Un (medio viejo) texto sobre economía del cambio climático y el Reporte Stern

Aquí un texto de hace más o menos un año que estaba destinado a al

guna publicación de divulgación. Es la primera de dos partes. La segunda parte sigue en el tintero. Pero se pone a disposición del respetable por si hubiere comentarios...


Cambio climático y economía (I)

Carlos A. López Morales+

Este trabajo se divide en dos partes. La primera parte, que conforma esta entrega, expone elementos de la discusión académica reciente que señala problemas y virtudes del llamado “Reporte Stern” sobre la economía del cambio climático. La segunda parte, que se incluirá en una próxima entrega, expone algunos elementos técnicos de la modelación económica del cambio climático. El trabajo en su conjunto ofrece una exposición general de tal modelación e ilustra su relación con la utilizada exitosamente en otros campos de la economía, en particular el de la macroeconomía moderna. El tono general de las conclusiones a las que actualmente llega el debate académico a este respecto sugiere problemas metodológicos no triviales. Las últimas páginas del trabajo, a modo de conclusiones, exploran este punto.

El Reporte Stern: el contexto y sus críticas

La preocupación científica sobre los efectos de la actividad económica planetaria sobre el medio natural es demasiado reciente.[1] Apenas se pueden contar unas cuantas décadas desde que se empezaron a realizar estudios de conclusiones ecológicas globales. En lo que hace al cambio climático, el desarrollo científico en economía se encuentra cronológicamente en su infancia, aunque no por ello se debe concluir que el gremio no tiene nada maduro qué decir al respecto. En la segunda mitad de 2006 se publicó un reporte sobre la economía del cambio climático que ha causado cierto revuelo en los círculos académicos. Sir Nicholas Stern, economista inglés con destacada carrera académica y política, recibió en 2005 el encargo de la corona británica para aconsejarla sobre los asuntos del cambio climático. El “Reporte Stern”, como se le ha llamado al informe que coordinó, concluye que los beneficios de promover en el corto plazo políticas agresivas de abatimiento de emisiones de gases “invernadero” superan por mucho, y con algún grado de certeza, a los costos futuros de no hacerlo.

Lo anterior se deduce del escenario planteado en el informe en el que el valor presente del costo anual del cambio climático se estima equivalente a un 5% del producto interno bruto (pib)mundial (susceptible de ascender al 20% en los peores escenarios climáticos), mientras que el valor presente del costo global de la política inmediata de mitigación se estima equivalente, en contraste, al 1% de dicha cifra (Stern, 2006). La implicación de política se deriva inmediatamente: se exhorta a los gobiernos a invertir, desde ya, el 1% del pib mundial en la reducción de las emisiones de dichos gases y a evitar, con eso, las consecuencias futuras más graves derivadas de su acumulación atmosférica.[2]Estos resultados, que pueden ser muy bien recibidos por quienes desde el ecologismo, pero no sólo, mantienen activismo político, han ocasionado consenso entre los economistas que llevan una o dos décadas en el tema, pero no un consenso positivo, sino uno bastante crítico, al que vale la pena prestar atención pues ilustra muy bien algunos problemas metodológicos de la economía con la que se analiza el cambio climático. La crítica va en dos niveles. Una teórica, orientada a señalar las deficiencias en los métodos y en los procedimientos usados para la obtención de esas conclusiones, y una política, que señala la sociología del reporte, por decirlo así.

