Huella hídrica de cadenas de suministro y patrones de consumo en México

Va un borrador sobre huella hídrica en cadenas de suministro en México preparado para el blog de materiales de difusión del IGS.


Sobre huella hídrica en cadenas de suministro  y patrones de consumo en México

Carlos A. López-Morales
Investigador postdoctoral
Instituto Global para la Sostenibilidad
EGADE Business School
Tecnológico de Monterrey

El concepto de huella hídrica mide el volumen de agua utilizado directa o indirectamente en el ciclo de vida de un bien de consumo particular. El ciclo de vida se refiere, en términos generales, a las etapas de producción, consumo y disposición final no sólo del bien de consumo en cuestión, sino también las correspondientes a los insumos necesarios para su producción. Debido a su complejidad técnica, es común la elaboración de estudios de huella hídrica de diferente alcance, por ejemplo enfocándose únicamente en las fases de producción. Esta tarea puede llevarse a cabo, además, con herramientas económicas relativamente sencillas y de bajo costo de aplicación, como de hecho sucede con las de la economía insumo-producto.  Estas herramientas dependen de una base de datos, llamada matriz insumo-producto, que suelen ser publicadas por las dependencias estadísticas oficiales.

En el caso de México, el INEGI ha publicado periódicamente dichas matrices desde los años setenta, aunque con una larga interrupción de veinte años. Las últimas dos matrices oficiales corresponden a los años 2003 y 2008.  Las herramientas insumo-producto permiten el cálculo de los requerimientos directos e indirectos de insumos producidos o no-producidos para la satisfacción de un patrón determinado de consumo. Por esta razón, es posible probar en principio que las técnicas basadas en la economía insumo-producto arrojan resultados idénticos a las metodologías tradicionales del análisis de ciclo de vida, por lo general basadas en la elaboración de surveys exhaustivos y que tienen costos de implementación mucho mayores.  Así pues, este documento exhibe cómo mediante algunos cálculos es posible aproximar la huella hídrica asociada a los patrones de consumo observados en la economía mexicana.

Patrón de consumo en México

¿Cómo se distribuye el gasto de la economía entre los diferentes bienes de consumo en México?[1] Para responder esta pregunta de forma sencilla podemos agregar los bienes y servicios de consumo final en 15 categorías generales, y luego medir su participación porcentual en el total de demanda final. La Tabla 1 muestra el resultado a partir de la información económica disponible. Como se ve, la mayor participación de demanda final se agrupa en los servicios (sectores 11-15), con un 56% dominado, a su vez, por los sectores de Comercio y Servicios Sociales. La industria manufacturera (sectores 7-10) es responsable por un 24% de los bienes de consumo final, dominada por los Alimentos Procesados y la Manufactura Pesada. La industria de la construcción representa el 13% de la demanda final y agrupa buena parte del gasto en inversión física de la economía. Por último, como se ve, el sector agropecuario, a la sazón el mayor demandante de recursos hídricos, apenas satisface el 2.5% de la demanda final mexicana.

Tabla 1. Participación de los sectores económicos en el patrón de consumo mexicano

Sector
% en la demanda final
1
Agricultura
1.1
2
Pecuario
1.3
3
Petróleo y gas
2.6
4
Mineria no petrolera
0.8
5
Generación eléctrica
1.4
6
Construcción
13.0
7
Alimentos procesados
11.4
8
Manufactura ligera
2.9
9
Química y plásticos
0.0
10
Manufactura pesada
9.6
11
Comercio
13.6
12
Transporte
8.8
13
Servicios no-financieros
2.8
14
Servicios financieros
11.7
15
Servicios sociales
19.4
Fuente: Elaboración propia con datos de INEGI (2014).

¿Cuál sector económico tiene la mayor huella hídrica en México?

Haciendo uso de las técnicas insumo-producto es posible realizar dos cálculos de interés. Primero, se puede estimar la huella hídrica en la que incurren los 15 sectores económicos para satisfacer el patrón de consumo mexicano. Esta huella hídrica se mide en volumen de agua (hectómetros cúbicos, por ejemplo, Hm3)  utilizado por la economía para satisfacer un millón de pesos de demanda final ponderado por las participaciones sectoriales mostradas en la Tabla 1. Segundo, se puede medir la distribución de la huella hídrica de algún sector particular en su cadena de suministro, aquí representada por los 15 sectores en los que se ha agregado a la economía mexicana. Esta distribución mide el volumen de agua utilizado por cada sector para satisfacer un millón de pesos de demanda final del sector de interés. La Tabla 2 muestra precisamente estos dos cálculos.

