de Obama se debe a una preferencia "del voto ciudadano", pero no incluye ningún análisis sobre el papel de los medios en las preferencias electorales...comentarios de quien escribe en rojo...


La Jornada, 29 de abril de 2008.

Demócratas en EU: la fuerza del aparato

Las peculiaridades antidemocráticas del sistema político y electoral introducen en la actual disputa por la Casa Blanca una paradoja inquietante: si bien Barack Obama es el favorito para ganarla, de acuerdo con las encuestas, ni siquiera es seguro que consiga la postulación de su partido, el Demócrata, para las elecciones presidenciales de noviembre próximo.

Los demócratas aparecen, en la circunstancia actual, desgarrados entre el poder de los sectores financiero e industrial, de matriz inequívocamente conservadora [o sea que dichos sectores, tal cual, ya no pueden tener intereses demócratas, o "progesistas", como les llaman en EEUU: en el análisis político que La Jornada ofrece a sus lectores no caben matices. El asunto es "inequívoco"], y el deseo de renovación, acaso mayoritario, de la ciudadanía. El primero ha encontrado su candidata en Hillary Clinton, una mujer que, en términos políticos, guarda muy poca semejanza con la que en 1992 pugnaba por una política social que redujera la creciente brecha entre ricos y pobres en Estados Unidos y que impuso en la Casa Blanca un estilo de informalidad, modernidad y apertura. Hoy, la senadora Clinton es una figura del establishment imperial y belicista, que ha dejado ver su cara más sanguinaria en las invasiones de Afganistán y de Irak.

[Ah caray! ¿Y Obama no es una figura de ese "establishment" también? ¿o basta con que haya declarado su antipatía por dichas acciones bélicas?]

Por si quedara duda de lo anterior, baste con ver los guiños desesperados que Clinton lanza al electorado conservador: por ejemplo, su injustificada amenaza de que, de llegar a la Presidencia, destruiría a Irán si ese país atacara a Israel, declaración que no venía al caso en el de por sí complicado escenario de Medio Oriente y que sólo se explica por el afán de la declarante de granjearse las simpatías de los halcones demócratas y de uno que otro republicano. Al mismo tiempo, Hillary Clinton busca seducir a los votantes liberales y progresistas con la perspectiva de convertirse en la primera mujer que ejerza la Presidencia en la historia de Estados Unidos.

[Ajá. ¿Y Obama no seduce a los mismos votantes con la tremenda perspectiva de ser el primer presidente Afroamericano en la historia de EUA?]

En esta lógica, no debe descartarse la posibilidad de que Clinton logre hacer valer la fuerza del aparato demócrata para conseguir la candidatura presidencial en la convención partidaria programada para agosto próximo [como si fuera una decisión que dependiera de ella de modo tal que nomás "tiene que hacerla valer"], a pesar de que, en conjunto, el sufragio popular ha favorecido a su adversario [en un sistema antidemocrático, como quedó dicho desde el principio, que no se olvide], y pese a los sondeos que indican que el senador por Illinois derrotaría por un margen claro al aspirante presidencial republicano, John McCain, en las elecciones de noviembre.

Una competencia final entre Clinton y McCain sería, en esencia, una lucha por matices. Pero si Obama consiguiera la nominación demócrata, en el país más poderoso del mundo se pondría en juego la posibilidad de operar cambios específicos y urgentes que, sin embargo, han permanecido bloqueados por décadas: la democratización de un régimen político en el que, además de los votos, cuentan los intereses corporativos; el acotamiento de la pobreza creciente, la redignificación de la clase media y la recuperación de derechos civiles y humanos que hoy están perdidos (un botón de muestra es el aval otorgado por George W. Bush al uso de la tortura en los interrogatorios de presuntos terroristas, sobre el cual aportan detalles The New York Times y The Washington Post en sus ediciones de ayer). Asimismo, de un Ejecutivo encabezado por Obama cabría esperar la atenuación, al menos, de los aspectos más violentamente ilegales en la proyección del poderío estadunidense en el mundo. [¿De verdad cabe esperarse eso? ¿Cuándo ese poderío se ha detenido por tener a un demócrata en la Casa Blanca? ¿Cuándo ha dejado de ser "ilegal"? ¿Por qué habría de ser diferente? No hay respuesta. Pero los que buscan análisis simplistas ya lo tienen a la mano: Clinton es una más. Pertenece a ese establishment. Con Obama hay esperanza. Tan Tán]

Cabe preguntarse si el ala conservadora del Partido Demócrata preferirá imponer una candidatura débil, como sería la de Hillary Clinton, e incrementar de esa forma el riesgo de que la Casa Blanca quede en manos del Partido Republicano por al menos otros cuatro años, o si reconocerá las tendencias mayoritarias de sus votantes y permitirá que sea Obama su abanderado presidencial.