Asuntos teóricos

El consenso de los especialistas radica en señalar que se han hecho deliberadamente en el reporte los supuestos que resultan adecuados para obtener esas conclusiones. Pero la cuestión no es tan sencilla: no se trata del uso de meros métodos numéricos ad-hoc, sino de posicionamientos éticos respecto al trato que se da a las generaciones futuras en el modelo utilizado, a la sazón un problema en teoría económica aún sin solución desde que John Rae lo sugiriera, es decir, un problema de al menos 150 años de edad.[3] A propósito de este punto, Hal Varian, el autor del famoso libro de texto, resume muy bien las opiniones vertidas por William Nordhaus, sobre quien se puede decir que es el co-fundador de la economía del cambio climático,[4] y por Partha Dasgupta, también considerado pionero en la economía de los recursos naturales: “La elección de una política apropiada con respecto al cambio climático”, dice Varian, “depende mucho de cómo uno pondera los costos y los beneficios que éste genera entre diferentes generaciones. El Reporte Stern escoge una manera de hacerlo, pero se pueden examinar muchas otras. Es probable que la exploración de supuestos alternativos y de sus implicaciones lleve a mejores políticas que cualquier recomendación general. Al menos en nuestro estado de entendimiento, exploración mata exhortación.” (Varian, 2006). Así, de acuerdo con esta opinión, el Reporte Stern manifiesta una de las posiciones posibles (a través de la elección de ciertos valores paramétricos, llamados “supuestos” por Varian), y es, en este sentido, nada concluyente. Dasgupta lo dice aún más fuerte: “[n]o se sirve a la causa cuando se eligen los valores de los parámetros para obtener las respuestas deseadas.” (Dasgupta, 2007a).[5]

El asunto con el Reporte Stern es, pues, que los resultados numéricos de costos y beneficios del cambio climático dependen mucho de la ética asumida para el trato de las generaciones futuras. Se puede decir que la literatura apuesta ahora a comprender y a reducir la incertidumbre provocada por el tratamiento del futuro, pero no a eliminarla.[6] El trato del futuro no es el único de los problemas metodológicos que se han encontrado en el Reporte. Robert Mendelsohn, profesor de la Universidad de Yale, publicó en 2006 una crítica en la revista Regulation, editada por el Instituto Cato, en la que identifica que mientras los costos del cambio climático son descontados a una tasa de 1.4%, los costos de abatimiento no reciben descuento alguno. “Para ser consistente”, dice Mendelsohn, “el costo de oportunidad de la inversión en mitigación debe valuarse usando la misma tasa de descuento con la que se determina el costo del cambio climático. (…) Asumiendo que se usa la tasa histórica de retorno del 4%, el valor de $1 de abatimiento es $2.9 cuando se evalúa a una tasa de descuento de 1.4%. Los costos de mitigación reportados en el estudio necesitan multiplicarse por tres para ser consistentes con el cálculo de los daños” (Mendelsohn, 2006). Además, Mendelsohn remata la crítica señalando un supuesto que puede escandalizar a más de un “tecno-escéptico”, pues Stern parece suponer, sin dar fundamento alguno, que el desarrollo técnico de las 5 décadas por venir reducirá en un factor de seis el costo de mitigación.

Otro conjunto de críticas está compilado electrónicamente por el Centro para la Ciencia y la Política Pública, con sede en Washington, en un volumen titulado “Críticas tempranas al Reporte Stern”. De allí destaca la opinión de Richard Tol, prolífico econometrista holandés que lleva más de una década publicando contribuciones a los métodos y procedimientos pertinentes para la economía del cambio climático:[7] “[p]ara alguien familiarizado con la economía del cambio climático, o con la literatura del análisis costo-beneficio del cambio climático”, escribe Tol, “las conclusiones principales del Reporte Stern son una sorpresa: los estimados caen muy por fuera del rango convencional. (…) El Reporte Stern es una oportunidad fallida para ayudar a alinear la política británica de cambio climático con esta literatura”. Además, Tol afirma que “el Reporte Stern es muy selectivo en la literatura citada sobre el impacto del cambio climático. El sesgo en la selección no es aleatorio, sino que enfatiza los estudios más pesimistas. La tasa de descuento usada es, incluso, inferior a la recomendación oficial de la Tesorería de Su Majestad. Los resultados son a menudo malinterpretados. El Reporte asegura que se basa en un análisis costo-beneficio, pero no se realizó ninguno.” Y finaliza, con tono lapidario: “Por tanto, el Reporte Stern puede ser hecho a un lado por alarmista e incompetente” (Tol, 2006).