Tabla 2. Huella hídrica de los sectores económicos y distribución sectorial de la huella hídrica del sector Alimentos Procesados
Huella hídrica
Distribución sectorial de la huella hídrica de Alimentos Procesados
Sector
Hm3/millón pesos 1
Hm3/millón de pesos 2
1
Agricultura
4.8
44.6
2
Pecuario
1.8
0.7
3
Petróleo y gas
0.1
0.0
4
Mineria no petrolera
0.1
0.0
5
Generación eléctrica
0.7
0.5
6
Construcción
1.3
0.0
7
Alimentos procesados
11.8
1.4
8
Manufactura ligera
0.5
0.1
9
Química y plásticos
0.0
0.1
10
Manufactura pesada
1.4
0.1
11
Comercio
1.4
0.8
12
Transporte
1.1
0.3
13
Servicios no-financieros
0.4
0.1
14
Servicios financieros
1.0
0.2
15
Servicios sociales
2.0
0.4





















Fuente: Elaboración propia con datos de INEGI (2014).
Notas: 1) Mide hectómetros cúbicos utilizados por la economía para satisfacer las participaciones de cada sector en la demanda final, mostradas en la Tabla 1. 2) Mide hectómetros cúbicos utilizados por los sectores económicos para satisfacer un millón de pesos de demanda final del sector de Alimentos Procesados.

La primer columna muestra el volumen de agua utilizado por la economía para satisfacer un millón de pesos de demanda final ponderado por las participaciones de cada sector en el patrón de consumo mexicano. Como se ve, el sector económico que tiene la mayor huella hídrica es el de Alimentos Procesados, seguido lejanamente por los sectores agrícola y de servicios. Hubiera sido esperable que el sector agropecuario mostrara la mayor huella hídrica, dado que reclama el 77% de las concesiones de agua en el país. La razón de su poca participación en la huella hídrica radica en el hecho de que dicho sector apenas representa el 2.4% de la demanda final, como se puede ver en la Tabla 1. Esto sugiere que los hogares mexicanos satisfacen las necesidades de alimentación adquiriendo productos procesados más frecuentemente que adquiriendo directamente productos agropecuarios, lo que a su vez explica el dominio del sector de alimentos procesados en la huella hídrica nacional.

La segunda columna desagrega la huella hídrica del sector de alimentos procesados en su cadena de suministro, y mide el volumen de agua utilizado por cada sector de la economía por cada millón de pesos de demanda final sectorial. Resaltan dos hechos relacionados: la industria de alimentos procesados es responsable directamente de sólo el 3% de la huella hídrica propia, mientras que el 97% restante se distribuye en su cadena de suministro; además, el 90% de la huella hídrica de este sector radica en los proveedores pertenecientes al sector agrícola. Estos cálculos permiten concluir, primero, que el sector económico con la mayor huella hídrica nacional asociada al patrón de consumo observado es el de alimentos procesados y, segundo, que dicha huella hídrica se distribuye en su mayor parte en sus proveedores agrícolas.

Administración de cadenas de suministro y eficiencia en el uso del agua

El cálculo recién mostrado ilustra cómo la huella hídrica asociada al patrón de consumo ayuda a identificar las actividades económicas que resultan clave para promover el manejo sustentable del agua en el país. Además, dicho cálculo permite ubicar las etapas en las cadenas de suministro que ofrecen las mayores oportunidades para mejorar la eficiencia en el uso del agua. En este caso, la producción necesaria para satisfacer la demanda por alimentos procesados exhibe la mayor huella hídrica en México, y dicha huella hídrica reside en su mayor parte en la cadena de suministro respectiva, en particular en los proveedores agrícolas. Esta conclusión permite sugerir que la aplicación de medidas de eficiencia en el uso del agua en los establecimientos de la industria de alimentos procesados sería, si bien deseable, claramente insuficiente: dichos establecimientos son responsables por sólo el 3% de la huella hídrica del sector. En cambio, serían muy útiles las medidas que dichos establecimientos implementen para elevar la eficiencia en el uso del agua de sus proveedores agrícolas principales, que son responsables por el 90% de la huella hídrica asociada al patrón de consumo mexicano.  