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Ya se verá con el tiempo si realmente con el senador se abría esa posibilidad para "democratizar el régimen político", "acotar la pobreza creciente", y "redignificar la clase media" en el vecino del norte. Así nomás, como para ponerle candela, dejamos caer las siguientes piezas de Paul Krugman, que, en tono desesperado, llama a votar por la senadora precisamente porque él piensa que es con ella y no con él con quien se abren esas posibilidades . [Si hay dudas sobre la convicción "demócrata" (de partido, vaya) de Krugman, revisar su excelente libro La conciencia de un liberal]...

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Columna "Mirada al mundo". Paul Krugman. Publicado en El Universal del día 7 de febrero de 2008. [Vínculo al original]


Los candidatos demócratas y el sistema de salud

La principal diferencia entre Hillary Clinton y Barack Obama en materia de políticas públicas tiene que ver con el sistema de salud

Es un desacuerdo que podría parecer técnico y oscuro, y he leído muchas declaraciones de que sólo a los más puntillosos les importan los detalles de las propuestas.

Pero, como he tratado de explicar en columnas anteriores, realmente existe una enorme divergencia entre los enfoques de los candidatos. Nuevas investigaciones —recientemente publicadas— confirman lo que he estado diciendo: la diferencia entre los planes bien podría ser la diferencia entre obtener un seguro médico universal —objetivo clave de los progresistas— o quedar muy lejos de hacerlo.

Específicamente, cálculos recientes señalan que un plan parecido al de Clinton daría cobertura a cerca del doble de gente actualmente no asegurada de la que cubriría un plan parecido al de Obama, a un costo sólo ligeramente mayor.

Ambos planes requieren que aseguradoras privadas ofrezcan pólizas a toda la gente, sin importar su historial médico. Asimismo, ambos permiten a la gente adquirir un seguro gubernamental en caso de no querer el privado. Y ambos planes buscan que el precio de este seguro médico esté al alcance de los estadounidenses de bajos ingresos.

Sin embargo, la propuesta de Clinton es más explícita sobre cómo mantener esos precios asequibles, pues promete limitar los costos del seguro a un porcentaje determinado de los ingresos familiares. Y también parece incluir más fondos para subsidios.

La enorme diferencia, empero, radica en la obligatoriedad: el plan de Clinton exige que todos tengan seguro médico; el de Obama, no.

Obama afirma que la gente adquirirá un seguro médico si su precio es asequible. Desafortunadamente, la evidencia indica lo contrario. Después de todo, ya contamos con programas que ofrecen seguro médico gratis o muy económico a muchos estadounidenses de bajos ingresos sin obligarlos a que se afilien. Y mucha de esa gente, por la razón que sea, no se afilia.

Un plan estilo Obama también enfrentaría el problema de la gente saludable que decide arriesgarse y no contrata un seguro hasta que desarrolla problemas médicos, provocando así un incremento en el precio de las primas que afecta al resto de la gente. Obama, contradiciendo sus primeras declaraciones de que la accesibilidad es el único obstáculo para la cobertura, ahora está hablando de penalizar a los que retrasen su afiliación, pero no está claro cómo funcionaría esto.

Así que el plan de Obama dejaría sin seguro a más gente que el plan de Clinton. ¿Qué tan grande es la diferencia? Para responder a esta pregunta es necesario hacer un análisis minucioso de las decisiones que se toman en materia de salud. Eso es lo que hace Jonathan Gruber —del Instituto de Tecnología de Massachusetts y uno de los principales especialistas en el sistema de salud— en un nuevo ensayo.

Gruber estima que un plan no obligatorio, muy parecido al de Obama, cubriría a 23 millones de personas actualmente sin seguro, a un costo para los contribuyentes de 102 mil millones de dólares al año. Un plan idéntico pero obligatorio cubriría a 45 millones de los no asegurados —esencialmente a todos— a un precio de 124 mil mdd para los contribuyentes. En general, el plan estilo Obama costaría 4 mil 400 dólares por cada nuevo asegurado; el de Clinton sólo 2 mil 700 dólares.