Asuntos políticos

La segunda vertiente de crítica al Reporte Stern, la crítica sociológica, puede ser resumida en los siguientes pasajes que se leen en las críticas de Tol y de Nordhaus: El Reporte Stern, escribe el primero, “es un reporte al Primer Ministro y al Canciller de Hacienda del Reino Unido. Un grupo de 23 personas, coordinado por Sir Nicholas Stern y apoyado por muchos consultores, trabajaron poco más de un año para producir un reporte de algunas 700 páginas de economía de cambio climático.” (Tol, 2006). Nordhaus titubea aún menos, aunque en tono cómico: “Recuerdo un comentario de Mark Twain, quien dijo que él podía escribir dos páginas en 30 días o 30 páginas en dos días, pero que no podía escribir dos páginas en dos días. Sólo podemos desear que los autores del Reporte se hubieran tomado unos pocos meses más para escribir un tratado más conciso y consistente” (Nordhaus, 2007). Además, dice Nordhaus, el Reporte Stern “debe verse como un documento político… no un documento académico. Como todos los reportes al gobierno, el Reporte Stern se publica sin una revisión de métodos y supuestos experta e independiente. Pero incluso el análisis científico del Gobierno de Su Majestad necesita someterse al arbitraje experto” (Nordhaus, 2006). Mucho más aprensible, la crítica sociológica al Reporte lo deja igual que la técnica: bastante mal parado. No sólo los métodos usados para obtener conclusiones causan polémica, sino la manera misma en que están presentados, sin una auditoria técnica entre expertos sobre lo que allí se dice, como sí sucede con cualquier paper que se publica en las revistas especializadas en cualquier campo de investigación científica.

En el reporte existe, pues, una buena exposición de lo que hay que suponer para promover mayor abatimiento en el presente. Pero, como Mendelsohn apunta, “el análisis necesita fundamentarse en ciencia y en economía sólidas antes de que miles de millones de dólares anuales se inviertan en el abatimiento” y allí es donde comienzan algunas de las virtudes que se le pueden atribuir al reporte. John Quiggin, profesor de la australiana Universidad de Queensland, lo ejemplifica de la siguiente manera: “El reporte Stern cambió radicalmente los términos del debate presentando la problemática [del cambio climático] en términos económicos en lugar de en términos científicos” (Quiggin, 2006). Aquí no hay que detenerse en la desafortunada distinción entre lo “económico” y lo “científico”, pues se entiende que Quiggin discrimina entendiendo por “científico” todo aquello proveniente de las ciencias de la naturaleza. El hecho que aquí interesa es ese, pues: que el Reporte ha terminado con poner a la economía y a sus métodos en el centro de la cuestión del cambio climático, por lo menos cuando se evalúan políticas alternativas sobre agregados macroeconómicos, como lo es, claro está, el producto interno bruto mundial.

Nordhaus lo ha puesto del siguiente modo: “La revisión radical de la economía del cambio climático presentada en el Reporte no se origina en nueva ciencia, tampoco en nueva teoría económica ni en nueva modelación. Depende más bien de la elección de una tasa de descuento cercana a cero en combinación con una función de utilidad particular”, ambos elementos clave de la modelación macroeconómica moderna (Nordhaus, 2007). Dasgupta, por su parte, dice que “las conclusiones a las que Stern y su equipo llegan son implicaciones de su elección sobre un par de parámetros éticos, y no se derivan de los nuevos hechos climáticos” posiblemente derivados de nuevos modelos más refinados sobre el clima y la atmósfera planetarios (Dasgupta, 2007b). Como en muchos otros temas de interés público, la economía y sus métodos prueban su importancia también en el caso del cambio climático, pues de ellos se valen el análisis, el diseño y la implementación de políticas públicas con objetivos sociales determinados. Ya por un mero interés “de conocimiento”, ya por evaluar lo que está en juego, es conveniente dar una mirada, aunque sea breve, a las metodologías básicas de modelación de la economía del cambio climático. Se puede ver que son aplicación de modelaciones existentes (y exitosas) en la macroeconomía moderna (galardonadas más de una vez con el premio Nobel de Economía –la última, en 2006, a Edmund Phelps), y nos podemos preguntar si es posible heredar dicho éxito al campo climático.[8]Pareciera que la respuesta va adquiriendo poco a poco un tono negativo, por lo menos a partir de lo que se lee en las conclusiones de algunos de los participantes del debate académico corriente sobre este asunto, en particular las de Partha Dasgupta (2007b) y las de Martin Weitzman (2007). Pero ese tema se aborda en la segunda parte del presente trabajo.