[1] Recordemos que el gasto lo realizan tres agentes, tanto domésticos como foráneos: hogares, empresas y gobierno. 

Activismo ambiental en México

Pocas dudas caben: la defensa de los bosques y las selvas es subversiva en este país. La reacción no respeta a nadie, ni a quien fue secretaria de medio ambiente, la primera. http://www.elfinanciero.com.mx/politica/indignacion-tras-retencion-de-activista-en-chiapas.html El activismo ambiental es, tal vez, el resquicio más combativo entre quienes buscan un mundo distinto. Como decía Sacristán: una tierra justa y habitable en vez de este estercolero químico y ruidoso que se autopromociona como desarrollo y progreso.

Sobre la huella hídrica de México y su dependencia a la importación de agua virtual

Con el ánimo de desempolvar de una vez por todas esta bitácora (ha pasado un año entero desde la última entrada), y con más ánimo por iniciarle el año 6 (7 cronológico, pero uno no cuenta por no escribir nada), reproduzco esta pieza sobre el agua virtual que apareciera en el blog del IGS, donde ando estos días... Va tal cual, sin cambios ni adiciones. Que sirva para destapar algunos temas pendientes desde el año pasado y poner algunos nuevos... CALM

Sobre la huella hídrica de México y su dependencia a la importación de agua virtual
Carlos A. López-Morales

