Sobre la huella hídrica de México y su dependencia a la importación de agua virtual

Con el ánimo de desempolvar de una vez por todas esta bitácora (ha pasado un año entero desde la última entrada), y con más ánimo por iniciarle el año 6 (7 cronológico, pero uno no cuenta por no escribir nada), reproduzco esta pieza sobre el agua virtual que apareciera en el blog del IGS, donde ando estos días... Va tal cual, sin cambios ni adiciones. Que sirva para destapar algunos temas pendientes desde el año pasado y poner algunos nuevos... CALM

Sobre la huella hídrica de México y su dependencia a la importación de agua virtual
Carlos A. López-Morales

John Anthony Allan, geógrafo británico y profesor en King’s College en Londres, acuñó en la década de 1990 el término “agua virtual” para referirse al volumen de agua necesario en la producción de bienes de consumo final, en particular de los alimentos (ver Allan, 1996 y 1998). En su formulación original el concepto tenía la función de identificar una estrategia de seguridad alimentaria para regiones que sufren escasez de agua: éstas deberían importar bienes agua-intensivos, en su mayoría alimentos, de las regiones abundantes en agua y liberar con ello los escasos recursos hídricos para usos industriales y de suministro público, que son menos intensivos en agua y que generan, por lo general, mayor valor económico por metro cúbico utilizado. Esta noción ha sido criticada desde el punto de vista económico, pues la determinación de los patrones de comercio internacional no sólo dependen de las dotaciones de recursos, sino de las ventajas comparativas (ver Wilchens 2004, o Duchin y López-Morales 2012 para la discusión conceptual) o de los arreglos comerciales (ver Ramírez-Vallejo y Rogers 2010 para una discusión sobre el caso mexicano).
No obstante, el concepto se sigue explorando cuantitativamente por sus virtudes de ofrecer a los tomadores de decisiones, sean éstos públicos o privados, de valiosa información sobre el impacto ambiental de los patrones de producción y de consumo. Así, además de merecerle a Allan el Stockholm Water Prize en 2008, el concepto de agua virtual se ha propagado en la literatura en las últimas dos décadas. Actualmente existe un abanico importante de estudios que han precisado el concepto (por ejemplo incorporando los bienes industriales y distinguiendo entre agua azul, agua verde y agua gris[1]) y que lo han cuantificado en escalas globales, multinacionales o nacionales. Además, la investigación reciente lo vincula de un modo más claro con la noción de la huella hídrica de las naciones, o el volumen de agua utilizada en el mundo para soportar los patrones de consumo y de producción de una nación (ver Hoekstra 2003 y Hoekstra y Hung 2002 para los conceptos básicos, y Arreguín-Cortéz 2007 para una estimación del caso mexicano).
Una metodología sencilla para estimar la huella hídrica de un país consiste en sumar el flujo neto de agua virtual, asociado al comercio internacional, al consumo interno (Arreguín-Cortéz 2007). De acuerdo con datos de la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA, 2011), en México se concesionaron en 2009 (último año para el que hay datos oficiales) 80.6 km3 de agua (77% para uso agrícola, 14% en la red pública para usos domésticos e industriales, 4% para industria autoabastecida y 5% para termoeléctricas)[2]. Al mismo tiempo, el país importó en ese año 28.2 km3 de agua por el saldo neto de sus flujos comerciales (44% en productos agrícolas, 38% en productos animales y 18% en productos industriales) es decir, un volumen equivalente al 35% del total de las concesiones nacionales. Estos datos implican que la huella hídrica nacional fue en 2009 de 109 km3, 74% proveniente de fuentes domésticas y 26% proveniente de fuentes externas. La distribución por productos implica que alrededor de 23 km3/año se importan por productos agropecuarios, un volumen poco menor al 40% de la concesión doméstica para el mismo fin.
No obstante, las diferencias tecnológicas y por ventajas comparativas entre México y Estados Unidos (país origen de la mayor parte de los productos agropecuarios que México importa) implican que el comercio de alimentos deja ahorros de agua adicionales equivalentes a 21 km3/año (Mekkonen y Hoekstra 2011).[3] Es decir que si México buscara producir internamente el total de productos agropecuarios que consume requeriría un volumen aproximado de 106 km3 anuales, compuestos por los 62km3 que se concesionan domésticamente, los 23km3 de importación neta, y los 21km3 que se ahorran por eficiencias productivas,[4] volumen que resulta muy superior a la concesión actual y que incrementaría las presiones sobre los recursos hídricos del país, a la sazón ya caracterizado por indicadores de escasez de moderados a críticos.