Bibliografía

Dasgupta, Partha (2007a)/ “Commentary: The Stern Review’s Economics of Climate Change”, National Institute Economic Review 199.

Dasgupta, Partha (2007b)/ “Discounting Climate Change”, mimeo, Octubre.

Frederick, Shane; George Loewenstein y Ted O’Donoghue (2002)/ “Time Discounting and Time Preference: A Critical Review”, Journal of Economic Literature 40 (2).

López Morales, Carlos A. (2007a)/ “Ecología política y tradición marxista: las consideraciones analíticas y programáticas de Manuel Sacristán”,Economía Informa 340, mayo-junio.

López Morales, Carlos A. (2007b)/ “Discounting the Future at a Decreasing Rate and the Marginal Damage Costs of co2 Emissions: Reducing the Uncertainty”, ponencia presentada en la Conferencia Bianual 2006 de la Sociedad Estadounidense de Economía Ecológica, Pace University, Nueva York, Junio.

Mendelsohn, Robert (2006)/ “A Critique of the Stern Report”,Regulation 29 (4).

Nordhaus, William (2006)/ “The Stern Review on the Economics of Climate Change”, mimeo, Noviembre.

Nordhaus, William (2007)/ “A Review on the Stern Review on the Economics of Climate Change”, Journal of Economic Literature 45 (3).

Quiggin, John (2006)/ “Stern and the Critics on Discounting”, mimeo, Diciembre.

Tol, Richard (2006)/ “The Stern Review of the Economics of Climate Change: A Comment”, en The Center for Science and Public Policy/ The Stern Report. Some Early Criticisms, Washington, Noviembre.

Stern, Nicholas (2006)/ The Economics of Climate Change: The Stern Review, Cambridge University Press, Cambridge.

Varian, Hal (2006)/ “Recalculating the Costs of Global Climate Change”,The New York Times, edición del 14 de diciembre.

Weitzman, Martin (2007)/ “A Review on the Stern Review of the Economics of Climate Change”, Journal of Economic Literature 45 (3).



+ Profesor de la Facultad de Economía. Miembro del Seminario de Credibilidad Macroeconómica. Estudiante del segundo año del programa doctoral en economía ecológica impartido en Rensselaer Polytechnic Institute, Estados Unidos. PARA CITAR ESTE ARTÍCULO SE SUGIERE: López Morales, Carlos A. (2008)/ "Cambio climático y economía (I)", mimeo. Borrador disponible enhttp://docs.google.com/Doc?id=df7hjm5w_3gzhhkxgp

[1] Se pueden rastrear, siguiendo a Joan Martínez Alier o a Manuel Sacristán, atisbos decimonónicos de planteamientos analíticos de la economía energética de la agricultura, por ejemplo, o reflexiones ecológicas con cierto grado de generalidad en los clásicos de la tradición marxista; pero la preocupación ecológica explícita de carácter global o planetaria volcada analíticamente es claramente perteneciente a la segunda mitad del siglo XX, tal vez sólo después del famoso informe coordinado por Donella Meadows que el Massachussets Institute of Technology presentó en los setenta al Club de Roma. Algunos comentarios sobre los aportes de esos autores españoles a la luz del desenvolvimiento de dicha preocupación se pueden encontrar en López (2007a).