John Anthony Allan, geógrafo británico y profesor en King’s College en Londres, acuñó en la década de 1990 el término “agua virtual” para referirse al volumen de agua necesario en la producción de bienes de consumo final, en particular de los alimentos (ver Allan, 1996 y 1998). En su formulación original el concepto tenía la función de identificar una estrategia de seguridad alimentaria para regiones que sufren escasez de agua: éstas deberían importar bienes agua-intensivos, en su mayoría alimentos, de las regiones abundantes en agua y liberar con ello los escasos recursos hídricos para usos industriales y de suministro público, que son menos intensivos en agua y que generan, por lo general, mayor valor económico por metro cúbico utilizado. Esta noción ha sido criticada desde el punto de vista económico, pues la determinación de los patrones de comercio internacional no sólo dependen de las dotaciones de recursos, sino de las ventajas comparativas (ver Wilchens 2004, o Duchin y López-Morales 2012 para la discusión conceptual) o de los arreglos comerciales (ver Ramírez-Vallejo y Rogers 2010 para una discusión sobre el caso mexicano).
No obstante, el concepto se sigue explorando cuantitativamente por sus virtudes de ofrecer a los tomadores de decisiones, sean éstos públicos o privados, de valiosa información sobre el impacto ambiental de los patrones de producción y de consumo. Así, además de merecerle a Allan el Stockholm Water Prize en 2008, el concepto de agua virtual se ha propagado en la literatura en las últimas dos décadas. Actualmente existe un abanico importante de estudios que han precisado el concepto (por ejemplo incorporando los bienes industriales y distinguiendo entre agua azul, agua verde y agua gris[1]) y que lo han cuantificado en escalas globales, multinacionales o nacionales. Además, la investigación reciente lo vincula de un modo más claro con la noción de la huella hídrica de las naciones, o el volumen de agua utilizada en el mundo para soportar los patrones de consumo y de producción de una nación (ver Hoekstra 2003 y Hoekstra y Hung 2002 para los conceptos básicos, y Arreguín-Cortéz 2007 para una estimación del caso mexicano).
Una metodología sencilla para estimar la huella hídrica de un país consiste en sumar el flujo neto de agua virtual, asociado al comercio internacional, al consumo interno (Arreguín-Cortéz 2007). De acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA, 2011), en México se concesionaron en 2009 (último año para el que hay datos oficiales) 80.6 km3 de agua (77% para uso agrícola, 14% en la red pública para usos domésticos e industriales, 4% para industria autoabastecida y 5% para termoeléctricas)[2]. Al mismo tiempo, el país importó en ese año 28.2 km3 de agua por el saldo neto de sus flujos comerciales (44% en productos agrícolas, 38% en productos animales y 18% en productos industriales) es decir, un volumen equivalente al 35% del total de las concesiones nacionales. Estos datos implican que la huella hídrica nacional fue en 2009 de 109 km3, 74% proveniente de fuentes domésticas y 26% proveniente de fuentes externas. La distribución por productos implica que alrededor de 23 km3/año se importan por productos agropecuarios, un volumen poco menor al 40% de la concesión doméstica para el mismo fin.
No obstante, las diferencias tecnológicas y por ventajas comparativas entre México y Estados Unidos (país origen de la mayor parte de los productos agropecuarios que México importa) implican que el comercio de alimentos deja ahorros de agua adicionales equivalentes a 21 km3/año (Mekkonen y Hoekstra 2011).[3] Es decir que si México buscara producir internamente el total de productos agropecuarios que consume requeriría un volumen aproximado de 106 km3 anuales, compuestos por los 62km3 que se concesionan domésticamente, los 23km3 de importación neta, y los 21km3 que se ahorran por eficiencias productivas,[4] volumen que resulta muy superior a la concesión actual y que incrementaría las presiones sobre los recursos hídricos del país, a la sazón ya caracterizado por indicadores de escasez de moderados a críticos.
Los datos de huella hídrica pueden ser más sorprendentes al añadir el agua verde y el agua gris a la estimación. De acuerdo con Mekkonnen y Hoekstra (2011), la huella hídrica per capita del patrón de consumo mexicano es de 1,978 m3/año,[5] 57% de los cuales provienen de fuentes domésticas y 43% de fuentes externas. México toma el lugar 50 (de un total de 174 países) por el tamaño de su huella hídrica, y se ubica por encima del promedio global, de 1,385m3/año.  La tabla 1 desagrega la huella hídrica per capita por origen (interno o externo) y por tipo de agua (azul, verde o gris). Como se ve, de acuerdo a esta estimación, la mayor parte de la huella hídrica (un 76%) es atribuible a productos agrícolas de temporal (dependientes del agua verde), mientras que la dependencia a fuentes externas de agua azul (89 m3/hab/año) es muy similar a la dependencia a fuentes internas (102 m3/hab/año), mostrando consistencia con los cálculos previos. Por último, la mayor participación del agua gris en la huella interna (de 17%) respecto a su participación en la externa (10%) puede asociarse a prácticas deficientes en el país respecto a tanto la eficiencia general del uso del agua cuanto a su tratamiento.
Tabla 1. Huella hídrica nacional del patrón de consumo. Datos en m3/año
Fuente: Mekkonnen y Hoekstra (2011).
Referencias
Allan, J Anthony. “Policy responses to the closure of water resources: Regional and global issues.” Water policy: Allocation and management in practice (1996): 228-234.
Allan, J Anthony. “Virtual water: A strategic resource global solutions to regional deficits.”Groundwater 36.4 (1998): 545-546.
Arreguín-Cortés, Felipe et al. “Agua virtual en México.” Ingeniería hidráulica en México 22.4 (2007): 121-132.
Comisión Nacional del Agua. Estadística del agua en México. Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, 2011.
Duchin, Faye, and Carlos López-Morales. “Do Water-Rich Regions Have A Comparative Advantage In Food Production? Improving The Representation Of Water For Agriculture In Economic Models.” Economic Systems Research 24.4 (2012): 371-389.
Hoekstra, A. “Virtual water trade: Proceedings of the International Expert Meeting on Virtual Water Trade, Delft, The Netherlands, 12-13 December 2002, Value of Water Research Report Series No. 12.” Value of Water Research Report Series 12 (2003).
Hoekstra, Arjen Y, and PQ Hung. “Virtual water trade.” A quantification of virtual water flows between nations in relation to international crop trade. Value of water research report series 11 (2002): 166.
Mekonnen, M.M. and Hoekstra, A.Y. (2011) National water footprint accounts: the green, blue and grey water footprint of production and consumption, Value of Water Research Report Series No.50, UNESCO-IHE, Delft, the Netherlands.
Ramirez-Vallejo, Jorge, and Peter Rogers. “Failure of the virtual water argument: Possible explanations using the case study of Mexico and NAFTA.” Global Change: Impacts on Water and food Security (2010): 113-126.
Wichelns, Dennis. “The policy relevance of virtual water can be enhanced by considering comparative advantages.” Agricultural Water Management 66.1 (2004): 49-63.