Los datos de huella hídrica pueden ser más sorprendentes al añadir el agua verde y el agua gris a la estimación. De acuerdo con Mekkonnen y Hoekstra (2011), la huella hídrica per capita del patrón de consumo mexicano es de 1,978 m3/año,[5] 57% de los cuales provienen de fuentes domésticas y 43% de fuentes externas. México toma el lugar 50 (de un total de 174 países) por el tamaño de su huella hídrica, y se ubica por encima del promedio global, de 1,385m3/año.  La tabla 1 desagrega la huella hídrica per capita por origen (interno o externo) y por tipo de agua (azul, verde o gris). Como se ve, de acuerdo a esta estimación, la mayor parte de la huella hídrica (un 76%) es atribuible a productos agrícolas de temporal (dependientes del agua verde), mientras que la dependencia a fuentes externas de agua azul (89 m3/hab/año) es muy similar a la dependencia a fuentes internas (102 m3/hab/año), mostrando consistencia con los cálculos previos. Por último, la mayor participación del agua gris en la huella interna (de 17%) respecto a su participación en la externa (10%) puede asociarse a prácticas deficientes en el país respecto a tanto la eficiencia general del uso del agua cuanto a su tratamiento.
Tabla 1. Huella hídrica nacional del patrón de consumo. Datos en m3/año
Fuente: Mekkonnen y Hoekstra (2011).
Referencias
Allan, J Anthony. “Policy responses to the closure of water resources: Regional and global issues.” Water policy: Allocation and management in practice (1996): 228-234.
Allan, J Anthony. “Virtual water: A strategic resource global solutions to regional deficits.”Groundwater 36.4 (1998): 545-546.
Arreguín-Cortés, Felipe et al. “Agua virtual en México.” Ingeniería hidráulica en México 22.4 (2007): 121-132.
Comisión Nacional del Agua. Estadística del agua en México. Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, 2011.
Duchin, Faye, and Carlos López-Morales. “Do Water-Rich Regions Have A Comparative Advantage In Food Production? Improving The Representation Of Water For Agriculture In Economic Models.” Economic Systems Research 24.4 (2012): 371-389.
Hoekstra, A. “Virtual water trade: Proceedings of the International Expert Meeting on Virtual Water Trade, Delft, The Netherlands, 12-13 December 2002, Value of Water Research Report Series No. 12.” Value of Water Research Report Series 12 (2003).
Hoekstra, Arjen Y, and PQ Hung. “Virtual water trade.” A quantification of virtual water flows between nations in relation to international crop trade. Value of water research report series 11 (2002): 166.
Mekonnen, M.M. and Hoekstra, A.Y. (2011) National water footprint accounts: the green, blue and grey water footprint of production and consumption, Value of Water Research Report Series No.50, UNESCO-IHE, Delft, the Netherlands.
Ramirez-Vallejo, Jorge, and Peter Rogers. “Failure of the virtual water argument: Possible explanations using the case study of Mexico and NAFTA.” Global Change: Impacts on Water and food Security (2010): 113-126.
Wichelns, Dennis. “The policy relevance of virtual water can be enhanced by considering comparative advantages.” Agricultural Water Management 66.1 (2004): 49-63.

[1] El “agua verde” es el agua almacenada como humedad en el suelo, incluyendo el agrícola. El “agua azul” es agua en forma líquida que o bien fluye en la superficie o en la recarga de acuíferos, o bien se almacena en lagos, presas y mantos freáticos. La distinción entre estos tipos de agua no sólo es hidrológica, sino económica: el agua azul exhibe costos de oportunidad positivos, lo que alienta la competencia entre usos alternativos, mientras que el agua verde, al no tener usos alternativos, no tiene costo de oportunidad. El “agua gris”, por último, se refiere al volumen generado de aguas residuales.
[2] Estas estimaciones sólo incluyen concesiones por el uso de agua azul.
[3] Para hacerlos comparables, los datos de ahorro por comercio de agua virtual se muestran sólo para el agua azul asociada a productos agropecuarios.
[4] Como es normal en este tipo de comparaciones, los datos que provienen de diferentes fuentes con metodologías distintas añaden grados de incertidumbre y llaman a tomar con cautela las cifras.
[5] Estimaciones con datos para el periodo 1996-2005.