[2] Para dar una imagen de magnitud de la cifra: El 1% del pib mundial asciende ahora a 570 mil millones de dólares, cifra que es equivalente, a su vez, al 1.8% del pib de los países ricos y que es 7 veces superior al presupuesto global de ayuda financiera al desarrollo (Dasgupta, 2007a). Esta imagen estadística señala por sí misma uno de los dos problemas principales de la economía del cambio climático (el otro es el trato de la incertidumbre): se pide por motivos de equidad que las generaciones presentes gasten “intergeneracionalmente” 7 veces el gasto que de por sí hacen “intrageneracionalmente”.

[3] El problema del descuento del futuro ha ocupado a grandes economistas de los siglos xix y xx. Entre los decimonónicos se encuentran John Rae, Stanley Jevons y Böhm-Bawerk (Frederick, et.al., 2002). Ya en el siglo xx, Frank Ramsey y Paul Samuelson destacan desde su primera mitad. El primero proporcionó el esquema general de modelación; el segundo hizo una formulación técnica más explícita que se volvería convencional con el tiempo, a pesar de las advertencias metodológicas del propio Samuelson. La lista célebre para el resto del siglo xx y para lo que va del xxi continúa con Robert Solow, Roy Harrod, Tjalling Koopmans, Partha Dasgupta, Geoffrey Heal, Joseph Stiglitz, Nicholas Georgescu-Roegen, Thomas Schelling, Kenneth Arrow, William Baumol, Martin Weitzman y Robert Strotz, entre otros. Ya en este siglo, el asunto se comienza a analizar incluso por autores con formación en las ciencias de la naturaleza y que participan de programas de investigación de origen multidisciplinario, como el de la economía ecológica, síntoma de que el problema en cuestión, como muchos otros que están o estaban destinados exclusivamente a la economía, trasciende las tradicionales barreras disciplinarias. La ausencia de solución analítica (solución que respondería a la pregunta ¿qué tasa de descuento se debe usar en los problemas intertemporales de utilidad?) tal vez se deba al carácter ético del problema, terreno en el que a final de cuentas no se puede demostrar analíticamente nada.

[4] Otro co-fundador puede ser William Cline.

[5] Queda pendiente, sin embargo, la cuestión de qué tan metodológicamente abarcante es una exploración como la sugerida por Varian (es decir, paramétrica), pues al ser tal queda restringida al tipo particular de modelación usada convencionalmente en la economía del cambio climático, dejando fuera la posibilidad de explorar y evaluar políticas alternativas bajo algún otro tipo de modelación pertinente. Sobre esto se dirá algo al final de la segunda parte del presente trabajo.

[6] En López (2007b) se presentan metodologías que apuntan en ese sentido, aplicadas, no obstante, a problemas más particulares, menos sistémicos.

[7] Queda para otro momento la evaluación de si este centro de estudios tiene o no una agenda política por debajo de sus objetivos explícitos de “promover una examen justo y balanceado de la ciencia”, como lo estipula su sitio electrónico, pues la elección de los materiales que dicho centro reproduce motiva suspicacia, por decir lo menos. Richard Tol, no obstante, es un académico que merece atención, como muchos otros, independientemente de quién decida reproducir su trabajo.

[8] Por lo pronto, se especuló en el proceso Nobel de 2007 que William Nordhaus competía este año por el galardón junto a Eugene Fama, a Robert Barro y a Lena Edlund.


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Un fan de Dasgupta...