[1] El “agua verde” es el agua almacenada como humedad en el suelo, incluyendo el agrícola. El “agua azul” es agua en forma líquida que o bien fluye en la superficie o en la recarga de acuíferos, o bien se almacena en lagos, presas y mantos freáticos. La distinción entre estos tipos de agua no sólo es hidrológica, sino económica: el agua azul exhibe costos de oportunidad positivos, lo que alienta la competencia entre usos alternativos, mientras que el agua verde, al no tener usos alternativos, no tiene costo de oportunidad. El “agua gris”, por último, se refiere al volumen generado de aguas residuales.
[2] Estas estimaciones sólo incluyen concesiones por el uso de agua azul.
[3] Para hacerlos comparables, los datos de ahorro por comercio de agua virtual se muestran sólo para el agua azul asociada a productos agropecuarios.
[4] Como es normal en este tipo de comparaciones, los datos que provienen de diferentes fuentes con metodologías distintas añaden grados de incertidumbre y llaman a tomar con cautela las cifras.
[5] Estimaciones con datos para el periodo 1996-2005.



Alimentos y ciudades ¿cómo se alimenta al DF?


La respuesta rápida: Walmart (y otras big box stores), bimbo, maseca, tianguis y mercados.

Un post con imágenes de Google Earth sobre los tianguis en México, que ha recibido cierta respuesta en la twitteriza y en la blogueriza (Alex Villagomez lo recoge también en su Tintero), dirige rápido la atención a Rachel Laudan, quien tiene un background multidisciplinario, se dedica ahora a la super interesante tarea de ser historiadora de alimentos, radicando en México (en Chimalistac por lo que se ve), y que sostiene este blog, muy interesante por lo demás.

Entonces ella se hace esas preguntas ¿Cómo se alimentan las urbes? Granos. Históricamente han sido granos (hasta el 90% de la proteína ha venido de los granos), principalmente trigo y maiz.

En la Cd. de México ha sido, en su cuenta, el maíz (no hay sorpresa) a través de la tortilla. En esta entrevista describe algunos detalles históricos sobre las cuestiones sociales respecto a la tortilla. Estos son algunos detalles interesantes


  1. Ha habido una división social y de género en la producción de tortillas en la historia mexicana. 
  2. Esa división, que bien puede seguir vigente en ámbitos rurales, se ha roto en las últimas décadas en las zonas urbanas, especialmente en el DF (no creo que Gdl y Mty tengan historias distintas, pero parece que en Oaxaca aún es muy díficil encontrar una tortillería automatizada), en parte por el crecimiento de la clase media (?). 
  3. La automatización de la producción de tortillas, con las máquinas que se encuentran por doquier en cualquier tortillería, ha reducido los requerimientos laborales, pero también ha reducido la calidad de la tortilla (esto lo sabe cualquiera que pruebe una tortilla hecha a mano y luego una de tortillería de esquina, o peor, una de Walmart).   
  4. La introducción del molino, también, ha facilitado la labor de molienda del maíz, aún en ámbitos rurales.
  5. Gruma logró desarrollar harina deshidratada que se puede vender en los famosos paquetitos de Maseca, y luego reproducir en casa (o en la tortillería) la producción de la masa húmeda, lo que ha eliminado la necesidad de los molinos en todos lados, por lo menos en las zonas urbanas.
  6. Entonces, por un lado, harina deshidratada en paquetes de a kilo vía Maseca. Por otro, maquinas productoras de tortillas en todos lados, incluso adentro de las big box stores. 
  7. Luego está el pan. Servitje, inmigrante catalán, consiguió un par de máquinas rebanadoras para pan de caja en EU y ZAZ! nace el pan Bimbo. En relativamente poco tiempo, relata Rachel, Bimbo ya es la quinta empresa mundial de alimentos en el mundo. 
  8. Los granos, maíz y trigo, por tanto, vienen en paquetitos de Maseca y en el Pan Bimbo y se venden en Walmart y en otras departamentales...
Luego  están los tianguis. El relato de Rachel es estupendo. También el de David Lida, y no añado más que una lista breve de recursos con esta temática, por demás apasionante.

Moraleja:  Los temas alimenticios y de nutrición a veces parecen demasiado desconexos de nuestra investigación cotidiana. Lo cierto es que la producción de alimentos constituye la prima facie de cualquier preocupación sobre ecología humana y, por tanto, de las preocupación de las economías ambiental y ecológica. Hay muy pocos investigadores, no obstante, que estén cruzando estas disciplinas (nutrición, economía, biología, etc.) entre nosotros. 