A mi parecer esa no es una diferencia trivial. Un plan alcanza más o menos la cobertura universal; el otro, aunque con un costo de 80% respecto del anterior, cubre sólo a la mitad de la gente actualmente no asegurada.

Al igual que con cualquier estudio económico, los resultados de Gruber sólo son tan buenos como su modelo. Sin embargo, son consistentes con los resultados de otros estudios, como uno realizado en 2003 comisionado por la Fundación Robert Wood Johnson, que comparó diversos planes de reformas al sistema de salud y encontró que la obligatoriedad marca una gran diferencia tanto para lograr la cobertura de los no asegurados como en materia de eficiencia de costos.

Y por eso muchos expertos en el sistema de salud, como Gruber, apoyan con firmeza la obligatoriedad.

Ahora, algunos podrían afirmar que nada de esto importa, porque las leyes que los presidentes logran que se promulguen a menudo se parecen muy poco a sus propuestas de campaña. Y, de hecho, no existe ninguna garantía de que Clinton, de ser elegida, podría obtener la aprobación de algo parecido a su actual plan de cuidado médico.

Pero aunque es fácil ver cómo el plan de Clinton podría terminar siendo despojado de su esencia, es difícil ver cómo podría repararse el hueco en el plan de Obama. ¿Por qué? Porque en el asunto del sistema de salud la campaña de Obama ha saboteado sus propias posibilidades.

Verá, la campaña de Obama ha satanizado la idea de la obligatoriedad, más recientemente con una táctica de miedo consistente en enviar a los votantes un correo extraordinariamente parecido a los anuncios de “Harry y Louise” que la industria de los seguros médicos financió en 1993. Estos mensajes, donde una pareja muestra su angustia por no poder pagar su póliza, contribuyeron a arruinar la oportunidad que surgió entonces de obtener un seguro médico universal.

Si Obama llega a la Casa Blanca y trata de implementar una cobertura médica universal, se encontrará con que no puede hacerse sin la obligatoriedad. Pero si trata de establecer los mandatos necesarios, los enemigos de la reforma utilizarán sus propias palabras en su contra.

Combinando los análisis económicos con las realidades políticas, creo que la conclusión es la siguiente: si Clinton obtiene la nominación demócrata, existe la posibilidad —nadie sabe qué tan grande— de que logremos instituir un cuidado médico universal en la próxima administración. Si Obama obtiene la nominación, esto simplemente no sucederá.

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Aquí algunas citas al economista provenientes de otras columnas:

  • "A menos que Hillary Clinton gane abrumadoramente este martes, Barack Obama será el candidato demócrata. Y él no es en absoluto el tipo de candidato que uno hubiera esperado que surgiera en medio de la reacción en contra del gobierno republicano. Ahora, nadie confundiría a Obama con un republicano, aunque contrariamente a las declaraciones tanto de sus partidarios como de sus oponentes, su récord de votos lo coloca, junto con Clinton, más o menos en el centro del partido demócrata más que en su ala más progresista." Columna Mirada al mundo. El Universal. 7 de marzo de 2008.
  • "Algunos progresistas están consternados por la dirección que su partido parece haber tomado: querían a otro Franklin D. Roosevelt y en vez de eso sienten que están ante una versión oratoriamente mejorada de Michael Bloomberg. Sin embargo, otros insisten en que el mensaje de esperanza y el carisma personal de Obama darán como resultado una abrumadora victoria electoral, y que implementará una agenda dramáticamente progresista. El problema es que la fe en la capacidad de transformación de Obama está basada en evidencias sorprendentemente escasas." Columna Mirada al mundo. El Universal. 7 de marzo de 2008. [A pesar de escasas, esas evidencias le alcanzaron a la La Jornada para apostarle al senador, como vimos arriba]


No faltará quién diga así rápido, como para salvar "la posición", que Krugman será un analista más "al servicio de ese establishment que la senadora representa", que sus columnas son "ataques mediáticos en contra del movimiento social que lleva en su hombro al senador"... Por lo menos Krugman ha hecho públicos los testimonios, los argumentos y los datos que sustentan su posición política (en la forma de un libro, faltaba más, y de una bitácora.)




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