La economía no es una cosa fácil. Llevaba muchas horas tratando de sacarme algunas confusiones entre artefactos tan raros como el PNN (producto nacional neto), que es un observable en la economía, con conceptos más etéreos como el equivalente de consumo constante y el hamiltoniano (a valor corriente o presente, evaluado o no en las trayectorias óptimas)... y pues me había resignado a que la cosa era confusa nomás... Así que dí con Partha Dasgupta, uno de los autores que más disfruto leer. Pa que nos andamos con cosas. Dasgupta tira puras netas. Sus textos esclarecen muchos campos. Tiene netas en elección social, en la filosofía de la economía, es fundador de la economía de los recursos naturales, tiene documentos que esclarecen todo el rollo de la economía del cambio climático y el reporte Stern...Bueno, incluso tiene uno texto excelente sobre población...

Así que cuando vi que Sir Dasgupta tenia 1 y 2 documentos sobre el tema en que me ocupaba acudí presto a revisarlos. De entrada, me encuentro en el resumen con la siguiente frase:

Me cae que así debería ser la literatura económica: clara, al grano, no ambigüa...
Allí, en un par de frases, la confusión no lo es más...

"Nos va a matar de hambre el gobierno..." Sobre paternalismo y descentralización

"No hubo trabajo, estuvo cabrón..."
Esta nota 
contrasta en tono y contenido con esta otra

En una se critica la labor del gobierno para hacer frente a la crítica situación
En otra se premia la labor del gobierno para hacer frente a la crítica situación...¿Cuál es cuál?

Yo pensé en aprovechar en esta entrada el comentario del pescador yucateco para lanzar una crítica al paternalismo mexicano. Me parece que México es una sociedad acostumbrada a que papá gobierno le resuelva sus problemas. No somos una sociedad acostumbrada a tomar las riendas de la cosa, capaz de auto-organizarse de forma paralela al gobierno (las excepciones son demasiado pocas). Somos una sociedad que pide su independencia del gobierno en lo que le conviene (pagar impuestos y otras libertades) pero que no se quiere separar en otras (papá gobierno debe proveer, papá gobierno debe fijar los precios de mis mercancías, papá gobierno debe hacerme competitivo). Nos gustan las soluciones centralizadas en unas cosas y las descentralizadas en otras. No nos aventamos a la descentralización. No damos ese paso. Es posible pensar que ese paternalismo no nos ayuda en nada. 

Pero al ver la nota me dí cuenta que lo que dice el pescador tiene sentido desde su punto de vista. Trabajar todos los días por el equivalente a 5 o 6 dólares hace que cualquier turbulencia vuelva cualquier situación precaria en una de emergencia. Lo único que le diría al pescador, con riesgo altísimo de caer en clichés baratos, es que no es papá gobierno el responsable de mejorar su situación, sino la sociedad toda, incluyendolo a él. Y dejen decirlo con los conceptos que los economistas (tan odiados) tienen: su situación mejora no si el impuesto al diésel se va pa allá o pa acá. Si situación mejora cuando el costo de oportunidad de su tiempo se eleva sustancialmente. Una manera de elevar el valor de dicho costo es elevando la productividad general en la economía, lo que implica no sólo disponibilidad de capital y recursos (algunos, tal vez, provenientes del gobierno en forma de infraestuctura, por ejemplo), sino una reforma sustancial del tejido social (que incluya, sí o sí, una reforma educativa de fondo. La riqueza del país no está en el subsuelo marino ni en Pemex, sino en sus aulas.) Para ello, las relaciones sociales deben dejar de estar mediadas por ese paternalismo central y comenzar a resolverse más por sí mismas, de forma descentralizada...

El debate sobre el estímulo fiscal.

Parece que el debate sobre la crisis financiera, que ahora ha tomado al estímulo fiscal como objeto central, se dirime no en la investigación económica de frontera, sino en sus cuestiones elementales. Muchos, como Krugman, argumentan que ya no hay modo de sacar política monetaria. La razón? Le economía de EEUU está en la trampa de líquidez, de forma tal que no hay modo de sacarse una expansión monetaria de la manga. Otros, como Lucas, argumentan que sí, que aún hay modo utilizando a la política monetaria. Y más aún: que ese, el monetario, es el único modo. 