Mi ticket para el Nobel 2012 de economía

No, no me he fijado en los rankings ni en las predicciones existentes. Ahora pongo los que creo podrían ser buenos premios, más que por el pasado, por las puertas que abren hacia el futuro (ver, por ejemplo, lo que ha sucedido con Ostrom en los últimos años).


  1. Nordhaus-Weitzman-Dasgupta por la economía del cambio climático, en ese orden.
  2. Krueger por la sociedad rentista. Nos haría muy bien prestar ojo renovado a sus contribuciones para nuestros problemas.
  3. Barro por su trabajo (en buena parte con X. Sala-i-Martin) sobre crecimiento.
Si no ellos, me gustaría ver Nobel en trabajo sobre fallas de mercado (la mayoría de ellas que podría recoger el Comité serían informacionales), sobre behavioral economics, o sobre los ene temas atinentes al desarrollo. 

Moraleja: que ganen poetas y no plomeros. Necesitamos contenidos y preguntas, no tanto fierros, pues hace ya mucho que andamos bien provistos, creo, de trucos aprendibles (como les decía Sacristán). Luego no sabemos cómo usarlos mejor.

La idea difícil de Ricardo

Más sobre la idea difícil de Ricardo...
Un buen ejercicio en clase para mostrar las ganancias en el comercio relativas a una situación de autarquía que se derivan de patrones de comercio guíados por la ventaja comparativa.



Comparative Advantage: Money for nothing?

Im my Principles of Econ class yesterday, I stole one of John's in class activities to demonstrate the principle of comparative advantage.  I posted a short video of the students participating, but the video really shows nothing other than I know how to use the video camera on my Blackberry. In setting up the demonstration, I thought I had a complete understanding of comparative advantage, after all, I'm an award winning serious economist.  But in running through the rounds of the demonstration, I ended up giving myself a much clearer understanding of what comparative advantage means*.  So I thought I would share (even if what follows is obvious to everyone else).

First some background on the experiment.  In the experiment, students are divided into groups, by table in my case, which each represent a country or island or neighborhood or state or fictitious realm or whatever.  Each group is allocated 100 hours of labor per round to be divided between the production of red things and black things. Labor is the only input required to produce red things and black things. 
The trick to the demonstration is that the production technology (the number of hours needed to produce one red thing and one black thing) is determined by a random deal of red and black playing cards.  Each group is dealt one red card and one black card from a standard deck--with face cards removed to avoid the confusion over what a J means in numbers.  The number on each card represents the number of hours it takes to produce that color thing.  For example, if I am dealt a 4 of hearts and a 5 of clubs, I can produce one red thing in 4 hours and one black thing in 5 hours. Some groups were very efficient at producing both (say a red 1 and a black 2) while most groups were efficient at one and less efficient at the the other.  There was one group that was highly inefficient at both (red 9 and black 10).  i mention that group because it plays a key role in my better understanding of comparative advantage.
In round one of the demonstration, groups have to make production decisions on their own, with no trades allowed.  Everything produced will be consumed.  I told them to think of it as the deserted island scenario.  I threw in the requirement that in order to survive to the next round they have to consume at least three of each thing, red and black.  Beyond that, groups were free to produce as much or as little of each as they want as long as they use up all 100 hours of their labor.  Most groups chose a similar strategy with no trading:  Produce three of the good you're less efficient at producing and then maximize production of the other color.  So a group with a red 5 and a black 10 might choose to produce 3 black (30 hours) and 14 red (70 hours) using this typical strategy.  When asked why they chose this strategy, many responded that it gave them the most things to consume.  So far so good.  Since I didn't give any real reason to prefer red over black or vice-versa, maximizing total production and consumption seems to be rational.
In round 2, countries are allowed to make one trade, but they can only trade after they make their production decisions and they can only make one trade.  Next is where I made my mistake.  I told them that the goal of trading is to see if they could improve on their first round outcome--that is consume more red and more black than they did in round 1.  While more consumption of both is a possible consequence of trade, it turns out that's really not the point.  In some cases, countries were able to find a trade that made them better off as I defined it, but in others, they weren't.  I was puzzled and thinking that I had a lot of work to do with these students.  Trade should be able to make everyone better off.  
So I encouraged everyone to trade for another round but with different partners.  And I got the same result.  Some were better off, some weren't.  And there was one group who nobody wanted to trade with; the highly inefficient group (9 red and 10 black).  That's when I started thinking that maybe I wasn't thinking about this the right way.  The principle of comparative advantage says that even if a country is highly inefficient at producing everything, there should still be opportunities for gains from trade. Maybe I needed to reconsider what I meant by gains?
So in the next round I assigned trading partners based on proximity (the closest table) and I told them that they had to make a trade, but I wanted them to trade in such a way that they consumed a bundle of red and black that they couldn't have produced on their own.   That is, the bundle they consume would have to take them more than 100 hours to produce if they produced it on their own.  That's when it clicked. 
Immediately, groups started to realize that they would have to produce the thing they were best at producing and then trade for what they needed of the other.  If two groups were better at producing red than black, then the one who had to give up the least black to produce one red would produce red and the other would produce black.  Within a minute or two, all of the groups had found an acceptable trade, including the group that was bad at producing both things. 
Once they had their trades complete I asked them to calculate the number of hours it would have taken them to produce everything they consume--keeping in mind that it took a combined 200 hours to produce everything consumed by each pair of countries.  The lowest total equivalent hours of consumption we had was 240 hours and the largest was over 300, and every group was now consuming more than 100 hours worth of red and black.  In other words, through specialization and trade, we were able to expand total production/consumption by 20-50% over what could have been consumed without trade.
That's comparative advantage.
*One of the biggest benefits of teaching is that I really learn what I thought I knew.
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Moraleja: El mensaje principal está allí: el comercio bajo ventaja comparativa funciona como una expansión del conjunto factible global por encima de la suma de las partes... (en el ejemplo, noten que la solución de comercio permite que la "economía global" del salón de clase produzca una asignación con las 200 horas de dotacion global del factor escaso que hubiera requerido 240 horas globales para producirse autárquicamente... Además de esta expansión global, la asignación consumida por cada economía local en la asignación de comercio resulta no factible con los recursos locales... En otras palabras, la asignación consumida con comercio por todas las regiones es no factible sin comercio. O sea que hay ganancias de comercio para todos...)