El debate, pa decirlo pronto, se pone bueno. 


MV=PY

  • Y con esa ecuación, Brad DeLong, de la UC en Berkeley, se desespera por lo que, en su juicio, es un error garrafal de John Cochrane, ni más ni menos. DeLong dice que es un error básico, de aquellos que cometen los estudiantes introductorios. Aquí, Cochrane dice que una vez que no hay política monetaria, y si Y=C+I+G, cualquier incremento en G lleva a disminiciones de C o I. Hay crowding-out uno a uno. Por eso, dice Cochrane, el estímulo fiscal es mala idea. Pero, como se ve, eso sólo se sostiene si uno ha supuesto que V es constante junto con M y P. Y ese, dice Delong, es un supuesto heroico. Aquí, Delong da un breve ejemplo de cómo V puede cambiar. 

  • Aquí, Mario Rizzo documenta alguna incredulidad del mismo Keynes respecto la pertinencia de la expansión en el gasto público.

Política, analísis e ideología: Krugman y Mankiw

Krugman y su diario favorito

Antes ya habíamos visto que los dos se llevan bien, a pesar de algún malentendendido. Pero hay ocasiones en que las fricciones pueden cambiar las cosas. Esta crisis, tan llevada y tan traída, ha provocado, en efecto, reacciones inesperadas de muchos economistas, incluidos los de "calibre" como Krugman y Mankiw, entre muchos otros. Después de ver durante varios meses las reacciones de ambos, me parece que Krugman se ha dejado llevar más por la pasión política que por la fundamentación analítica. Por lo menos eso es lo que se destila de su bitácora. 


Krugman tiene los reflectores encima (no sólo por su influencia bien ganada en una deslumbrante carrera académica, sino por la que viene de más por haber recibido el Nobel), acaso un poco más que Mankiw, y es por ello que sus opiniones y críticas suelen viajar por el cyberespacio con más velocidad. Krugman se queja ahora de que la ideología y la política han opacado el análisis de los economistas en torno al paquete de estímulo fiscal. Los economistas mencionados en la crítica han defendido argumentos analíticos contrarios a los que defiende Krugman. Esos economistas, además, son "conservadores", a decir del Nobel 2008. En esa lista Krugman incluye a Mankiw por el simple hecho de ser conservador, pues incluso K revela que no sabe la opinión de M sobre el mencionado paquete. Uff! 

O sea que si eres un economista que has defendido un punto de vista contrario al de Krugman, y si para colmo eres "conservador", pues te habrá sucedido que tu ideología y tu agenda personal te han opacado la vista y han sesgado tu análisis. O peor aún, si eres nomás conservador, pues ¡ni modo! seguro tu inocultable agenda política te impide hacer buena economía. Lo curioso es que, de seguro, a Krugman mismo no le pasa eso mismo, ni a los economistas que defiendan puntos de vista con los que él concuerde. Rogoff criticó esa misma actitud (la certeza de estar siempre en lo correcto) a otro Nobel, a Stiglitz, en una carta abierta que debiera ser un clásico. 
Desde esta trinchera habíamos visto con buenos ojos el beneficio potencial de tener a Krugman entre los Nóbeles. Por de pronto, me parece que no está aprovechando ese capital, y acaso se acerca peligrosamente al comportamiento de Stiglitz, por lo menos en lo que hace a las relaciones con sus pares y algunas de sus opiniones de coyuntura, y que fue sucintamente descrito por Rogoff en esa carta abierta (que, parece, no tiene aún respuesta). 

A veces se suele pensar que los Nobeles son alguna especie de máquina tira-líneas a quienes hay que acudir para escuchar la última neta. Pues no. Los casos de Krugman y Stiglitz están allí para recordar que la figura del Nobel es, a final de cuentas, una figura humana, con sus gustos y manías, sus virtudes y sus agendas políticas personales y no tanto.