La economía ecológica a debate: intercambio entre Alejandro Nadal y Jordi Roca

En Febrero-Marzo de 2011 se llevó a cabo en las páginas de Sin Permiso un intercambio sobre la economía ecológica entre Alejandro Nadal y Jordi Roca.


En esta bitacora recogimos (y reaccionamos) ante la primer entrega de Nadal. En aquella ocasión la moraleja sobre la crítica de Nadal fue la siguiente:

"Si vamos a ponernos a criticar un campo, hagamos referencia al campo mismo. Si no, pues pongamos los nombres y los títulos que se merecen las piezas, por elemental respeto a los lectores y a los integrantes del campo en cuestión. ¿o no?"

Luego contestó Jordi Roca, y también reaccionamos, aunque muy breve, ante esa respuesta. Allí decíamos que ojalá Nadal contestara. Pues lo hizo, y Jordi de nueva cuenta,  y Nadal aún otra vez. Me entero que ese debate tiene unas 3 rondas de cada quien, y quiero ponerme ya a revisarlo a detalle.

Mientras tanto, pongo aquí los vínculos para ustedes.


  1. El primer artículo de Nadal.

    El dinero es importante, señor Daly: sobre la debilidad teórica de la economía ecológica
  2. La reacción en este blog, comentando entre líneas.

    Alejandro Nadal y la economía ecológica
  3. La reacción de Jordi Roca

    Alejandro Nadal sobre la economía ecológica. Una réplica
  4. Breves comentarios en esta bitacora a lo de Jordi

    Roca sobre Nadal sobre la economía ecológica
  5. Alejandro Nadal contesta a J. Roca

    Los problemas de la economía ecológica. Parte I: respuesta a Jordi Roca
  6. Jordi revira

    La sesgada visión de Alejandro Nadal sobre la economía ecológica. Una réplica a su respuesta
  7. Nadal una vez más

    La “escuela de economía ecológica” y el legado apolítico de la teoría económica neoclásica
Ya no veo rondas adicionales. En lugar de ir operando como lo hice respecto a la primera entrega de Nadal, lo conveniente es revisar todo el paquete completo, y exponer las concordancias y las discrepancias. Espero que pronto...