Aquí parte de la entrada del blog de Krugman:

What’s been disturbing, however, is the parade of first-rate economists making totally non-serious arguments against fiscal expansion. You’ve got John Taylor arguing for permanent tax cuts as a response to temporary shocks, apparently oblivious to the logical problems. You’ve got John Cochrane going all Andrew-Mellon-liquidationist on us. You’ve got Eugene Fama reinventing the long-discredited Treasury View. You’ve got Gary Becker apparently unaware that monetary policy has hit the zero lower bound. And you’ve got Greg Mankiw — well, I don’t know what Greg actually believes, he just seems to be approvingly linking to anyone opposed to stimulus, regardless of the quality of their argument.

Needless to say, everyone I’ve mentioned is politically conservative. That’s their right: economists are citizens too. But it’s hard to avoid the conclusion that all of them have decided on political grounds that they don’t want a spending-based fiscal stimulus — and that these political considerations have led them to drop their usual quality-control standards when it comes to economic analysis.

Aquí le responde Mankiw, más duro que antes.

If Paul really wants to know what I believe, he can read what I have written on the subject.

Let me make one thing clear: When I link to another economist here on this blog, it is typically because I think his or her arguments are worth hearing and thinking about, not necessarily because I agree with all of them. I don't have the time (and, in some cases, expertise) to offer a refereeing service for every article I mention. So when I say, "Here is an article by Professor X," I mean "Here is an article by Professor X," not "Here is an article by Professor X, and I approve of everything he says."


Mankiw visto por el WSJ.

Julio Cortazar a propósito de Guanajuato

Pues cada quien que queme al judas que más esté cerca de su corazoncito, ya sea priísta, prdista o panista, a mi estas polémicas nomás me sirven para dos cosas, la primera, que  me ratifica la idea de que la democracia mexicana partidista ya sea del color que sea, es muy conservadora y represora, nomás hay que recordar el caso del operativo de nuestro jefe de gobierno a la discoteca New´s Divine o las tropelías del gobernador de Oaxaca; y la segunda, que me sirve de pretexto lo acontecido en Guanajuato para reeler La Rayuela y regresar al capítulo 7 que a continuación transcribo:

Capítulo 7

 

 

    Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

 

     Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

La policía moral asoma su fea cabeza en Guanajuato...

Imagen vía: http://mafalda.dreamers.com


Nota del Reforma en línea:


Castigan besos con cárcel en Guanajuato

La medida también aplicará a peatones que no utilicen puentes para cruzar las calles y personas que pidan limosna en cualquier sitio público

Jorge Escalante/Corresponsal

Guanajuato, México (15 de enero de 2009).- Para impulsar las "buenas costumbres", el Ayuntamiento de Guanajuato, con mayoría panista, aprobó un nuevo bando de Policía y Buen Gobierno que sancionará hasta con prisión a las parejas que se besen en la vía pública.

La medida también aplicará a peatones que no utilicen puentes para cruzar las calles y personas que pidan limosna en cualquier sitio público.

La aprobación de la nueva reglamentación fue justificada por el Alcalde panista, Eduardo Romero Hicks, quien mencionó que se trata de crear una política que motive a las buenas costumbres.

Dentro del reglamento se especifican sanciones hasta de mil 500 pesos a las personas que compren productos a comerciantes ambulantes.

Otra sanción similar se aplicará a quienes obstruyan la vía pública sin permiso, lo que a decir del regidor priista, Jorge Luis Hernández, viola la Constitución, porque prohíbe la libre manifestación.

Ediles de oposición, como Jorge de la Peña, acusaron a Romero Hicks de violar los derechos humanos de los ciudadanos al imponer sanciones a acciones que no son consideradas delictivas ni que atentan contra las buenas costumbres.

"Estamos regresando a la época de la Santa Inquisición, donde no se podrá transitar libremente por las calles", señaló.

El reglamento entrará en vigor una vez que se publique en el Periódico Oficial y podría tardar algunas semanas, de acuerdo al Presidente Municipal.